04 noviembre, 2025

San Carlos Borromeo, Arzobispo de Milán

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04 de noviembre
San Carlos Borromeo
Arzobispo de Milán
 
Cada 4 de noviembre la Iglesia Católica celebra a San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán y personaje importantísimo de la contrarreforma católica del siglo XVI, junto al fundador de la Compañía de Jesús, San Ignacio de Loyola.
 
El Papa San Juan Pablo II el Grande le tenía un gran aprecio y devoción, y lo consideraba su santo patrono.
 
Pastor diligente y cuidadoso
 
San Carlos Borromeo nació en Milán, Italia, el 2 de octubre de 1538, en el seno de una familia noble. Estudió derecho civil y canónico en la Universidad de Pavía, donde se doctoró en 1559. Su tío fue Giovanni Medici, el Papa Pío IV (p.1559-1565), quien lo mandó llamar de Milán a Roma apenas graduado, para que lo asista en la administración de su pontificado. Pio IV lo ordenó diácono en 1560 y a partir de ese momento lo hizo ocupar altos cargos eclesiásticos en los que Carlos se desempeñó con eficiencia y pulcritud.
 
En 1561 Borromeo fue nombrado secretario de Estado y luego gobernador. También formó parte del Santo Oficio. Por órdenes del Papa, participó en la organización y desarrollo de la tercera sesión del Concilio de Trento (1545-1563) de 1562, haciendo una importante contribución desde la Secretaría de Estado del Vaticano. Independientemente de la parte organizativa, Borromeo participó en la reforma de los cánones arquitectónicos y artísticos de la Iglesia, haciendo sentir su influencia sobre algunos aspectos de la música sacra o litúrgica.
 
Como funcionario eclesial, se preocupó mucho por la formación de los sacerdotes. Destituyó a muchos presbíteros indignos y los reemplazó por personas que cumplían con las condiciones de honorabilidad y fidelidad a la Iglesia.
 
Su vida, en medio de todas estas responsabilidades dio un giro que terminaría en su asension al episcopado. El 17 de julio de 1563 fue ordenado sacerdote y en la víspera de la Inmaculada Concepción, en diciembre, recibió la ordenación episcopal. Once meses después (noviembre de 1564) sería creado cardenal cuando ya ocupaba hacía unos meses (desde mayo) la sede arzobispal de Milán. En este proceso de conversión y renovación espiritual profunda jugaron un papel muy importante los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, y, por supuesto, la compañía de sus buenos amigos jesuitas.
 
Complot para acabar con su vida
 
Por su diligencia y celo evangélico, de la misma manera como cosechó abundantes frutos para Dios, se hizo de peligrosos enemigos. Incluso, en alguna oportunidad, su vida corrió peligro, cuando un grupo de miembros de la Orden de los Humiliati -poseedora de monasterios, tierras y otras propiedades- intentaron desprestigiarlo ante el Papa. Los Humiliati fueron suprimidos posteriormente por bula papal en 1571.
 
Al no conseguir su cometido, tres priores de la mencionada Orden organizaron una conspiración para matarlo. Jerónimo Donati, sacerdote de los Humiliati, aceptó el encargo de darle muerte a cambio del pago de 20 monedas de oro.
 
Donati llegó a dispararle a Borromeo mientras rezaba en la capilla de su casa, pero providencialmente la bala no llegó a darle de lleno y solo quedó herido.
 
Servicio apostólico y epílogo de santidad
 
Durante la peste que se propagó en Milán, San Carlos se puso al cuidado de los enfermos. Fue el organizador del clero y las órdenes religiosas que salieron al encuentro de los contagiados, necesitados de asistencia médica y espiritual. Borromeo atendió personalmente a cientos de moribundos, y fue gestor de la ayuda económica a las víctimas y sus familias.
 
Borromeo fue amigo de mucha gente de bien y servidores de la Iglesia, algunos de ellos santos, como es el caso de San Francisco de Borja, San Felipe Neri, San Pío V, San Félix de Cantalicio, San Andrés Avelino, entre otros. Como un dato hermoso, se sabe que fue San Carlos Borromeo quien le dio la primera comunión a un adolescente San Luis Gonzaga.
 
