¡Oh!, San Esteban, vos, sois el hijo del Dios
de la vida, su protomártir y amado santo. En
aquél tiempo, tembló el Sanedrín, al oíros
hablar del Dios de la vida, Cristo Jesús,
Señor y Dios Nuestro, con ardor de corazón.
Y, ellos, entre cólera y rabia, vuestra muerte
decidieron. Y, en pleno martirio, visteis
la gloria de Dios y, a Jesús, estar de pie,
a la derecha de Dios. Y, exclamasteis a viva
voz: “Estoy viendo los cielos abiertos y al
Hijo del hombre en pie, a la derecha de Dios”.
Y, ellos, para callaros, llenos de más ira
os lapidaron sin misericordia alguna. Y,
mientras eso sucedía, vuestro cuerpo todo,
vieron que, como el oro brillaba. Y, en ese
instante mismo se oyó, a vos decir: “¡Señor
Jesús! Mi espíritu recibid y no les tengáis
en cuenta el crimen contra mi”. Y, el Dios
de la Vida todo conmovido, os extendió sus
amorosos brazos para recibiros y coronaros
con corona de luz y eternidad, como justo
premio a vuestra entrega grande de amor y fe;
¡oh! San Esteban, “vivo mártir del Dios Vivo”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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26 de Diciembre
San Esteban
Protomártir
Siglo I
Se le llama “protomartir” porque tuvo el honor de ser el primer mártir que derramó su sangre por proclamar su fe en Jesucristo.
Después de Pentecostés, los apóstoles dirigieron el anuncio del
mensaje cristiano a los más cercanos, a los hebreos, despertando el
conflicto por parte de las autoridades religiosas del judaísmo.
Como Cristo, los apóstoles fueron inmediatamente víctimas de la
humillación, los azotes y la cárcel, pero tan pronto quedaban libres,
continuaban la predicación del Evangelio. La primera comunidad
cristiana, para vivir integralmente el precepto de la caridad fraterna,
puso todo en común, repartían todos los días cuanto bastaba para el
sustento. Cuando la comunidad creció, los apóstoles confiaron el
servicio de la asistencia diaria a siete ministros de la caridad,
llamados diáconos.
Entre éstos sobresalía el joven Esteban, quien, a más de desempeñar las funciones de administrador de los bienes comunes, no renunciaba a anunciar la buena noticia, y lo hizo con tanto celo y con tanto éxito que los judíos “se echaron sobre él, lo prendieron y lo llevaron al Sanedrín. Después presentaron testigos falsos, que dijeron: Este hombre no cesa de proferir palabras contra el lugar santo y contra la Ley; pues lo hemos oído decir que este Jesús, el Nazareno, destruirá este lugar y cambiará las costumbres que nos transmitió Moisés”.
Esteban, como se lee en el capítulo 7 de Los Hechos de los apóstoles,
“lleno de gracia y de fortaleza”, se sirvió de su autodefensa para
iluminar las mentes de sus adversarios. Primero resumió la historia
hebrea desde Abrahán haste Salomón, luego afirmó que no había blasfemado
contra Dios ni contra Moisés, ni contra la Ley o el templo. Demostró,
efectivamente, que Dios se revela aun fuera del templo, e iba a exponer
la doctrina universal de Jesús como última manifestación de Dios, pero
sus adversarios no lo dejaron continuar el discurso, porque “lanzando
grandes gritos se taparon los oídos…y echándolo fuera de la ciudad, se
pusieron a apedrearlo”.
Doblando las rodillas bajo la lluvia de piedras, el primer mártir
cristiano repitió las mismas palabras de perdón que Cristo pronunció en
la cruz: “Señor, no les imputes este pecado”. En el año 415 el
descubrimiento de sus reliquias suscitó gran conmación en el mundo
cristiano.
Cuando parte de estas reliquias fueron llevadas más tarde por Pablo
Orosio a la isla de Menorca, fue tal el entusiasmo de los isleños que,
ignorando la lección de caridad del primer mártir, pasaron a espada a
los hebreos que se encontraban allí. La fiesta del primer mártir siempre
fue celebrada inmediatamente después de la festividad navideña, es
decir, entre los “comites Christi”, los más cercanos a la manifestación
del Hijo de Dios, porque fueron los primeros en dar testimonio de él.
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