¡Oh!, Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars; vos, sois
la hija del Dios de la vida, su amada Santa y
y fundadora de la Congregación de “las Hermanitas
de los Ancianos Desamparados”. Aspirasteis siempre,
una vida de silencio y oración. Y, quizás por ello,
os dirigisteis al convento de las clarisas y luego
al de las carmelitas. A menudo, le preguntabais
al Señor: “Señor, ¿qué queréis que haga?” Y, de
pronto y dejándolo todo, os dedicasteis durante
veinticinco años, a los esfuerzos todos, de alegrías
y tristezas, llenos a dar de vuestro amor. “Alma
grande y al mismo tiempo humanamente afable y sencilla,
como su homónima, la insigne reformadora abulense;
humilde hasta ignorarse a sí misma, pero capaz
de imponer su personalidad y llevar a cabo una obra
ingente; enferma de cuerpo incluso, pero robusta
de espíritu con fortaleza admirable; “monja andariega”
ella también, pero siempre estrechamente unida a
su Señor; de gran dominio de sí misma, pero, adornada
con aquella espontaneidad y aquel gracejo tan amable;
amiga de toda virtud, pero principalmente de la reina
de ellas: la caridad, ejercitada en aquellos viejecitos
o viejecitas que exigen la paciencia y benignidad
de que habla el Apóstol”. Así, dijo de vos, Pío XII
y él mismo subrayó, “tres suaves matices” de vos:
la gran parte que la Virgen Santísima, quiso tomar
en su vida y en su obra; su irresistible inclinación a
procurar la asistencia a los desvalidos y, por fin,
aquella “suavidad y naturalidad con que se abandonó
a los designios ocultos de la Providencia, o, mejor
dicho, aquel modo perfecto y ejemplar con que supo
prescindir de sí y de su voluntad para identificarla
completamente con la santísima voluntad de Dios”.
Teníais el secreto de vuestra paz interior inalterable
en medio del tráfago continuo, en vuestras palabras: Dios
en el corazón, la eternidad en la cabeza, y el mundo bajo
los pies”. Y, así, y luego de haber gastado vuestra santa vida
en buena lid, voló, vuestra alma al cielo, para coronada
ser, con corona de luz, como premio a vuestro gran amor,
Santa Patrona de todos los ancianos del orbe de la tierra;
¡oh!, Santa Teresa de Jesús Jornet, “vivo amor de Dios”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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la hija del Dios de la vida, su amada Santa y
y fundadora de la Congregación de “las Hermanitas
de los Ancianos Desamparados”. Aspirasteis siempre,
una vida de silencio y oración. Y, quizás por ello,
os dirigisteis al convento de las clarisas y luego
al de las carmelitas. A menudo, le preguntabais
al Señor: “Señor, ¿qué queréis que haga?” Y, de
pronto y dejándolo todo, os dedicasteis durante
veinticinco años, a los esfuerzos todos, de alegrías
y tristezas, llenos a dar de vuestro amor. “Alma
grande y al mismo tiempo humanamente afable y sencilla,
como su homónima, la insigne reformadora abulense;
humilde hasta ignorarse a sí misma, pero capaz
de imponer su personalidad y llevar a cabo una obra
ingente; enferma de cuerpo incluso, pero robusta
de espíritu con fortaleza admirable; “monja andariega”
ella también, pero siempre estrechamente unida a
su Señor; de gran dominio de sí misma, pero, adornada
con aquella espontaneidad y aquel gracejo tan amable;
amiga de toda virtud, pero principalmente de la reina
de ellas: la caridad, ejercitada en aquellos viejecitos
o viejecitas que exigen la paciencia y benignidad
de que habla el Apóstol”. Así, dijo de vos, Pío XII
y él mismo subrayó, “tres suaves matices” de vos:
la gran parte que la Virgen Santísima, quiso tomar
en su vida y en su obra; su irresistible inclinación a
procurar la asistencia a los desvalidos y, por fin,
aquella “suavidad y naturalidad con que se abandonó
a los designios ocultos de la Providencia, o, mejor
dicho, aquel modo perfecto y ejemplar con que supo
prescindir de sí y de su voluntad para identificarla
completamente con la santísima voluntad de Dios”.
Teníais el secreto de vuestra paz interior inalterable
en medio del tráfago continuo, en vuestras palabras: Dios
en el corazón, la eternidad en la cabeza, y el mundo bajo
los pies”. Y, así, y luego de haber gastado vuestra santa vida
en buena lid, voló, vuestra alma al cielo, para coronada
ser, con corona de luz, como premio a vuestro gran amor,
Santa Patrona de todos los ancianos del orbe de la tierra;
¡oh!, Santa Teresa de Jesús Jornet, “vivo amor de Dios”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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26 de Agosto
Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars
Virgen y Fundadora del Instituo
de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados
Autor: P. Jesús Martí Ballester
Martirologio Romano: En Liria, en
España, santa Teresa de Jesús Jornet Ibars, virgen, que, para ayudar a
los ancianos, fundó el Instituto de las Hermanitas de los Ancianos
Desamparados (1897).
