¡Oh!, Santa Margarita María de Alacoque, vos, sois la hija
del Dios de la vida, su amada santa y aquella que promesa
hizo de manteneros pura, aprendiendo a rezar el santo rosario,
que con fervor recitabais cada día y así, no olvidar a la
Virgen Santísima, que os libró de muchos peligros. “Desde ese
día el buen Dios me concedió tanta amargura en los placeres
mundanos, que, aunque como jovencita inexperta que era a
veces los buscaba, muy amargos y desagradables me resultaban,
mas en cambio, encontraba un gusto especial en la oración”.
Un día, Jesús os dijo: “Soy lo mejor que en esta vida puedes
elegir. Si te decides a dedicarte a mi servicio tendrás paz y
alegría. Si te quedas en el mundo tendrás tristeza y amargura”.
Y, vos, lo escuchasteis y, así lo hicisteis. “He aquí el corazón
que tanto ha amado a la gente y en cambio recibe ingratitud
y olvido. Tú debes procurar desagraviarme”, os dijo Nuestro
Señor Jesucristo y os alentó a que propagaseis la devoción
a su Sacratísimo Corazón y además, os pidió que se celebrara
la Fiesta de Su Sagrado Corazón, cada año el Viernes de la
semana siguiente a la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo.
“Te he escogido a ti que eres un abismo de miserias, para que
aparezca más mi poder. Y en cuanto a tu frialdad para amar a
Dios, te regalo una chispita del amor de mi Corazón”. Y, así
fue, y una chispa, ardió en vuestro corazón. Nuestro Señor os
decía: “No hagas nada sin permiso de las superioras. El demonio
no tiene poder contra las que son obedientes”. El Corazón
de Jesús os dijo: “Si quieres agradarme confía en Mí. Si quieres
agradarme más, confía más. Si quieres agradarme inmensamente,
confía inmensamente en Mí”. Antes de morir obtuvisteis que
en vuestra comunidad se celebrara por primera vez la fiesta
del Sagrado Corazón de Jesús. Y, así, vuestra alma voló al
cielo, llena de alegría, porque podíais ir a estar para siempre
en el cielo, al lado de Vuestro Amadísimo Señor Jesús, cuyo
Corazón habíais enseñado a amar en este mundo. Y, hoy, con fuego
propio brilláis como premio justo a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh!, Santa Margarita de Alacoque, “Vivo fuego del Corazón del Dios Vivo”.
© 2018 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de octubre
Santa Margarita María de Alacoque
Año 1690
Digamos de vez en cuando las dos oraciones tan queridas
para los devotos del Sagrado Corazón: “Jesús manso y humilde de corazón,
haz nuestro corazón semejante al tuyo”. “Sagrado Corazón de Jesús. En
voz confío”.
Margarita nace el 22 de julio de 1647 en el pequeño pueblo de
Lautecour en Francia. Su padre Claudio Alacoque, juez y notario. La mamá
Filiberta Lamyn. Los hijos son cinco. La menor es Margarita. El
párroco, Antonio Alacoque, tío suyo, la bautiza a los tres días de
nacida. Ella dice en su autobiografía que desde pequeña le concedió Dios
que Jesucristo fuera el único dueño de su corazón. Y le concedió otro
gran favor: un gran horror al pecado, de manera que aun la más pequeña
falta le resultaba insoportable.
Dice que siendo todavía una niña, un día en la elevación de la Santa
Hostia en la Misa le hizo a Dios la promesa de mantenerse siempre pura y
casta. Voto de castidad. Aprendió a rezar el rosario y lo recitaba con
especial fervor cada día y la Virgen Santísima le correspondió
librándola de muchos peligros.
La llevan al colegio de las Clarisas y a los nueve años hace La
Primera Comunión. Dice “Desde ese día el buen Dios me concedió tanta
amargura en los placeres mundanos, que aunque como jovencita inexperta
que era a veces los buscaba, me resultaban muy amargos y desagradables.
En cambio encontraba un gusto especial en la oración”.
