¡Oh¡ Santo Tomás de Cori, vos sois el hijo del Dios de la Vida
y su amado santo. “El santito”, os llamaba la gente, y que,
en vuestras horas largas de soledad aprendisteis a ver a ver
a Dios en las cosas sencillas, en la naturaleza y, en la
oración. Os atraía, desde siempre ser discípulo de San
Francisco, pero la responsabilidad de vuestras hermanas os
impió hacerlo, esperando hasta que se casaran y luego, os
aceptaron y os enviaron a Orvieto a estudiar teología y en
ella os odenaron sacerdote y al poco tiempo, os nombraron
maestro de novicios. Vos, os retirasteis a vivir en el convento
de Bellegra. Allí escribisteis los estatutos para la formación
de los religiosos y también para normar la vida en los conventos
de retiro. Vuestra fama de santidad hizo que muchos religiosos
y laicos acudiesen a vos, para pedir consejo o dirección
espiritual. Vuestra predicación era clara y sencilla, tanto que,
conmovían a los más duros corazones, que se veían impulsados
a reconciliarse con Dios y a vivir la fe intensamente en sus
vidas. Vos pasabais largas horas ante el Santísimo sin que nadie
pudiera imaginar que por cuarenta vivierais una gran sequedad
espiritual, sufriendo la ausencia de todo consuelo en la oración
y en la vida espiritual, pero, nunca nadie os vió jamás triste,
siendo para vuestros hermanos un padre afable y lleno de
amabilidad. Algunos, se oponían a la reforma del convento,
pero vos los tratabais con suma paciencia y humildad, ganándoos
sus corazones a fuerza de caridad y de testimonio. Y, así,
y luego de haber gastado vuestra santa vida en buena lid, voló
vuestra al cielo, para ser coronada con corona de luz y eternidad;
¡Oh! Santo Tomás de Cori, «vivo Amor por la Santa Eucaristía».
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
11 de Enero
Santo Tomás de Cori
Nació en Cori (Italia), el 4 de junio de 1655. A los 14 años quedó huérfano y se quedó a cargo de sus dos hermanas menores. A fin de mantenerlas se dedicó al pastoreo. “El santito”, como cariñosamente lo llamaba la gente, en sus largas horas de soledad aprendió a ver a Dios en las cosas sencillas, en la naturaleza y, sobretodo, en la oración.
Un tiempo después tuvo contacto con los franciscanos de su pueblo y rápidamente se sintió llamado a ser discípulo de San Francisco. Sin embargo, no ingresó a la Orden hasta que ambas se casaron. Una vez aceptado, le enviaron a Orvieto a estudiar teología. En esa ciudad es ordenado sacerdote en 1683. Poco tiempo después fue nombrado maestro de novicios.
Los franciscanos se habían expandido por todo el mundo; pero no todos vivían con fervor su vocación. Por esos días, aparecieron en varios conventos los llamados “Retiros”, como una iniciativa en la que se acentuaba la vida espiritual y el espíritu de pobreza. Tomás pidió irse a vivir a uno de estos conventos en Bellegra. Allí escribió estatutos para la formación de los religiosos y también para normar la vida de este tipo de conventos-retiro.
La Orden reunida en Capítulo General en Murcia, en España, los generalizó para todos los conventos-retiro franciscanos del mundo.
La fama de santidad de Tomás suscitó que muchos religiosos y laicos acudieran a él para pedir consejo o dirección espiritual. Su predicación era de una claridad y sencillez tales que conmovía los corazones de aquellos que acudían a escucharlo y se veían impulsados a reconciliarse con Dios y a vivir la fe intensamente.
Tomás pasaba largas horas ante el Santísimo sin que nadie pudiera imaginar que por 40 años vivió una gran sequedad espiritual, sufriendo la ausencia de todo consuelo en la oración y en la vida espiritual. Nadie lo vio nunca triste.
Santo Tomás de Cori fue para sus hermanos un padre lleno de amabilidad. A algunos que se oponían a la reforma del convento, los trató con suma paciencia y humildad, ganándose sus corazones a fuerza de caridad y de testimonio.
Murió después de una larga jornada en el confesionario el 11 de enero de 1729. Fue canonizado por Juan Pablo II el 21 de noviembre de 1999.