¡Oh!, Nuestra Señora del Carmen,
“Estella Maris”, portento glorioso
del Dios de la vida, que, con vuestra
luz iluminasteis, iluminas e iluminareis
la senda del hombre, hasta la consumación
de los tiempos porque, Madre sois
del Dios vivo y Santa Madre Nuestra.
“Estella Maris”, portento glorioso
del Dios de la vida, que, con vuestra
luz iluminasteis, iluminas e iluminareis
la senda del hombre, hasta la consumación
de los tiempos porque, Madre sois
del Dios vivo y Santa Madre Nuestra.
¡Oh!, “Setella Maris”, intercediendo
seguid, ante Vuestro Amadísimo Hijo
para que, la Buena Nueva, se haga carne,
en el corazón de todos los hombres,
mujeres, ancianos y niños, y que, algún día Vuestros ojos contemplar
puedan regocijados el mundo, que Vos,
queréis, de olor lleno a amor, paz,
verdad, justicia y solidaridad.
¡Oh!, Escapulario Santo del Carmen,
signo del Amor Vuestro por nosotros y
de confianza filial por parte nuestra,
enseñadnos a abiertos vivir a Dios y
a su santa voluntad, a escuchar Su voz,
en la Biblia y en la vida, y, al orar
sintiéndolo a Él, tal y conforme
lo hicieron, vuestros amados Santos:
Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz;
¡oh!, Señora Nuestra del Carmen, “Stella Maris”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
______________________________________
Monte Carmelo
¡Oh!, Nuestra Señora del Carmen
De Yahwéh Madre
Nuestra Madre
San Isaías
San Eliseo
“Stella Maris”
San Alberto
El Escapulario:
San Simón Stock
¡Todos con Vos!
¡El mundo con Vos!
¡El universo con Vos!
San Luis de Francia
San Juan de la Cruz
Santa Teresa de Jesús
Los Carmelitas Descalzos
Santa Teresa de Jesús
San Juan de la Cruz
San Luis de Francia
El Escapulario:
San Simón Stock
¡Todos con Vos!
¡El mundo con Vos!
¡El universo con Vos!
San Alberto
“Stella Maris”
San Eliseo
San Isaías
Nuestra Madre
De Yahwéh Madre
¡Todos con Vos!
¡El mundo con Vos!
¡El universo con Vos!
¡Oh!, Nuestra Señora del Carmen
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Julio
Nuestra Señora del Carmen
El Monte Carmelo
El Carmelo es una cadena montañosa de Israel que, partiendo de la
región de Samaria, acaba por hundirse en el Mar Mediterráneo, cerca del
puerto de Haifa. Esta altura tiene un encanto peculiar. Es diferente del
Monte Nebo, en Jordania, del macizo del Sinaí y del Monte de los Olivos
en Jerusalén. Todas las montañas palestinas tienen sus recuerdos
teofánicos (es decir de las manifestaciones de Dios), que las convierten
en cumbres sagradas y místicas. Pero ninguna tan sugestiva como el
Monte Carmelo. ¿Por qué San Juan de la Cruz lo tomó como el símbolo de
la ascensión mística? Seguramente se le sugirió el nombre de su propia
Orden Carmelitana. Pero sin duda había alguna intención más profunda que
la hacía simpatizar con el misterio de la sagrada montaña del profeta
Elías.
Una tradición piadosa sostiene que, desde los días de los profetas
Elías y Eliseo, hubo en aquella zona hombres de oración que vivían en
soledad la búsqueda de Dios. En el período de los Cruzados surgió entre
los cristianos el deseo de vivir sobre aquella montaña de vida de
entrega al Señor. Así surgió en el Carmelo la vida carmelita. El
convento del Monte Carmelo tiene un nombre evocador: “Stella Maris”
(Estrella del Mar). Es un hermoso edificio cuadrangular a 500 metros de
altura sobre el nivel del Mar Mediterráno en la ciudad de Haifa. El
centro del convento lo ocupa el santuario de la Virgen del Carmen. En el
altar mayor de esta hermosa iglesia en cruz griega se venera la estatua
de la Virgen del Carmen, obra de un escultor italiano en 1836.
Debajo del altar se ve la gruta del profeta Elías. Según la
tradición, éste era el lugar donde se refugiaba el profeta. Una estatua
recuerda al celoso defensor de la religión de Yahwéh. Nos cuentan los
Padres Carmelitas que no ha sido fácil la permanencia católica sobre
esta montaña. Bien es verdad que, en la época de los Cruzados, el
patriarca latino de Jerusalén, San Alberto, pudo dar a los ermitaños del
Monte Carmelo una regla religiosa el año 1212. Se cuenta que el
carmelita San Simón Stock pasó por aquí antes de su célebre visión del
escapulario carmelita. También subió en peregrinación a esta santa
montaña el rey San Luis de Francia en el año 1254 en acción de gracias
por haberse salvado de un naufragio.
Con la caída de la ciudad de San Juan de Acre en 1291 vino la
persecusión árabe que causó el martirio de no pocos religiosos. Después
de una larga interrupción de la vida monacal en la montaña que dio
ocasión para la expansión del ideal carmelitano por el Occidente,
regresaron los religiosos del Carmen al Monte Carmelo por el siglo XVII.
