¡Oh!, Santa Rebeca, vos, sois la hija del Dios de la vida,
y su amada santa, que, honor hicisteis al significado de vuestro
nombre: “vencedora por su belleza”. Humilde, como erais, todo
lo dejasteis e hicisteis hasta de sirvienta. ¡Sí!, bella erais,
pero, más vuestra de alma que, juego hacía con vuestro carácter,
vuestra melodiosa voz, y el de dueña ser, de una vida espiritual
singular. Os negasteis a vuestros esponsales porque amabais
más, la monástica vida. Y, así fue. Las montañas del Líbano,
saben de vos y de vuestras enseñanzas. Confiasteis en Dios,
siempre, y así, pudisteis superar vuestros dolores y muerte.
Bajo vuestro hábito, cierta vez salvasteis a un niño, a costa
de vuestra propia vida. Luego, os unisteis a la Congregación
de las Madres Libanesas Maronitas y, siendo de vuestro agrado
os quedasteis hasta el final de vuestros días, y, aunque, ciega
y paralítica, dabais a Dios gracias, por aquellas pruebas.
Jamás la luz de vuestro bello rostro, dejó su brillo, tampoco,
vuestra alma que, recogida fue por el Señor, y fue premiada
con corona de luz, como justo premio a vuestro amor y fe;
¡oh!, Santa Rebeca, “viva belleza del Dios Vivo en la tierra”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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y su amada santa, que, honor hicisteis al significado de vuestro
nombre: “vencedora por su belleza”. Humilde, como erais, todo
lo dejasteis e hicisteis hasta de sirvienta. ¡Sí!, bella erais,
pero, más vuestra de alma que, juego hacía con vuestro carácter,
vuestra melodiosa voz, y el de dueña ser, de una vida espiritual
singular. Os negasteis a vuestros esponsales porque amabais
más, la monástica vida. Y, así fue. Las montañas del Líbano,
saben de vos y de vuestras enseñanzas. Confiasteis en Dios,
siempre, y así, pudisteis superar vuestros dolores y muerte.
Bajo vuestro hábito, cierta vez salvasteis a un niño, a costa
de vuestra propia vida. Luego, os unisteis a la Congregación
de las Madres Libanesas Maronitas y, siendo de vuestro agrado
os quedasteis hasta el final de vuestros días, y, aunque, ciega
y paralítica, dabais a Dios gracias, por aquellas pruebas.
Jamás la luz de vuestro bello rostro, dejó su brillo, tampoco,
vuestra alma que, recogida fue por el Señor, y fue premiada
con corona de luz, como justo premio a vuestro amor y fe;
¡oh!, Santa Rebeca, “viva belleza del Dios Vivo en la tierra”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 de Marzo
Santa Rebeca
1832 – † 1914
Rebeca significa “vencedora por su belleza” y viene de la
lengua hebrea. Esta joven nació en Himalaya el 29 de junio de 1832. Era
hija única. Su madre murió cuando rebeca tenía apenas 6 años. Su padre
quedó sin trabajo, y ella se fue de sirvienta a una familia de Damasco
aunque de origen libanés. Después de cuatro años volvió a casa. Su padre
se había casado de nuevo.
Rebeca tenía entonces 15 años. Era bella, de buen carácter y de una
voz melodiosa, de una religiosidad profunda y humilde. Su tía materna
quería que se casara con su hijo. Hubo riñas en la familia porque ella
se negó. En el fondo de su alma soñaba con hacerse monja. En 1856 hizo
sus votos religiosos. A los dos años, la enviaron al seminario de los
jesuitas como cocinera. Aprovechó no obstante sus momentos libres parta
profundizar en el estudio de la lengua árabe.
Después anduvo por muchas escuelas de la montaña libanesa enseñando
el catecismo. Hubo revueltas políticas. Ella, confiando en Dios, superó
los instantes en que vio morir a personas. Salvó a un niño bajo su
hábito.
Marchó después al convento de la Congregación de las Madres Libanesas
Maronitas (1871-1914). Tanto le gustó esta Congregación, que se quedó
en ella. Cayó enferma y la enviaron a Beirut para que se curase. Se
alivió su dolor por algún tiempo. Para probar su santidad, tuvo las
pruebas de su ceguera y parálisis.
Nunca, sin embargo, perdió la luz de su bello rostro. Llena de
méritos y ante la admiración de todos, murió el 23 de marzo de 1914.
Juan Pablo II la declaró santa el diez de junio del 2001.