Oh, San Dositeo, vos sois
el hijo del Dios de la vida
y el humildísimo siervo del
Dios eterno, que con renuncia
y desprecio por lo mundano,
y sin apego sentir, por las
personas y a quienes vos,
considerabais serían sólo,
atadura y lastre en vuestra
ascesis. Así, desnudo como
vinisteis a este mundo, así
os ofreciste, íntegro y valiente
asceta, reducido sólo, a vivir
por Él, y nada más que para
Él, y equivocado no estabais
porque, coronado fuisteis
con corona de luz que nunca
jamás dejará su brillo eterno;
Oh, San Dositeo, viva metanoia.
© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Febrero (1º Marzo)
San Dositeo
Siglo VI
Cuenta una antigua biografía suya que en su juventud fue soldado, y que en un recorrido por Tierra Santa hallándose en Getsemaní le impresionó un cuadro que representaba los tormentos del Infierno; así se convirtió a los grandes ideales de perfección religiosa y se hizo monje en Gaza, donde iba a transcurrir toda su vida.
La historia le recuerda como un contemplativo que renuncia a la propia voluntad para ponerse en manos de Dios y que tiene un desprendimiento ejemplar respecto a las cosas de este mundo, sin sentir apego por nada, porque cualquier afición a personas u objetos era para él una atadura que le impedía estar completamente disponible en su espera del Cielo.
Se nos dice también que ni siquiera estaba apegado a las herramientas con las que trabajaba, y eso nos sugiere un grado último de renuncia, porque el afán de posesión suele atrincherarse en la excusa de la necesidad de los útiles imprescindibles: tal vez a un santo le cueste más que despreciar las riquezas, no amar la pobre azada con la que trabaja el huerto.
San Dositeo se nos aparece así en una desnudez heroica de asceta negándose a apoyarse en nada humano, reducido a un manojo de ansias de vivir sólo para Dios y entrar en su eternidad sin el menor lastre de afectos relativos a esta tierra.
Hasta en el calendario ocupa un lugar humildísimo, de comodín, donde termina el mes de febrero, negándose incluso una fecha inamovible en la procesión de los días; porque él es quien rellena las veinticuatro horas supernumerarias de los años bisiestos, como aceptando privarse del retorno anual de la fiesta de todos los demás. Sin tener siquiera un sitio en el tiempo, porque ni eso quiere.
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Dositeo.htm)
el hijo del Dios de la vida
y el humildísimo siervo del
Dios eterno, que con renuncia
y desprecio por lo mundano,
y sin apego sentir, por las
personas y a quienes vos,
considerabais serían sólo,
atadura y lastre en vuestra
ascesis. Así, desnudo como
vinisteis a este mundo, así
os ofreciste, íntegro y valiente
asceta, reducido sólo, a vivir
por Él, y nada más que para
Él, y equivocado no estabais
porque, coronado fuisteis
con corona de luz que nunca
jamás dejará su brillo eterno;
Oh, San Dositeo, viva metanoia.
© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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29 de Febrero (1º Marzo)
San Dositeo
Siglo VI
Cuenta una antigua biografía suya que en su juventud fue soldado, y que en un recorrido por Tierra Santa hallándose en Getsemaní le impresionó un cuadro que representaba los tormentos del Infierno; así se convirtió a los grandes ideales de perfección religiosa y se hizo monje en Gaza, donde iba a transcurrir toda su vida.
La historia le recuerda como un contemplativo que renuncia a la propia voluntad para ponerse en manos de Dios y que tiene un desprendimiento ejemplar respecto a las cosas de este mundo, sin sentir apego por nada, porque cualquier afición a personas u objetos era para él una atadura que le impedía estar completamente disponible en su espera del Cielo.
Se nos dice también que ni siquiera estaba apegado a las herramientas con las que trabajaba, y eso nos sugiere un grado último de renuncia, porque el afán de posesión suele atrincherarse en la excusa de la necesidad de los útiles imprescindibles: tal vez a un santo le cueste más que despreciar las riquezas, no amar la pobre azada con la que trabaja el huerto.
San Dositeo se nos aparece así en una desnudez heroica de asceta negándose a apoyarse en nada humano, reducido a un manojo de ansias de vivir sólo para Dios y entrar en su eternidad sin el menor lastre de afectos relativos a esta tierra.
Hasta en el calendario ocupa un lugar humildísimo, de comodín, donde termina el mes de febrero, negándose incluso una fecha inamovible en la procesión de los días; porque él es quien rellena las veinticuatro horas supernumerarias de los años bisiestos, como aceptando privarse del retorno anual de la fiesta de todos los demás. Sin tener siquiera un sitio en el tiempo, porque ni eso quiere.