Carlos Borromeo murió el 4 de noviembre de 1584. Durante los últimos años de su vida siguió dedicado a la implementación de las reformas establecidas en el Concilio de Trento. En esa tarea siempre había encontrado fuerte oposición, al punto de que fue acusado ante los tribunales eclesiásticos de Roma y Madrid.
 
A los 46 años, durante el retiro anual que realizaba en Monte Varallo, cayó enfermo; y el posterior viaje de retorno a Milán no hizo más que empeorar las cosas. Finalmente fue llamado a la presencia de Dios.
San Carlos Borromeo y San Juan Pablo II el Grande
 
San Juan Pablo II, en audiencia del 4 de noviembre de 1981, realizada meses después de sufrir aquel trágico atentado a manos del turco Ali Agca (13 de mayo de ese mismo año), resaltó ciertos detalles que lo asemejaban a San Carlos Borromeo y que, de hecho, lo unieron espiritualmente mucho a él.
 
El Papa empezó su discurso diciendo: “He aquí el papel que San Carlos realiza en mi vida y en la vida de todos los que llevan su nombre… ”. Se trataba de un primer detalle, relacionado precisamente con su nombre de pila: “Karol” [Wojtila] es “Carlos”. San Juan Pablo II había recibido de sus padres el nombre del santo en el bautismo.
 
Un segundo detalle los unió aún más: ambos habían sido víctimas de atentados contra sus vidas, y, claro está, habían sobrevivido milagrosamente. Así como se pretendió acabar de un disparo con la vida del arzobispo de Milán en el siglo XVI, el Papa Peregrino recibió cuatro disparos en el cuerpo en mayo de 1981. Ambos lograron sobrevivir a aquellas circunstancias, y aunque sus vidas corrieron serio peligro, tuvieron la gracia de una ‘segunda oportunidad’, una ‘segunda vida’.
 
Juan Pablo II se refería a esta experiencia así: “(Haber sobrevivido permite) mirar la vida de modo nuevo: esta vida (…) está unida a la memoria de mis padres y simultáneamente al misterio del bautismo, y al nombre de San Carlos Borromeo”.
 
El tercer detalle está en la relación de ambos santos con Concilios importantísimos. San Carlos Borromeo participó en el Concilio de Trento y San Juan Pablo II del Concilio Vaticano II. Al igual que su santo patrono, el Papa Peregrino también fue un gran difusor de las enseñanzas del concilio, trabajando por llevar a la práctica sus intuiciones.
 
Nota bene: más sobre Carlos Borromeo y Karol Wojtila
 
A lo reflexionado aquella vez por el Santo Padre, es posible añadir un par de datos más. A los dos los unió un profundo amor y respeto por los pobres y enfermos. Así como recordamos a Juan Pablo II visitando a los más necesitados, Borromeo asistió personalmente a muchos necesitados contagiados por la peste y proveyó de alimento a cientos de menesterosos.
 
Finalmente, es posible afirmar que tanto San Carlos Borromeo como San Juan Pablo II fueron personajes queridos de manera entrañable. Milán estuvo en vela la noche de la agonía de Borromeo, de la misma manera como el mundo entero estuvo en oración durante las últimas horas de vida de Juan Pablo II.
 
“Mirando mi vida en la perspectiva del bautismo, mirándola a través del ejemplo de San Carlos Borromeo, doy las gracias a todos los que hoy, en todo el período pasado, y continuamente, también ahora, me sostienen con la oración y a veces incluso con grandes sacrificios personales” (San Juan Pablo II).(ACI Prensa)

03 noviembre, 2025

San Martín de Porres, Patrono de la JusticiaSocial y Patrono universal de la Paz

 

     

 ¡Oh!, San Martín de Porres, vos, sois, el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo y, aunque vuestro color
no fue del contento de aquella virreynal Lima, vos, el bien,
hicisteis más que los “blancos” de aquella sociedad. Al
mundo llegasteis y por que así lo quiso Dios, bautizado
fuisteis en la misma pila bautismal de otro santo como
vos: ¡Santa Rosa de Lima! Barbero, curandero y ayudante
de médico erais pues, drenabais hinchazones y tumores
con destreza. Con vuestros conocimientos a los menesterosos
y pobres ayudabais. De labriegos, soldados, caballeros
y corregidores amigo y, siempre hecho caridad contínua,
como el mismo Cristo y Nuestra Señora, que envolvió
a propios y extraños, pues vuestra persona y nombre, respeto
imponía, tanto que, arreglabais matrimonios, dirimíais
contiendas, fallabais en pleitos y reconciliabais familias.
Al Virrey y al Arzobispo aconsejabais en asuntos referidos
a la administración y a la Iglesia. Muchas veces os vieron
en éxtasis, ante el santo Crucifijo, pues devoto fiel, erais
de la Santa Eucaristía y, jamás en vida, faltasteis a ella.
Vuestro convento, la casa de vuestra hermana y el hospital,
de pobres lo llenasteis. Todos os buscaban curación pidiendo
y a todos, los sanabais con caseros remedios, la oración
y con el toque de vuestra mano. “La caridad tiene siempre las
puertas abiertas, y los enfermos no tienen clausura”. Así,
respondisteis alguna vez y en cada enfermo, veíais la figura
de vuestro Maestro, y se os partía el alma, y por ello, con
la ayuda de vuestro Arzobispo y la del Virrey, un asilo
fundasteis, donde los atendías, los curabais, y les enseñabais
la doctrina cristiana. Abristeis, las escuelas de Huérfanos
de “La Santa Cruz”, donde los niños conocían a Jesucristo.
Dios, os concedió infinidad de gracias, como en las que,
curando estuvisteis en distintos sitios y a distancia,
dotado del poder de “bilocación”. Os hacíais azotar, hasta
derramar sangre, al igual que el otro pobre de Asís. Erais,
de perros, mulos, ratones, gatos, amigo y sanador, pues
a todos ellos los curabais, y jamás nunca, límites pusisteis
al ejercicio de la caridad. Y, así, el día os llegó, y que, vos,
mismo anunciasteis la fecha en la que vuestra alma al
cielo partiría y, entonces, perdón pedisteis a los religiosos,
por vuestros “malos ejemplos” y os marchasteis de este mundo,
para coronado ser, con corona de luz, como justo premio
a vuestra entrega increíble y grande de amor y fe. ¡Aleluya!
¡Oh!, San Martín de Porres, “vivo Amor del Dios de la Vida y del Amor”.

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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¡Oh! Martín

¡Oh, Martín!
¡Nadie como vos!
La paz de vuestra escoba
A perro, pericote y gato
En santas palomas los convirtieron
¡Pues Cristo lo puede todo!

Si aquellas criaturas
Dentro de sí supieron
Que la paz y el amor se dan
¿Cuánto más podrá el hombre
Si su corazón se abriera
Al Dios de la Vida?
¡Oh; Martín, “de la Paz y del Amor”.

© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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3 de Noviembre
San Martín de Porres
Patrono de la Justicia Social y Patrono universal de la Paz 

El racismo, esa distinción que hacemos los hombres distinguiendo a nuestros semejantes por el color de la piel es algo tan sinsentido como distinguirlos por la estatura o por el volumen de la masa muscular. Y lo peor no es la distinción que está ahí sino que ésta lleve consigo una minusvaloración de las personas -necesariamente distintas- para el desempeño de oficios, trabajos, remuneraciones y estima en la sociedad. Un mulato hizo mayor bien que todos los blancos juntos a la sociedad limeña de la primera mitad del siglo XVII.

Fue hijo del ilustre hidalgo -hábito de Alcántara- don Juan de Porres, que estuvo breve tiempo en la ciudad de Lima. Bien se aprecia que los españoles allá no hicieron muchos feos a la población autóctona y confiemos que el Buen Dios haga rebaja al juzgar algunos aspectos morales cuando llegue el día del juicio, aunque en este caso sólo sea por haber sacado del mal mucho bien. Tuvo don Juan dos hijos, Martín y Juana, con la mulata Ana Vázquez. Martín nació mulato y con cuerpo de atleta el 9 de diciembre de 1579 y lo bautizaron, en la parroquia de San Sebastián, en la misma pila que Rosa de Lima.

La madre lo educó como pudo, más bien con estrecheces, porque los importantes trabajos de su padre le impedían atenderlo como debía. De hecho, reconoció a sus hijos sólo tardíamente; los llevó a Guayaquil, dejando a su madre acomodada en Lima, con buena familia, y les puso maestro particular.

