¡Oh!, Santos Celedonio y Emeterio, vosotros, sois los hijos
del Dios de la vida, sus amados mártires y santos, que,
sirviendo en la romana milicia, confesasteis que vuestra
luz, era entonces y es, Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro,
respuesta que, nada gustó, a vuestros impíos captores. La
Iglesia del Salvador, mudo testigo es, de vuestro martirio
glorioso, porque siendo vosotros, hermanos de sangre, habíais
sido galardonados por vuestro valor, arrojo guerrero, y gran
disciplina marcial, y así, renunciasteis a la militar vida,
y elegisteis la eternidad de aquella, donando las vuestras
por Jesucristo. Prisión sufristeis, pero, vuestra soledad
y retiro, os hizo meditar y orar mucho más, de manera tal
que, al César, ya le habíais dado su parte y Dios, paciente
esperaba la suya. Y, por el amor y la fe, decidisteis donar
vuestras vidas a quien os la dio: ¡Dios! En el arenal del río
Cidacos se fija el lugar y momento del ajusticiamiento.
Cuenta el relato que los que presencian el martirio ven,
asombrados, cómo suben al cielo vuestro anillo Emeterio
y vuestro pañuelo Celedonio, como señal de vuestro triunfo
glorioso ante las absortas miradas de vuestros verdugos.
Cierto es, que acabaron con vuestras vidas físicas, pero
jamás nunca con vuestras almas, que, coronadas de luz,
surcaron el cielo azul, para ser premiadas por vuestro amor.
Santos Patronos de Calahorra, por, vuestro martirio y fe;
¡Oh!, Celedonio y Emeterio, “vivos hermanos en la fe de Cristo”.
© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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del Dios de la vida, sus amados mártires y santos, que,
sirviendo en la romana milicia, confesasteis que vuestra
luz, era entonces y es, Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro,
respuesta que, nada gustó, a vuestros impíos captores. La
Iglesia del Salvador, mudo testigo es, de vuestro martirio
glorioso, porque siendo vosotros, hermanos de sangre, habíais
sido galardonados por vuestro valor, arrojo guerrero, y gran
disciplina marcial, y así, renunciasteis a la militar vida,
y elegisteis la eternidad de aquella, donando las vuestras
por Jesucristo. Prisión sufristeis, pero, vuestra soledad
y retiro, os hizo meditar y orar mucho más, de manera tal
que, al César, ya le habíais dado su parte y Dios, paciente
esperaba la suya. Y, por el amor y la fe, decidisteis donar
vuestras vidas a quien os la dio: ¡Dios! En el arenal del río
Cidacos se fija el lugar y momento del ajusticiamiento.
Cuenta el relato que los que presencian el martirio ven,
asombrados, cómo suben al cielo vuestro anillo Emeterio
y vuestro pañuelo Celedonio, como señal de vuestro triunfo
glorioso ante las absortas miradas de vuestros verdugos.
Cierto es, que acabaron con vuestras vidas físicas, pero
jamás nunca con vuestras almas, que, coronadas de luz,
surcaron el cielo azul, para ser premiadas por vuestro amor.
Santos Patronos de Calahorra, por, vuestro martirio y fe;
¡Oh!, Celedonio y Emeterio, “vivos hermanos en la fe de Cristo”.
© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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3 de Marzo
San Emeterio y San Celedonio
Soldados romanos
Mártires
Martirologio Romano: En Calahorra, en la Hispania
Tarraconense, santos Emeterio y Celedonio, los cuales, estando
cumpliendo la milicia en los campamentos junto a León, en la provincia
de Galicia, por confesar el nombre de Cristo al inicio de la persecución
fueron conducidos a Calahorra y allí coronados con el martirio (c. s.
IV).
Etimológicamente: Emeterio = Aquel que es defensor, es de origen griego.
En verso recogió por escrito los relatos de su muerte el poeta hispano Prudencio. Calahorra (La Rioja, España) está unida a estos soldados por el hecho
de su martirio y quizás también por ser el lugar de su nacimiento.
