¡Oh! San Longinos, vos, sois el hijo del Dios de la Vida,
su mártir y amado santo, y que, por órdenes de Pilatos,
estuvisteis con otros soldados al pie de la cruz de Nuestro
Señor y fuisteis el que traspasó su costado con una lanza.
Además, sois quien, al ver los terremotos y estruendos
de la naturaleza que se produjeron a la muerte de Cristo,
pronunciasteis la frase que os hizo el primer convertido
a la fe cristiana: «Verdaderamente, Éste era Hijo de Dios».
Vos, estabais quedando ciego y al dar la lanzada, una gota
del Salvador cayó sobre vuestros ojos y os dejó sano al instante;
y por ello, abandonasteis la carrera militar y después
de haber sido instruido por los apóstoles, llevasteis una
vida monástica en Cesárea, donde ganasteis muchas almas
para Cristo por medio de la palabra y del ejemplo. Pero,
pronto caísteis en manos de los perseguidores, que os
llevaron a juicio y como vos, os rehusasteis a ofrecer
sacrificios, el gobernador ordenó que se os quebrantaran
a golpes todos vuestros dientes y que, os cortaran la
lengua. Sin embargo, vos, cogisteis una hacha y redujisteis
a polvo los ídolos, de donde salió una horda de demonios
que se apoderó del gobernador y sus ayudantes, que
comenzaron a dar gritos y gemidos espeluznantes. Luego,
fuisteis hacia el gobernador y le dijisteis que solo con
vuestra muerte podría ser curado, por lo que fuisteis
condenado a ser decapitado. Y, por increíble que parezca
tan pronto os ejecutaron, el gobernador se arrepintió
y en el mismo momento recuperó la cordura y terminó su
vida haciendo buenas obras, hasta el final de sus días;
¡Oh! San Longinos, «vivo siervo al pie de la Cruz de Cristo».
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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15 de Marzo
San Longinos
Traspasó con su lanza el costado de Cristo
y creyó en Él
San Longinos fue el centurión que por órdenes de Pilatos, estuvo con otros soldados al pie de la cruz de Nuestro Señor y el que traspasó su costado con una lanza. Longinos fue quien, al ver las portentosas convulsiones de la naturaleza que se produjeron a la muerte de Cristo, pronunció la famosa frase que le hizo el primer convertido a la fe cristiana: «Verdaderamente, Este era Hijo de Dios».
También se dice que se estaba quedando ciego y al dar la lanzada, una gota del Salvador cayó sobre sus ojos y lo dejó sano al instante; por tal razón, abandonó la carrera de soldado y después de haber sido instruido por los apóstoles, llevó una vida monástica en Cesárea, Capadocia, donde ganó muchas almas para Cristo por medio de palabras y ejemplo.
Muy pronto cayó en manos de los perseguidores, que lo llevaron a juicio y como se rehusó a ofrecer sacrificio, el gobernador ordenó que se le quebrantaran a golpes todos los dientes y que le cortaran la lengua. Sin embargo, el santo cogió una hacha y redujo a fragmentos los ídolos, de donde salió una horda de demonios que se apoderó del gobernador y sus ayudantes, que comenzaron a dar gritos y gemidos.
Longinos fue hacia el gobernador y le dijo que solo con su muerte podrá ser curado, por lo que fue condenado a ser decapitado. Tan pronto fue ejecutado el santo, el gobernador mostró su arrepentimiento y en el mismo momento recuperó la cordura y terminó su vida haciendo toda clase de buenas obras.