Vino una enfermedad que la tuvo paralizada por varios años. Pero al
fin se le ocurrió consagrarse a la Virgen Santísima y ofrecerle propagar
su devoción, y poco después Nuestra Señora le concedió la salud. Era
muy joven cuando quedó huérfana de padre, y entonces la mamá de Don
Claudio Alacoque y dos hermanas de él, se vinieron a la casa y se
apoderaron de todo y la mamá de Margarita y sus cinco niños se quedaron
como esclavizados. Todo estaba bajo llave y sin el permiso de las tres
mandonas mujeres no salía nadie de la casa. Así que a Margarita no le
permitían ni siquiera salir entre semana a la iglesia. Ella se retiraba a
un rincón y allí rezaba y lloraba. La regañaban continuamente.
En medio de tantas penas le pareció que Nuestro Señor le decía que
deseaba que ella imitara lo mejor posible en la vida de dolor al Divino
Maestro que tan grandes penas y dolores sufrió en su Pasión y muerte. En
adelante a ella no sólo no le disgusta que le lleguen penas y dolores
sino que acepta todo esto con el mayor gusto por asemejarse lo mejor
posible a Cristo sufriente.
Lo que más la hacía sufrir era ver cuán mal y duramente trataban a su
propia madre. Pero le insistía en que ofrecieran todo esto por amor de
Dios. Una vez la mamá se enfermó tan gravemente de erisipela que el
médico diagnosticó que aquella enfermedad ya no tenía curación.
Margarita se fue entonces a asistir a una Santa Misa por la salud de la
enferma y al volver encontró que la mamá había empezado a curar de
manera admirable e inexplicable.
A los 18 años por deseo de sus familiares empezó a arreglarse
esmeradamente y a frecuentar amistades y fiestas sociales con jóvenes.
Pero estos pasatiempos mundanales le dejaban en el alma una profunda
tristeza. Su corazón deseaba dedicarse a la oración y a la soledad. Pero
la familia le prohibía todo esto.
El demonio le traía la tentación de que si se iba de religiosa no
sería capaz de perseverar y tendría que devolverse a su casa con
vergüenza y desprestigio. Rezó a la Virgen María y Ella le alejó este
engaño y tentación y la convenció de que siempre la ayudaría y
defendería.
Un día después de comulgar sintió que Jesús le decía: “Soy lo mejor
que en esta vida puedes elegir. Si te decides a dedicarte a mi servicio
tendrás paz y alegría. Si te quedas en el mundo tendrás tristeza y
amargura”. Desde entonces decidió hacerse religiosa, costara lo que
costara.
En el año 1671 fue admitida en la comunidad de La Visitación, fundada
por San Francisco de Sales. Entró al convento de Paray-le=Monial. Una
de sus compañeras de noviciado dejó escrito: “Margarita dio muy buen
ejemplo a las hermanas por su caridad; jamás dijo una sola palabra que
pudiera molestar a alguna, y demostraba una gran paciencia al soportar
las duras reprimendas y humillaciones que recibía frecuentemente”.
La pusieron de ayudante de una hermana que era muy fuerte de carácter
y ésta se desesperaba al ver que Margarita era tan tranquila y callada.
La superiora empleaba métodos duros y violentos que hacían sufrir
fuertemente a la joven religiosa, pero esta nunca daba la menor muestra
de estar disgustada. Con esto la estaba preparando Nuestro Señor para
que se hiciera digna de las revelaciones que iba a recibir.
El 27 de diciembre de 1673 se le apareció por primera vez el Sagrado
Corazón de Jesús. Ella había pedido permiso para ir los jueves de 9 a 12
de la noche a rezar ante el Santísimo Sacramento del altar, en recuerdo
de las tres horas que Jesús pasó orando y sufriendo en el Huerto de
Getsemaní.
