Oh, San Juan Macías, vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo, y
que, huérfano siendo, los caminos del
Señor, que inescrutables son, hicieron
de vos, hombre de valía y amor. Vos,
decidisteis al nuevo mundo venir, donde,
surgió vuestra sacerdotal vocación. Lo
que teníais entre los pobres lo disteis
y os preparasteis para, a la “Orden de
Predicadores” entrar, como lego hermano.
Vuestra santa vida, marcada estuvo por
la oración, la penitencia y la caridad.
Y, aunque ocupasteis el cargo de portero,
éste, os santificó en definitiva, pues,
ante aquél portón, acudían a vos, los
mendigos, enfermos y desamparados de la
Lima de aquél entonces. Y, no hubo, algún
hermano nuestro de aquél tiempo, que amor
obra y consuelo recibiera, tanto que,
hasta el Virrey y la nobleza acudían a
vos, en busca de consejos. Vos, andabais,
por la ciudad en busca de limosnas, para,
entre vuestros pobres repartirlas y, a
quienes exhortabais en favor de la vida
cristiana y el amor a Dios Padre, hasta
el día, en que, entregasteis vuestra alma
a Dios, para recibir corona de luz, como
justo premio a vuestra entrega de amor;
oh, San Juan Macías, “consejero de Dios”.
del Dios de la vida y su amado santo, y
que, huérfano siendo, los caminos del
Señor, que inescrutables son, hicieron
de vos, hombre de valía y amor. Vos,
decidisteis al nuevo mundo venir, donde,
surgió vuestra sacerdotal vocación. Lo
que teníais entre los pobres lo disteis
y os preparasteis para, a la “Orden de
Predicadores” entrar, como lego hermano.
Vuestra santa vida, marcada estuvo por
la oración, la penitencia y la caridad.
Y, aunque ocupasteis el cargo de portero,
éste, os santificó en definitiva, pues,
ante aquél portón, acudían a vos, los
mendigos, enfermos y desamparados de la
Lima de aquél entonces. Y, no hubo, algún
hermano nuestro de aquél tiempo, que amor
obra y consuelo recibiera, tanto que,
hasta el Virrey y la nobleza acudían a
vos, en busca de consejos. Vos, andabais,
por la ciudad en busca de limosnas, para,
entre vuestros pobres repartirlas y, a
quienes exhortabais en favor de la vida
cristiana y el amor a Dios Padre, hasta
el día, en que, entregasteis vuestra alma
a Dios, para recibir corona de luz, como
justo premio a vuestra entrega de amor;
oh, San Juan Macías, “consejero de Dios”.
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Septiembre
San Juan Macías
Año 1622
San Juan Macías
Año 1622
Nació en Rivera de Fresno, en Extremadura, España, el 2 de marzo de
1585. Era muy niño cuando sus padres murieron, quedando él bajo el
cuidado de un tío suyo que lo hizo trabajar como pastor. Después de un
tiempo conoció a un comerciante con el cual comenzó a trabajar, en 1616
el mercader viajó a América y Juan junto con él. Llegó primero a
Cartagena y de ahí decidió dirigirse al interior del Reino de Nueva
Granada, visitó Pasto y Quito, para llegar finalmente al Perú donde se
instalaría por el resto de su vida.
Recién llegado obtuvo trabajo en una hacienda ganadera en las afueras
de la capital y en estas circunstancias descubrió su vocación a la vida
religiosa. Después de dos años ahorró un poco de dinero y se instaló
definitivamente en Lima.
Repartió todo lo que tenía entre los pobres y se preparó para entrar a
la Orden de Predicadores como hermano lego en el convento de dominicos
de Santa María Magdalena donde había sido admitido. El 23 de enero de
1622 tomó los hábitos. Su vida en el convento estuvo marcada por la
profunda oración, la penitencia y la caridad. Por las austeridades a las
que se sometía sufrió una grave enfermedad por la cual tuvo que ser
intervenido en una peligrosa operación.
Ocupó el cargo de portero y este fue el lugar de su santificación. El
portón del monasterio era el centro de reunión de los mendigos, los
enfermos y los desamparados de toda Lima que acudían buscando consuelo.
El propio Virrey y la nobleza de Lima acudían a él en busca de consejos.
Andaba por la ciudad en busca de limosna para repartir entre los
pobres.
No se limitaba a saciar el hambre de pan, sino que completaba su
ayuda con buenos consejos y exhortaciones en favor de la vida cristiana y
el amor a Dios. Murió el 16 de setiembre de 1645 y fue canonizado el 28
de setiembre de 1975 por Pablo VI.