La estrella del Mar
Los marineros antes de la edad de la electrónica confiaban su rumbo a
las estrellas. De aquí la analogía con La Virgen María quien como,
estrella del mar, nos guía por las aguas difíciles de la vida hacia el
puerto seguro que es Cristo. Por la invasión de los sarracenos, los
Carmelitas se vieron obligados a abandonar el Monte Carmelo. Una antigua
tradición nos dice que antes de partir se les apareció la Virgen
mientras cantaban el Salve Regina y ella prometió ser para ellos su
Estrella del Mar. Por ese bello nombre conocían también a la Virgen
porque el Monte Carmelo se alza como una estrella junto al mar
Los Carmelitas y la Virgen del Carmen se difunden por Europa
La Virgen Inmaculada, Estrella del Mar, es la Virgen del Carmen, es
decir la que desde tiempos remotos allí se le venera. Ella acompañó a
los Carmelitas a medida que la orden se propagó por el mundo. A los
Carmelitas se les conoce por su devoción a la Madre de Dios, ya que en
ella ven el cumplimiento del ideal de Elías. Llegaron incluso a
llamárseles: “Los hermanos de Nuestra Señora del Monte Carmelo”. En su
profesión religiosa se consagraban a Dios y a María, y tomaban el hábito
en honor ella, como un recordatorio de que sus vidas le pertenecían a
ella, y por ella a Cristo.
El Escapulario Carmelita
Los signos en la vida humana y cristiana
Vivimos en un mundo con cantidad de realidades tomadas como símbolo:
el rayo de luz, la llama de fuego, el agua que brota… En la vida de cada
día existe también gestos que expresan y simbolizan valores más
profundos: como el compartir la comida (signo de amistad), el ponerse en
fila para una manifestación (signo de solidariedad), el estar todos en
pie (respeto).
Como hombres tenemos necesidad de signos o símbolos que nos ayuden a
entender y vivir. Como cristianos tenemos a Jesús, el gran don y al
mismo tiempo signo eterno del amor del Padre. El estableció la Iglesia,
ella misma como signo e instrumento de su amor. E incluso utilizó pan,
vino, agua para remontarnos a realidades superiores que no vemos ni
tocamos: constituyó signos capaces para dárnoslas verdaderamente, es
decir los Sacramentos.
En la celebración de los Sacramentos los símbolos (agua, aceite, pan,
imposición de las manos, anillos) expresan y operan una comunicación
con Dios, que se hace presente a través de tales cosas concretas y
cotidianas.
Además de los signos litúrgicos, existen en la Iglesia otros signos,
ligados a un acontecimiento, a una tradición, a una persona. UNO DE
ESTOS ES EL ESCAPULARIO DEL CARMEN.
Origen del Escapulario
En el Medioevo muchos cristianos querían unirse a las Ordenes
religiosas fundadas entonces: Franciscanos, Dominicos, Agustinos,
Carmelitas. Surgió un laicado asociado a ellas mediante las
Confraternidades. Las Ordenes religiosas trataron de dar a los laicos un
signo de afiliación y de participación en su espíritu y apostolado.
Este signo estaba constituido por una parte significativa del hábito:
capa, cordón, escapulario.
Entre los Carmelitas se estableció el Escapulario, en forma reducida,
como expresión de pertenencia a la Orden y de compartir su devoción
mariana. Actualmente el Escapulario de la Virgen del Carmen es un signo
aprobado por la Iglesia y propuesto por la Orden Carmelitana como
manifestación del amor de María por nosotros y como expresión de
confianza filial por parte nuestra en Ella, cuya vida queremos imitar.
El “Escapulario” en su origen era un delantal que los monjes vestían
sobre el hábito religioso durante el trabajo manual. Con el tiempo
asumió el significado simbólico de querer llevar la cruz de cada día,
comlos verdaderos seguidores de Jesús. En algunas Ordenes religiosas,
como el Carmelo se convirtió en el signo de la decisión de vivir la vida
como siervos de Cristo y de Maria. El Escapulario simbolizó el vínculo
especial de los Carmelitas a María, Madre del Señor, expresando la
confianza en su materna protección y el deseo de seguir su ejemplo de
donación a Cristo y a los demás. Así se ha transformado en un signo
Mariano por excelencia.
El Escapulario, signo mariano
El Escapulario ahonda sus raíces en la larga historia de la orden
Carmelita, donde representa el compromiso de seguir a Cristo como María,
modelo perfecto de todos los discípulos de Cristo. Este compromiso
tiene su origen lógico en el bautismo que nos transforma en hijos de
Dios.
La Virgen nos enseña
-A vivir abiertos a Dios y a su voluntad, manifestada en los acontecimientos de la vida;
-A escuchar la voz (palabra) de Dios en la Biblia y en la vida, poniendo después en práctica las exigencias de esta voz;
-A escuchar la voz (palabra) de Dios en la Biblia y en la vida, poniendo después en práctica las exigencias de esta voz;
-A orar fielmente sintiendo a Dios presente en todos los acontecimientos;
-A vivir cerca de nuestros hermanos y a ser solidarios con ellos en sus necesidades.
-A vivir cerca de nuestros hermanos y a ser solidarios con ellos en sus necesidades.
El Escapulario introduce en la fraternidad del Carmelo, es decir en
una gran comunidad de religiosos y religiosas que, nacidos en Tierra
Santa, están presentes en la Iglesia desde hace más de ocho siglos.
Compromete a vivir el ideal de esta familia religiosa, que es la amistad
íntima con Dios a través de la oración.
-Pone delante el ejemplo delos santos y santas del Carmelo con
quienes se establece una relación familiar de hermanos y hermanas.
