¡Oh!, San Pedro Crisólogo; vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, aquél que, honor hizo,
al significado de vuestro nombre: “el que habla muy
bien”. Y, sí, pues, a convertiros llegasteis en uno
de los más famosos oradores de vuestro tiempo, tanto
que, los paganos de entonces, convertidos fueron
por vuestro hablar dulce, conciso, sencillo y práctico,
pues, explicabais claramente sobre la fe y la verdad,
que en el Dios único y verdadero reposa por siempre.
Y, por ello, la gente, os admiraba, por vuestro mensaje
breve y directo que llegaba al corazón. La comunión
frecuente, recomendabais y los exhortabais a hacer
de la Eucaristía Sagrada, su alimento semanal. En los
dos meses más calurosos del verano de predicar dejabais
y los explicabais así: “en este tiempo de calores tan
bochornosos no les predico, porque ustedes se apretujan
mucho para escucharme y con estas temperaturas tan altas
llegan los ahogos y trastornos, y después le echan toda
la culpa de ello a mis sermones”. Hasta hoy, vuestra escencia
acompaña en vuestros sermones que guardamos, como
prueba de vuestro amor a nuestra Santa Madre Iglesia
Católica. Por vuestra gran sabiduría al predicar y escribir,
el Papa Benedicto XIII, os nombró Doctor de la Iglesia.
Y, así, y luego de haberos gastado por el reino
de los cielos, partisteis a la morada del Padre eterno
para justo premio recibir y coronado ser, con corona de luz,
como justo premio a vuestra entrega increible de amor;
¡oh!, Pedro Crisólogo, “vivo predicador de la luz y la verdad”.
de la vida y su amado santo, aquél que, honor hizo,
al significado de vuestro nombre: “el que habla muy
bien”. Y, sí, pues, a convertiros llegasteis en uno
de los más famosos oradores de vuestro tiempo, tanto
que, los paganos de entonces, convertidos fueron
por vuestro hablar dulce, conciso, sencillo y práctico,
pues, explicabais claramente sobre la fe y la verdad,
que en el Dios único y verdadero reposa por siempre.
Y, por ello, la gente, os admiraba, por vuestro mensaje
breve y directo que llegaba al corazón. La comunión
frecuente, recomendabais y los exhortabais a hacer
de la Eucaristía Sagrada, su alimento semanal. En los
dos meses más calurosos del verano de predicar dejabais
y los explicabais así: “en este tiempo de calores tan
bochornosos no les predico, porque ustedes se apretujan
mucho para escucharme y con estas temperaturas tan altas
llegan los ahogos y trastornos, y después le echan toda
la culpa de ello a mis sermones”. Hasta hoy, vuestra escencia
acompaña en vuestros sermones que guardamos, como
prueba de vuestro amor a nuestra Santa Madre Iglesia
Católica. Por vuestra gran sabiduría al predicar y escribir,
el Papa Benedicto XIII, os nombró Doctor de la Iglesia.
Y, así, y luego de haberos gastado por el reino
de los cielos, partisteis a la morada del Padre eterno
para justo premio recibir y coronado ser, con corona de luz,
como justo premio a vuestra entrega increible de amor;
¡oh!, Pedro Crisólogo, “vivo predicador de la luz y la verdad”.
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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30 de Julio
San Pedro Crisólogo
Doctor
Año 451
Crisólogo significa: el que habla muy bien.
Este santo ha sido uno de los oradores más famosos de la Iglesia
Católica. Nació en Imola (Italia) y fue formado por Cornelio obispo de
esa ciudad, por el cual conservó siempre una gran veneración. Este santo
prelado lo convenció de que en el dominio de las propias pasiones y en
el rechazar los malos deseos reside la verdadera grandeza, y que este es
un medio seguro para conseguir las bendiciones de Dios. Pedro gozó de
la amistad del emperador Valentiniano y de la madre de este, Plácida, y
por recomendación de ellos los dos, fue nombrado Arzobispo de Ravena (la
ciudad donde vivía el emperador). También gozó de la amistad del Papa
San León Magno.
Cuando empezó a ser arzobispo de Ravena, había en esta ciudad un gran
número de paganos. Y trabajó con tanto entusiasmo por convertirlos, que
cuando él murió ya eran poquísimos los paganos o no creyentes en esta
capital. A la gente le agradaban mucho sus sermones (y por eso le
pusieron el sobrenombre de crisólogo, o sea: el que habla muy bien). Su
modo de hablar era conciso, sencillo y práctico. Sabía explicar muy
claramente las principales verdades de la fe. A ratos se entusiasmaba
tanto mientras predicaba, que la misma emoción le impedía seguir
hablando, y el público se contagiaba de su entusiasmo y empezaban muchos
a llorar. En los dos meses más calurosos del verano dejaba de predicar y
explicaba así jocosamente a sus oyentes el porqué de esta
determinación: “en este tiempo de calores tan bochornosos no les
predico, porque ustedes se apretujan mucho para escucharme y con estas
temperaturas tan altas llegan los ahogos y trastornos, y después le
echan toda la culpa de ello a mis sermones”. La gente se admiraba de que
en predicaciones bastante breves, era capaz de resumir las doctrinas
más importantes de la fe. Se conservan de él, 176 sermones, muy bien
preparados y cuidadosamente redactados.
Por su gran sabiduría al predicar y escribir, fue nombrado Doctor de la Iglesia, por el Papa Benedicto XIII.
Recomendaba mucho la comunión frecuente y exhortaba a sus oyentes a
convertir la Sagrada Eucaristía en su alimento de todas las semanas.
Murió el 30 de julio del año 451. Quiera nuestro buen Dios concedernos
que muchos predicadores y catequistas de nuestro tiempo merezcan también
el apelativo de Crisólogos: los que hablan muy bien.
Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. (Lc, 8, 21)
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Pedro_Crisólogo.htm)