¡Oh!, San Norberto, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
y su amado santo, que, con mucho amor, os abrazasteis a
la Cruz de Cristo de providencial manera, aquél día que
paseabais por el bosque y dijisteis al estilo de Saulo,
derribado de vuestro caballo: “Señor, ¿qué quieres que
haga?” Y, la respuesta que vuestra vida cambio, fue:
“Abandona el camino del mal y haz el bien”. Y, así,
vuestra conversión comenzó, abandonando los mundanos
lugares, para trocarlos por la de los benedictinos. Más
tarde, el ejemplo de los ermitaños seguisteis, penitencia
y oración haciendo. Antes, os despojasteis de todos
vuestros bienes, dándolos a los pobres y desposeídos.
A pie y descalzo, por los campos, pueblos y ciudades
peregrinasteis. Y, olvidasteis jamás la regla monástica
de la pobreza y el ejercicio del apostolado entre la gente
humilde, aún gozando incluso de altos cargos y títulos.
El ideal de la vida contemplativa de los premonstratenses,
con celo vivisteis. Y, así, gastasteis vuestra terrena vida,
para ganaros una inmortal. Y, el Dios de la vida, os
coronó, con corona de luz, como premio a vuestro amor;
¡oh!, San Norberto, “verdad y fe; obediencia y luz”.
© 2015 Luis Ernesto Chacón Delgado
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6 de Junio
San Norberto
Obispo
Norberto nació en Xanten (Alemania) de la noble familia, de los
Gennep, hacia el 1080. Como era costumbre para todo segundo hijo de la
nobleza, a Norberto le correspondía seguir la carrera militar o
eclesiástica. Prefirió el segundo camino, no por vocación, sino por
simple oportunidad. En efecto, siendo diácono pudo gozar de los muchos
privilegios al lado del gran elector de Colonia y del emperador Enrique
V, que lo propuso para una importante sede episcopal. Pero Dios tenía
otros planes. Durante un paseo a caballo por el bosque, lo sorprendió un
violento huracán que lo derribó del caballo y, como Saulo en el camino
de Damasco, dijo: “Señor, ¿qué quieres que haga?”.
La respuesta que cambió radicalmente su vida poco edificante fue:
“Abandona el camino del mal y haz el bien”. Ese episodio fue el comienzo
de su conversión. Abandonó los lugares mundanos y se puso a la escuela
del abad benedictino de Siegburg y de los canónigos de Klosterrath;
después siguió el ejemplo del ermitaño Liudolfo pasando tres años en
penitencia y en oración. En 1115 fue ordenado sacerdote por el arzobispo
de Colonia, y comenzó su actividad misionera itinerante.
Quiso dar el ejemplo despojándose de todos sus bienes y
distribuyéndoselos a los pobres. Conservó para él una mula y diez
monedas de plata, pero después dejó también esto y continuó sus
peregrinaciones a pie y descalzo. En Francia, cerca a Nimes, se encontró
con el Papa Calixto II quien lo animó a continuar por ese camino. El
obispo de Laon, para tenerlo en su diócesis, le propuso ser el guía de
los Canónigos regulares que seguían la Regla de San Agustín, y a quienes
se les había asignado el convento de Praemonstratum. Así nació la Orden
de los premonstratenses. Mientras tanto Norberto había continuado su
actividad de predicador ambulante.
Se encontraba en Magdeburgo asistiendo a los funerales del obispo de
esa ciudad, cuando el clamor popular lo eligió como sucesor. Fue un
obispo incómodo para muchos. Tenaz, buen organizador, se ganó aplausos y
enemistades. El emperador Lotario lo nombró canciller del imperio para
Italia y el Papa Inocencio II extendió su jurisdicción a Polonia. Pero
Norberto no olvidó la regla monástica de la pobreza y del ejercicio del
apostolado entre la gente humilde del campo, y vivió integralmente el
ideal de vida activa y contemplativa de los premonstratenses aun en el
fulgor de los altos cargos. Murió en Magdeburgo, de regreso de una
misión de paz en Italia, el 6 de junio de 1134. Fue canonizado en 1582.
Este día también se festeja a San Marcelino Champagnat
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