¡Oh!, San Alonso Rodríguez; sois vos, el hijo del Dios
de la vida, y su amado santo, quien siempre llevó consigo,
en su corazón, su destino de Cruz, y casi, como el buen
Job bíblico, probado fuisteis, por Aquél a quien amabais,
y de tal forma, que os mostró, la senda angosta que,
a la celeste patria, os condujo feliz. Lego como erais,
con humildad y amor, cosechasteis lo sembrado alcanzando,
con vuestra oración constante, los aromas del místico
cielo, para morar, junto a Cristo, Dios y Señor Nuestro,
por toda la eternidad. Vos os propusisteis ver a Jesús,
en cada visitante, y tratar muy bien a Jesús que llegaba
disfrazado de prójimo. Cuando alguien os preguntaba por
qué no era más duro con ciertos tipos inoportunos, vos,
amorosamente le respondíais: “Es que a Jesús que se
disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza
o mala educación”. de seguro que Jesús en el cielo os dijo:
“Ven siervo bueno y fiel. Entra en el gozo de tu Señor,
porque cuando me disfracé de huésped me tratase sumamente
bien. El buen trato que les diste a los demás, aún a los
más humildes, lo recibo como si me lo hubieras dado a Mí
en persona”. Vuestros compañeros jesuitas dejaron escrito
un bello mensaje para vos: “Declaramos que jamás vimos
en el hermano Alonso Rodríguez un comportamiento que no
fuera el de un verdadero santo”. Compartisteis con San
Pedro Claver, vuestra vida por tres años, y una noche
vos, oísteis una visión que os decían: “Pedro Claver está
destinado a hacer un gran bien en Sudamérica”. Y, así fue.
Quiera, Dios Todopoderoso que, los hombres de hoy, a
imitación vuestra, acepten los designios de Cristo, con
paciencia y resignación, hasta el día aquél, en que,
gocemos todos juntos, de las alegrías del cielo, como
vos, mismo, las gozáis hoy, corona de luz luciendo como
premio justo, a vuestra entrega de amor y fe. !Aleluya!
¡Oh!, San Alonso Rodríguez, “vivo amor y luz de Cristo”.
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
30 de OctubreSan Alonso Rodríguez
Viudo y portero
Año 1617
Gracias Señor por estos modelos admirables que nos
presentas en tus santos. Haz que queramos imitarlos y que seamos capaces
de seguir sus buenos ejemplos.
Alonso significa: “pronto para hacer el bien” (del germano
al: el bien. Ons: prontitud). El santo de hoy es un caso típico. Viudo,
comerciante, portero por 45 años de un colegio. Poco instruido en las
ciencias del mundo, pero un verdadero místico.
San Alonso nació en Segovia (España) en 1533, hijo de un comerciante
acaudalado. Cuando nuestro santo aún era un niño, tuvo la suerte de que
llegó a su ciudad a predicar el Beato Pedro Fabro (discípulo muy amado
de San Ignacio de Loyola) y se hospedó en la casa de los padres de
Alonso y luego en compañía del jovencito se fue a una finca que poseía
la familia Rodríguez, y allá lo preparó a la Primera Comunión. Esta
amistad con un gran apóstol le fue de enorme provecho para su
santificación.
Alonso fue después a estudiar en un colegio de los Padres Jesuitas,
pero al morir su padre tuvo que volverse a casa para administrar los
negocios. Sin embargo el destino que Dios le tenía preparado no era el
de negociante y como no poseía las suficientes cualidades para ese
oficio, sus negocios fueron decayendo poco a poco. Era como una llamada
que Dios le hacía para que se dedicara a otra labor donde sí iba a
conseguir la santidad.
Alonso se casó con una mujer muy buena y piadosa y tuvieron un hijo.
