¡Oh!, San Hilarión de Bitinia, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, y su amado santo, que siendo Abad, luchasteis
valerosamente en defensa del culto de las santas imágenes.
A, vos, os decían “ho neós”, que significa “el joven”, para
distinguiros de otros santos del mismo nombre y que
también fueron monjes: San Hilarión de Gaza, y San
San Hilarión, abad y presbítero, con quien es más fácil
confundiros porque pertenece al mismo contexto histórico:
el de la persecución iconoclasta. De vos, tenemos solo
datos litúrgicos: antífonas, lecturas del sinaxario, y sobre
todo un largo poema escrito por san José el Himnógrafo,
quien fue también víctima de la persecución iconoclasta,
que lleva en sus letras la palabra “hilaris”, por lo que
san José, aprovecha para aludir a vuestro nombre santo.
El contenido del poema, así como de las antífonas y noticias
de los sinaxarios, es panegírico más que biográfico; e insisten
en la pureza de vuestra vida, pues vos, desde joven ingresasteis
la vida monástica y crecisteis en la lucha cuerpo a cuerpo
contra las tentaciones; cargando sobre vuestros hombros
la cruz de Cristo, haciéndoos así, siervo santo de Dios, y, quien
os dotó con el don de curaciones, y de la expulsión de demonios.
Así, con las gracias de Dios, disteis vista a un ciego, el andar
a un cojo, la fortaleza a un hombre débil, y realizasteis muchos
milagros semejantes, siendo por ello, estimado por vuestro
pueblo. Vivisteis en tiempos de León el Isáurico, y a pesar
de las persecuciones a las que eran sometidos los monjes que
veneraban imágenes en aquellos tiempos; las vejaciones
preferisteis antes de renegar de vuestra fe. Y, así, habiendo
gastado vuestra santa vida en buena lid, donasteis vuestra
alma al cielo, para corona de luz recibir, como justo premio
a vuestra entrega increíble de amor a Cristo. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡Oh!, San Hilarión de Bitinia, “vivo y fidelísimo siervo de Dios”.
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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28 de Marzo
San Hilarión de Bitinia o Pelecete
Abad
†: s. VIII – país: Turquía
Canonización: pre-congregación
Cerca del monte Olimpo, en Bitinia, san Hilarión, abad del monasterio
de Pelecete, que luchó valerosamente en defensa del culto de las santas
imágenes.
El santo Hilarión que conmemoramos hoy es llamado «ho neós», «el
joven», para distinguirlo de otros santos del mismo nombre que también
han sido monjes: San Hilarión de Gaza, abad, al que celebramos el 21 de
octubre, y San Hilarión, abad y presbítero, del 6 de junio, con quien es
más fácil confundirlo, porque pertenece al mismo contexto histórico, el
de la persecusión iconoclasta.
De este Hilarión no ha quedado la narración de una «Vita», sino que
prácticamente todos los testimonios que tenemos acerca de él son
litúrgicos: antífonas, lecturas del sinaxario, y sobre todo un largo
poema escrito por san José el Himnógrafo, a quien celebramos el 3 de
abril, y que, aunque vivió un siglo después, fue también víctima de la
persecusión iconoclasta.
El poema tiene la curiosidad de que es un acrostico, donde cada
estrofa (de cuatro versos), en griego, comienza con una de las letras de
la frase: «Cantaré tus gozosas costumbres, Padre – José»; en griego
como en latín, «gozosas» se puede decir con la palabra “hilaris”, por lo
que el himnógrafo aprovecha para aludir al nombre del santo.
El contenido del poema, así como de las antífonas y noticias de los
sinaxarios, es panegírico más que biográfico; insisten en la pureza de
vida de Hilario, que desde joven ingresó a la vida monástica y fue
creciendo en la lucha cuerpo a cuerpo contra las tentaciones; cargó
sobre sus hombros la cruz de Cristo, y de tal modo se hizo acepto a
Dios, que este lo dotó con el don de curaciones, y de expulsar al
demonio. Dio la vista a un ciego, el andar a un cojo, fortaleza a un
hombre débil, y realizó muchos milagros semejantes, de tal modo que era
estimado por el pueblo.
Posiblemente su vida se desarrolló a mediados del siglo VIII, en
tiempo de León el Isáurico, y a pesar de las persecusiones a las que
eran sometidos los monjes que veneraban imágenes en aquellos tiempos,
prefirió la vejaciones a renegar de la fe.
No sabemos más detalles concretos de su cornología, y ni siquiera la
ubicación exacta del monasterio de Pelecete, al que perteneció.