¡Oh!, San Juan Bautista, vos, sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo. Además, vos, sois el único santo al cual
os celebramos vuestra fiesta el día de vuestro nacimiento,
pues vos, nacisteis seis meses antes que Nuestro Señor
Jesucristo, Dios y Señor Nuestro. Y, de hoy en seis meses
celebraremos el nacimiento de nuestro Redentor. San Lucas,
nos cuenta vuestro nacimiento: “Zacarías era un sacerdote
judío que estaba casado con Santa Isabel, y no tenían hijos
porque ella era estéril. Siendo ya viejos, un día cuando
estaba él en el Templo, se le apareció un ángel de pie a
la derecha del altar. Al verlo se asustó, más el ángel
le dijo: “No tengas miedo, Zacarías; pues vengo a decirte
que tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo,
que será su precursor, a quien pondrás por nombre Juan.
No beberá vino ni cosa que pueda embriagar y ya desde
el vientre de su madre será lleno del Espíritu Santo, y
convertirá a muchos para Dios”. Pero Zacarías respondió
al ángel: “¿Cómo podré asegurarme que eso es verdad,
pues mi mujer ya es vieja y yo también?”. El ángel le dijo:
“Yo soy Gabriel, que asisto al trono de Dios, de quien he
sido enviado a traerte esta nueva. Mas por cuanto tú no
has dado crédito a mis palabras, quedarás mudo y no
volverás a hablar hasta que todo esto se cumpla”. Seis
meses después, el mismo ángel se apareció a la Santísima
Virgen comunicándole que iba a ser Madre del Hijo de Dios,
y también le dio la noticia del embarazo de su prima Isabel”.
Llena de gozo corrió a ponerse a disposición de su prima
para ayudarle en aquellos momentos. Y, habiendo entrado
en su casa la saludó. En aquel momento, el niño Juan
saltó de alegría en el vientre de su madre, porque acababa
de recibir la gracia del Espíritu Santo al contacto del Hijo
de Dios que estaba en el vientre de la Virgen. También
Santa Isabel se sintió llena del Espíritu Santo y, con espíritu
profético, exclamó: “Bendita tú eres entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre. ¿De dónde me viene a mí
tanta dicha de que la Madre de mi Señor venga a verme?
Pues en ese instante que la voz de tu salutación llegó a mis
oídos, la criatura que hay en mi vientre se puso a dar saltos
de júbilo. ¡Oh, bienaventurada eres Tú que has creído! Porque
sin falta se cumplirán todas las cosas que se te han dicho de
parte del Señor”. Y permaneció la Virgen en casa de su prima
aproximadamente tres meses; hasta que nació San Juan”.
¡oh!, San Juan Bautista, “vivo precursor del Dios de la vida”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
___________________________________
24 de Junio
Nacimiento de San Juan Bautista
Este es el único santo al cual se le celebra la fiesta el día de su
nacimiento. San Juan Bautista nació seis meses antes de Jesucristo (de
hoy en seis meses – el 24 de diciembre – estaremos celebrando el
nacimiento de nuestro Redentor, Jesús).
El capítulo primero del evangelio de San Lucas nos cuenta de la
siguiente manera el nacimiento de Juan: Zacarías era un sacerdote judío
que estaba casado con Santa Isabel, y no tenían hijos porque ella era
estéril. Siendo ya viejos, un día cuando estaba él en el Templo, se le
apareció un ángel de pie a la derecha del altar. Al verlo se asustó, mas
el ángel le dijo: “No tengas miedo, Zacarías; pues vengo a decirte que
tú verás al Mesías, y que tu mujer va a tener un hijo, que será su
precursor, a quien pondrás por nombre Juan. No beberá vino ni cosa que
pueda embriagar y ya desde el vientre de su madre será lleno del
Espíritu Santo, y convertirá a muchos para Dios”. Pero Zacarías
respondió al ángel: “¿Cómo podré asegurarme que eso es verdad, pues mi
mujer ya es vieja y yo también?”.
El ángel le dijo: “Yo soy Gabriel, que asisto al trono de Dios, de
quien he sido enviado a traerte esta nueva. Mas por cuanto tú no has
dado crédito a mis palabras, quedarás mudo y no volverás a hablar hasta
que todo esto se cumpla”. Seis meses después, el mismo ángel se apareció
a la Santísima Virgen comunicándole que iba a ser Madre del Hijo de
Dios, y también le dio la noticia del embarazo de su prima Isabel.
Llena de gozo corrió a ponerse a disposición de su prima para
ayudarle en aquellos momentos. Y habiendo entrado en su casa la saludó.
En aquel momento, el niño Juan saltó de alegría en el vientre de su
madre, porque acababa de recibir la gracia del Espíritu Santo al
contacto del Hijo de Dios que estaba en el vientre de la Virgen. También
Santa Isabel se sintió llena del Espíritu Santo y, con espíritu
profético, exclamó: “Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito
es el fruto de tu vientre. ¿De dónde me viene a mí tanta dicha de que la
Madre de mi Señor venga a verme? Pues en ese instante que la voz de tu
salutación llegó a mis oídos, la criatura que hay en mi vientre se puso a
dar saltos de júbilo. ¡Oh, bienaventurada eres Tú que has creído!
Porque sin falta se cumplirán todas las cosas que se te han dicho de
parte del Señor”. Y permaneció la Virgen en casa de su prima
aproximadamente tres meses; hasta que nació San Juan.
De la infancia de San Juan nada sabemos. Tal vez, siendo aún un
muchacho y huérfano de padres, huyó al desierto lleno del Espíritu de
Dios porque el contacto con la naturaleza le acercaba más a Dios. Vivió
toda su juventud dedicado nada más a la penitencia y a la oración. Como
vestido sólo llevaba una piel de camello, y como alimento, aquello que
la Providencia pusiera a su alcance: frutas silvestres, raíces, y
principalmente langostas y miel silvestre. Solamente le preocupaba el
Reino de Dios.
Cuando Juan tenía más o menos treinta años, se fue a la ribera del
Jordán, conducido por el Espíritu Santo, para predicar un bautismo de
penitencia. Juan no conocía a Jesús; pero el Espíritu Santo le dijo que
le vería en el Jordán, y le dio esta señal para que lo reconociera:
“Aquel sobre quien vieres que me poso en forma de paloma, Ese es”.
Habiendo llegado al Jordán, se puso a predicar a las gentes diciéndoles:
“Haced frutos dignos de penitencia y no estéis confiados diciendo:
Tenemos por padre a Abraham, porque yo os aseguro que Dios es capaz de
hacer nacer de estas piedras hijos de Abraham. Mirad que ya está el
hacha puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen
fruto, será cortado y arrojado al fuego”.
Y las gentes le preguntaron: “¿Qué es lo que debemos hacer?”. Y
contestaba: “El que tenga dos túnicas que reparta con quien no tenga
ninguna; y el que tenga alimentos que haga lo mismo”. Yo a la verdad os
bautizo con agua para moveros a la penitencia; pero el que ha de venir
después de mí es más poderoso que yo, y yo no soy digno ni siquiera de
soltar la correa de sus sandalias. El es el que ha de bautizaros en el
Espíritu Santo…”. Los judíos empezaron a sospechar si el era el Cristo
que tenía que venir y enviaron a unos sacerdotes a preguntarle “¿Tu
quién eres?” El confesó claramente: “Yo no soy el Cristo” Insistieron:
“¿Pues cómo bautizas?” Respondió Juan, diciendo: “Yo bautizo con agua,
pero en medio de vosotros está Uno a quien vosotros no conocéis. El es
el que ha de venir después de mí…”
Por este tiempo vino Jesús de Galilea al Jordán en busca de Juan para
ser bautizado. Juan se resistía a ello diciendo: “¡Yo debo ser
bautizado por Ti y Tú vienes a mí! A lo cual respondió Jesús, diciendo:
“Déjame hacer esto ahora, así es como conviene que nosotros cumplamos
toda justicia”. Entonces Juan condescendió con El. Habiendo sido
bautizado Jesús, al momento de salir del agua, y mientras hacía oración,
se abrieron los cielos y se vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma
de paloma y permaneció sobre El. Y en aquel momento se oyó una voz del
cielo que decía: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo todas mis
complacencias”.
