Día litúrgico: Jueves de la octava de Pascua
Ver 1ª Lectura y Salmo
Texto del Evangelio (Lc 24,35-48): En aquel tiempo, los
discípulos contaron lo que había pasado en el camino y cómo habían
conocido a Jesús en la fracción del pan. Estaban hablando de estas
cosas, cuando Él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con
vosotros». Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. Pero Él
les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro
corazón? Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un
espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo». Y, diciendo
esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acabasen de creerlo
a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí
algo de comer?». Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. Lo tomó y
comió delante de ellos.
Después les dijo: «Éstas son aquellas palabras mías que
os hablé cuando todavía estaba con vosotros: ‘Es necesario que se cumpla
todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los
Salmos acerca de mí’». Y, entonces, abrió sus inteligencias para que
comprendieran las Escrituras, y les dijo: «Así está escrito que el
Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se
predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas
las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas
cosas».
_______________________________________
«La paz con vosotros»
Rev. D. Joan Carles MONTSERRAT i Pulido
(Cerdanyola del Vallès, Barcelona, España)
Hoy, Cristo resucitado saluda a los discípulos, nuevamente, con el
deseo de la paz: «La paz con vosotros» (Lc 24,36). Así disipa los
temores y presentimientos que los Apóstoles han acumulado durante los
días de pasión y de soledad.
Él no es un fantasma, es totalmente real, pero, a veces, el miedo en
nuestra vida va tomando cuerpo como si fuese la única realidad. En
ocasiones es la falta de fe y de vida interior lo que va cambiando las
cosas: el miedo pasa a ser la realidad y Cristo se desdibuja de nuestra
vida. En cambio, la presencia de Cristo en la vida del cristiano aleja
las dudas, ilumina nuestra existencia, especialmente los rincones que
ninguna explicación humana puede esclarecer. San Gregorio Nacianceno nos
exhorta: «Debiéramos avergonzarnos al prescindir del saludo de la paz,
que el Señor nos dejó cuando iba a salir del mundo. La paz es un nombre y
una cosa sabrosa, que sabemos proviene de Dios, según dice el Apóstol a
los filipenses: ‘La paz de Dios’; y que es de Dios lo muestra también
cuando dice a los efesios: ‘Él es nuestra paz’».
La resurrección de Cristo es lo que da sentido a todas las
vicisitudes y sentimientos, lo que nos ayuda a recobrar la calma y a
serenarnos en las tinieblas de nuestra vida. Las otras pequeñas luces
que encontramos en la vida sólo tienen sentido en esta Luz.
«Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de
Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí…»: nuevamente les
«abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras» (Lc
24,44-45), como ya lo había hecho con los discípulos de Emaús. También
quiere el Señor abrirnos a nosotros el sentido de las Escrituras para
nuestra vida; desea transformar nuestro pobre corazón en un corazón que
sea también ardiente, como el suyo: con la explicación de la Escritura y
la fracción del Pan, la Eucaristía. En otras palabras: la tarea del
cristiano es ir viendo cómo su historia Él la quiere convertir en
historia de salvación.
(http://evangeli.net/evangelio/dia/2020-04-16)