Martín regresó a Lima, cuando a su padre lo nombraron gobernador de Panamá. Comenzó a familiarizarse con el bien retribuido oficio de barbero, que en aquella época era bastante más que sacar dientes, extraer muelas o hacer sangrías; también comprendía el oficio disponer de yerbas para hacer emplastos y poder curar dolores y neuralgias; además, era preciso un determinado uso del bisturí para abrir hinchazones y tumores. Martín supo hacerse un experto por pasar como ayudante de un excelente médico español. De ello comenzó a vivir y su trabajo le permitió ayudar de modo eficaz a los pobres que no podían pagarle. Por su barbería pasarán igual labriegos que soldados, irán a buscar alivio tanto caballeros como corregidores.

Pero lo que hace ejemplar a su vida no es sólo la repercusión social de un trabajo humanitario bien hecho. Más es el ejercicio heroico y continuado de la caridad que dimana del amor a Jesucristo, a Santa María. Como su persona y nombre imponía respeto, tuvo que intervenir en arreglos de matrimonios irregulares, en dirimir contiendas, fallar en pleitos y reconciliar familias. Con clarísimo criterio aconsejó en más de una ocasión al Virrey y al arzobispo en cuestiones delicadas.

Alguna vez, quienes espiaban sus costumbres por considerarlas extrañas, lo pudieron ver en éxtasis, elevado sobre el suelo, durante sus largas oraciones nocturnas ante el santo Cristo, despreciando la natural necesidad del sueño. Llamaba profundamente la atención su devoción permanente por la Eucaristía, donde está el verdadero Cristo, sin perdonarse la asistencia diaria a la Misa al rayar el alba.

Por el ejercicio de su trabajo y por su sensibilidad hacia la religión tuvo contacto con los monjes del convento dominico del Rosario donde pidió la admisión como donado, ocupando la ínfima escala entre los frailes. Allí vivían en extrema pobreza hasta el punto de tener que vender cuadros de algún valor artístico para sobrevivir. Pero a él no le asusta la pobreza, la ama. A pesar de tener en su celda un armario bien dotado de yerbas, vendas y el instrumental de su trabajo, sólo dispone de tablas y jergón como cama.

Llenó de pobres el convento, la casa de su hermana y el hospital. Todos le buscan porque les cura aplicando los remedios conocidos por su trabajo profesional; en otras ocasiones, se corren las voces de que la oración logró lo improbable y hay enfermos que consiguieron recuperar la salud sólo con el toque de su mano y de un modo instantáneo.

Revolvió la tranquila y ordenada vida de los buenos frailes, porque en alguna ocasión resolvió la necesidad de un pobre enfermo entrándolo en su misma celda y, al corregirlo alguno de los conventuales por motivos de clausura, se le ocurrió exponer en voz alta su pensamiento anteponiendo a la disciplina los motivos dimanantes de la caridad, porque “la caridad tiene siempre las puertas abiertas, y los enfermos no tienen clausura”.

Pero entendió que no era prudente dejar las cosas a la improvisación de momento. La vista de golfos y desatendidos le come el alma por ver la figura del Maestro en cada uno de ellos. ¡Hay que hacer algo! Con la ayuda del arzobispo y del Virrey funda un Asilo donde poder atenderles, curarles y enseñarles la doctrina cristiana, como hizo con los indios dedicados a cultivar la tierra en Limatambo. También los dineros de don Mateo Pastor y Francisca Vélez sirvieron para abrir las Escuelas de Huérfanos de Santa Cruz, donde los niños recibían atención y conocían a Jesucristo.

No se sabe cómo, pero varias veces estuvo curando en distintos sitios y a diversos enfermos al mismo tiempo, con una bilocación sobrenatural.

El contemplativo Porres recibía disciplinas hasta derramar sangre haciéndose azotar por el indio inca por sus muchos pecados. Como otro pobre de Asís, se mostró también amigo de perros cojos abandonados que curaba, de mulos dispuestos para el matadero y hasta lo vieron reñir a los ratones que se comían los lienzos de la sacristía. Se ve que no puso límite en la creación al ejercicio de la caridad y la transportó al orden cósmico.

Murió el día previsto para su muerte que había conocido con anticipación. Fue el 3 de noviembre de 1639 y causada por una simple fiebre; pidiendo perdón a los religiosos reunidos por sus malos ejemplos, se marchó. El Virrey, Conde de Chinchón, Feliciano de la Vega -arzobispo- y más personajes limeños se mezclaron con los incontables mulatos y con los indios pobres que recortaban tantos trozos de su hábito que hubo de cambiarse varias veces.

Lo canonizó en papa Juan XXIII en 1962.

Desde luego, está claro que la santidad no entiende de colores de piel; sólo hace falta querer sin límite.

¿Qué nos enseña su vida?

La vida de San Martín nos enseña:

A servir a los demás, a los necesitados. San Martín no se cansó de atender a los pobres y enfermos y lo hacía prontamente. Demos un buen servicio a los que nos rodean, en el momento que lo necesitan. Hagamos ese servicio por amor a Dios y viendo a Dios en las demás personas.

A ser humildes. San Martín fue una persona que vivió esta virtud. Siempre se preocupó por los demás antes que por él mismo. Veía las necesidades de los demás y no las propias. Se ponía en el último lugar.

A llevar una vida de oración profunda. La oración debe ser el cimiento de nuestra vida. Para poder servir a los demás y ser humildes, necesitamos de la oración. Debemos tener una relación intima con Dios

A ser sencillos. San Martín vivió la virtud de la sencillez. Vivió la vida de cara a Dios, sin complicaciones. Vivamos la vida con espíritu sencillo.

A tratar con amabilidad a los que nos rodean. Los detalles y el trato amable y cariñoso es muy importante en nuestra vida. Los demás se lo merecen por ser hijos amados por Dios.

A alcanzar la santidad en nuestra vidas. Por alcanzar esta santidad, luchemos…

A llevar una vida de penitencia por amor a Dios. Ofrezcamos sacrificios a Dios.

San Martín de Porres se distinguió por su humildad y espíritu de servicio, valores que en nuestra sociedad actual no se les considera importantes. Se les da mayor importancia a valores de tipo material que no alcanzan en el hombre la felicidad y paz de espíritu. La humildad y el espíritu de servicio producen en el hombre paz y felicidad.

Oración

Virgen María y San Martín de Porres, ayúdenme este día a ser más servicial con las personas que me rodean y así crecer en la verdadera santidad.

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02 noviembre, 2025

Los fieles difuntos

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02 de octubre
Los fieles difuntos
 
Cada 2 de noviembre, la Iglesia Católica conmemora a todos los fieles difuntos. Es decir, a todos aquellos que han muerto, y que debieron comparecer ante Dios, su misericordia y su justicia. Así, recordamos a nuestros antepasados, amigos y familiares que nos han dejado, y para quienes abrigamos la esperanza del reencuentro definitivo, en la Presencia de Dios.
 
Sentido de la conmemoración
Señala el Martirologio Romano:
 
“Conmemoración de todos los fieles difuntos. La santa Madre Iglesia, después de su solicitud para celebrar con las debidas alabanzas la dicha de todos sus hijos bienaventurados en el cielo, se interesa ante el Señor en favor de las almas de cuantos nos precedieron con el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe solo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha de pecado y asociados a los ciudadanos celestes, puedan gozar de la visión de la felicidad eterna” (elog. del Martirologio Romano).
 
Cementerios y campos santos
 
Hoy miles de personas en todo el mundo visitan los cementerios para honrar la memoria de sus seres queridos y de todos aquellos que partieron al encuentro con Dios.
 
En este día la Iglesia toda dedica la liturgia a animar a los fieles a orar por el eterno descanso de quienes han fallecido, con la esperanza de que todos, en ‘el día que no conoce el final’, nos podamos reunir en el amor infinito de Dios.
 
Caridad, memoria y recogimiento
 
Constituye una obra de caridad indispensable que quienes aún peregrinamos en este mundo oremos y hagamos sacrificios u ofrecimientos por las almas del purgatorio, conscientes de que muchos entre quienes nos han precedido necesitan aún purgar sus faltas para poder gozar de Dios de manera definitiva.
 
Es importante que todos los católicos guardemos el debido respeto en los cementerios y campos santos. Ciertamente, hay una diversidad de costumbres presentes y arraigadas, que pueden o no ser parte de lo que se denomina la Piedad Popular. Como fuere, esta conmemoración no puede ser pretexto para abandonar el recogimiento, la oración de intercesión o la conciencia de que somos pecadores, y necesitamos todos, vivos y muertos, de la misericordia de Dios.
 
¿Qué más recomienda la Iglesia para hoy?
 
Recomendables son las oraciones de intercesión ofrecidas a la Virgen María, de manera especial el Santo Rosario; también es bueno pedir la intercesión de los santos a través de novenas u oraciones votivas; y, finalmente, no debemos olvidar que toda oración debe estar acompañada de obras de caridad o pequeños sacrificios de la vida cotidiana como, por ejemplo, la limosna, esto es, compartir nuestros bienes con los más necesitados.
 
Una mención aparte merece la asistencia a la Santa Misa. Si bien en la mayoría de lugares no es día de precepto o día de guardar, la celebración eucarística es “la oración por excelencia''. Eso no puede ser pasado por alto. Ofrezcamos la Santa Misa por nuestros difuntos.
 
También es muy recomendable averiguar y poner en práctica las distintas alternativas que da la Iglesia universal o las Iglesias locales para obtener la Indulgencia Plenaria por los difuntos fallecidos sin las debidas asistencias espirituales.
 
Indulgencia plenaria por la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos
 
La Penitenciaría Apostólica del Vaticano otorga, todos los años, las facilidades para obtener la indulgencia plenaria en el Día de los Fieles Difuntos, que hoy, 2 de noviembre, celebramos. Es una hermosa oportunidad para que, con la cooperación de los miembros de la Iglesia peregrinante en la tierra, muchas almas necesitadas puedan ser rescatadas del purgatorio.(ACI Prensa).

Solemnidad de Todos los Santos

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 ¡Oh! Santos míos
vosotros habéis corrido
constantes vuestra carrera
a la Cruz de Cristo abrazados
y habéis recibido
vuestro premio prometido:
la Eternidad de la Vida.

Orad os lo suplicamos
para que nosotros también
alcancemos a  morar con vosotros
y podamos ver al fin
el rostro de nuestro Creador
el que hizo los cielos y la tierra
y nos hizo a Su imagen y semejanza.

Ayudadnos santos nuestros
en nuestra tribulación en esta tierra
de llanto y de guerra lleno
de niños, mujeres, hombres y ancianos
que nada tienen que ver con sus intrigas
de odio y venganza, hijos del mal  
!Ayudadnos con vuestra Paz! ¡Dadnos vuestra Paz!
Amén


©
by 2024 Luis Ernesto Chacón Delgado
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ORACIÓN POR TODOS LOS SANTOS

Patriarcas que fuisteis la semilla
del árbol de la fe en siglos remotos,
al vencedor divino de la muerte,
rogad por nosotros.
Profetas que rasgasteis inspirados
del porvenir el velo misterioso,
al que sacó la luz de las tinieblas,
rogad por nosotros.
Almas cándidas, Santos Inocentes
que aumentáis de los ángeles el coro,
al que llamó a los niños a su lado,
rogad por nosotros.
Apóstoles que echasteis en el mundo
de la Iglesia el cimiento poderoso,
al que es de la verdad depositario
rogad por nosotros.
Mártires que ganasteis vuestra palma
en la arena del circo, en sangre rojo,
al que os dio fortaleza en los combates,
rogad por nosotros.
Vírgenes semejantes a azucenas
que el verano vistió de nieve y oro,
al que es fuente de vida y hermosura,
rogad por nosotros.
Monjes que de la vida en el combate
pedisteis paz al claustro silencioso,
al que es iris de calma en las tormentas,
rogad por nosotros.
Doctores cuyas palmas nos legaron
de virtud y saber rico tesoro,
al que es raudal de ciencia inextinguible,
rogad por nosotros.
Soldados del ejército de Cristo,
Santas y Santos todos,
rogad que perdone nuestras culpas
a Aquel que vive y reina entre vosotros.
Amén

(Autor: Gustavo Adolfo Béquer)

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01 de noviembre
Solemnidad de Todos los Santos 
 
Cada 1 de noviembre la Iglesia Católica celebra la Solemnidad de Todos los Santos, de todos sin excepción: tanto los reconocidos oficialmente como los anónimos. Esta es la gran celebración de aquellos que comparten el triunfo y la gloria de Cristo para toda la eternidad, en virtud a haber cooperado con la Gracia del “Espíritu Santo que habita en nosotros” (2 Tim 1, 14), poniendo todo empeño en seguir de cerca al Maestro.
 