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Dositeo.htm)
Oh, Santos Mártires de Sebaste;
vosotros sois los hijos del Dios
de la vida y aquellos que servíais,
a terrenas potestades y por propia
voluntad, escogisteis poneros al
servicio de Cristo, al abrazaros
a su Cruz y vuestros verdugos os
condenaron al martirio y cantabais
todos vosotros el Salmo Noventa:
“Al que se declara en mi favor lo
defenderé, lo glorificaré y con él
estaré en la tribulación”. Entonces,
ilumino se la cárcel y oísteis que
Cristo mismo, los animaba a sufrir
con valentía vuestra prueba y uno
a uno, todos vosotros elevados
fuisteis al cielo eterno y corona de
luz recibisteis como premio, por
vuestro amor y lealtad suprema;
Oh, Santos Mártires de Sebaste.
© 2010 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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1 de Marzo
Los Cuarenta Mártires de Sebaste
El año 320 el emperador Licinio publicó un decreto ordenando que los cristianos que no renegaron de su religión serían condenados a muerte.
Cuando el gobernador de Sebaste (en Turquía) leyó en público el decreto del emperador, 40 soldados declararon que ellos no ofrecerían incienso a los ídolos y que se proponían ser fieles a Jesucristo hasta la muerte.
El gobernador les anunció que si no renegaban de la religión de Cristo, sufrirían grandes tormentos y que si quemaban incienso a los ídolos recibirían grandes premios. Pero ellos declararon valientemente que todos los tormentos del mundo no conseguirían apartarles de la verdadera religión.
El gobernador mandó torturarlos y echarlos a un oscuro calabozo. Los fervorosos soldados sufrieron gustosos los tormentos entonando aquellas palabras del salmo 90: “Dice el Señor: al que se declara en mi favor lo defenderé, lo glorificaré y con él estaré en la tribulación”. (La cárcel se iluminó y oyeron que Cristo los animaba a sufrir con valentía).
El gobernador, lleno de ira, los hizo llevar a un lago helado y echarlos en él por la noche. Y allí muy cerca hizo colocar un estanque con agua tibia, para el que quisiera renegar de la religión se pasara del agua helada al agua tibia. En esa noche hacía un frío espantoso.
Los mártires se animaban unos a otros diciendo: “Por esta noche de hielo conseguiremos el día sin fin de la gloria en la eternidad feliz”. Y mientras sufrían aquel frío tan intenso oraban pidiendo a Dios que ya que eran cuarenta los que habían proclamado su fe en Cristo, fueron también 40 los que lograran ir con Cristo al cielo.
Y sucedió que ante el tormento del hielo uno de ellos se desanimó y se pasó al estanque del agua tibia. Pero ese cambio le produjo enseguida la muerte. Los otros seguían rezando y cantando himnos a Jesucristo y entonces uno de los soldados que los custodiaban gritó: “Yo también creo en Cristo”, y fue echado al lago helado para martirizarlo.
Uno de los mártires vio que venían 40 ángeles cada uno con una corona pero que un ángel se quedaba sin encontrar a quién darle la corona. Pero apenas el soldado proclamó su fe en Jesús, y fue echado al hielo, el ángel se le acercó para darle la corona del martirio. Y así fueron 40 los que volaron al cielo, después de tres días y tres noches de estar agonizando entre el terrible hielo del lago.
Los soldados invitaban al más jovencito de todos para que renegara de su fe y se saliera de entre el hielo, pero la mamá del mártir le gritaba: “Hijo mío, recuerda que si te declaras amigo de Cristo en esta tierra, Cristo se declarará amigo tuyo en el cielo”. Y el joven perseveró valientemente en su martirio, alabando a Dios.
Las gentes recogieron después los restos de estos soldados mártires y los conservaron con gran veneración. San Basilio decía: “Las reliquias de estos 40 santos son como murallas que nos defienden de los enemigos del alma”.
San Gregorio cuenta que junto a los restos o reliquias de los 40 mártires la gente obtuvo muchos milagros, y que muchísimos cristianos se animaban a permanecer valientemente en la fe al recordar el martirio de los 40 soldados que prefirieron perder la vida del cuerpo antes que perder la fe del alma.
Petición
Señor: que también hoy entre nuestras fuerzas armadas haya muchos entusiastas y fervorosos militares que proclamen valientemente su fe católica y que prefieran cualquier clase de suplicios y hasta la muerte, con tal de conservarse fieles a Jesucristo todos los días de su vida.
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(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Cuarenta_Mártires_Sebaste.htm)