Pero luego cuando iba a nacer el segundo niño, la esposa murió,
dejándolo viudo y con un hijito muy pequeño. En seguida murió también su
madre y los negocios empezaron a quebrar. Esta serie de infortunios
hizo pensar a Alonso si no sería que Dios quería de él otro modo de
vivir. Hasta entonces había sido un honrado comerciante, pero le faltaba
todavía ser un creyente fervoroso y heroico
Vendió entonces los pocos bienes que le quedaban y se fue con su
hijito a vivir junto a dos hermanas suyas que eran extraordinariamente
piadosas, las cuales le enseñaron el arte de rezar bien, y de hacer
meditación y oración mental. Las enseñanzas de estas dos sencillas
mujeres le fueron de inmensa importancia para su vida.
Alonso meditaba dos horas diarias por la mañana, y por la tarde
rezaba el rosario pensando en los misterios. Pronto empezó a descubrir
la imperfección de su vida pasada, viéndola a la luz de las enseñanzas
de Jesucristo. En un momento de meditación alcanzó a contemplar un poco
los goces que nos esperan en el cielo, y en esos días hizo una confesión
general de toda su vida y empezó una existencia totalmente dedicada a
la oración, a la mortificación, a la meditación y a obras de caridad a
favor de los pobres.
Luego murió su único hijo. Alonso sintió una agonía de muerte, pero
en seguida Nuestro Señor le iluminó con la lectura de una página del
Libro de la Sabiduría en la S. Biblia (Capítulo 4) que dice que a muchos
jóvenes se los lleva Dios a la otra vida para evitarles terribles
peligros que les podían llegar en esta vida contra su santidad y su
salvación. Con esto Alonso se consoló inmensamente porque comprendía que
su hijito tan amado, al morir tan joven se había librado de muchos
peligros de ofender a Dios. Y esa muerte tan dolorosa lo movió a
renunciar a todo e irse de religioso.
Alonso pidió a los padres jesuitas que lo aceptaran en su comunidad,
pero nadie quería recibirlo porque tenía ya casi 40 años, no había hecho
estudios y además era viudo. No se acostumbraba recibir gente de esa
clase. Pero de pronto el superior sin saber por qué, cambió de parecer, y
lo aceptó como hermano lego. Esa iba a ser la profesión que lo iba a
llevar a la santidad.
Los superiores lo enviaron a la isla de Mallorca como portero del
colegio de los jesuitas de Montesión. Allí en ese cargo se ganará la
gloria del cielo atendiendo durante 45 años con la más exquisita bondad a
toda clase de huéspedes y transeúntes.
Ser portero en un gran colegio no es tarea fácil, y menos lo era en
aquellos tiempos en los que no había ni teléfono, ni otros medios de
fácil comunicación de que disponemos hoy en día. Y los que lo conocieron
y trataron dejaron constancia de que jamás alguien recibió del hermano
Alonso un trato hosco o maleducado o frío, sino que por el contrario,
todos se sentían tratados como si fueran grandes personajes. Allí
llegaban montones de alumnos (con su algarabía juvenil), padres de
familia, proveedores del colegio, religiosos viajeros que venían a pedir
hospedaje por unos días, visitantes, médicos, obispos, militares,
empleados del gobierno, vendedores y multitud de pordioseros y cada cual
se sentía tratado por el hermano Alonso con una amabilidad que no
estaban acostumbrados a recibir en otras partes.
Alonso Rodríguez se propuso ver a Jesús en cada visitante que
llegaba, y tratar muy bien a Jesús que llegaba disfrazado de prójimo.
Cuando alguien le preguntaba por qué no era más duro y áspero con
ciertos tipos inoportunos, le respondía: “Es que a Jesús que se disfraza
de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación”.
Seguramente que Nuestro Señor al llegar al cielo le habrá repetido
aquello que en el Evangelio prometió que dirá a quienes tratan bien a
los demás: “Ven siervo bueno y fiel. Entra en el gozo de tu Señor,
porque cuando me disfracé de huésped me tratase sumamente bien. El buen
trato que les diste a los demás, aún a los más humildes, lo recibo como
si me lo hubieras dado a Mí en persona” (Mt. 25, 40).
Sus compañeros jesuitas dejaron escrita esta observación
verdaderamente admirable: “Declaramos que jamás vimos en el hermano
Alonso Rodríguez un comportamiento que no fuera el de un verdadero
santo”. Algo admirable en verdad.
De entre tantísimos amigos que Alonso trató en su oficio de portero
en los 45 años en Montesión, el más santo e importante de todos fue San
Pedro Claver. Este gran apóstol vivió tres años con Alonso en aquella
casa, y una noche el fervoroso portero oyó en visión que le decían:
“Pedro Claver está destinado a hacer un gran bien en Sudamérica”. Desde
entonces el santo portero se propuso animar a Pedro a que viajara como
misionero a América, y lo logró. Pedro Claver bautizó a más de 300,000
negros en Cartagena, y nunca pudo olvidar los buenísimos consejos que le
dio su fiel amigo Alonso, en Mallorca.
San Pablo decía que para que no se llenara de orgullo Dios le
permitió ataques terribles en su carne. Y así le sucedió también al buen
Alonso. De vez en cuando le llegaban sequedades tan espantosas en la
oración que para él, rezar era un verdadero tormento. Todo lo que fuera
piedad le producía repulsión. Pero así y con esas sequedades seguía
rezando. Rezaba todo el día, viajando de un sitio a otro de la casa
llevando razones y mensajes, o atendiendo en su portería a todo el que
llegaba. Alonso rezaba siempre.
Un día cuando sus tentaciones impuras se le habían vuelto casi
enloquecedoras, al pasar por frente a una imagen de la Sma. Virgen le
gritó en latín: “Sancta Maria, Mater Dei, memento mei” (Santa María
Madre de Dios, acuérdate de mí) e inmediatamente sintió que las
tentaciones desaparecían. Desde entonces se convenció de que la
Santísima Virgen tiene gran poder para alejar a los espíritus impuros, y
se dedicó a encomendase a Ella con mayor fervor. Le rezaba varios
rosarios cada día y en honor de la Madre de Dios rezaba salmos diarios. Y
la Virgen María fue su gran Protectora y defensora hasta la hora de su
muerte y se le apareció varias veces, llenándolo de increíble felicidad.
En sus dolorosas enfermedades se sentía asistido por Jesús y María y
decía que había días en que los sentía tan presentes junto a él como si
hubiera vivido en Nazaret cuando ellos los dos estaban viviendo allá.
Esto le producía intensas alegrías espirituales.
Con autorización de sus superiores fue escribiendo todo lo que
recordaba de sus experiencias espirituales, y en esa su autobiografía
hay detalles que demuestran cómo este sencillo e ignorante porterito de
un colegio llegó a altísimos grados en la vida mística. Con razón las
gentes de todas las clases sociales iban al colegio a pedirle sus
consejos, a consultarle sus dudas y a recibir consuelos para sus penas.
Cuando ya era muy anciano y estaba sumamente enfermo, un día el
superior para ver qué tanta era su obediencia le dijo: “Le ordeno que se
vaya de misionero a América del Sur”. Inmediatamente Alonso empacó sus
pocas ropas y salió por la portería, listo a embarcarse en el primer
barco que llegara. El superior tuvo que mandarle otra vez que se
volviera a su puesto.
Otro día el superior, que sufría de un reumatismo sumamente doloroso
le dijo: “Hermano Alonso, pídale a Dios y a la Virgen que me curen de
este mal tan molesto”. El santo estuvo toda la noche rezando, y no dejó
de rezar pidiendo aquel favor, sino cuando al amanecer supo que el Padre
Superior había amanecido totalmente curado.
El 29 de octubre de 1617 sintiéndose sumamente lleno de dolores y de
angustias, al recibir la Sagrada Comunión, inmediatamente se llenó de
paz y de alegría, y quedó como en éxtasis. Dos días estuvo casi sin
sentido y el 31 de octubre despertó, besó con toda emoción su crucifijo y
diciendo en alta voz: “Jesús, Jesús, Jesús” expiró.
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Alonso_Rodriguez.htm)