¡Oh!, San Juan Eudes; sois vos, el hijo del Dios
de la vida, su amado santo, y, de la devoción
de los “Corazones Sagrados de Jesús y María”,
su Apóstol. Se ha dicho de vos, que un “león”,
en la predicación erais y, en la confesión, un
“manso cordero”, al que, unisteis vuestro afán
amoroso de escritor y nato fundador. Dijisteis:
“Para ofrecer bien una Eucaristía se necesitarían
tres eternidades: una para prepararla, otra para
celebrarla y una tercera para dar gracias”. Tal,
vuestro pensar a cerca del Cuerpo y la Sangre
de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Vuestro
amor a Dios, os llevó a fundar la “Congregación
de Jesús y María”, llamada también de los Padres
“Eudistas”, en honor a vos mismo; también insuflado
del mismo sentimiento, os disteis tiempo para
fundar la “Comunidad de las Hermanas de Nuestra
Señora del Refugio”, que más tarde, origen dio a
la “Comunidad del Buen Pastor”. Vuestros escritos,
grande bien han hecho, a las gentes de vuestro
tiempo y del nuestro. Siempre os preocupasteis
por todos los enfermos y de especial manera
por las mujeres arrepentidas, proveyéndoles amor
refugio y trabajo. Vos, pensabais que primero
teníais que formar sacerdotes excelentes, para
tener fieles similares, y así lo hicisteis.“El
predicador agita las ramas, pero el confesor es
el que caza los pájaros”. Decíais vos, inspirado
en el Espíritu Santo, que sintetizasteis en vuestro
libro: “El Admirable Corazón de la Santísima Madre
de Dios”. Y, así, vuestra tarea cumplida, voló
vuestra alma al cielo, para, coronada ser de luz
como justo premio a vuestra entrega de amor y, fe;
¡oh!, San Juan Eudes, “misericordia del Dios vivo”.
de la vida, su amado santo, y, de la devoción
de los “Corazones Sagrados de Jesús y María”,
su Apóstol. Se ha dicho de vos, que un “león”,
en la predicación erais y, en la confesión, un
“manso cordero”, al que, unisteis vuestro afán
amoroso de escritor y nato fundador. Dijisteis:
“Para ofrecer bien una Eucaristía se necesitarían
tres eternidades: una para prepararla, otra para
celebrarla y una tercera para dar gracias”. Tal,
vuestro pensar a cerca del Cuerpo y la Sangre
de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Vuestro
amor a Dios, os llevó a fundar la “Congregación
de Jesús y María”, llamada también de los Padres
“Eudistas”, en honor a vos mismo; también insuflado
del mismo sentimiento, os disteis tiempo para
fundar la “Comunidad de las Hermanas de Nuestra
Señora del Refugio”, que más tarde, origen dio a
la “Comunidad del Buen Pastor”. Vuestros escritos,
grande bien han hecho, a las gentes de vuestro
tiempo y del nuestro. Siempre os preocupasteis
por todos los enfermos y de especial manera
por las mujeres arrepentidas, proveyéndoles amor
refugio y trabajo. Vos, pensabais que primero
teníais que formar sacerdotes excelentes, para
tener fieles similares, y así lo hicisteis.“El
predicador agita las ramas, pero el confesor es
el que caza los pájaros”. Decíais vos, inspirado
en el Espíritu Santo, que sintetizasteis en vuestro
libro: “El Admirable Corazón de la Santísima Madre
de Dios”. Y, así, vuestra tarea cumplida, voló
vuestra alma al cielo, para, coronada ser de luz
como justo premio a vuestra entrega de amor y, fe;
¡oh!, San Juan Eudes, “misericordia del Dios vivo”.
© 2015 Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de agosto
San Juan Eudes
Presbítero y Fundador
Martirologio Romano: San Juan Eudes, presbítero, que durante
muchos años se dedicó a la predicación en las parroquias y después fundó
la Congregación de Jesús y María, para la formación de los sacerdotes
en los seminarios, y otra de religiosas de Nuestra Señora de la Caridad,
para fortalecer en la vida cristiana a las mujeres arrepentidas.
Fomentó de una manera especial la devoción a los Sagrados Corazones de
Jesús y de María, hasta que en Caen, de la región de Normandía, en
Francia, descansó piadosamente en el Señor (1680).
Fecha de canonización: Fue canonizado en 1925 y su fiesta fue incluida en el calendario de la Iglesia de occidente en 1928.
Etimología Juan = Dios es misericordia. Viene de la lengua hebrea.