-Expresa la fe en el encuentro con Dios en la vida eterna por la intercesión de María y su protección.
-Expresa la fe en el encuentro con Dios en la vida eterna por la intercesión de María y su protección.
En síntesis y en concreto el escapulario del Carmen NO ES:
-Ni un objeto para una protección mágica (un amuleto)
-Ni una garantía automática de salvación
-Ni una dispensa para no vivir las exigencias de la vida cristiana, al revés!
ES:
-Un signo “fuerte” aprobado por la Iglesia desde hace varios siglos, ya que representa nuestro compromiso de seguir a Jesús como María:
* abiertos a Dios y a su voluntad
* guiados por la fe, por la esperanza y por el amor
* cercanos al prójimo necesitado
* orando constantemente y descubriendo a Dios presente en todas las circunstancias
* un signo que introduce en la familia del Carmelo
* un signo que alimenta la esperanza del encuentro con Dios en la vida eterna bajo la protección de María Santísima.
-Ni un objeto para una protección mágica (un amuleto)
-Ni una garantía automática de salvación
-Ni una dispensa para no vivir las exigencias de la vida cristiana, al revés!
ES:
-Un signo “fuerte” aprobado por la Iglesia desde hace varios siglos, ya que representa nuestro compromiso de seguir a Jesús como María:
* abiertos a Dios y a su voluntad
* guiados por la fe, por la esperanza y por el amor
* cercanos al prójimo necesitado
* orando constantemente y descubriendo a Dios presente en todas las circunstancias
* un signo que introduce en la familia del Carmelo
* un signo que alimenta la esperanza del encuentro con Dios en la vida eterna bajo la protección de María Santísima.
Normas prácticas
* El Escapulario lo impone una vez para siempre, un religioso carmelita u otro sacerdote autorizado.
* Puede ser sustituido por una medalla que represente por una parte la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y por otra la de la Virgen. Esta medalla se bendice cuando se cambia.
* Puede ser sustituido por una medalla que represente por una parte la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y por otra la de la Virgen. Esta medalla se bendice cuando se cambia.
* El Escapulario es para los cristianos auténticos que viven conforme a las exigencias evangélicas, reciben los Sacramentos y profesan una especial devoción a la Santísima Virgen (expresada con el rezo cotidiano de al menos tres Ave Marías).
Imposición del escapulario: fórmula
Recibe este Escapulario, signo de una relación especial con María, la Madre de Jesús, que te comprometes a imitarle.
Este Escapulario te recuerde tu dignidad de cristiano, tu entrega al servicio del prójimo y a la imitación de María.
Llévalo como signo de su protección y como signo de tu pertenencia a la familia del Carmelo. Estáte dispuesto a cumplir la voluntad de Dios y a comprometerte en el trabajo por la construcción de un mundo que responda al plan de fraternidad, justicia y paz de Cristo.
Santa Teresa de Jesús y la Virgen María
Toda la experiencia mariana de Santa Teresa que se encuentra
diseminada en sus escritos, se puede componer en un mosaico que ofrece
una hermosa imagen de María; nos servimos de tres líneas importantes de
esta doctrina teresiana.
a. Devoción mariana y experiencia mística mariana
Desde la primera página de los escritos teresianos aparece la Virgen
entre los recuerdos más importantes de la niñez de Teresa; es el
recuerdo de la devoción que su madre Doña Beatriz le inculcaba y que
ejercitaba con el rezo del Santo Rosario (Vida 1,1.6); es conmovedor el
episodio de su oración a la Virgen cuando pierde su madre Doña Beatriz, a
la edad de 13 años: “Afligida fuíme a una imagen de nuestra Señora y
suplicaba fuese mi madre con muchas lágrimas. Parecíame que aunque se
hizo con simpleza me ha valido; porque conocidamente he hallado a esta
Virgen soberana en cuanto me he encomendado a ella, y, en fin, me ha
tornado a sí” (Vida 1,7). La Santa atribuye, pues, a la Virgen, la
gracia de una protección constante y de manera especial la gracia de su
conversión: “me ha tornado a sí”. Otros textos de la autobiografía nos
revelan la permanencia de esta devoción mariana: cuando acude a la
Virgen en sus penas (Vida 19,S), cuando recuerda sus fiestas de la
Asunción y de la Inmaculada Concepción (Ib. 5,9; 5,6), o la Sagrada
Familia (Ib. 6,8), o su devoción al Rosario (Ib. 29,7; 38,1).
Muy pronto la devoción a la Virgen pasa a ser, como en otros aspectos
de la vida de la Santa, una experiencia de sus misterios cuando Dios
hace entrar a Teresa en contacto con el misterio de Cristo y de todo lo
que a él le pertenece. En la experiencia mística teresiana del misterio
de la Virgen hay como una progresiva contemplación y experiencia de los
momentos más importantes de la vida de la Virgen, según la narración
evangélica. Así por ejemplo, tenemos una intuición del misterio de la
obumbración de la Virgen y de su actitud humilde y sabia en la
Anunciación (Conceptos de Amor de Dios 5,2; 6,7). Por dos veces la Santa
Madre ha tenido una experiencia mística de las primeras palabras del
Cántico de María, el “Magnificat” (Relación 29,1; 61), que según el
testimonio de María de San José con mucha frecuencia “repetía en voz
baja y en lenguaje castellano”‘ (Cfr. B.M.C. 18, p. 491).