Otros señalan a León como cuna por los libros de rezos leoneses
-antifonarios, leccionarios y breviarios del siglo XIII- al interpretar
«ex legione» como lugar de su proveniencia, cuando parece ser que la
frase latina es mejor referida a la Legión Gemina Pia Felix a la que
pertenecieron y que estuvo acampada cerca de la antigua Lancia, hoy
León, según se encuentra en el documento histórico denominado “Actas de
Tréveris” del siglo VII.
En la parte alta de Calahorra está la iglesia del Salvador
-probablemente en testimonio perpetuante del hecho martirial- por donde
antes estuvo un convento franciscano y antes aún la primitiva catedral
visigótica que debió construirse, según la costumbre de la época, junto a
la residencia real, para defensa ante posibles invasiones y que fue
destruida por los musulmanes en la invasión del 923, según consta en el
códice primero del archivo catedralicio.
No se conocen las circunstancias del martirio de estos santos; no las
refiere Prudencio. ¡Qué pena que el emperador Diocleciano ordenara
quemar los códices antiguos y expurgar los escritos de su tiempo! Con
ello intentó, por lo que nos refiere Eusebio, que no quedara constancia
ni sirviera como propaganda de los mártires y evitar que se extendiera
el incendio.
Tampoco hay en el relato nombres que faciliten una aproximación. ¿Fue
al comienzo del siglo IV en la persecución de Diocleciano? Parece mejor
inclinarse con La Fuente por la mitad del siglo III, en la de
Valeriano, contando con que algún otro retrotrae la historia hasta el
siglo II.
Cierto es que Prudencio nació hacia el 350, deja escrita en su verso
la historia antes del 401, cuando se marcha a Italia, hablando de ella
como de suceso muy remoto y no debe referirse con esto al tiempo de
Daciano (a. 304) porque esta época ya fue conocida por los padres del
poeta. Es bueno además no perder de vista que el narrador antiguo no es
tan exacto en la datación de los hechos como la actual crítica, siendo
frecuente toparse con anacronismos poco respetuosos con la historia.
El caso es que Emeterio y Celedonio -hermanos de sangre según algunos
relatores- que fueron honrados con la condecoración romana de origen
galo llamada torques por los méritos al valor, al arrojo guerrero y
disciplina marcial, ahora se ven en la disyuntiva de elegir entre la
apostasía de la fe o el abandono de la profesión militar.
Así son de cambiantes los galardones de los hombres. Por su
disposición sincera a dar la vida por Jesucristo, primero sufren prisión
larga hasta el punto de crecerles el cabello. En la soledad y retiro
obligados bien pudieron ayudarse entre ellos, glosando la frase del
Evangelio, que era el momento de «dar a Dios lo que es de Dios» después
de haberle ya dado al César lo que le pertenecía. Su reciedumbre
castrense les ha preparado para resistir los razonamientos, promesas
fáciles, amenazas y tormentos. En el arenal del río Cidacos se fija el
lugar y momento del ajusticiamiento. Cuenta el relato que los que
presencian el martirio ven, asombrados, cómo suben al cielo el anillo de
Emeterio y el pañuelo de Celedonio como señal de su triunfo señero.
Muy pronto el pueblo calagurritano comenzó a dar culto a los
mártires. Sus restos se llevaron a la catedral del Salvador; con el
tiempo, las iglesias de Vizcaya y Guipúzcoa con otras hispanas y medio
día de Francia dispusieron de preciosas reliquias. Junto al arenal que
recogió la sangre vertida se levanta la catedral que guarda sus cuerpos.
Hoy Emeterio y Celedonio, los santos cantados por su paisano
Prudencio, y recordados por sus compatriotas Isidoro y Eulogio son los
patronos de Calahorra que los tiene por hermanos o de sangre o -lo que
es mayor vínculo- de patria, de ideal, de profesión, de fe, de martirio y
de gloria.
(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)