¡Oh! San Marcelino de Embrun, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, su amado Obispo y santo, que en el África nacido,
convertisteis a la fe de Cristo, a la mayor parte de la
población de los Alpes Marítimos, y luego, Obispo ordenado
por san Eusebio de Vercelli. De joven os embarcasteis
con Domingo y Vicente, dos amigos con destino a Francia,
con la fe puesta en la evangelización de los Alpes franceses.
A vuestros amigos, os enviasteis a los Alpes Bajos y vos,
os quedasteis, en Embrun, una capilla construyendo para tal
fin, e invitando para su inauguración a san Eusebio de Vercelli,
quien luego de árduo viaje, desde el Piamonte arribó para
consagrar las obras del Señor: Iglesia y Obispo. Y, de aquél
encuentro con el arriero y su bestia cansada y apaleada, al
pueblo entrasteis, cargando el trigo a cuestas y para evitar
que agredieran al abusivo arriero dijisteis: “No le hagáis
daño, es mi bienhechor. ¿No me ha permitido imitar un poco a
Aquel que cargó con nuestros pecados y quiso llevar la cruz
de la salvación?”. Y, con esta prueba de amor a Cristo, la
gente maravillada quedó, logrando vos, más fácilmente vuestra
tarea evangelizadora. También os disteis tiempo para luchar
contra el arrianismo, que implantar quería Constancio II en
aquél tiempo, hasta que la muerte lo alcanzó, y vos quedasteis
al fin, libre. Y, así, gastando vuestra vida en buena lid,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona de luz
como justo premio a vuestra grande entrega de amor y fe;
¡oh!, San Marcelino de Embrun, “evangelizar por amor a Cristo”.
de la vida, su amado Obispo y santo, que en el África nacido,
convertisteis a la fe de Cristo, a la mayor parte de la
población de los Alpes Marítimos, y luego, Obispo ordenado
por san Eusebio de Vercelli. De joven os embarcasteis
con Domingo y Vicente, dos amigos con destino a Francia,
con la fe puesta en la evangelización de los Alpes franceses.
A vuestros amigos, os enviasteis a los Alpes Bajos y vos,
os quedasteis, en Embrun, una capilla construyendo para tal
fin, e invitando para su inauguración a san Eusebio de Vercelli,
quien luego de árduo viaje, desde el Piamonte arribó para
consagrar las obras del Señor: Iglesia y Obispo. Y, de aquél
encuentro con el arriero y su bestia cansada y apaleada, al
pueblo entrasteis, cargando el trigo a cuestas y para evitar
que agredieran al abusivo arriero dijisteis: “No le hagáis
daño, es mi bienhechor. ¿No me ha permitido imitar un poco a
Aquel que cargó con nuestros pecados y quiso llevar la cruz
de la salvación?”. Y, con esta prueba de amor a Cristo, la
gente maravillada quedó, logrando vos, más fácilmente vuestra
tarea evangelizadora. También os disteis tiempo para luchar
contra el arrianismo, que implantar quería Constancio II en
aquél tiempo, hasta que la muerte lo alcanzó, y vos quedasteis
al fin, libre. Y, así, gastando vuestra vida en buena lid,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona de luz
como justo premio a vuestra grande entrega de amor y fe;
¡oh!, San Marcelino de Embrun, “evangelizar por amor a Cristo”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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20 de Abril
San Marcelino de Embrun
Obispo
San Marcelino de Embrun
Obispo
Martirologio Romano: En Embrún, en la Galia, san Marcelino,
primer obispo de esta ciudad, el cual, oriundo de África, convirtió a la
fe de Cristo la mayor parte de la población de los Alpes Marítimos,
siendo ordenado obispo por san Eusebio de Vercelli († c. 374).
Etimológicamente: Marcelino = Aquel que procede de Marte, con Marte como dios de la guerra romano. Es de origen latino.
Breve Biografía
Vino al mundo en la provincia romana de Africa y murió en Embrun (Alpes), el 13 de abril del año 374.
Este joven tuvo la feliz idea evangélica de embarcarse con dos compañeros, Domingo y Vicente, con destino a Francia.
Les guiaba llana y simplemente la evangelización de los Alpes franceses.
A sus dos amigos los envió a los Alpes Bajos. El se quedó en Embrun.
En seguida, llevado por la urgencia de anunciar el evangelio y para
tener un lugar apropiado en donde hacerlo, construyó una capilla en la
ciudad.
Para su inauguración invitó a san Eusebio de Vercelli. A pesar de la
distancia y de los caminos, vino desde el Piamonte para la consagración
de la iglesia y, de camino, lo consagró Obispo.
Se cuenta que, a la vuelta de una incursión apostólica, Marcelino se
encontró con una reata de mulos que llevaban sacos de trigo, uno de los
arrieros le daba golpes al animal porque había caído muerto de
extenuación y agotamiento.
Al ver pasar al obispo, le dijo: “Usted va a hacer sus veces”. Y así
lo hizo. Cargó con el trigo hasta el pueblo. Cuando los cristianos lo
vieron llegar de esta forma extraña, quisieron hacerle daño al arriero,
pero Marcelino se lo impidió: “No le hagáis daño, es mi bienhechor. ¿No
me ha permitido imitar un poco a Aquel que cargó con nuestros pecados y
quiso llevar la cruz de la salvación?”.
Con estas pruebas de amor a Cristo, la gente se quedó alucinada.
Gracias a esto, le fue más fácil lograr conversiones para la fe
cristiana.
Junto a este amor limpio y sincero para con todo el mundo, también
supo luchar con ahínco contra el arrianismo que quería implantar
Constancio II en todo el Occidente. Por eso, alguna que otra vez tuvo
que huir a las montañas para que no lo cogieran los funcionarios
imperiales. Al morir el emperador, quedó libre.
Por: P. Felipe Santos
Fuente: Catholic.net
Fuente: Catholic.net