¡Oh!, San Charles de Foucauld, vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado beato, que, de milagro
os convertisteis luego de vuestro peregrinar a Tierra
Santa. Vuestra vida: contemplación, pobreza, humildad,
y, “vivo” testimonio del Amor de Dios entre cristianos,
judíos y musulmanes. El Sahara, de vos, sabe y mucho,
pues allí, a Cristo imitasteis porque Él, os proveyó
de gracia y dones maravillosos. Los “bereberes” y los
“tuaregs” vuestros amigos eran y, de éstos últimos
escribisteis sobre su lengua. Vuestra famosa orden
la de la "Comunidad de los Hermanitos de Jesús”, manos
echaron a su evangelización. Y, de vuestro ejemplo,
nacen luego y, a imitación vuestra “Las Hermanitas
del Sagrado Corazón”, “Las Hermanitas de Jesús”, “las
Hermanitas del Evangelio”, “Las Hermanitas de Nazaret”,
“Los Hermanitos del Evangelio” y “Los hermanitos de
de Charles Foucauld”, en honor vuestro. “Padre mío,
me abandono a Ti. Haz de mí lo que quieras. Lo que
hagas de mí te lo agradezco, estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo. Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos. Te la doy, Dios mío, con
todo el amor de mi corazón, porque te amo, y porque
para mí amarte es darme, entregarme en Tus manos sin
medida, con infinita confianza, porque Tu eres mi Padre”.
Así, escribisteis a Dios, alguna vez en las arenas
quemantes del Sahara, viviendo como otro Cristo más.
Años más tarde Juan Pablo II, el día del reconocimiento
de vuestro milagro, recalcó una vez más vuestra santa vida:
“Vivió en la pobreza, en la contemplación, en la humildad,
testimoniando fraternalmente el amor de Dios entre
los cristianos, los judíos y los musulmanes”. Mayor
prueba de vuestro amor, ya no hay. Por ello y cuando
vuestra alma, al cielo marchó, coronada fue con corona
de luz, como premio justo a vuestra entrega de amor y fe;
¡Oh!, San Charles de Foucauld, “vivo Cristo del amor de Dios”.
del Dios de la vida y su amado beato, que, de milagro
os convertisteis luego de vuestro peregrinar a Tierra
Santa. Vuestra vida: contemplación, pobreza, humildad,
y, “vivo” testimonio del Amor de Dios entre cristianos,
judíos y musulmanes. El Sahara, de vos, sabe y mucho,
pues allí, a Cristo imitasteis porque Él, os proveyó
de gracia y dones maravillosos. Los “bereberes” y los
“tuaregs” vuestros amigos eran y, de éstos últimos
escribisteis sobre su lengua. Vuestra famosa orden
la de la "Comunidad de los Hermanitos de Jesús”, manos
echaron a su evangelización. Y, de vuestro ejemplo,
nacen luego y, a imitación vuestra “Las Hermanitas
del Sagrado Corazón”, “Las Hermanitas de Jesús”, “las
Hermanitas del Evangelio”, “Las Hermanitas de Nazaret”,
“Los Hermanitos del Evangelio” y “Los hermanitos de
de Charles Foucauld”, en honor vuestro. “Padre mío,
me abandono a Ti. Haz de mí lo que quieras. Lo que
hagas de mí te lo agradezco, estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo. Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas, no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos. Te la doy, Dios mío, con
todo el amor de mi corazón, porque te amo, y porque
para mí amarte es darme, entregarme en Tus manos sin
medida, con infinita confianza, porque Tu eres mi Padre”.
Así, escribisteis a Dios, alguna vez en las arenas
quemantes del Sahara, viviendo como otro Cristo más.
Años más tarde Juan Pablo II, el día del reconocimiento
de vuestro milagro, recalcó una vez más vuestra santa vida:
“Vivió en la pobreza, en la contemplación, en la humildad,
testimoniando fraternalmente el amor de Dios entre
los cristianos, los judíos y los musulmanes”. Mayor
prueba de vuestro amor, ya no hay. Por ello y cuando
vuestra alma, al cielo marchó, coronada fue con corona
de luz, como premio justo a vuestra entrega de amor y fe;
¡Oh!, San Charles de Foucauld, “vivo Cristo del amor de Dios”.
© 2023 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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1° de Diciembre
San Charles de Foucauld, fundador
Sacerdote Francés.
Nacido en Estrasburgo (Francia) el 15 de septiembre de 1858, Charles
de Foucauld, emprendió en 1883 una afortunada expedición en el desierto
de Marruecos que la valió la medalla de oro de la Sociedad de Geografía.
Su conversión religiosa se produjo en 1886 y tiene como consecuencia
la peregrinación a Tierra Santa realizada en 1888. Tras la experiencia
como trapense en Siria y como eremita en Nazaret, en 1901 fue ordenado
sacerdote. Estudió el árabe y el hebreo.
«Vivió en la pobreza, en la contemplación, en la humildad,
testimoniando fraternalmente el amor de Dios entre los cristianos, los
judíos y los musulmanes», recordó ante Juan Pablo II durante la
ceremonia de promulgación del decreto de reconocimiento de un milagro
atribuido a su intercesión el cardenal José Saraiva Martins, prefecto de
la Congregación para las Causas de los Santos.
«Para imitar la vida oculta de Jesús en Nazaret, se fue a vivir en el
corazón del desierto del Sahara, en Tamanrasset» (Hoggar), añadió el
purpurado portugués el 20 de diciembre pasado.
Los bereberes le llamaban «marabut». Escribió varios libros sobre los
tuaregs, en particular una gramática y un diccionario francés-tuareg,
tuareg-francés.
Surgió en torno a él la comunidad de los Hermanitos de Jesús, empeñados en la evangelización de los tuaregs del Sáhara.
El 1 de diciembre de 1916, a la edad de 58 años, Charles de Foucauld
muere por un disparo de fusil en medio de una escaramuza entre los
bereberes de Hoggar.
Diez congregaciones religiosas y ocho asociaciones de vida espiritual
han surgido de su testimonio y carisma. Entre ellos, se encuentran las
Hermanitas del Sagrado Corazón, las Hermanitas de Jesús, las Hermanitas
del Evangelio, las Hermanitas de Nazaret, los Hermanitos de Jesús, los
Hermanitos del Evangelio; así como la Fraternidad Jesús Caritas, o la
Fraternidad Charles de Foucauld.
Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre.
(Charles de Foucauld).
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre.
(Charles de Foucauld).
(http://es.catholic.net/sacerdotes/315/733/articulo.php?id=24830)