10 de Diciembre
Domingo 2 (B) de Adviento
Texto del Evangelio (Mc 1,1-8): Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Conforme está escrito en Isaías el profeta: «Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas».
Juan llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo».
«Apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión»
Hoy, cuando se alza el telón del
drama divino, podemos escuchar ya la voz de alguien que proclama:
«Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas» (Mc 1,3). Hoy, nos
encontramos ante Juan el Bautista cuando prepara el escenario para la
llegada de Jesús.
Algunos creían que Juan era el verdadero Mesías. Pues hablaba como los
antiguos profetas, diciendo que el hombre ha de salir del pecado para
huir del castigo y retornar hacia Dios a fin de encontrar su
misericordia. Pero éste es un mensaje para todos los tiempos y todos los
lugares, y Juan lo proclamaba con urgencia. Así, sucedió que una riada
de gente, de Jerusalén y de toda Judea, inundó el desierto de Juan para
escuchar su predicación.
¿Cómo es que Juan atraía a tantos hombres y mujeres? Ciertamente,
denunciaba a Herodes y a los líderes religiosos, un acto de valor que
fascinaba a la gente del pueblo. Pero, al mismo tiempo, no se ahorraba
palabras fuertes para todos ellos: porque ellos también eran pecadores y
debían arrepentirse. Y, al confesar sus pecados, los bautizaba en el
río Jordán. Por eso, Juan Bautista los fascinaba, porque entendían el
mensaje del auténtico arrepentimiento que les quería transmitir. Un
arrepentimiento que era algo más que una confesión del pecado —en si
misma, ¡un gran paso hacia delante y, de hecho, muy bonito! Pero,
también, un arrepentimiento basado en la creencia de que sólo Dios
puede, a la vez, perdonar y borrar, cancelar la deuda y barrer los
restos de mi espíritu, enderezar mis rutas morales, tan deshonestas.
«No desaprovechéis este tiempo de misericordia ofrecido por Dios», dice
San Gregorio Magno. —No estropeemos este momento apto para impregnarnos
de este amor purificador que se nos ofrece, podemos decirnos, ahora que
el tiempo de Adviento comienza a abrirse paso ante nosotros.
¿Estamos preparados, durante este Adviento, para enderezar los caminos
para nuestro Señor? ¿Puedo convertir este tiempo en un tiempo para una
confesión más auténtica, más penetrante en mi vida? Juan pedía
sinceridad —sinceridad con uno mismo— a la vez que abandono en la
misericordia Divina. Al hacerlo, ayudaba al pueblo a vivir para Dios, a
entender que vivir es cuestión de luchar por abrir los caminos de la
virtud y dejar que la gracia de Dios vivificara su espíritu con su
alegría.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«Sabemos de una triple venida del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Esta venida intermedia es como una senda por la que se pasa de la primera a la última: en la primera, Cristo fue nuestra redención; en la última, aparecerá como nuestra vida; en ésta, es nuestro descanso y nuestro consuelo» (San Bernardo)
«Uno de los rasgos característicos de Dios es que es el “Dios-que-viene”. No es un Dios que está en el cielo, desinteresándose de nosotros y de nuestra historia, sino que es el “Dios-que-viene”. Es un Padre que nunca deja de pensar en nosotros» (Benedicto XVI)
«Con Juan Bautista, el Espíritu Santo, inaugura, prefigurándolo, lo que realizará con y en Cristo: volver a dar al hombre la “semejanza” divina. El bautismo de Juan era para el arrepentimiento, el del agua y del Espíritu será un nuevo nacimiento» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 720)
(https://evangeli.net/evangelio/dia/2023-12-10)