Contempla con estupor el misterio de la Encarnación y de la presencia
del Señor dentro de nosotros a imagen de la Virgen que lleva dentro de
sí al Salvador: “Quiso (el Señor) caber en el vientre de su Sacratísima
Madre. Como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama hácese a
nuestra medida” (Camino Escorial 48,11). Contempla la Presentación de
Jesús en el templo y se le revela el sentido de las palabras de Simeón a
la Virgen (Relación 35,1): “No pienses cuando ves a mi Madre que me
tiene en los brazos, que gozaba de aquellos contentos sin graves
tormentos. Desde que le dijo Simeón aquellas palabras, la dio mi Padre
clara luz para que viese lo que yo había de padecer” ( Cfr. también
sobre el nacimiento de Jesús la Poesía 14 y sobre la presentación Camino
31,2). Tiene presente la huída a Egipto y la vida oculta de la Sagrada
Familia (Carta a Doña Luisa de la Cerda, 27 de mayo de 1563, y Vida
6,8).
Tiene una especial intuición de la presencia de María en el misterio
pascual de su Hijo; participa con ella en la pena de su desolación y en
la alegría de la Resurrección del Señor. A Teresa le gusta contemplar la
fortaleza de María y su comunión con el misterio de Cristo al pie de la
Cruz (Camino 26,8). En los Conceptos de Amor de Dios (3,11) describe la
actitud de la Virgen: “Estaba de pie y no dormida, sino padeciendo su
santísima anima y muriendo dura muerte”. Ha entrado místicamente en el
dolor de la Virgen cuando se le pone el Señor en sus brazos “a manera de
como se pinta la quinta angustia” (Relación 58); ha experimentado en la
Pascua de 1571 en Salamanca la desolación y el traspasamiento del alma (
que es como una noche oscura del espíritu); todo ello le hace hacen
recordar la soledad de la Virgen al pie de la Cruz (Relación 15, 1.6).
En esta misma ocasión le dice el Señor que: “En resucitando había visto a
nuestra Señora, porque estaba ya con gran necesidad … y que había
estado mucho con ella- porque había sido menester hasta consolarla”
(Ib.).
En varias ocasiones ha podido contemplar el misterio de la
glorificación de la Virgen en la fiesta de su Asunción gloriosa (Vida
33,15 y 39,26). Tiene conciencia de que la Virgen acompaña con su
intercesión constante la comunidad en oración, como le acaece en San
José de Avila (Vida 36,24) y en la Encarnación (Relación 25,13). Cuando
en una altísima experiencia mística, Dios le da a conocer el misterio de
la Trinidad percibe la cercanía de la Virgen en este misterio y el
hecho de que la Virgen, con Cristo y el Espíritu Santo son un don
inefable del Padre: “Yo te di a mi Hijo y al Espíritu Santo y a esa
Virgen. ¿Qué me puedes dar tu a mi? (Ib.)
Se puede afirmar que la Santa ha tenido una profunda experiencia
mística mariana, ha gozado de la presencia de María y ella misma, la
Madre, le ha hecho revivir sus misterios. Por eso es una profunda
convicción de la doctrina teresiana que los misterios de la Humanidad de
Cristo y los misterios de la Virgen Madre forman parte de la
experiencia mística de los perfectos (Cfr. Moradas VI,7,13 y título del
cap.; 8,6).
b. María, modelo y madre de la vida espiritual
Santa Teresa ha expresado en algunas líneas doctrinales su
experiencia y su contemplación del misterio de la Virgen María. Hubiera,
sin duda alguna, trazado una hermosa síntesis de espiritualidad mariana
si, como fue su intención, hubiese comentado el “Ave María” como hizo
con el Padre Nuestro en la primera redacción del Camino de Perfección.
Podemos afirmar que entre las virtudes características de la Virgen que
Santa Teresa propone a la imitación, hay una que las resume todas. María
es la primera cristiana, la discípula del Señor, la seguidora de Cristo
hasta el pie de la Cruz (Camino 26,8). Es el modelo de una adhesión
total a la Humanidad de Cristo y a la comunión con El en sus misterios,
de manera que Ella es el modelo de una contemplacion centrada en la
Sacratísima Humanidad (Cfr. Vida 22,1; Moradas VI,7,14).
Entre las virtudes que son también las de la vida religiosa
carmelitana podemos citar: la pobreza que hace María pobre con Cristo
(cfr. Camino 31,2); la humildad que trajo a Dios del cielo “en las
entrañas de la Virgen” (Camino 16,2) y por eso es una de las virtudes
principales que hay que imitar: “Parezcámonos en algo a la gran humildad
de la Virgen Santísima” (Camino 13,3); la actitud de humilde
contemplacion y de estupor ante las maravillas de Dios (Conceptos de
Amor de Dios, 6,7) y el total asentimiento a su voluntad (Ib.).