Al día siguiente vio Juan a Jesús que venía a su encuentro, y al
verlo dijo a los que estaban con él: “He aquí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo. Este es aquél de quien yo os dije: Detrás de
mí vendrá un varón, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes
que yo”. Entonces Juan atestiguó, diciendo: “He visto al Espíritu en
forma de paloma descender del cielo y posarse sobre El. Yo no le
conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquél sobre
quien vieres que baja el Espíritu Santo y posa sobre El, ése es el que
ha de bautizar con el Espíritu Santo. Yo lo he visto, y por eso doy
testimonio de que El es el Hijo de Dios”.
Herodías era la mujer de Filipo, hermano de Herodes. Herodías se
divorció de su esposo y se casó con Herodes, y entonces Juan fue con él y
le recriminó diciendo: “No te es lícito tener por mujer a la que es de
tu hermano”; y le echaba en cara las cosas malas que había hecho.
Entonces Herodes, instigado por la adúltera, mandó gente hasta el Jordán
para traerlo preso, queriendo matarle, mas no se atrevió sabiendo que
era hombre justo y santo, y le protegía, pues estaba muy perplejo y
preocupado por lo que le decía.
Herodías le odiaba a muerte y sólo deseaba encontrar la ocasión de
quitarlo de en medio, pues tal vez temía que a Herodes le remordiera la
conciencia y la despidiera siguiendo el consejo de Juan. Sin
comprenderlo, ella iba a ser la ocasión del primer mártir que murió en
defensa de la indisolubilidad del matrimonio y en contra del divorcio.
Estando Juan en la cárcel y viendo que algunos de sus discípulos
tenían dudas respecto a Jesús, los mandó a El para que El mismo los
fortaleciera en la fe. Llegando donde El estaba, le preguntaron
diciendo: “Juan el Bautista nos ha enviado a Ti a preguntarte si eres Tú
el que tenía que venir, o esperamos a otro”. En aquel momento curó
Jesús a muchos enfermos. Y, respondiendo, les dijo: “Id y contad a Juan
las cosas que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los
sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el
Evangelio…”
Así que fueron los discípulos de Juan, empezó Jesús a decir: “¿Qué
salisteis a ver en el desierto? ¿Alguna caña sacudida por el viento? o
¿Qué salisteis a ver? ¿Algún profeta? Si, ciertamente, Yo os lo aseguro;
y más que un profeta. Pues de El es de quien está escrito: Mira que yo
te envío mi mensajero delante de Ti para que te prepare el camino. Por
tanto os digo: Entre los nacidos de mujer, nadie ha sido mayor que Juan
el Bautista…”
Llegó el cumpleaños de Herodes y celebró un gran banquete, invitando a
muchos personajes importantes. Y al final del banquete entró la hija de
Herodías y bailó en presencia de todos, de forma que agradó mucho a los
invitados y principalmente al propio Herodes. Entonces el rey juró a la
muchacha: “Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de
mi reino”.
Ella salió fuera y preguntó a su madre: “¿Qué le pediré?” La
adúltera, que vio la ocasión de conseguir al rey lo que tanto ansiaba,
le contestó: “Pídele la cabeza de Juan el Bautista”. La muchacha entró
de nuevo y en seguida dijo al rey: “Quiero que me des ahora mismo en una
bandeja la cabeza de Juan el Bautista”. Entonces se dio cuenta el rey
de su error, y se pudo muy triste porque temía matar al Bautista; pero a
causa del juramento, no quiso desairarla, y, llamando a su guardia
personal, ordenó que fuesen a la cárcel, lo decapitasen y le entregaran a
la muchacha la cabeza de Juan en la forma que ella lo había solicitado.
Petición
Juan Bautista: pídele a Jesús que nos envíe muchos profetas y santos como tú.