07 septiembre, 2014

Santa Regina

 

Oh, Santa Regina, vos, sois la hija del Dios
de la vida y su amada santa, que a temprana
edad, a Cristo, conocisteis y entregasteis
vuestro corazón y vuestra virginidad. Un día,
a los cuatro vientos confesasteis vuestra fe,
y, por ella, vuestras dificultades comenzaron,
y de pronto, marchasteis a la cárcel. Os
negasteis a hacer sacrificios a los ídolos,
y os torturaron y los hierros arañan y cortan
vuestra carne. Hay prodigios del cielo y, en
medio de vuestro martirio, tiembla la tierra,
voces celestiales se oyen, y hasta una paloma
se os acerca para consolaros y daros ánimo
y curaros. Y, entonces la gente se convierte
a centenares y luego degollada sois. Y, luego,
vuela vuestra alma al cielo, para corona de luz
recibir, como justo premio a vuestra entrega
de amor, fe y esperanza. Reina entre las reinas;
Oh, Santa Regina, “reina, virgen, mártir y luz”.

© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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7 de Setiembre
Santa Regina
Mártir

Los niños piden -al menos así lo hacían en tiempos pasados- a los mayores que les cuenten un cuento a la hora de dormir. La condescendencia de los que les quieren, procurando su bien dormir, les lleva a ilustrar su imaginación con historias que unas veces son sólo producto del genio humano y otras… adornan la verdad de hechos ocurridos en la ordinariez de la vida con amplificaciones que hacen fantástica, amable y hasta apasionante la historia real. No sé si la historia de Regina servirá para rellenar esos momentos previos al descanso nocturno de los pequeños, pero no me cabe duda de que sí servirán a los adultos para que detengamos un momento nuestro ardoroso caminar.

Regina es palabra latina que se vierte al castellano por Reina. Así se llamaba nuestra protagonista de hoy. Fue una francesita hija de padre romano y de madre gala. Era el tiempo del Imperio. Cuando tenía quince años conoció a Cristo y le entregó su corazón, se bautizó y decidió darle para siempre su virginidad.

Es hermosa en demasía. El prefecto romano se enamoró de ella al verla. En su presencia, Regina confiesa su fe. Desde este momento comienzan las dificultades para la fidelidad. Fue puesta en la cárcel y con una amenaza: al regreso del prefecto, que necesariamente ha de ausentarse, ella debe haber cambiado de religión o conocerá el furor romano.

Sucede a la vuelta del personaje lo previsible con la gracia de Dios. Ella se niega a sacrificar a los ídolos, llegan las torturas, los hierros arañan y cortan su carne. También hay prodigios del Cielo: se producen terremotos, se oyen voces celestiales… hasta una paloma se acerca para consolarla, darle ánimos y curarla.

El ejemplo es tan llamativo que la gente se convierte a centenares. Por fin, es degollada. La candidez de la historia narrada, pletórica de elementos hiperbólicos y de adornos donados por la fantasía, expone un drama común y diario de mucha gente que bien merece la atención y el mimo del poeta, me refiero a todos esos que están dispuestos en serio a dar la vida por la fe que tienen y, llegado el momento, darla.

Fuente: Archidiócesis de Madrid