El Papa abraza a Lucas, el niño cuya curación otorga la santidad a los pastorcillos.
Se cumplen 100 años de la aparición de la Virgen a los pastorcillos
¿A qué va el Papa Francisco a Fátima?
“Declaramos y definimos Santos a los Beatos Francisco
Marto y Jacinta Marto, y los inscribimos en el Catálogo de los Santos,
estableciendo que, en toda la Iglesia, sean devotamente honrados entre
los Santos”.
Con estas palabras y ante miles de fieles
reunidos en la explanada de la Basílica de Nuestra Señora de Fátima, el
Papa Francisco proclamó santos a dos de los tres niños pastores que,
hace 100 años, aseguraron haber visto a la Virgen.
El Pontífice utilizó la fórmula en latín, como es habitual, para
declarar la santidad de los pequeños; los primeros niños no considerados
mártires que son declarados santos. A Lucía, la tercera pastorcilla,
que murió en un convento de clausura en 2005 a los 95 años, también se
le ha abierto un proceso de beatificación.
Antes de celebrar la Misa de canonización, Francisco rezó ante las
tumbas de Francisco y Jacinta. Poco después, la imagen de la Virgen de
Fátima entró en procesión transportada por los cadetes de la Academia
Militar, seguida por las dos lámparas que contienen las reliquias de
Francisco y Jacinta, que fueron transportadas por la postuladora de la
causa, la religiosa Angela Coelho, acompañada por una veintena de niños.
La imagen y las reliquias fueron colocadas a la derecha del altar.
Durante la homilía el Pontífice aseguró que la Virgen se apareció en
Fátima a tres pequeños pastores para “recordarnos la Luz de Dios que
mora en nosotros y nos cubre” y para advertirnos “sobre el peligro del
infierno” al que lleva una vida sin Dios. El Papa destacó la
ejemplaridad de los pequeños pastores, que recibían de la Virgen “la
fuerza para superar las contrariedades y los sufrimientos”.
Francisco ofició la ceremonia junto con ocho cardenales, entre los
que se encontraba el secretario de Estado Vaticano, Pietro Parolin, el
cardenal de Boston, Sean O’Malley, y 73 obispos y arzobispos. A la misa
de canonización acudieron el presidente de la República de Portugal,
Rebelo de Sousa, y el primer ministro portugués, Antonio Costa, así como
otros miembros del gobierno luso.
La ceremonia contó también con la presencia del sacerdote más
anciano de Portugal, al que el Papa encontró personalmente poco antes, y
que a sus 104 años estaba vivo cuando la Virgen se apareció a los tres
pastorcillos en la Cova da Iria, donde hoy surge el santuario mariano.
El milagro de Jacinta y Francisco
Los pequeños hermanos pastores, Jacinta y Francisco Marto, fueron
beatificados por el Papa Juan Pablo II en el año 2000. Se necesita que
la Iglesia reconozca dos milagros auténticos para ser elevado a los
altares: con el primero se es nombrado beato; con el segundo, santo. En
el caso de los dos niños pastores, que fallecieron pocos meses después
de las supuestas apariciones, el milagro que los llevará a la santidad
es el de la curación de otro niño brasileño: Lucas Baptista.
Los padres del pequeño, que hoy tiene nueve años y abrazó al
pontífice durante al ceremonia de canonización, contaron como su hijo
fue sanado gracias a la intercesión de los niños pastores. En 2013,
Lucas cayó por una ventana mientras jugaba con su hermana pequeña. El
golpe que sufrió al caer desde más de seis metros de altura le produjo
una pérdida de tejido cerebral. “Lucas se encontraba en estado de coma
muy grave. Tuvo dos paros cardíacos y fue operado de urgencia”, contó el
padre del pequeño, Joao Baptista.
Los médicos les dieron pocas esperanzas de que el niño sobreviviera y
pronosticaron que, en caso de hacerlo, tendría que hacer frente a
“discapacidades cognitivas graves o incluso podría quedar en estado
vegetal”. La familia pidió consuelo a las monjas del convento de Carmelo
de Campo Mourao, que comenzaron a rezar a los beatos Francisco y
Jacinta para que salvaran la vida del niño.
“Toda la familia comenzamos a rezar a los pastorcillos y, dos días
después, Lucas despertó y comenzó a hablar”, contó emocionado el padre.
El niño estaba “milagrosamente” curado, sin secuelas. “Los médicos,
entre ellos algunos no creyentes, dijeron que su recuperación no tenía
ninguna explicación”, aseguró Joao Baptista.
Ayer, poco después de aterrizar en Portugal, el Papa se dirigió en
helicóptero hasta el santuario donde rezó una oración especial y
depositó un ramo de flores blancas ante la imagen de la Virgen de
Fátima. La efigie mariana todavía conserva en la corona una bala
extraída del cuerpo de Juan Pablo II, después del atentado que sufrió el
pontífice el 13 de mayo de 1981. El papa polaco siempre lo interpretó
como la profecía que la Virgen confió a los tres pastores en el llamado
tercer secreto de Fátima en el que predecía el asesinato de “un obispo
vestido de blanco”.