Su presencia acompaña todo nuestro camino de vida espiritual, como si
cada gracia y cada momento crucial de madurez en la vida cristiana y
religiosa tuvieran que ver con la presencia activa de la Madre en el
camino de sus hijas. Así la Virgen aparece activamente presente en toda
la descripción que la Santa hace del itinerario de la vida espiritual en
el Castillo Interior. Es la Virgen que intercede por los pecadores
cuando a ella se encomiendan (Moradas I, 2,12). Es ejemplo y modelo de
todas las virtudes, para que con sus méritos y con sus virtudes pueda
servir de aliento su memoria en la hora de la conversión definitiva
(Moradas III 1,3). Es la Esposa de los Cantares (Conceptos de Amor de
Dios, 6,7), modelo de las almas perfectas. Y es la Madre en la que todas
las gracias se resumen en su comunión con Cristo en el “mucho padecer”:
“Siempre hemos visto que los que mas cercanos anduvieron a Cristo
nuestro Señor fueron los de mayores trabajos: miremos los que pasó su
gloriosa Madre y sus gloriosos apóstoles” (Moradas VII 4,5). Por eso la
memoria de Cristo y de la Virgen, en la celebración litúrgica de sus
misterios, nos acompaña y fortalece (Cfr. Moradas VI,7,11.13).
c. La Virgen María y el Carmelo
Teresa de Jesús con su vocación de Carmelita ha entrado profundamente
en toda la antigua tradición espiritual del Carmelo. En el monasterio
de la Encarnación de Avila ha podido impregnarse de toda la rica
espiritualidad mariana de la Orden, tal como en el siglo XVI la
expresaban la tradición histórica, las leyendas espirituales, la
liturgia carmelitana, la devoción popular, la iconografía carmelitana.
En sus escritos el nombre de la Orden esta siempre unido al de la Virgen
que es Señora, Patrona, Madre de la Orden y de cada uno de sus
miembros. Todo es mariano en la Orden, según Santa Teresa: el hábito, la
Regla, las casas.
Cuando es nombrada Priora de la Encarnación, en 1571, coloca en el
lugar primero del coro a la Virgen, porque comprende que en María hay
una convergencia de devoción, de amor y respeto por parte de todas las
religiosas. El gesto tiene un hermoso epílogo mariano, con la aparición
de la Virgen (Relación 25). En una Carta a María de Mendoza (7 de marzo
de 1572) dice afectuosamente: “Mi ‘Priora’ (la Virgen María) hace estas
maravillas”. Acoge con gozo al P. Gracián, tan devoto de la Virgen, como
ella recuerda con frecuencia en sus Cartas, y se entusiasma con el
conocimiento que él tiene y le comunica de los orígenes de la Orden, tal
como eran narrados en los libros de entonces (cfr. Fundaciones, c.23)
Tiene plena conciencia de los privilegios del Santo Escapulario, como
parece aludir en esta frase a propósito de la muerte de un carmelita:
“Entendí que por haber sido fraile que había guardado bien su profesión
le habían aprovechado las Bulas de la Orden para no entrar en el
Purgatorio (Vida 38,31).
Con idéntico espíritu mariano, como un servicio de renovación de la
Orden de nuestra Señora y por impulsos de la Virgen, emprende la tarea
de la fundación de San José. Ya en las primeras gracias que Cristo le
hace, encontramos la alusión de la presencia de la Virgen en el Carmelo
(Vida 32,11). Después es la misma Virgen la que activa la fundación de
San José con idénticas palabras y promesas y con una gracia especial
concedida a Teresa de pureza interior, una especie de investidura
mariana para ser Fundadora (Vida 33,14). Al concluir felizmente la
fundación de San José la Madre Teresa confiesa sus sentimientos
marianos: “Fue para mí como estar en una gloria ver poner el Santísimo
Sacramento… y hecha una obra que tenía entendido era para servicio del
Señor y honra del hábito de su gloriosa Madre” (Vida 36,6 ). Y añade:
“Guardamos la Regla de nuestra Señora del Carmen… Plega al Señor sea
todo para gloria y alabanza suya, y de la gloriosa Virgen María, cuyo
hábito traemos” (Ib. 36, 26. 28 ) Como respuesta a este servicio
mariano, ve a Cristo que le agradece “lo que había hecho por su Madre” y
ve a la Virgen “con grandísima gloria, con manto blanco y debajo de él
parecía ampararnos a todas” (Ib. 36, 24).
En la narración de los progresos de la Reforma, Teresa tiene siempre
el cuidado de subrayar la continuidad con la Orden, el servicio hecho a
nuestra Señora, la especial protección que Ella le dispensa en todas las
ocasiones. Así, por ejemplo, el encuentro con el Padre Rubeo y el
permiso obtenido para extender los monasterios teresianos: “Escribí a
nuestro Padre General una carta… poniéndole delante el servicio que
haría a nuestra Señora, de quien era muy devoto. Ella debía ser la que
lo negoció” (Fundaciones, 2,5). Todo el libro de las Fundaciones parece
estar escrito en clave mariana, pues son continuas las alusiones de
Teresa a la Virgen y a su servicio, como cuando escribe: “Comenzando a
poblarse estos palomarcitos de la Virgen nuestra Señora …” (Ib. 4,5); o
cuando subraya: “Son estos principios para renovar la Regla de la Virgen
su Madre y Señora y Patrona Nuestra” (Ib. 14,5), como dice a propósito
de la fundación de Duruelo. Cuando vuelve la vista atrás, al final del
libro de las Fundaciones, contempla todo como un servicio de la Virgen y
una obra en la que ha colaborado la misma Reina del Carmelo: “Nosotras
nos alegramos de poder en algo servir a nuestra Madre y Señora y
Patrona… Poco a poco se van haciendo cosas en honra y gloria de esta
gloriosa Virgen y su Hijo …” (Ib. 29,23.28). La misma separación de
calzados y descalzos hecha en el Capítulo de Alcalá, en 1581, es
contemplada por Teresa con una referencia pacificadora a la Madre de la
Orden: “Acabó nuestro Señor cosa tan importante… a la honra y gloria de
su gloriosa Madre, pues es de su Orden, como Señora y Patrona que es
nuestra …” (Ib. 29,31).
