¡Oh!, San Valeriano, vos, sois el hijo del Dios de la vida, y
su amado santo que, convertido fuisteis por Cecilia, vuestra
esposa, con sobrenaturales medios. Y, luego, no tardó mucho
ella, en convertir también a vuestro hermano Tiburcio. Y,
de pronto mostrasteis caridad para con los pobres, al igual
que vuestra esposa Cecilia, hasta que os llega la hora de
confesar con vuestro hermano, ser ambos cristianos. Y, así,
y todo, aprovechasteis el juicio para adoctrinar a los demás.
Encolerizados y fuera de sí, vuestros verdugos, por ésta
acción, optaron por apalearos, pero de pronto vuestros rostros
se encendieron de alegría, por la gracia de poder dar vuestra
sangre por Jesucristo. Y, así, amante de la verdad como erais,
Dios os premió, de verdad y en el cielo, y junto con vuestra
esposa y hermano, participáis del eterno banquete de gloria
coronado todo, con corona de luz por vuestra entrega de amor.
Y aquí, en la tierra, vuestras reliquias son conservadas, para
gloria de Dios en sus santos, y hasta hoy, son mudos testigos
de vuestra fe, en la iglesia dedicada a Cecilia, vuestra esposa;
¡oh!, San Valeriano, “viva robustez en el amor del Dios vivo”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
______________________________________
14 de Abril
San Valeriano
Mártir
Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Pretextato, en la vía Apia, santos Tiburcio, Valeriano y Máximo, mártires. († s. inc.)
Etimológicamente: Valeriano = Aquel que es fuerte, robusto. Viene de la lengua latina.
Mártir romano, probablemente del tiempo de Juliano el Apóstol, esposo
de la popular virgen Cecilia. Según las tradiciones fue convertido por
ella el día mismo de la boda con medios sobrenaturales y milagrosos.
Sobre su casa se edificó luego un templo, en el que reposan las
reliquias de su santa consorte. Fiesta 14 de abril.
Una de las imágenes más sugerentes y humanas con que la divina
Palabra nos ha introducido en el misterio de la Redención la constituyen
las llamadas bodas del Cordero.
Dios ha amado a la humanidad con amor de Esposo y en el banquete
nupcial se entrega a sí mismo como víctima y como alimento. Es realmente
un vínculo de sangre el que sella estas bodas sublimes, es la sangre
del Cordero, del Hijo de Dios inmolado. Por ello se comprende y se
admira el profundo sentido cristiano que guió a la piedad de nuestros
antepasados, ya desde muchos siglos atrás, en tejer con minuciosos
detalles en torno a unas nupcias, mitad terrenas y mitad espirituales,
este bello poema de virginidad y de martirio, de amor y de sacrificio,
el poema de Cecilia y Valeriano, el poema de Cristo presente en el amor
transparente de los dos jóvenes.
Y el poema es cantado cada año por toda la Iglesia, en el oficio
divino en honor de la santa esposa. Valeriano entra como segundo
personaje, el convertido, el amante brioso, pero íntegro, que no duda en
renunciar al goce sensible para unirse con ella en el amor supremo, el
amor que salva y los une a los dos con Dios y en Dios.
La narración es suave e insinuante. Durante el banquete nupcial
Cecilia, preparada anteriormente con larga oración y ayuno, sin dejar de
participar en el bullicio y la alegría, entona su cántico de confianza:
Que mi corazón permanezca inmaculado.
Luego viene el momento del encuentro con el esposo. Valeriano se
acerca a Cecilia con toda la ilusión de su juventud, con toda la
satisfacción del amor conquistado.
Cecilia pronuncia extrañas palabras. Un ángel guarda su virginidad;
le invita a colaborar con el ángel, le promete ver también él al ángel
si antes es lavado por un baño sagrado.
Valeriano, enamorado, no duda de Cecilia, se le confía, se convierte,
y va en busca de la iglesia en su Cabeza, el Papa oculto. Éste le
instruye en el misterio y, tras pedirlo insistente, le administra el
santo bautismo.
Vuelve presuroso al tálamo nupcial, y descubre a su esposa en
oración, con un ángel a su lado, más resplandeciente que el sol y
ofreciendo a los dos una guirnalda de parte del Esposo de las vírgenes.
Valeriano adora, cree, goza. Con la esposa.
Y no tarda en conseguir tiempo después la conversión de su hermano
Tiburcio, que sigue su mismo camino. Así Cecilia puede presentar a los
dos hermanos como sus más preciadas coronas del día de sus esponsales,
como el fruto de su amor y de su sabiduría.
Pronto su esposo probará su espíritu y la profundidad con que siente
su nueva vida. Primero dedicado intensamente a la caridad para con los
pobres, compitiendo con Cecilia en su ya famoso desprendimiento.
Después será su valentía y decisión ante el prefecto Almaquio.
Los dos hermanos confiesan que son cristianos, y pretenden adoctrinar
a los que asisten al juicio, en la verdadera religión. Son cruelmente
apaleados, pero en pleno suplicio muestran sus rostros llenos de alegría
por la gracia de poder dar su sangre por Jesucristo. Y de este modo,
pasan delante de Cecilia, que pronto les seguirá en el camino del
testimonio sangriento.
Valeriano había amado de verdad y en el cielo,
junto con su esposa, participa en el eterno banquete de gloria al
Cordero. En la tierra, sus reliquias fueron conservadas, para gloria de
Dios en sus santos, y se conservan en la iglesia dedicada a Santa
Cecilia, en el Trastévere.
(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)