Día litúrgico: Solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo (B) (Segundo domingo después de Pentecostés)
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Mc 14,12-16.22-26): El primer día de
los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus
discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para
que comas el cordero de Pascua?». Entonces, envía a dos de sus
discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre
llevando un cántaro de agua; seguidle y allí donde entre, decid al
dueño de la casa: ‘El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda
comer la Pascua con mis discípulos?’. Él os enseñará en el piso superior
una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos
para nosotros». Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo
encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.
Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo
partió y se lo dio y dijo: «Tomad, éste es mi cuerpo». Tomó luego una
copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella. Y les
dijo: «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos. Yo
os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que
lo beba de nuevo en el Reino de Dios».
Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.
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«Éste es mi cuerpo. Ésta es mi sangre»
Mons. Josep Àngel SAIZ i Meneses Obispo de Terrassa
(Barcelona, España)
Hoy, celebramos solemnemente la presencia eucarística de Cristo entre
nosotros, el “don por excelencia”: «Éste es mi cuerpo (…). Ésta es mi
sangre» (Mc 14,22.24). Dispongámonos a suscitar en nuestra alma el
“asombro eucarístico” (San Juan Pablo II).
El pueblo judío en su cena pascual conmemoraba la historia de la
salvación, las maravillas de Dios para con su pueblo, especialmente la
liberación de la esclavitud de Egipto. En esta conmemoración, cada
familia comía el cordero pascual. Jesucristo se convierte en el nuevo y
definitivo cordero pascual sacrificado en la cruz y comido en Pan
Eucarístico.
La Eucaristía es sacrificio: es el sacrificio del cuerpo inmolado de
Cristo y de su sangre derramada por todos nosotros. En la Última Cena
esto se anticipó. A lo largo de la historia se irá actualizando en cada
Eucaristía. En Ella tenemos el alimento: es el nuevo alimento que da
vida y fuerza al cristiano mientras camina hacia el Padre.
La Eucaristía es presencia de Cristo entre nosotros. Cristo
resucitado y glorioso permanece entre nosotros de una manera misteriosa,
pero real en la Eucaristía. Esta presencia implica una actitud de
adoración por nuestra parte y una actitud de comunión personal con Él.
La presencia eucarística nos garantiza que Él permanece entre nosotros y
opera la obra de la salvación.
La Eucaristía es misterio de fe. Es el centro y la clave de la vida
de la Iglesia. Es la fuente y raíz de la existencia cristiana. Sin
vivencia eucarística la fe cristiana se reduciría a una filosofía.
Jesús nos da el mandamiento del amor de caridad en la institución de
la Eucaristía. No se trata de la última recomendación del amigo que
marcha lejos o del padre que ve cercana la muerte. Es la afirmación del
dinamismo que Él pone en nosotros. Por el Bautismo comenzamos una vida
nueva, que es alimentada por la Eucaristía. El dinamismo de esta vida
lleva a amar a los otros, y es un dinamismo en crecimiento hasta dar la
vida: en esto notarán que somos cristianos.
Cristo nos ama porque recibe la vida del Padre. Nosotros amaremos
recibiendo del Padre la vida, especialmente a través del alimento
eucarístico.