Fecha de canonización: 27 de enero de 1974 por el Papa Paulo VI.
Los mayores, esos a los que se les ha dado en llamar el colectivo de
la Tercera Edad, que ven el ocaso de sus vidas desde el crepúsculo
teñido de rojas claridades malva, tienen hoy mucho que agradecer a Dios y
bastantes de ellos también a las Hermanitas de los Ancianos
Desamparados porque les cuidan, atienden, dan casa y ofrecen el calor de
la familia que quizá perdieron o acaso les abandonó porque un día se
les ocurrió pensar que de los viejos ya no se podía esperar mucho más, o
que eran molestos con sus manías y achaques. Decía que ellos agradecen
al buen Dios el testimonio y vida de unas personas, en este caso siempre
mujeres, que han hecho de sus existencia una ofrenda de caridad
efectiva.
Logran hacer de sus casas un lugar agradable, tranquilo, limpio y
ventilado; allí se reza, se come alimento sano, se proporcionan las
medicinas pertinentes y, sobre todo, se derrocha cariño de las dos
clases: humano y sobrenatural. Son un grupo de mujeres tocadas que están
alegres, animosas, activas y optimistas porque es mucho lo que tienen
que levantar; se les ve por las calles llamando a las puertas de las
casas, en pareja, pidiendo mucho de lo que sobra o algo de lo que se
usa; llevan con ellas a todos el recuerdo de la caridad. ¡Claro que son
piadosas! Muy rezadoras… de la Virgen y del Sagrario sacan la entereza,
la fuerza, el afecto o cariño, comprensión y paciencia que de continuo
han de derrochar a raudales cuando charlan, limpian, lavan, planchan,
cocinan para los ancianos o cuando tienen que animar a tanta juventud
acumulada.
Teresa de Jesús, la catalana de Lérida, tuvo en lo humano muchas
coincidencias con su homónima de Castilla; delicada de salud en el
cuerpo y alma grande, espontánea y andariega, con gracejo agradable. En
lo divino tuvieron de común el olvido de sí y, por amor a Dios, saber
darse.
Nació en Ayltona (Lérida) el 9 de enero de 1843. Sus padres,
Francisco José Jornet y Antonia Ibars eran sencillos labradores,
educando a su familia en la religión: Su hermana Josefa, Hija de la
Caridad en el hospital de la Habana; su hermana María se incorporó con
María a la nueva aventura religiosa; su hermano Juan, casado dio tres
hijas a la congregación de su hermana Teresa; su tía Rosa, hermana de su
madre, muerta en olor a santidad; su tío el Beato Francisco Palau,
fraile carmelita exclaustrado, apóstol, orador, escritor, penitente, un
huracán enardecido, acabará también en los altares.
Teresa creció en un clima doméstico de trabajo honrado. Estudia en
Lérida para maestra y enseñó en Argensola (Barcelona); allí la veían
desplazarse cada semana a Igualada para confesarse.
El P. Francisco Palau, tío abuelo suyo, está en trance de fundación
de algo y la invita para que le ayude en el intento; pero Teresa ha
pensado más en la vida religiosa donde podrá vivir en silencio y
oración; por eso se hace clarisa entre las del convento de Briviesca, en
Burgos, mientras que su hermana Josefa ingresa en Lérida en las Hijas
de la Caridad de San Vicente de Paúl. Pero la situación política de la
segunda mitad del siglo XIX es complicada y compleja, no permite el
gobierno la emisión de votos.
Se hace entonces Terciaria Franciscana y recupera algo de la actividad docente
Cerca de su patria chica, en Huesca y Barbastro, un grupo de
sacerdotes con D. Saturnino López Novoa a la cabeza piensa en una
institución femenina que se dedicara a la atención de ancianos
abandonados. Comprende Teresa que este es su campo y, arrastrando
consigo a su hermana María y a otra paisana, comienza en “Pueyo” con una
docena de mujeres y desde entonces es la cabeza, permaneciendo
veinticinco años en el gobierno.
Desde Barbastro cambia a Valencia donde está la casa madre de las
Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque es la patrona de la
ciudad quien da apellido a la Institución. Luego se extenderán por
Zaragoza, Cabra y Burgos; llenarán de casas-asilo que así le gusta a la
madre que se llamen para resaltar el clima de familia la geografía
española y pasan las fronteras. Cuando muere Teresa de Jesús en Liria,
el año 1897, llegan a 103 y deja tras de sí a más de 1000 Hermanitas
para continuar su labor hasta siempre, porque siempre ancianos habrá y
algunos de ellos quedarán desamparados.
No quiso ella canonizaciones. Lo dejó dicho y escrito por si hubiera
dentro de la Congregación con el paso del tiempo Hermanitas
canonizables. Mandó que no se gastara dinero en proponer a nadie la
subida a los altares. Ese fue el motivo de que pasaran los años sin el
intento de iniciar su proceso de beatificación; y el rapidísimo salto a
la canonización se debió a la sensibilidad del pueblo y a las
manifestaciones sobrenaturales que tan frecuentemente Dios quiso mandar.
