¡Oh!, San Bonifacio, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
y su amado santo, siendo vuestro nombre Winfrido, y
ordenado sacerdote con dos compañeros más. Más
tarde regresasteis a vuestro monasterio y luego viajasteis
a Roma para solicitar del papa Gregorio II la autorización
de misionar en el continente. Él, os escuchó complacido y,
en el momento de otorgaros la bendición os dijo: “Soldado
de Cristo, te llamarás Bonifacio”, que significa “bienhechor”.
Convertisteis en Frislandia y Hesse a cientos de bárbaros
de manera milagrosa. En Amoneburg, a orillas del río Olm,
fundasteis el primer monasterio, y de regreso a Roma,
el Papa, os ordenó Obispo. En Hesse, fundasteis el convento
de Fritzlar, y el monasterio de Ordruf. Presidisteis el concilio
donde se encontraba Carlomán, hijo de Carlos Martel y tío
de Carlomagno, quien os apoyó en vuestra empresa. El Papa
en Roma, os elevó a la dignidad de arzobispo de Maguncia,
para proseguir vuestra misión evangelizadora y os unieron a
vos, varios hermanos evangelizadores. Os apoyaron también
mujeres inglesas, para contribuir a la conversión de Alemania,
como santa Tecla, santa Walburga y una prima vuestra,
santa Lioba. Vos, proseguisteis fundando monasterios y
celebrando sínodos, tanto en Alemania como en Francia.
Cuando teníais ochenta años, y con cincuenta y dos
compañeros marchasteis a Holanda, porque los convertidos
habían apostatado y al desembarcar cerca de Dochum, miles
de habitantes que os esperaban fueron bautizados y el día
de pentecostés recibieron el sacramento de la confirmación.
Un día, vos, os encontrabais leyendo, cuando escuchasteis
el rumor de gente que se acercaba. Salisteis de vuestra tienda
creyendo que serían los recién convertidos, pero, visteis una
turba decidida a mataros, siendo atacados con lanzas y espadas.
“Dios salvará nuestras almas”, gritasteis vos. Uno de los
atacantes se arrojó sobre vos, y vos, levantasteis la Biblia
para protegeros. La espada partió el Santo Libro y también
vuestra cabeza, volando al cielo vuestra alma, para coronada
ser con corona de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor.
Santo Apóstol y Patriarca amado de los católicos alemanes;
¡Oh! San Bonifacio, “vivo Apóstol y Patriarca del Dios Vivo”.
y su amado santo, siendo vuestro nombre Winfrido, y
ordenado sacerdote con dos compañeros más. Más
tarde regresasteis a vuestro monasterio y luego viajasteis
a Roma para solicitar del papa Gregorio II la autorización
de misionar en el continente. Él, os escuchó complacido y,
en el momento de otorgaros la bendición os dijo: “Soldado
de Cristo, te llamarás Bonifacio”, que significa “bienhechor”.
Convertisteis en Frislandia y Hesse a cientos de bárbaros
de manera milagrosa. En Amoneburg, a orillas del río Olm,
fundasteis el primer monasterio, y de regreso a Roma,
el Papa, os ordenó Obispo. En Hesse, fundasteis el convento
de Fritzlar, y el monasterio de Ordruf. Presidisteis el concilio
donde se encontraba Carlomán, hijo de Carlos Martel y tío
de Carlomagno, quien os apoyó en vuestra empresa. El Papa
en Roma, os elevó a la dignidad de arzobispo de Maguncia,
para proseguir vuestra misión evangelizadora y os unieron a
vos, varios hermanos evangelizadores. Os apoyaron también
mujeres inglesas, para contribuir a la conversión de Alemania,
como santa Tecla, santa Walburga y una prima vuestra,
santa Lioba. Vos, proseguisteis fundando monasterios y
celebrando sínodos, tanto en Alemania como en Francia.
Cuando teníais ochenta años, y con cincuenta y dos
compañeros marchasteis a Holanda, porque los convertidos
habían apostatado y al desembarcar cerca de Dochum, miles
de habitantes que os esperaban fueron bautizados y el día
de pentecostés recibieron el sacramento de la confirmación.
Un día, vos, os encontrabais leyendo, cuando escuchasteis
el rumor de gente que se acercaba. Salisteis de vuestra tienda
creyendo que serían los recién convertidos, pero, visteis una
turba decidida a mataros, siendo atacados con lanzas y espadas.
