¡Oh!, San Julián, vos, sois el hijo del Dios de la vida, y
su amado santo, y, que, os negasteis a vivir en común
con vuestra novia, porque Dios, os permitió ver, en una
visión las maravillas que guarda Él, para quienes puros
se conservan. Y, vuestra novia aceptó, y luego, al desierto
marchasteis e hicisteis casas de oración en su honor. Desde
entonces, invitasteis a los jóvenes a seguidros e imitaros
en la pureza y, en vuestra santa cuaresma de ayuno,
oración, abstinencia y meditación los días todos de vuestra
santa vida. Y, de pronto, estalló la persecución en Antioquía, y
os apresaron y a todos vuestros monjes. Y, en pleno martirio
defendisteis con valor a Cristo, negándoos a adorar falsos
dioses. Cuando os llegó vuestro turno, le dijisteis a vuestro
perseguidor: “Yo no adoro sino única y exclusivamente al Dios
del cielo. Mi jefe a quien adoro y obedezco es Nuestro Señor
Jesucristo. Él, ya resucitó y está sentado a la derecha de Dios
Padre. Dios ayuda a los que son sus amigos, y Cristo Jesús,
que es muchísimo más importante y poderoso que el
emperador, me dará las fuerzas y el valor para soportar
los tormentos. Mis padres me están observando desde el cielo
y se sienten muy contentos y muy honrados de que yo proclame
mi fe en Cristo y derrame por Él mi sangre”. Seguidamente
empezaron a daros latigazos, y uno de los verdugos se hiere
de un ojo, y escuchando sus terribles gritos vos, lo curasteis,
para asombro de todos los presentes; luego, os cortan vuestra
cabeza y Celso, hijo del cruel Marciano, al veros con qué valentía y
alegría marchabais a la muerte por Cristo, os imita, declarándose
también, seguidor de Él, haciéndose cristiano. Y, así, feliz
entregasteis, vuestra santa vida. Y, cada quien se preguntará
¿Dónde estaréis ahora? ¿Dónde? Y, la respuesta, esperar no
se deja: ¡En el mismo cielo! Y todo coronado de luz eterna
como premio a vuestra entrega increíble de amor y fe;
¡oh!, San Julián; “vivo mártir del amor y la luz de Cristo”.
su amado santo, y, que, os negasteis a vivir en común
con vuestra novia, porque Dios, os permitió ver, en una
visión las maravillas que guarda Él, para quienes puros
se conservan. Y, vuestra novia aceptó, y luego, al desierto
marchasteis e hicisteis casas de oración en su honor. Desde
entonces, invitasteis a los jóvenes a seguidros e imitaros
en la pureza y, en vuestra santa cuaresma de ayuno,
oración, abstinencia y meditación los días todos de vuestra
santa vida. Y, de pronto, estalló la persecución en Antioquía, y
os apresaron y a todos vuestros monjes. Y, en pleno martirio
defendisteis con valor a Cristo, negándoos a adorar falsos
dioses. Cuando os llegó vuestro turno, le dijisteis a vuestro
perseguidor: “Yo no adoro sino única y exclusivamente al Dios
del cielo. Mi jefe a quien adoro y obedezco es Nuestro Señor
Jesucristo. Él, ya resucitó y está sentado a la derecha de Dios
Padre. Dios ayuda a los que son sus amigos, y Cristo Jesús,
que es muchísimo más importante y poderoso que el
emperador, me dará las fuerzas y el valor para soportar
los tormentos. Mis padres me están observando desde el cielo
y se sienten muy contentos y muy honrados de que yo proclame
mi fe en Cristo y derrame por Él mi sangre”. Seguidamente
empezaron a daros latigazos, y uno de los verdugos se hiere
de un ojo, y escuchando sus terribles gritos vos, lo curasteis,
para asombro de todos los presentes; luego, os cortan vuestra
cabeza y Celso, hijo del cruel Marciano, al veros con qué valentía y
alegría marchabais a la muerte por Cristo, os imita, declarándose
también, seguidor de Él, haciéndose cristiano. Y, así, feliz
entregasteis, vuestra santa vida. Y, cada quien se preguntará
¿Dónde estaréis ahora? ¿Dónde? Y, la respuesta, esperar no
se deja: ¡En el mismo cielo! Y todo coronado de luz eterna
como premio a vuestra entrega increíble de amor y fe;
¡oh!, San Julián; “vivo mártir del amor y la luz de Cristo”.
