¡Oh!, San Juan Bautista de la Salle, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, su amado santo y el fundador de los “Hermanos
Cristianos”. Vos, pertenecías a una clase adinerada, pero Dios,
encontró en vos, un instrumento para sus planes. Fundasteis
las primeras escuelas profesionales y las más antiguas escuelas
normales y, además, una Comunidad religiosa, en su género
primera en la educación en todo el mundo. En sí, un genio
en el arte de educar y enseñar. Si vos, existierais, os aterraríais
de ver que la educación se ha organizado como si Dios no
existiera y se preocupa solo, de hacer de los seres humanos
unos “animalitos” bien amaestrados. Pero, sin fe, sin Vos, Dios
de la luz y la eternidad, nada podemos. Para vos, vuestra obsesión,
obtener era la salvación del alma de vuestros educandos y crecer
en la fe. Vuestro paso por San Suplicio en París, os formaron
para toda vuestra vida. Ordenado sacerdote y por vuestra posición
social y parecíais para altos cargos eclesiásticos destinado. Un
día, murió vuestro director espiritual y os dejó encargado una obra
para niños pobres: una escuela para niños y un orfelinato para
niñas pobres, allí, la Divina Providencia os encaminó a la gran
obra que os tenía destinada: ser el reformador de la educación.
Vos, le disteis un cambio total a los antiguos métodos de educación.
Antiguamente se educaba con base en gritos y golpes, y vos,
reemplazasteis el sistema del terror por el método del amor.
El éxito de los “Hermanos Cristianos” fue inmenso desde el principio
en vuestra congregación, y, un quince de agosto os consagró a
la Santísima Virgen y desde entonces, fervorosos propagadores
de la devoción a la Madre de Dios. Siendo de familia muy rica,
repartisteis vuestros bienes a los pobres y os dedicasteis a vivir
como uno más. Vos, renunciasteis a ser Superior General de vuestra
Congregación, y pedíais permiso hasta para hacer pequeños
gastos. Viajabais a pie, y pidiendo limosna para alimentaros,
durmiendo en casas muy pobres, llenas de plagas y, en el crudo
invierno, con varios grados bajo cero, que más tarde, os afectaron
el resto de vuestra vida. Vuestra sotana y manto eran tan pobres
y descoloridos, que no servían de limosna, para algún pobre.
Vuestra humildad, grande era que os creíais indigno de ser superior
de la comunidad. Jamás os cansasteis de recomendar a vuestros
religiosos y amigos que la preocupación número uno del educador
debe ser siempre, que los educandos crezcan en el amor a Dios y
en la caridad hacia el prójimo, y que cada maestro esforzarse
debe, con toda su alma por tratar de que los alumnos su inocencia
conserven y, si la han perdido, recuperen su amistad con Dios
por medio de la conversión y de un inmenso horror al pecado.
El educador debe de orar y dar buen ejemplo y tratar a todos
como Cristo lo recomendó en el evangelio: “haciendo a los demás
todo el bien que deseamos que los demás no hagan a nosotros”.
Y, así, luego de gastar vuestra santa vida, voló vuestra alma
al cielo, para, coronada ser de luz eterna, como premio a vuestra
entrega de amor. Patrono de los Educadores del mundo entero;
¡Oh!, San Juan Bautista de la Salle, “viva luz y amor a Dios”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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07 de Abril
San Juan Bautista de la Salle
Educador
(año 1719)
Es el fundador de los Hermanos Cristianos y nació en Francia en 1651.
Nació en Reims y murió en Rouen, las dos ciudades que hizo famosas
Santa Juana de Arco.
Su vida coincide casi exactamente con los años del famoso rey Luis
XIV. Probablemente su existencia habría pasado desapercibida si se
hubiera contentado con vivir de acuerdo a su clase social adinerada, sin
preocuparse por hacer ninguna obra excepcional en favor del pueblo
necesitado. Pero la fuerza misteriosa de la gracia de Dios encontró en
él un instrumento dócil para renovar la pedagogía y fundar las primeras
escuelas profesionales y las más antiguas escuelas normales y fundar una
Comunidad religiosa que se ha mantenido en principalísimos puestos en
la educación en todo el mundo. Este santo fue un genio de la pedagogía, o
arte de educar.
Si San Juan Bautista de la Salle viviera hoy aquí en la tierra
abriría los ojos aterrado al ver que la educación se ha secularizado, o
sea se ha organizado como si Dios no existiera y sólo se preocupa por
hacer de los seres humanos unos animalitos muy buen amaestrados, pero
sin fe, sin mirar a la eternidad ni importarle nada la salvación del
alma. Porque para él, lo imprescindible, lo que constituía su obsesión,
era obtener la salvación del alma de los educandos y hacerlos crecer en
la fe. Si no hubiera sido por estos dos fines, él no habría emprendido
ninguna obra especial, porque esto era lo que en verdad le interesaba y
le llamaba la atención: hacer que los educandos amaran y obedecieran a
Dios y consiguieran llegar al reino eterno del cielo.
Juan Bautista había estudiado en el famoso seminario de San Suplicio
en París y allí recibió una formidable formación que le sirvió para toda
su vida. Fue ordenado sacerdote y por su posición social y sus hermosas
cualidades parecía destinado para altos cargos eclesiásticos, cuando de
pronto al morir su director espiritual lo dejó como encargado de una
obra para niños pobres que el santo sacerdote había fundado: una escuela
para niños y un orfelinato para niñas pobres, dirigido por unas
hermanitas llamadas de El Niño Jesús. Allí en esa obra lo esperaba la
Divina Providencia para encaminarlo hacia la gran obra que le tenía
destinada: ser el reformador de la educación.