(Artículo de: Archidiócesis de Madrid)
———————-
Una Anécdota para todos los tiempos
El anciano abuelo tembloroso, ensuciaba cada comida el mantel porque
derramaba la sopa. Primero sus hijos le hicieron una cuchara de madera,
pero incluso con la madera seguía ensuciando el mantel. No puede comer
con la familia. Y lo llevan a la cocina. El abuelo tiene que comer solo
en la compañía de sus hijos y de sus nietecitos. El más espabilado se
entretenía jugando con un trozo de madera muy afanado. -¿Qué haces?, le
preguntó su mamá: Y el niño, “estoy haciendo una cuchara de madera para
cuando papá y tú seáis mayores”.
En la provincia y Diócesis de Lérida y en Aytona, España, de
Francisco Jornet y de Antonieta Ibars, agricultores, nace el 9 de enero
de 1843, Teresa Jornet, hoy ya canonizada y Patrona de la ancianidad Su
caridad activa hacia los pobres, le movía a llevarlos a casa de su tía
en Lérida, a donde se había trasladado para poder asistir a la escuela
de la ciudad.
Estudia magisterio en Argensola, provincia de Barcelona. Solicitó ser
admitida en las clarisas de Briviesca, cerca de Burgos, pero no pudo
profesar por la prohibición de la legislación en vigor. Se dedicó a la
enseñanza y se hizo terciaria carmelita. Una enfermedad que padeció
después de la muerte de su padre, la obligó a permanecer en su casa por
algún tiempo.
Don Saturnino López Novoa, canónigo de Huesca, su director, a quién
confió la dirección de su alma, la encauzó hacia la fundación de una
obra destinada a recoger a los ancianos sin familia y sin medios de
subsistencia. Teresa, que hasta el momento había tenido la impresión
desagradable de no haber hecho nada en su vida, se orientó decididamente
hacia este ideal. En 1872, fundó la primera casa en Barbastro, con la
ayuda de algunas jóvenes, y de su hermana, María.
Teresa se adelantó a su tiempo, porque entonces, hace más de un
siglo, aún dejaban en la cocina a los abuelos, aunque con cuchara de
madera, pero ahora, ni los quieren, ni les cuidan, y se arman líos entre
las familias para zafarse del engorro de los viejos, según el refrán:
“Parientes y trastos viejos, pocos y lejos”. En el Continente africano
carecen de frigoríficos y de muchos de nuestros cachivaches de la
modernidad; pasan hambre y toda clase de necesidades, pero conservan su
humanísima tradición de respetar al anciano y considerarle como una
bendición. Les minusvaloramos en esta cultura de la juventud, la belleza
y el cultivo de los cuerpos, pero en humanismo el tercer mundo va por
delante con nota al mundo que se cree supercivilizado.
El 27 de enero de 1873, los miembros de la nueva congregación,
recibieron el hábito religioso y Teresa fue elegida superiora. Un grupo
de buenos católicos de Valencia propuso asegurar la vida de la pequeña
comunidad. La madre Teresa aceptó y, como está en Valencia, constituye
Patrona a la Virgen de los Desamparados, título muy apropiado para los
ancianos Desamparados. Muy pronto el número de ancianos fue aumentando y
creciendo sin cesar. Para poder recibir más, compró el antiguo convento
de los Agustinos. Esta casa se convirtió en la casa madre de la
Congregación de las Hermanas de los Ancianos Desamparados. Se desarrolló
tan de prisa la Obra, que en 1887, cuando fue aprobada por la Santa
Sede, contaba ya con 58 casas.
María Teresa de Jesús formó muy sólidamente a sus hijas en el
cumplimiento de sus obligaciones con los ancianos, hasta exponerse a la
soledad, al frío y al hambre, para poder darles abrigo y un verdadero
cariño. Aprendió de las terciarias carmelitas la devoción a la Virgen, y
de las clarisas el amor a los pobres, y en los ejercicios de San
Ignacio, el ardiente deseo de identificar sus sentimientos con la
voluntad divina. Desarrolló una actividad incansable y una inalterable
confianza en Dios. A los que le reprochaban que se ocupara de los más
humildes oficios, respondía: “No hay nada pequeño cuando se trata de la
Gloria de Dios”. Cuando le decían que emprendía obras con un
atrevimiento casi temerario, se sonreía diciendo: “Mientras más pobres
haya, habrá más bienhechores”.
Tenía el secreto de su paz interior inalterable en medio del tráfago
continuo, en sus palabras: “Dios en el corazón, la eternidad en la
cabeza, y el mundo bajo los pies”.
Su organismo no pudo resistir al régimen que se impuso. A las fatigas
físicas se juntaban los dolores mortales, como el de la epidemia del
cólera, que acabó con veinticuatro hermanas y setenta ancianos. Cuando
la enfermedad la obligó a detenerse, se retiró a Liria, Valencia, con la
esperanza de que el buen aire le devolviera la salud.
Murió ahí, el 26 de Agosto de 1897, el 27 de abril de 1958 el Papa Pío XII la beatificó y fue canonizada por Pablo VI.
(http://www.es.catholic.net/santoraldehoy/)