En la segunda mitad del siglo XVI, vivía en Ri, Normandía (Francia),
un granjero llamado Isaac Eudes, casado con Marta Corbin. Como no
tuviesen hijos al cabo de dos años de matrimonio, ambos esposos fueron
en peregrinación a un santuario de Nuestra Señora. Nueve meses después
tuvieron un hijo, al que siguieron otros cinco. El mayor recibió el
nombre de Juan y, desde niño, dio muestras de gran inclinación al amor
de Dios. Se cuenta que, cuando tenía nueve años, un compañero de juegos
le abofeteó; en vez de responder en la misma forma, Juan siguió el
consejo evangélico y le presentó la otra mejilla.
A los catorce años, Juan ingresó en el colegio de los jesuitas de
Caén. Sus padres deseaban que se casara y siguiera trabajando la granja
de la familia. Pero Juan, que había hecho voto de virginidad, recibió
las órdenes menores en 1621 y estudió la teología en Caén con la
intención de consagrarse a los ministerios parroquiales. Sin embargo,
poco después determinó ingresar en la congregación del oratorio, que
había sido fundada en 1611 por el futuro cardenal Pedro de Bérulle. Tras
de recabar con gran dificultad el permiso paterno, fue recibido en
París por el superior general en 1623. Juan había sido hasta entonces un
joven ejemplar: su conducta en la congregación no lo fue menos, de
suerte que el P. Bérulle le dio permiso de predicar, aunque sólo había
recibido las órdenes menores. Al cabo de un año en París, Juan fue
enviado a Aubervilliers a estudiar bajo la dirección del P. Carlos de
Condren, el cual, según la expresión de Santa Juana Francisca de
Chantal, “estaba hecho para educar ángeles”. El fin de la congregación
del oratorio consistía en promover la perfección sacerdotal y Juan Eudes
tuvo la suerte de ser introducido en ella por dos hombres de la talla
de Condren y Bérulle.
Al servicio de los enfermos
Dos años más tarde, se desató en Normandía una violenta epidemia de
peste, y Juan se ofreció para asistir a sus compatriotas. Bérulle le
envió al obispo de Séez con una carta de presentación, en la que decía:
“La caridad exige que emplee sus grandes dones al servicio de la
provincia en la que recibió la vida, la gracia y las órdenes sagradas, y
que su diócesis sea la primera en gozar de los frutos que se pueden
esperar de su habilidad, bondad, prudencia, energía y vida”. El P. Eudes
pasó dos meses en la asistencia a los enfermos en lo espiritual y en lo
material. Después fue enviado al oratorio de Caén, donde permaneció
hasta que una nueva epidemia se desató en esa ciudad, en 1631. Para
evitar el peligro de contagiar a sus hermanos, Juan se apartó de ellos y
vivió en el campo, donde recibía la comida del convento.
Predicador ungido
Pasó los diez años siguientes en la prédica de misiones al pueblo,
preparándose así para la tarea a la que Dios le tenía destinado. En
aquella época empezaron a organizarse las misiones populares en su forma
actual. San Juan Eudes se distinguió entre todos los misioneros. En
cuanto acababa de predicar, se sentaba a oír confesiones, ya que, según
él, “el predicador agita las ramas, pero el confesor es el que caza los
pájaros”. Mons. Le Camus, amigo de San Francisco de Sales, dijo
refiriéndose al P. Eudes: “Yo he oído a los mejores predicadores de
Italia y Francia y os aseguro que ninguno de ellos mueve tanto a las
gentes como este buen padre”. San Juan Eudes predicó en su vida unas
ciento diez misiones.
Confesor: Las gentes decían de él: “En la predicación es un león, y en la confesión un cordero”.
Las mujeres atrapadas en mala vida
Una de las experiencias que adquirió durante sus años de misionero,
fue que las mujeres de mala vida que intentaban convertirse, se
encontraban en una situación particularmente difícil. Durante algún
tiempo, trató de resolver la dificultad alojándolas provisionalmente en
las casas de las familias piadosas, pero cayó en la cuenta de que el
remedio no era del todo adecuado. Magdalena Lamy, una mujer de humilde
origen, que había dado albergue a varias convertidas, dijo un día al
santo: “Ahora os vais tranquilamente a una iglesia a rezar con devoción
ante las imágenes y con ello creéis cumplir con vuestro deber. No os
engañéis, vuestro deber es alojar decentemente a estas pobres mujeres
que se pierden porque nadie les tiende la mano”.
Estas palabras produjeron profunda impresión en San Juan Eudes, quien
alquiló en 1671, una casa para las mujeres arrepentidas; en la que
podían albergarse en tanto que encontraban un empleo decente. Viendo que
la obra necesitaba la atención de religiosas, el santo la ofreció a las
visitandinas, quienes se apresuraron a aceptarla.