El recuerdo de la Virgen sugiere a Teresa en diversas ocasiones el
sentido de la vocación carmelitana inspirada en María. Así por ejemplo
con una alusión implícita a la Virgen escribe: “Todas las que traemos
este hábito sagrado del Carmen somos llamadas a la oración y
contemplación (porque este fue nuestro principio, de esta casta venimos,
de aquellos santos Padres nuestros del Monte Carmelo, que en tan gran
soledad y con tanto desprecio del mundo buscaban este tesoro, esta
preciosa margarita de que hablamos” (Moradas V 1,2). En el contexto
anterior y posterior la Santa habla de la vocación la oración, tesoro
escondido y perla preciosa – dos alusiones evangélicas – que están
dentro de nosotros, pero que exigen el don total de nuestra vida para
comprar el campo donde esta el tesoro y adquirir la perla preciosa.
María aparece como la Madre de esta “casta de contemplativos”, por su
interioridad en la meditación y la entrega total del Señor. En otra
ocasión Teresa llama la atención sobre la necesidad de la imitación de
la Virgen para poder llamarnos de veras hijas suyos: “Plega a nuestro
Señor, hermanas, que nosotras hagamos la vida como verdaderas hijas de
la Virgen y guardemos nuestra profesión, para que nuestro Señor nos haga
la merced que nos ha prometido” (Fundaciones 16,7). En el amor a la
Virgen y en la adhesión a la misma familia se encuentra para la
fraternidad teresiana el fundamento del amor recíproco y de la comunión
de bienes, como sugieren estos dos textos: “Así que, mis hijas, todas lo
son de la Virgen y hermanas, procuren amarse mucho unas a otras” (Carta
a las monjas de Sevilla, 13 de enero de 1580, 6). “Por eso traemos
todas un hábito, porque nos ayudemos unos (monasterios) a otros, pues lo
que es de uno es de todos” (Carta a la M. Priora y Hermanas de
Valladolid, 31 de mayo de 1579,4).
Estas páginas muestran como la Santa Madre ha vivido intensamente la
tradición mariana del Carmelo y la ha enriquecido con su experiencia
mística, su devoción y la orientación doctrinal de sus escritos. Para la
carmelita descalza la Virgen es, en la perspectiva teresiana, modelo de
adhesión a Cristo, de vivencia contemplativa de su misterio y de
servicio eclesial; para cada monasterio, la Virgen es la Madre que con
su presencia acrecienta el sentido de intimidad y de familia, alienta en
el camino de la vida espiritual, preside la oración como ferviente
intercesora ante su Hijo.
La Espiritualidad Mariana de la orden Carmelita
Escrita por la Orden de Carmelitas Descalzos
Escrita por la Orden de Carmelitas Descalzos
1. En los orígenes de nuestra devoción mariana
Hay tres palabras claves que sintetizan los orígenes de nuestra
relación carismática con la Virgen María: el lugar del Monte Carmelo, el
nombre o título mariano de la Orden, la explícita mención de la
dedicación de la Orden del Carmelo al servicio de nuestra Señora.
a. El lugar: una capilla en honor de la Virgen María en el Monte Carmelo
Un anónimo peregrino de principios del siglo XIII nos ofrece, en un
documento sobre los caminos y peregrinaciones de la Tierra Santa, el
primer testimonio histórico mariano acerca de la Orden. Nos habla de una
“muy bella y pequeña iglesia de nuestra Señora que los ermitaños
latinos, llamados “Hermanos del Carmelo” tenían en el Wadi ‘ain es-Siah.
Otra redacción del mismo manuscrito habla de una iglesia de nuestra
Señora.
Posteriormente el título de la Virgen María se le dará a todo el
monasterio, cuando se amplíe notablemente la primitiva capilla, como
consta en varios documentos antiguos (cfr. Bullarium Carmelitanum, I,
pp. 4 y 28). Este dato primordial de la capilla del Monte Carmelo
dedicada a la Madre de Dios es significativo y prácticamente es el hecho
del que se desprende la más antigua devoción de los Carmelitas a la
Virgen. Desde el principio de su fundación los Carmelitas han erigido
una pequeña capilla dedicada a la Virgen Madre de Dios en su misma
tierra de Israel.
Suponemos que esta capilla estaba presidida por una imagen de la
Madre de Dios. La tradición antigua de la orden nos ha transmitido
algunas imágenes antiguas, de inspiración oriental. Entre ellas algunas
del tipo de la Virgen de la ternura o de la Virgen sentada en un trono
con su Hijo. Todo ello indica que los ermitaños del Monte Carmelo
querían dedicarse por entero al vivir en obsequio de Jesucristo bajo la
mirada amorosa de la Virgen Madre, y que ella presidió desde sus misma
cuna el nacimiento de una nueva experiencia eclesial. De aquí el hecho
que se la reconozca como Patrona, según las palabras del General Pedro
de Millaud al Rey de Inglaterra Eduardo I a propósito de la Virgen María
“en cuya alabanza y gloria esta misma Orden fue fundada especialmente”
(Cfr. Ibidem, 606-607). Una afirmación que la tradición posterior
confirmara constantemente.
b. El nombre: “Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo”
Así aparece el título de la Orden en algunos documentos pontificios,
con una referencia explícita a la Virgen María, como consta por la Bulla
de Inocencio IV, Ex parte dilectorum (13-1-1252): “De parte de los
amados hijos, los ermitaños hermanos de la Orden de Santa María del
Monte Carmelo” (Analecta Ordinis Carmelitarum 2 (1911-1913) p.128). En
un documento posterior (20-2-1233) Urbano IV (en la Bula Quoniam, ut
ait) hace referencia al “Prior Provincial de la Orden de la
Bienaventurada María del Monte Carmelo en Tierra Santa” y añade que en
el Monte Carmelo está el lugar de origen de esta Orden donde se va a
edificar un nuevo monasterio en honor de Dios y “de la dicha Gloriosa
Virgen su Patrona” (Bullarium Carmelitanum I, p.28).
Este nombre, “Hermanos” que es signo de familiaridad e intimidad con
la Virgen, ha sido reconocido por la Iglesia, y será en adelante fuente
de espiritualidad cuando los autores carmelitas posteriores hablen del
“patronazgo de la Virgen” y de su cualidad de “Hermana” de los
Carmelitas.
c. La consagración a la Virgen
El Carmelo profesa con su dedicación total al servicio de Jesucristo
como Señor de la Tierra Santa, según el sentido de seguimiento y de
servicio que tiene el texto inicial de la Regla en su contexto histórico
y geográfico, su total consagración a la Virgen María. Así lo reconoce
un antiguo texto legislativo del Capitulo de Montpellier, celebrado en
1287: “Imploramos la intercesión de la gloriosa Virgen María, Madre de
Jesús, en cuyo obsequio y honor fue fundada nuestra religión del Monte
Carmelo” (Cfr. Actas del Capítulo General de Montpellier, Acta Cap.Gen.,
Ed. Wessels-Zimmermann, Roma 1912, p.7). Esta especial consagración que
se une al recuerdo del seguimiento de Cristo tendrá una lógica
consecuencia en la fórmula de la profesión que incluirá la mención
explícita de la entrega a Dios y a la Bienaventurada Virgen María.
2. Una tradición espiritual viva
Tras los datos históricos reseñados que pertenecen a los albores de
la experiencia mariana del Carmelo, las Constituciones señalan los
elementos mas significativos de la espiritualidad mariana de Santa
Teresa y de San Juan de la Cruz. Sin embargo podemos condensar en
algunas orientaciones la riqueza doctrinal del espíritu mariano de la
Orden, tal como ha sido vivido a partir de los orígenes, enriquecido por
la devoción y los escritos espirituales de algunos carmelitas insignes.
a. Los títulos de amor y de veneración
Se puede afirmar que la antigua tradición carmelitana ha expresado
los vínculos de amor con la Virgen a través de una serie de títulos
relativos al misterio de María pero percibidos con un sabor especial
desde la experiencia de la vida del Carmelo. Así, en los orígenes,
predomina la denominación de Patrona de la Orden, pero también se va
haciendo camino la expresión más dulce de Madre, como aparece en
fórmulas antiguas de Capítulos y Constituciones, como estas: “En honor
de nuestro Señor Jesucristo y de la gloriosa Virgen María, Madre de
nuestra Orden del Carmelo”; “Para alabanza de Dios y de la
bienaventurada Virgen María Madre de Dios y Madre nuestra”, como dicen
las Constituciones de 1369.
En la antífona “Flos Carmeli” se invoca a la Virgen como “Madre
dulce” (Mater mitis) y Juan de Chimineto habla de María como “fuente de
las misericordias y Madre nuestra”. Los dos apelativos están en relación
con el misterio de la Virgen Madre de Dios en la expansión de su
maternidad hacia los hombres. A estos títulos hay que añadir el de
Hermana, asumido por los Carmelitas del siglo XIV en la literatura
devocional que narra los orígenes de la Orden, a partir del profeta
Elías que contempla proféticamente en la nubecilla la futura Madre del
Mesías, y se complace en ilustrar las relaciones de la Virgen con los
ermitaños del Monte Carmelo.
Desde otro punto de vista doctrinal, los Carmelitas, en la
contemplacion el misterio de la Virgen, han puesto de relieve su
Virginidad, admirando en ella el modelo de la opción por una vida
virginal en el Carmelo y su relación con la contemplacion. Por las
mismas razones los Carmelitas siempre estuvieron entre los defensores
del privilegio de la Inmaculada Concepción de la Virgen, en las
controversias de la edad media, sea a nivel de teología, sea a favor de
la introducción de la fiesta en el Calendario de la Orden que la
celebraba con particular devoción. De aquí también la insistencia de los
autores carmelitas en la filial contemplacion de la Virgen Purísima y
del compromiso de imitar en la Virgen esta actitud espiritual,
simbólicamente reflejada en la capa blanca del hábito de la Orden.
b. Privilegios para la Orden
La historia y la espiritualidad mariana de la Orden, sobre todo
durante los siglos XIV-XVI, se enriquecen de motivos devocionales que
van aumentando la tradición histórica primitiva. La Virgen María aparece
como una auténtica Protectora de la Orden en momentos difíciles de su
evolución y su expansión en Occidente. EL Catálogo de los Santos
Carmelitas ha recogido la visión que el General de la Orden Simón Stock
tuvo hacia el año 1251, cuando la Virgen se le aparece y le hace entrega
del hábito de la Orden asegurándole la salvación eterna para todos los
que lo lleven con devoción. Al Papa Juan XXII se le atribuye un
documento, llamado comúnmente Bula Sabatina, que lleva la fecha del 3 de
marzo de 1322, en el cual refiere la visión que el mismo Papa tiene de
la Virgen que le promete una protección personal a cambio de la ayuda
que él mismo preste a los Carmelitas; en la Bula se alude al privilegio
de una liberación de las penas del Purgatorio para todos aquellos que
hayan llevado dignamente el Santo Escapulario, mediante la acción
maternal de la Virgen que irá a liberar a sus devotos el sábado
siguiente a su muerte.
