¡Oh!, San Felipe Benize; sois vos, el hijo del Dios
de la vida, y, el mismo a quien la Reina del cielo
para su orden escogiera para fundarla. Sí, aquella
la de los “Servitas”, o “Siervos de la Madre de Dios”,
famosa en vuestro tiempo y hoy, por el mundo extendida.
Por madre tomasteis a María y, como “libro único”,
a Cristo Jesús, a quien “leísteis” fielmente y
“de palmo a palmo”. Al finalizar un intenso y largo
retiro espiritual, visitasteis los conventos de
Alemania y Francia. Por vuestra sabiduría a todos
impresionasteis y con el “don de lenguas” convertisteis
a los pecadores y reconciliasteis a los cismáticos.
San Alejo, puso bajo vuestra dirección a su sobrina Santa
Juliana, quien fundó la tercera orden de las “Siervas
de María”. También, vos, os encargasteis de enviar a
los primeros misioneros servitas al oriente y, algunos
de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe
a Cristo. Al final de vuestra piadosa e ilustre vida, decidisteis
retiraros a vivir al más pobre y humilde convento
de vuestra orden, donde pasasteis vuestros últimos
días, orando y postrado ante la imagen de vuestra
“Madre”, Santa María, hasta el día en que, voló
vuestra alma al cielo para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor;
¡oh!, San Felipe Benize, “siervo de la madre de Dios”.
de la vida, y, el mismo a quien la Reina del cielo
para su orden escogiera para fundarla. Sí, aquella
la de los “Servitas”, o “Siervos de la Madre de Dios”,
famosa en vuestro tiempo y hoy, por el mundo extendida.
Por madre tomasteis a María y, como “libro único”,
a Cristo Jesús, a quien “leísteis” fielmente y
“de palmo a palmo”. Al finalizar un intenso y largo
retiro espiritual, visitasteis los conventos de
Alemania y Francia. Por vuestra sabiduría a todos
impresionasteis y con el “don de lenguas” convertisteis
a los pecadores y reconciliasteis a los cismáticos.
San Alejo, puso bajo vuestra dirección a su sobrina Santa
Juliana, quien fundó la tercera orden de las “Siervas
de María”. También, vos, os encargasteis de enviar a
los primeros misioneros servitas al oriente y, algunos
de ellos, derramaron su sangre por mantenerse firmes en su fe
a Cristo. Al final de vuestra piadosa e ilustre vida, decidisteis
retiraros a vivir al más pobre y humilde convento
de vuestra orden, donde pasasteis vuestros últimos
días, orando y postrado ante la imagen de vuestra
“Madre”, Santa María, hasta el día en que, voló
vuestra alma al cielo para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor;
¡oh!, San Felipe Benize, “siervo de la madre de Dios”.
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Agosto
San Felipe Benizi
Sacerdote Servita
Martirologio Romano: En Todi, de la Umbría, san Felipe
Benizi, presbítero de Florencia, varón de gran humildad y propagador de
la Orden de los Siervos de María, que consideraba a Cristo crucificado
su único libro (1285).
El hijo más ilustre y el más ardiente propagador de la congregación
de los servitas en Italia, nació en el seno de una noble familia de
Florencia el 15 de agosto de 1233. A los 13 años fue a vivir a París a
estudiar medicina. De París pasó a Padua donde a los 19 años obtuvo el
grado de doctor en medicina y filosofía, regresando a su ciudad natal y
ejerciendo por un año su profesión. Durante ese tiempo, estudió las
Sagradas Escrituras y, frecuentaba las iglesias de su ciudad natal,
especialmente La Anunciata, que estaba a cargo de la Orden de los
Servitas (siervos de María), así llamados por la gran devoción que
tenían a nuestra Señora, que allí era particularmente reverenciada.
Una epístola de la semana de pascua refiere que uno de los discípulos
y diácono de la primitiva comunidad de Jerusalén, llamado FeIipe,
recibió de Dios el encargo de acercarse al carruaje del mayordomo de la
reina de Etiopía e intentar convertirla a la fe católica. Dijo el
Espíritu Santo: “Acércate y sube a este carro”.
Pues bien, estando Felipe Benicio, el l6 de abril de 1254, jueves de
pascua, oyendo la misa conventual en la cercana ciudad de Fiésole, al
proclamarse aquellas palabras: “Felipe, acércate y sube a este carro”,
tomadas de los Hechos de los apóstoles, interpretó que iban dirigidas a
él. Y después en su casa, orando, tuvo una visión en medio de un
éxtasis: vio venir a su encuentro a la Virgen, Madre de Dios, quien
mostrándole el hábito negro de los servitas, le sonrió diciéndole:
“Felipe, acércate y sube a este carro”. Comprendió entonces que la reina
del cielo lo invitaba a ponerse bajo su protección.
Ocultando su condición de noble y su profesión, Felipe pidió la
admisión en Monte Senario y recibió de manos de San Bonfilio el hábito
de los hermanos lego. Los superiores le ordenaron trabajar en el huerto,
pedir limosna y algunas faenas duras y difíciles del campo. El santo se
entregó por completo a dichas labores, orando incansablemente durante
todas ellas. En 1258 fue enviado al convento de Siena, y durante el
camino intervino en una polémica discusión sobre los dogmas de la fe, en
la cual Felipe supo intervenir brillantemente aclarando y dando el
verdadero sentido sobre lo dicho. Dos miembros de su congregación, que
viajaban con él, dieron cuenta al prior general, quien al constatar la
sabiduría del santo, lo ordenó sacerdote, y en 1262, fue nombrado
maestro de novicios del convento de Siena, y Vicario asistente del prior
general. En 1267, por voto unánime, el santo fue elegido prior general
de la orden religiosa. Como primera labor, visitó todos los conventos de
la orden que estaban en el norte de Italia invitando a las gentes a
convertirse y someterse a la protección de la Virgen Madre. Luego, y al
finalizar un intenso y largo retiro espiritual, San Felipe decidió
visitar los conventos de Alemania y Francia.
En el Concilio de Lyon, San Felipe impresionó a todos por su
sabiduría y don de las lenguas, don que fue utilizado por el santo para
la conversión de los pecadores y reconciliación de los cismáticos de
muchos lugares del mundo a donde iba a predicar el Evangelio; sin
embargo, toda su fama no era suficiente para obtener la aprobación
pontificia para la Orden de los Siervos de María.
En 1284, San Alejo puso bajo la dirección de San Felipe a su sobrina
Santa Juliana, la cual fundó la tercera orden de las Siervas de María.
El santo se encargó también de enviar a los primeros misioneros servitas
al oriente, algunos de ellos, derramaron su sangre por mantenerse
firmes en su fe a Cristo.
Cuando comprendió que se acercaba la hora de su muerte, en el año
1285, San Felipe decidió retirarse descansar al convento más sencillo y
humilde de la orden religiosa, donde pasó sus últimos días, orando y
postrado ante la imagen de la Virgen María. Falleció durante el angelus
vespertino, y en 1761 fue canonizado. Su fiesta fue extendida a toda la
Iglesia occidental en 1694.
(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)