20 de Abril
Santa Inés de Montepulciano
Abadesa
Cuando ella tenía 15 años, la superiora de aquella comunidad fue trasladada a fundar un convento en otra ciudad, y pidió que le dejaran llevar como principal colaboradora a Inés, porque era una joven de una extraordinaria responsabilidad en todo lo que hacía.
Y sucedió por aquellos tiempos que las gentes de Montepulciano dispusieron crear unas casas para religiosas. Pidieron que les fuera enviada como superiora del nuevo convento la joven Inés, cuya santidad ya era notoria en todos los alrededores. Ella siendo tan joven, aceptó el cargo porque confiaba en que Dios le iba a ayudar de maneras sorprendentes. Y así sucedió.
Estaba Inés pensando a qué comunidad religiosa debía ella confiar a las monjitas de su nuevo convento, cuando una noche en una visión se le aparecieron en el mar muchas barcas con distintos patronos, invitándola a navegar en ellas. Pero una barca tenía por piloto a Santo Domingo de Guzmán y este santo le decía: “Es voluntad de Dios que tú viajes en la barca de la Comunidad Dominicana”. Desde entonces se propuso afiliar a sus religiosas a la Comunidad de padres Dominicos. Y así ella llegará a ser una de las glorias de esta comunidad, y lo mismo lo será su gran devota, Santa Catalina de Siena.
Desde muy joven ayunaba casi todos los días y dormía en el duro suelo y tenía por almohada una piedra. Después la salud se le resintió y por orden del médico tuvo que suavizar esas mortificaciones. San Raimundo cuenta que Dios le permitía visiones celestiales, que un día logró ver cómo era Jesús cuando era Niño. Otra vez estando la despensa del convento desprovista y no habiendo alimentos para las monjas, ella rezó con fe y la despensa apareció llena de comestibles. La veían levantada por los aires mientras le llegaban los éxtasis de la oración. Un ángel se le apareció ofreciéndole un cáliz de amargura y le dijo: “Como Jesús, en esta tierra tendrás que beber el cáliz de la amargura, pero para la eternidad te espera la corona de gloria que nunca se marchita”.
Santa Catalina de Siena que fue a Montepulciano a visitar el cadáver
de Santa Inés, el cual después de 30 años, todavía se encontraba
incorrupto, profesaba una gran veneración a esta santa y en una carta
que escribió a las religiosas de esa comunidad les dice: “Les recomiendo
que sigan las enseñanzas de la hermana Inés y traten de imitar su santa
vida, porque dio verdaderos ejemplos de caridad y humildad. Ella tenía
en su corazón un gran fuego de caridad, regalado por el mismo Dios, y
este fuego le producía un inmenso deseo de salvar almas y de
santificarse por conseguir la salvación de muchos. Y después de la
caridad lo que más admiraba en ella era su profunda humildad. Siempre
oraba y se esforzaba por conservar y aumentar estas dos virtudes. Y lo
que le ayudaba mucho a crecer en santidad era que se había despojado de
todo deseo de poseer bienes materiales o de darle gusto a sus
inclinaciones sensuales, y el dominar continuamente su amor propio. Su
corazón estaba totalmente lleno de amor a Cristo Crucificado, y este
amor echaba fuera los amores mundanos y los apegos indebidos a lo que es
terrenal. Ella ofrecía en sacrificio a Dios su propia sensualidad. Para
esta buena religiosa el mejor tesoro era Cristo crucificado, en quien
meditaba siempre y a quien tanto amaba”. Hermoso relato redactado por
una gran santa, acerca de otra santa también muy admirable.
San Raimundo cuenta que muchos testigos le declararon haber presenciado hechos milagrosos en la vida de Santa Inés.
Cuando estaba moribunda, oyó que sus religiosas lloraban y les dijo emocionada: “Si en verdad me aman, alégrense de que voy al Padre Dios a recibir su herencia eterna. No se afanen que desde la eternidad las encomendaré siempre”.
Murió en el mes de abril del año 1317 a la edad de 49 años, y en su sepulcro se han obrado muchos milagros.