Estos dos hechos han polarizado la atención popular hacia la devoción
mariana propuesta por los Carmelitas y han monopolizado, en cierto
sentido, la visión espiritual que la Orden ha tenido del misterio de
María, que es sin duda mucho más rica, más evangélica, más espiritual.
La Orden desde el siglo XIV quiso celebrar con una fiesta especial,
la Conmemoración de la Virgen María del Monte Carmelo, los beneficios
recibidos por intercesión de nuestra Señora. Esta fiesta tenía a la vez
el sentido de recordar la protección de María y de realizar la acción de
gracias por parte de la Orden. En la elección de la fecha, como se
sabe, influye la parcial aprobación de la Orden obtenida en el Concilio
II de Lyon, el 17 de julio de 1274, cuando había estado en peligro la
extinción de la Orden. Posteriormente, la fecha del 16 de julio fue
considerada como el día tradicional de la aparición de la Virgen a San
Simón Stock; de esta forma el recuerdo de la protección de la Virgen se
concentró en el agradecimiento particular por lo que constituía la suma y
compendio del amor de la Virgen para los Carmelitas: el don del Santo
Escapulario y sus privilegios.
c. Espiritualidad mariana de la Orden: María, modelo y Madre
Una nota distintiva de la actitud de los Carmelitas hacia la Virgen
María es el deseo de imitar sus virtudes dentro de la propia profesión
religiosa. Ya el conocido teólogo carmelita Juan Baconthorp (1294-1348 )
había intentado hacer en su comentario a la Regla un paralelismo entre
la vida del Carmelita y la vida de la Virgen María; se trata de un
principio exegético de gran importancia porque centra la devoción en la
imitación. Otro gran teólogo, Arnoldo Bostio (1445-1499), ha cantado en
su obra acerca del Patronazgo mariano sobre la Orden, el sentido de
intimidad con la Virgen, la especial filiación del carmelita, la
comunión de bienes con la Madre, el sentido de la “hermandad” con Ella.
El Beato Bautista Mantuano (1447-1516) es un cantor eximio de la Virgen
en su producción poética. Como fieles intérpretes de la tradición
carmelitana llevan a su esplendor el sentido de la intimidad con la
Virgen y su conformación interior al misterio de María el P. Miguel de
San Agustín (1621-1684) y su dirigida María de Santa Teresa (1623-1677).
Aunque no es éste el lugar para desarrollar la doctrina de todos
estos autores, hemos querido dejar constancia de una rica tradición
doctrinal y espiritual del Carmelo que encontrará en los representantes
del Carmelo Teresiano una digna continuidad y profundización de la
espiritualidad mariana.
d. Liturgia y devoción popular
Los Carmelitas han expresado su devoción y consagración a la Virgen
especialmente por medio de la liturgia. Han erigido templos en su
memoria y venerado su imagen. Los antiguos Rituales de la Orden, a
partir del siglo XIII, muestran el fervor litúrgico del Carmelo en la
celebración de las fiestas marianas de la Iglesia, con la aceptación de
nuevas celebraciones; se trata de fiestas que en otros lugares y en
otras Ordenes, no son acogidas con tanto fervor, como la fiesta de la
Inmaculada Concepción. La fiesta de la Conmemoración Solemne de la
Virgen del Monte Carmelo se convierte en la fiesta principal. El antiguo
rito jerosolimitano, seguido por la Orden, reserva a María múltiples
invocaciones en las horas canónicas, con antífonas marianas a final de
cada hora y con una solemnización especial de la Salve Regina de
Completas.
En honor de la Virgen se celebran sus misas votivas y el nombre de
María se introduce con frecuencia en los textos litúrgicos de la toma de
hábito y de la profesión. Se puede decir que la liturgia carmelitana ha
dejado una profunda huella de espíritu mariano en la tradición
espiritual y ha plasmado interiormente la dedicación que la Orden
profesaba a la Virgen Nuestra Señora. Junto a la liturgia florecen
características prácticas de devoción popular de la Iglesia, como el
Angelus y el Rosario, y otras propias de la Orden, unidas a la devoción
del Escapulario.
3. La espiritualidad mariana en el Carmelo teresiano
La segunda parte del n. 54 de las Constituciones presenta la lógica
continuidad de la experiencia mariana del Carmelo en Santa Teresa y en
San Juan de la Cruz con estas palabras: “Santa Teresa y San Juan de la
Cruz, han reafirmado y renovado la piedad mariana del Carmelo“. Sigue a
continuación una breve y jugosa síntesis del pensamiento mariano de
Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. Dentro del espacio que ofrecen
estas páginas de breve comentario vale la pena alargar un poco más la
visión que ofrecen de este punto las Constituciones para ver hasta qué
punto el tema mariano se enriquece en los Santos de la Orden y como
queda configurado actualmente en nuestra espiritualidad, a partir de la
doctrina y experiencia de Teresa de Jesús, de Juan de la Cruz y de otros
testigos eximios del Carmelo Teresiano.