La Salle le dio un viraje de 180 grados a los antiguos métodos de
educación. Antes se enseñaba a cada niño por aparte. Ahora La Salle los
reúne por grupos para darles clases (en la actualidad eso parece tan
natural, pero en aquel tiempo era una novedad). Antiguamente se educaba
con base en gritos y golpes. El padre Juan Bautista reemplazaba el
sistema del terror por el método del amor y de la convicción. Y los
resultados fueron maravillosos. La gente se quedaba admirada al ver cómo
mejoraba totalmente la juventud al ser educada con los métodos de
nuestro santo.
No les enseñaba solamente cosas teóricas y abstractas, sino sobre
todo aquellos conocimientos prácticos que más les iban a ser de utilidad
en la vida diaria. Y todo con base en la religión y la amabilidad.
La Salle empezó a reunir a sus profesores para instruirlos en el arte
de educar y para formarlos fervorosamente en la vida religiosa. Y con
los más entusiastas fundó la Comunidad de Hermanos de las Escuelas
Cristianas que hoy son unos 15,000 en más de mil colegios en todo el
mundo. Y siguen siendo una autoridad mundial en pedagogía, en el arte de
educar a la juventud. El éxito de los Hermanos Cristianos fue inmenso
desde el principio de su congregación, y ya en vida del santo abrieron
colegios en muchas ciudades y en varias naciones. Un 15 de agosto los
consagró San Juan Bautista a la Santísima Virgen y han permanecido
fervorosos propagadores de la devoción a la Madre de Dios.
Al principio algunos le fallaron porque el santo era tan bondadoso
que no podía imaginar mala voluntad en ninguno de sus discípulos. Para
él todo el mundo era bueno, y por mucho que lo hubieran ofendido estaba
siempre dispuesto a perdonar y a volver a recibir al que había faltado. Y
tuvo la prueba dolorosísima de ver que algunos lo engañaron y se
dejaron contagiar por el espíritu del mundo. Pero luego sus asesores lo
convencieron para que no aceptara a ciertos sujetos no confiables y que
expulsara a algunos que se habían vuelto indignos. Y el santo aceptando
con toda humildad y mansedumbre los buenos consejos recibidos procedió a
purificar muy a tiempo su congregación.
Siendo de familia muy rica, repartió todos sus bienes entre los
pobres y se dedicó a vivir como un verdadero pobre. Los últimos años
cuando renunció a ser Superior General de su Congregación, pedía permiso
al superior hasta para hacer los más pequeños gastos. Los viajes aunque
a veces muy largos, los hacía casi siempre a pie, y pidiendo limosna
para alimentarse por el camino, durmiendo en casitas pobrísimas, llenas
de plagas y de incomodidades.
Una vez pasó todos los tres meses del crudísimo invierno, en una
habitación sin calefacción y con ventanas llenas de rendijas y con
varios grados bajo cero. Esto le trajo un terrible reumatismo que
durante todo el resto de su vida le produjo tremendos dolores y las
anticuadas curaciones que le hicieron para ese mal lo torturaron todavía
mucho más.
En su juventud, por ser de familia muy adinerada, había gozado de una
alimentación refinada y muy sabrosa. Cuando se dedicó a vivir la
pobreza de una comunidad fervorosa y en la cual, los alimentos eran
rudos y desagradables, tenía que aguantar muchas horas sin comer, para
que su estómago fuera capaz de recibirle esos alimentos tan burdos.
Su sotana y su manto eran tan pobres y descoloridos, que un pobre no
se los hubiera aceptado como limosna. Su humildad era tan grande que se
creía indigno de ser el superior de la comunidad. Estaba siempre
dispuesto a dejar su alto puesto y alguna vez que por calumnias dispuso
la autoridad superior quitarlo de ese cargo, él aceptó inmediatamente.
Pero todos los Hermanos firmaron un memorial anunciando que no aceptaban
por el momento a ningún otro como superior sino al Santo Fundador y
tuvo que aceptar el seguir con el superiorato.
No se cansaba de recomendar con sus palabras y sus buenos ejemplos, a
sus religiosos y amigos que la preocupación número uno del educador
debe ser siempre el tratar de que los educandos crezcan en el amor a
Dios y en la caridad hacia el prójimo, y que cada maestro debe
esforzarse con toda su alma por tratar de que los jovencitos conserven
su inocencia si no la han perdido o que recuperen su amistad con Dios
por medio de la conversión y de un inmenso horror al pecado y a todo lo
que pueda hacer daño a la santidad y a todo lo que se oponga a la eterna
salvación.
Pasaba muchas horas en oración y les insistía a sus religiosos que lo
que más éxito consigue en la labor de un educador es orar, dar buen
ejemplo y tratar a todos como Cristo lo recomendó en el evangelio:
“haciendo a los demás todo el bien que deseamos que los demás no hagan a
nosotros”.
San Juan Bautista de la Salle murió el 7 de abril de 1619 a los 68
años. Fue declarado santo por el Sumo Pontífice León XIII en el año
1900. El Papa Pío XII lo nombró Patrono de los Educadores del mundo
entero.
Santo educador: tú que recomendabas que se le concediera
la máxima importancia a la clase de religión, considerándola la más
provechosa de todas en todo colegio y escuela, pídele al buen Dios que
la clase de religión vuelva a estar en primerísimo lugar en nuestros
centros de educación y no vaya a ser reemplazada jamás por otras
asignaturas menos importantes. Y ruégale a Dios que nos envíe muchos y
santos y muy fervorosos profesores de religión.
(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Juan_Bautista_de_la_Salle.htm)