“Dios salvará nuestras almas”, gritasteis vos. Uno de los
atacantes se arrojó sobre vos, y vos, levantasteis la Biblia
para protegeros. La espada partió el Santo Libro y también
vuestra cabeza, volando al cielo vuestra alma, para coronada
ser con corona de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor.
Santo Apóstol y Patriarca amado de los católicos alemanes;
¡Oh! San Bonifacio, “vivo Apóstol y Patriarca del Dios Vivo”.
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de Junio
San Bonifacio
Apóstol de Alemania
Bonifacio nació hacia el año 680, en el territorio de Wessex
(Inglaterra). Su verdadero nombre era Winfrido. Ordenado sacerdote, en
el año 716 con dos compañeros se encaminó a Turingia; pero aún no era la
hora de su apostolado. Regresó a su monasterio y en el año 718 viajó a
Roma para solicitar del papa Gregorio II autorización de misionar en el
continente. El Sumo Pontífice lo escuchó complacido y, en el momento de
otorgarle la bendición, le dijo: “Soldado de Cristo, te llamarás
Bonifacio”. Este nombre significa “bienhechor”.
En 719 se dirigió a Frislandia. Allí estuvo tres años; luego se
marchó a Hesse, convirtiendo a gran número de bárbaros. En Amoneburg, a
orillas del río Olm, fundó el primer monasterio. Regresó a Roma, donde
el papa lo ordenó obispo.
Poco después, en el territorio de Hesse, fundaba el convento de
Fritzlar. En el año 725 volvió a dirigirse a Turingia y, continuando su
obra misionera, fundó el monasterio de Ordruf. Presidió un concilio
donde se encontraba Carlomán, hijo de Carlos Martel y tío de Carlomagno,
quien lo apoyó en su empresa. En el año 737, otra vez en Roma, el papa
lo elevó a la dignidad de arzobispo de Maguncia. Prosiguió su misión
evangelizadora y se unieron a él gran cantidad de colaboradores.
También llegaron desde Inglaterra mujeres para contribuir a la
conversión del país alemán, emparentado racialmente con el suyo. Entre
éstas se destacaron santa Tecla, santa Walburga y una prima de
Bonifacio, santa Lioba. Este es el origen de los conventos de mujeres.
Prosiguió fundando monasterios y celebrando sínodos, tanto en Alemania
como en Francia, a consecuencia de lo cual ambas quedaron íntimamente
unidas a Roma.
El anciano predicador había llegado a los ochenta años. Deseaba
regresar a Frisia (la actual Holanda). Tenía noticias de que los
convertidos habían apostatado. Cincuenta y dos compañeros fueron con él.
Atravesaron muchos canales, hasta penetrar en el corazón del
territorio. Al desembarcar cerca de Dochum, miles de habitantes de
Frisia fueron bautizados. El día de pentecostés debían recibir el
sacramento de la confirmación.
Bonifacio se encontraba leyendo, cuando escuchó el rumor de gente que
se acercaba. Salió de su tienda creyendo que serían los recién
convertidos, pero lo que vio fue una turba armada con evidente
determinación de matarlo.
Los misioneros fueron atacados con lanzas y espadas. “Dios salvará
nuestras almas”, grito Bonifacio. Uno de los malhechores se arrojó sobre
el anciano arzobispo, quien levantó maquinalmente el libro del
evangelio que llevaba en la mano, para protegerse. La espada partió el
libro y la cabeza del misionero. Era el 5 de junio del año 754.
El sepulcro de san Bonifacio se halla en Fulda, en el monasterio que
él fundó. Se lo representa con un hacha y una encina derribada a sus
pies, en recuerdo del árbol que los gentiles adoraban como sagrado y que
Bonifacio abatió en Hesse. Es el apóstol de Alemania y el patriarca de
los católicos de ese país.
Otros Santos cuya fiesta se celebra hoy:
Sancho, Florencio, Julián, Ciriaco, Marcelino, Nicanor, Faustino,
Apolonio, Marciano, Zenaida, Ciria, Valeria, Marcia, Doroteo, Claudio,
Adalaro, Lupercio, mártires; Eutiquio, obispo; Doroteo, presbítero;
Félix, monje; beato Fernando de Portugal.