¡Oh!, Santa Matilde; vos, sois la hija del Dios de la vida
y su amada santa, que, reina siendo, nunca os ufanasteis
de él, y mas bien honor disteis al significado de vuestro
nombre: “valiente y batalladora”. Disteis a manos llenas
del tesoro vuestro, a los pobres y desposeídos de aquél
tiempo, a imitación de vuestro amado Maestro, Cristo Jesús.
En vuestro reino, paz y sosiego lograsteis y, aunque sufristeis
la insidia de vuestros enemigos, en silencio lo ofrecíais
ante el Sacramento Santo, y Dios, os escuchaba y os respondía
solícito y, hasta os daba sus dones y bondades a manos llenas,
pues vos, que habías dado todo de sí, sin medida alguna, así
lo merecíais. El día que partió vuestra alma, las puertas
del cielo, de par en par se abrieron, para coronaros, no ya,
con metal terreno, sino, con corona de luz espiritual, como
premio justo a vuestra entrega grande de amor y fe sin fin,
¡oh!, Santa Matilde, “valiente en la batalla por Cristo Jesús".
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
_____________________________________
14 de Marzo
Santa Matilde
Reina
Matilde significa: “valiente en la batalla”. Era descendiente del
famoso guerrero Widukind e hija del duque de Westfalia. Desde niña fue
educada por las monjas del convento de Erfurt y adquirió una gran piedad
y una fortísima inclinación hacia la caridad para con los pobres.
Muy jóven se casó con Enrique, duque de Sajonia (Alemania). Su
matrimonio fue excepcionalmente feliz. Sus hijos fueron: Otón primero,
emperador de Alemania; Enrique, duque de Baviera; San Bruno, Arzobispo
de Baviera; Gernerga, esposa de un gobernante; y Eduvigis, madre del
famoso rey francés, Hugo Capeto.
Su esposo Enrique obtuvo resonantes triunfos en la lucha por defender
su patria, Alemania, de las invasiones de feroces extranjeros. Y él
atribuía gran parte de sus victorias a las oraciones de su santa esposa
Matilde.
Enrique fue nombrado rey, y Matilde al convertirse en reina no dejó
sus modos humildes y piadosos de vivir. En el palacio real más parecía
una buena mamá que una reina, y en su piedad se asemejaba más a una
religiosa que a una mujer de mundo. Ninguno de los que acudían a ella en
busca de ayuda se iba sin ser atendido.
Era extraordinariamente generosa en repartir limosnas a los pobres.
Su esposo casi nunca le pedía cuentas de los gastos que ella hacía,
porque estaba convencido de que todo lo repartía a los más necesitados.
Tampoco se disgustaba por las frecuentes prácticas de piedad a que ella
se dedicaba, la veía tan bondadosa y tan fiel que estaba convencido de
que Dios estaba contento de su santo comportamiento.
Después de 23 años de matrimonio quedó viuda, al morir su esposo
Enrique. Cuando supo la noticia de que él había muerto repentinamente de
un derrame cerebral, ella estaba en el templo orando.
Inmediatamente se
arrodilló ante el Santísimo Sacramento y ofreció a Dios su inmensa pena
y mandó llamar a un sacerdote para que celebrara una misa por el
descanso eterno del difunto. Terminada la misa, se quitó todas sus joyas
y las dejó como un obsequio ante el altar, ofreciendo a Dios el
sacrificio de no volver a emplear joyas nunca más.
Su hijo Otón primero fue elegido emperador, pero el otro hermano
Enrique, deseaba también ser jefe y se declaró en revolución. Otón creyó
que Matilde estaba de parte de Enrique y la expulsó del palacio.
Ella
se fue a un convento a orar para que sus dos hijos hicieran las paces. Y
lo consiguió. Enrique fue nombrado Duque de Baviera y firmó la paz con
Otón. Pero entonces a los dos se les ocurrió que todo ese dinero que
Matilde afirmaba que había gastado en los pobres, lo tenía guardado. Y
la sometieron a pesquisas humillantes. Pero no lograron encontrar ningún
dinero. Ella decía con humor: “Es verdad que se unieron contra mí, pero
por lo menos se unieron”.
Y sucedió que a Enrique y a Otón empezó a irles muy mal y comenzaron a
sucederles cosas muy desagradables. Entonces se dieron cuenta de que su
gran error había sido tratar tan mal a su santa madre. Y fueron y le
pidieron humildemente perdón y la llevaron otra vez a palacio y le
concedieron amplia libertad para que siguiera repartiendo limosnas a
cuantos le pidieran.
Ella los perdonó gustosamente. Y le avisó a Enrique que se preparara a
bien morir porque le quedaba poco tiempo de vida. Y así le sucedió.
Otón adquirió tan grande veneración y tan plena confianza con su
santa madre, que cuando se fue a Roma a que el Sumo Pontífice lo
coronara emperador, la dejó a ella encargada del gobierno de Alemania.
Sus últimos años los pasó Matilde dedicada a fundar conventos y a
repartir limosnas a los pobres. Otón, que al principio la criticaba
diciendo que era demasiado repartidora de limosnas, después al darse
cuenta de la gran cantidad de bendiciones que se conseguían con las
limosnas, le dio amplia libertad para dar sin medida. Dios devolvía
siempre cien veces más.
Cuando Matilde cumplió sus 70 años se dispuso a pasar a la eternidad y
repartió entre los más necesitados todo lo que tenía en sus
habitaciones, y rodeada de sus hijos y de sus nietos, murió santamente
el 14 de marzo del año 968.
Petición
Matilde; reina santa y generosa: haz que todas las mujeres del
mundo que tienen altos puestos o bienes de fortuna, sepan compartir sus
bienes con los pobres con toda la generosidad posible, para que así se
ganen los premios del cielo con sus limosnas en la tierra.