Por eso, la Iglesia se viste de blanco en este día, pues se ve confirmada como madre que convoca a sus hijos a la salvación; mientras que estos se ven fortalecidos por el ejemplo y la intercesión de quienes tomaron la delantera en el camino de la fe, la esperanza y la caridad.
 
Todos estamos llamados a la santidad
 
San Juan Pablo II, en la homilía de la misa dedicada a la Solemnidad de Todos los Santos, en noviembre de un ya lejano 1980, decía: “Hoy nosotros estamos inmersos con el espíritu entre esta muchedumbre innumerable de santos, de salvados, los cuales, a partir del justo Abel, hasta el que quizá está muriendo en este momento en alguna parte del mundo, nos rodean, nos animan y cantan todos juntos un poderoso himno de gloria”.
 
Y es que esta Solemnidad es un día propicio para compartir el júbilo por la obra salvífica de Dios a lo largo de los siglos. Obra que no se detiene jamás y que se renueva, a cada instante, en cada ser humano que responde amorosamente a la gracia de Dios, a su misericordia. Ser santo es vivir el llamado a la plenitud humana en el amor.
 
“Son demasiados”: orígenes de la celebración
 
La Solemnidad de Todos los Santos tiene sus orígenes en el siglo IV, cuando el número de mártires de la Iglesia llegó a ser tal que era imposible destinar cada día del año para recordar a cada uno de manera independiente. Entonces, la Iglesia optó por hacer una celebración conjunta para honrar a todos los que habían alcanzado el cielo, en un solo día, una vez al año.
 
Cuando el 13 de mayo de 610, el Papa Bonifacio IV (p. 608-615) dedicó el Panteón romano (donde antaño se daba culto a los dioses) al culto cristiano, consagró el “nuevo” templo a la Bienaventurada Madre de Dios (Santa María la Rotonda) y a todos los mártires. A partir de entonces, la celebración de Todos los Santos quedó fijada en esa fecha y así permanecería por muchos años, hasta que el Papa Gregorio IV (p. 827-844), en el siglo IX, trasladó la celebración al primer día del mes de noviembre. Es muy probable que la decisión del Papa Gregorio haya respondido al deseo de contrarrestar la fiesta pagana del “Samhain” o año nuevo celta, que se celebraba la noche del 31 de octubre. 
 
Contrarrestando el espíritu comercial y pagano
 
Hoy, la Solemnidad de Todos los Santos compite, en distintos ámbitos de la cultura, contra la “noche de Brujas” (Halloween) y su espíritu comercial y profano. Por eso, es necesario que no perdamos de vista aquello a lo que estamos llamados como cristianos: a vivir la santidad y realizar todo bien que provenga de Dios.
 
En el año 2013, el Papa Francisco hizo una hermosa exhortación a la multitud que lo acompañaba en la celebración de esta Solemnidad: “Dios te dice: no tengas miedo de la santidad, no tengas miedo de apuntar alto, de dejarte amar y purificar por Dios, no tengas miedo de dejarte guiar por el Espíritu Santo. Dejémonos contagiar por la santidad de Dios”.
 
No olvidemos nunca que ¡estamos llamados a ser santos! Y que debemos recordar y agradecer la vida de tantos hombres y mujeres que lo dieron todo por amor a Jesús. Sus vidas no estuvieron exentas de dificultades, pero haber amado a Cristo honestamente, les valió la paz en medio de la dificultad o el dolor y la alegría en medio de la comunidad de hermanos que es la Iglesia.
 
“Todos los fieles, cristianos, de cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre” (Concilio Vaticano II, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium).
 
¡Feliz Solemnidad de Todos los Santos!(ACI Prensa).


 

01 noviembre, 2025

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