Formación del clero
San Juan Eudes se dio cuenta de que para que el pueblo sea ferviente y
llevarlo a la santidad era necesario proveerlo de muy buenos y santos
sacerdotes y que para formarlos se necesitaban seminarios donde los
jóvenes recibieran muy esmerada preparación. Por eso se propuso fundar
seminarios en los cuales los futuros sacerdotes fueran esmeradamente
preparados para su sagrado ministerio.
Después de mucho orar, reflexionar y consultar, San Juan Eudes
abandonó la congregación del oratorio en 1643. La experiencia le enseñó
que el clero necesitaba reformarse antes que los fieles y que la
congregación sólo podría conseguir su fin mediante la fundación de
seminarios. El P. Condren, que había sido nombrado superior general,
estaba de acuerdo con el santo; pero su sucesor, el P. Bourgoing, se
negó a aprobar el proyecto de la fundación de un seminario en Caén.
Entonces el P. Eudes decidió formar una asociación de sacerdotes
diocesanos, cuyo fin principal sería la creación de seminarios con miras
a la formación de un clero parroquial celoso. La nueva asociación quedó
fundada el día de la Anunciación de 1643, en Caén, con el nombre de
“Congregación de Jesús y María”. Sus miembros, como los del oratorio,
eran sacerdotes diocesanos y no estaban obligados por ningún voto. San
Juan Eudes y sus cinco primeros compañeros se consagraron a “la
Santísima Trinidad, que es el primer principio y el último fin de la
santidad del sacerdocio”. El distintivo de la congregación era el
Corazón de Jesús, en el que estaba incluido místicamente el de María;
como símbolo del amor eterno de Jesús por los hombres.
La congregación encontró gran oposición, sobre todo por parte de los
jansenistas y de los padres del oratorio. En 1646, el P. Eudes envió a
Roma al P. Manoury para que recabase la aprobación pontificia para la
congregación, pero la oposición era tan fuerte, que la empresa fracasó.
En 1650, el obispo de Coutances pidió a San Juan que fundase un
seminario en dicha ciudad. El año siguiente, M. Oliver, que consideraba
al santo como “la maravilla de su época”, Ie invitó a predicar una
misión de diez semanas en la iglesia de, San Sulpicio de París. Mientras
se hallaba en esa misión, el P. Eudes recibió la noticia de que el
obispo de Bayeux acababa de aprobar la congregación de las Hermanas de
Nuestra Señora de la Caridad del Refugio, formada por las religiosas que
atendían a las mujeres arrepentidas de Caén. En 1653, San Juan fundó en
Lisieux un seminario, al que siguió otro en Rouen en 1659. ¡En seguida,
el santo se dirigió a Roma a tratar de conseguir la aprobación
pontificia para su congregación; pero los santos no siempre tienen
éxito, y San Juan Eudes fracasó en Roma.
Un año después, una bula de Alejandro VII aprobó la Congregación de
las Hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Refugio. Ese fue el
coronamiento de la obra que el P. Eudes y Magdalena Larny habían
emprendido treinta años antes en favor de las pecadoras arrepentidas.
San Juan siguió predicando misiones con gran éxito; en 1666, fundó un
seminario en Evreux y, en 1670, otro en Rennes.
Al año siguiente, publicó un libro titulado “La Devoción al Adorable
Corazón de Jesús”. Ya antes, el santo había instituido en su
congregación una fiesta del Santísimo Corazón de María. En su libro
incluyó el propio de una misa y un oficio del Sagrado Corazón de Jesús.
El 31 de agosto de 1670, se celebró por primera vez dicha fiesta en la
capilla del seminario de Rennes y pronto se extendió a otras diócesis.
Así pues, aunque San Juan Eudes no haya sido el primer apóstol de la
devoción al Sagrado Corazón en su forma actual, fue sin embargo él
“quien introdujo el culto del Sagrado Corazón de Jesús y del Santo
Corazón de María”´, como lo dijo León XIII en 1903. El decreto de
beatificación añadía: “El fue el primero que, por divina inspiración les
tributó un culto litúrgico.”
Clemente X publicó seis breves por los que concedía indulgencias a
las cofradías de los Sagrados Corazones de Jesús y María, instituidas en
los seminarios de San Juan Eudes.
Durante los últimos años de su vida, el santo escribió su tratado
sobre “el Admirable Corazón de la Santísima Madre de Dios”; trabajó en
la obra mucho tiempo y la terminó un mes antes de morir. Su última
misión fue la que predicó en Sain-Lö, en 1675, en plena plaza pública,
con un frío glacial. La misión duró nueve semanas. El esfuerzo enorme
acabó con su salud y a partir de entonces se retiró prácticamente de la
vida activa. Su muerte ocurrió el 19 de agosto de 1680.