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
___________________________________
___________________________________
9 de Enero
San Julián Mártir Año 304
Nació San Julián en la ciudad de Antioquía (en Siria), de una familia
que se preocupó por darle una muy buena formación religiosa. Los papás
querían que se casara con una joven muy virtuosa y de familia muy rica,
pero Julián tuvo una visión en la cual vio algunos de los premios que
Dios reserva para quienes conservan su virginidad y narró su visión a la
novia. Y entonces los dos, de común acuerdo, hicieron voto de castidad o
sea un juramento de conservarse siempre puros.
Los papás creían que ellos formarían un hogar, pero los novios se
habían comprometido a conservar para siempre su virginidad. Y poco
tiempo después murieron los padres de los dos jóvenes, y entonces Julián
y su prometida se fueron cada uno a un desierto a orar, y a hacer
penitencia y cada cual fundó un monasterio. Julián un monasterio para
hombres y ella uno para mujeres.
Muchos hombres deseosos de conseguir la santidad se fueron a
acompañar a Julián en su vida de religioso y lo nombraron superior. El
los dirigió con especial cariño y con gran prudencia. Era el que más
duro trabajaba, el que mayores favores hacía a todos y el más fervoroso
en la oración. Y dedicaba muchas horas a la lectura de libros religiosos
y a la meditación.
Su vida fue una continua Cuaresma, o sea un ayunar y guardar
abstinencia y orar y meditar, todos los días, sin cansarse. A los
súbditos nunca los reprendía con altanería ni con malos modos o delante
de los demás, sino en privado, con frases amables, comprensivas y
animadoras, que les demostraban el gran aprecio y amor que les tenía, y
que llegaban al fondo del alma y obtenían verdaderas conversiones.
Los religiosos decían que Julián era muy exigente y duro para sí
mismo, pero admirablemente comprensivo y amable para con los demás, y
que gobernaba con tal prudencia y caridad a los monjes que éstos se
sentían en aquél desierto más felices que si estuvieran en el más cómodo
convento de la ciudad.
La persecución
Y sucedió que estalló en Antioquía la persecución contra los
cristianos, y el gobernador Marciano ordenó apresar a Julián y a todos
sus monjes. Centenares de cristianos fueron siendo quemados por
proclamar su amor a Jesucristo, y cuando le llegó el turno a nuestro
santo, se produjo el siguiente diálogo entre el perseguidor y Julián:
– Le ordenamos que adore la estatua de nuestro emperador.
– Yo no adoro sino única y exclusivamente al Dios del cielo.
– Su Dios y emperador es el Cesar de Roma.
– Mi jefe a quien adoro y obedezco es Nuestro Señor Jesucristo.
– ¿Cómo se le ocurre creer en uno que fue crucificado?
– Es que el crucificado ya resucitó y está sentado a la derecha de Dios Padre.
– ¿Te ríes de nuestros dioses y del emperador? Pues ahora que te atormenten te arrepentirás de haber procedido así.
– Dios ayuda a los que son sus amigos, y Cristo Jesús, que es
muchísimo más importante y poderoso que el emperador, me dará las
fuerzas y el valor para soportar los tormentos.
El perseguidor, viendo que con amenazas no lo conmueve, se propone
cambiar de táctica y ofrecerle a Julián grandes premios si deja la santa
religión:
– Tus padres eran personas muy importantes en esta ciudad. Si dejas
de ser cristiano y adoras a nuestros dioses, te concederemos puestos de
primera clase.
– Mis padres me están observando desde el cielo y se sienten muy
contentos y muy honrados de que yo proclame mi fe en Cristo y derrame
por El mi sangre.
Empiezan a darle a Julián terribles latigazos, con fuetes que tienen
pedacitos de hierro en los extremos, pero uno de los verdugos al retirar
rápidamente el fuete, es herido gravemente en un ojo por la punta de
hierro del látigo. Julián oye el grito de dolor y llamando al verdugo le
coloca sus manos sobre el ojo destrozado y se obtiene inmediatamente la
curación.
Los verdugos le cortan la cabeza al santo, pero en ese momento el
joven Celso, hijo del perseguidor Marciano, al ver con qué gran valentía
y alegría ha ido a la muerte este amigo de Cristo, se declara él
también seguidor de Jesús y se hace cristiano. Esta conversión fue
considerada como un verdadero milagro espiritual obtenido por el
martirio de Julián.
Y los amigos de Jesús queremos proclamar siempre y en todas partes
nuestra fe, y preferir mil muertes y diez mil tormentos, antes que dejar
nuestra santísima religión por irnos a religiones falsas que ni dan
felicidad en esta vida ni consiguen salvación eterna.
San Julián: pídele a Cristo que nosotros logremos perseverar fieles a nuestra santa religión hasta la muerte.
(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Julian.htm)