¡Oh!, Santa Marcelina, vos, sois la hija de Dios de la Vida,
su amada santa, hermana de san Ambrosio y, a la que Liberio
Papa, os impuso el “velo de consagrada” en la basílica romana
de San Pedro, en la fiesta de la Epifanía del Señor. Vos,
desde pequeña teníais por única mira la gloria de Dios, por
ello, decidisteis renunciar al mundo y el Santo Padre, os exhortó,
a amar a Jesucristo y a vivir en recogimiento y mortificación.
Vuestro hermano San Ambrosio, os dedica su tratado sobre
la excelencia de la virginidad y siendo ya obispo, vos, lo
visitabais para hablar “in extenso” sobre la vida espiritual.
Practicabais la más alta perfección ayunando diariamente
hasta el atardecer y dedicabais la mayor parle del día
y de la noche a la oración y la lectura espiritual. Vuestro
hermano, en los últimos años de vuestra vida, os aconsejó
que moderaseis vuestras penitencias y aumentaseis el tiempo
de oración y así lo hicisteis. Dejasteis de vivir en comunidad
y aunque seguisteis viviendo en Roma lo hicisteis en una
casa privada luego de la muerte de vuestra santa madre.
Sobrevivisteis a vuestro hermano San Ambrosio, pero, antes
él, habló de vos, en la oración fúnebre pronunciada en memoria
de vuestro hermano Sátiro, llamándoos “santa hermana,
admirable por su inocencia, su rectitud y su bondad con el prójimo.”
Más tarde, voló vuestra alma al cielo para coronada ser con
corona de luz como premio a vuestra entrega de amor y fe ;
¡Oh!, Santa Marcelina, “vivo amor por la gloria del Dios Vivo”.
su amada santa, hermana de san Ambrosio y, a la que Liberio
Papa, os impuso el “velo de consagrada” en la basílica romana
de San Pedro, en la fiesta de la Epifanía del Señor. Vos,
desde pequeña teníais por única mira la gloria de Dios, por
ello, decidisteis renunciar al mundo y el Santo Padre, os exhortó,
a amar a Jesucristo y a vivir en recogimiento y mortificación.
Vuestro hermano San Ambrosio, os dedica su tratado sobre
la excelencia de la virginidad y siendo ya obispo, vos, lo
visitabais para hablar “in extenso” sobre la vida espiritual.
Practicabais la más alta perfección ayunando diariamente
hasta el atardecer y dedicabais la mayor parle del día
y de la noche a la oración y la lectura espiritual. Vuestro
hermano, en los últimos años de vuestra vida, os aconsejó
que moderaseis vuestras penitencias y aumentaseis el tiempo
de oración y así lo hicisteis. Dejasteis de vivir en comunidad
y aunque seguisteis viviendo en Roma lo hicisteis en una
casa privada luego de la muerte de vuestra santa madre.
Sobrevivisteis a vuestro hermano San Ambrosio, pero, antes
él, habló de vos, en la oración fúnebre pronunciada en memoria
de vuestro hermano Sátiro, llamándoos “santa hermana,
admirable por su inocencia, su rectitud y su bondad con el prójimo.”
Más tarde, voló vuestra alma al cielo para coronada ser con
corona de luz como premio a vuestra entrega de amor y fe ;
¡Oh!, Santa Marcelina, “vivo amor por la gloria del Dios Vivo”.
© 2020 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de Julio
Santa Marcelina
Virgen
Por: . | Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Martirologio Romano: En Milán, ciudad de Liguria, santa
Marcelina, virgen, hermana del obispo san Ambrosio, a la que el papa
Liberio impuso el velo de consagrada en la basílica romana de San Pedro,
en la fiesta de la Epifanía del Señor (s. IV ex.).
Marcelina era hermana de San Ambrosio de Milán. Nació antes que San
Ambrosio, probablemente en Tréveris, donde su padre era prefecto de los
galos. Marcelina se trasladó a Roma con su familia y, desde muy temprana
edad, empezó a concentrarse exclusivamente en el fin para el que había
sido creada.
Se encargó del cuidado de sus dos hermanos y, con sus palabras y
ejemplo, les inspiró el amor a la virtud verdadera, no simplemente de la
apariencia de virtud. Marcelina tenía por única mira la gloria de Dios.
Para conseguir su objetivo, decidió renunciar al mundo.
El día de la Epifanía del año 353, recibió el velo de las vírgenes de
manos del Papa Liberio, en la basílica de San Pedro. En el discurso que
pronunció el Pontífice en esa ocasión, exhortó a Marcelina a amar
exclusivamente a Jesucristo, a vivir en continuo recogimiento y
mortificación y a conducirse en la iglesia con el más grande respeto y
modestia. San Ambrosio, a quien debemos los ecos de esa exhortación, no
vacila en criticar la elocuencia del Papa Liberio cuando la juzga
insuficiente. San Ambrosio dedicó a su hermana su tratado sobre la
excelencia de la virginidad. Siendo ya obispo, Marcelina le visitó
varias veces en Milán y habló con él sobre la vida espiritual; en esa
forma, ayudó a su hermano en sus relaciones con las vírgenes
consagradas.
Marcelina practicó la más alta perfección. Ayunaba diariamente hasta
el atardecer y consagraba la mayor parle del día y de la noche a la
oración y la lectura espiritual. En los últimos años de su vida, San
Ambrosio le aconsejó que moderase sus penitencias y aumentase el tiempo
de oración; en particular, le recomendó los Salmos, la Oración del Señor
y el Credo, al que llamó sello del cristiano y guardián del corazón.
Marcelina siguió viviendo en Roma después de la muerte de su madre, no
en comunidad, sino en una casa privada, junio con oirá mujer que
participaba en todos sus ejercicios de devoción.
Marcelina sobrevivió a San Ambrosio, pero no sabemos exactamente en
qué año murió. En la oración fúnebre pronunciada por San Ambrosio en
memoria de su hermano Sátiro, llamó a Marcelina “…santa hermana,
admirable por su inocencia, su rectitud y su bondad con el prójimo.”
(http://www.es.catholic.net/op/articulos/36207/marcelina-santa.html)