De pronto se abrió el sagrario donde están las hostias consagradas y
apareció Jesucristo como lo vemos en algunos cuadros que ahora tenemos
en las casas. Sobre el manto su Sagrado Corazón, rodeado de llamas y con
una corona de espinas encima, y una herida. Jesús señalando su corazón
con la mano le dijo: “He aquí el corazón que tanto ha amado a la gente y
en cambio recibe ingratitud y olvido. Tú debes procurar desagraviarme”.
Nuestro Señor le recomendó que se dedicara a propagar la devoción al
Corazón de Jesús porque el mundo es muy frío en amor hacia Dios y es
necesario enfervorizar a las personas por este amor.
Durante 18 meses el Corazón de Jesús se le fue apareciendo. Le pidió
que se celebrara la Fiesta del Sagrado Corazón cada año el Viernes de la
semana siguiente a la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus).
El Corazón de Jesús le hizo a Santa Margarita unas promesas
maravillosas para los que practiquen esta hermosa devoción. Por ejemplo
“Bendeciré las casas donde sea expuesta y honrada la imagen de mi
Sagrado Corazón. Daré paz a las familias. A los pecadores los volveré
buenos y a los que ya son buenos los volveré santos. Asistiré en la hora
de la muerte a los que me ofrezcan la comunión de los primeros Viernes
para pedirme perdón por tantos pecados que se cometen”, etc.
Margarita le decía al Sagrado Corazón: “¿Por qué no elige a otra que
sea santa, para que propague estos mensajes tan importantes? Yo soy
demasiado pecadora y muy fría para amar a mi Dios”. Jesús le dijo: “Te
he escogido a ti que eres un abismo de miserias, para que aparezca más
mi poder. Y en cuanto a tu frialdad para amar a Dios, te regalo una
chispita del amor de mi Corazón”. Y le envió una chispa de la llama que
ardía sobre su Corazón, y desde ese día la santa empezó a sentir un amor
grandísimo hacia Dios y era tal el calor que le producía su corazón que
en pleno invierno, a varios grados bajo cero, tenía que abrir la
ventana de su habitación porque sentía que se iba a quemar con tan
grande llama de amor a Dios que sentía en su corazón (¡Ojalá Dios nos
diera a nosotros una chispita de esas!)
Nuestro Señor le decía: “No hagas nada sin permiso de las superioras. El demonio no tiene poder contra las que son obedientes”.
Margarita enfermó gravemente. La superiora le dijo: “Creeré que sí
son ciertas las apariciones de que habla, si el Corazón de Jesús le
concede la curación”. Ella le pidió al Sagrado Corazón que la curara y
sanó inmediatamente. Desde ese día su superiora creyó que sí en verdad
se le aparecía Nuestro Señor.
Dios permitió que enviaran de capellán al convento de Margarita a San
Claudio de la Colombiere y este hombre de Dios que era jesuita, obtuvo
que en la Compañía de Jesús fuera aceptada la devoción al Corazón de
Jesús. Desde entonces los jesuitas la han propagado por todo el mundo.
Margarita fue nombrada Maestra de novicias. Enseñó a las novicias la
devoción al Sagrado Corazón (que consiste en imitar a Jesús en su bondad
y humildad y en confiar inmensamente en Él, en ofrecer oraciones y
sufrimientos y misas y comuniones para desagraviarlo, y en honrar su
santa imagen) y aquellas jóvenes progresaron rapidísimo en santidad.
Luego enseñó a su hermano (comerciante) esta devoción y el hombre hizo
admirables progresos en santidad. Los jesuitas empezaron a comprobar que
en las casas donde se practicaba la devoción al Corazón de Jesús las
personas se volvían mucho más fervorosas.
El Corazón de Jesús le dijo: “Si quieres agradarme confía en Mí. Si
quieres agradarme más, confía más. Si quieres agradarme inmensamente,
confía inmensamente en Mí”.
Antes de morir obtuvo que en su comunidad se celebrara por primera
vez la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. El 17 de octubre de 1690
murió llena de alegría porque podía ir a estar para siempre en el cielo
al lado de su amadísimo Señor Jesús, cuyo Corazón había enseñado ella a
amar tanto en este mundo: LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS.