19 octubre, 2024

San Pablo de la Cruz, Místico y Fundador de los Pasionistas

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¡Oh!, San Pablo de la Cruz, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo, y que, desde pequeño, vuestro
dolor unisteis al de Cristo, su Pasión cruenta amando.
Vuestro padre, os leía vidas de Santos y esto, os animó
a ser cada vez mejor. Vos, más tarde, oísteis un sermón
que os emocionó cuando Jesús, en palabras del celebrante
dijo: “Si no se convierten y no hacen penitencia, todos
perecerán”. Y, bastó ello, para que vos, hicieseis una
confesión general de toda vuestra vida y, desde entonces
aquél día a dormir en el duro suelo, a ayunar, a dedicar
varias horas de la noche a rezar y, a leer piadosos libros
comenzasteis. Más tarde, a los jóvenes organizasteis una
asociación para ayudar a los demás con vuestras palabras
y vuestro buen ejemplo a ser mejores. Y, cuando se trató
de defender la religión, os alistasteis en el ejército
del Santo Padre. Además, rechazasteis negocios y seguro
matrimonio. Al final, optasteis por quedaros en casa,
dedicado a la oración, la meditación, la caridad con los
pobres y desposeídos. Una noche, en sueños visteis que os
mostraban una sotana negra con un corazón y una cruz blanca
y el nombre de Jesús. Luego, oísteis a Nuestra Señora
que os aconsejaba a fundar una comunidad que se dedicara
a amar y hacer amar la Santísima Pasión de Jesucristo. Así,
os retirasteis durante cuarenta días a redactar los
Reglamentos de vuestra comunidad, a sólo pan y agua.
Llevabais en la mano una Cruz, y con los brazos extendidos,
hablabais de los sufrimientos de Nuestro Señor, de tal
forma que conmovíais a los duros e indiferentes. En vuestros
sermones erais implacable contra los pecadores pero,
en la confesión compresivo y afable, siempre invitando
a hacer cosas buenas y animando al cambio de vida. Dios, os
concedió dones extraordinarios, pues anunciabais cosas
que les iban a suceder. Curabais enfermos, y de pronto os
aparecíais y desaparecías luego de el bien hecho. Rechazabais
toda muestra de veneración que os quisieron dar y hasta os
quitaban pedacitos de vuestra sotana, para como recuerdo
llevarlo siempre. También, fundasteis la comunidad de
“Hermanas Pasionistas”, con la misma dedicación. Y, así,
luego de haber gastado vuestra santa vida en buena lid,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡Oh!, San Pablo de la Cruz, “viva pasión por el Dios Vivo».

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de Octubre
San Pablo de la Cruz
Fundador de los Pasionistas
Año 1775

Que San Pablo de la Cruz nos obtenga del cielo la gracia de meditar con frecuencia en la Pasión y Muerte de Jesús y así amar mucho y siempre más a nuestro amable Redentor.

San Pablo de la Cruz es el fundador de los Padres Pasionistas, nació en Génova (Italia) en 1684. Cuando era niño, cada vez que le llegaba algún sufrimiento especial, la mamá le mostraba un crucifijo y le recordaba que Jesús ofreció sus sufrimientos por nosotros, y que también nosotros debemos ofrecer por Él lo que sufrimos. Así lo fue entusiasmando por la Pasión de Cristo.

Su padre le leía de vez en cuando el libro de vidas de Santos, y esto lo animaba mucho a ser mejor. Aquel buen hombre avisaba también continuamente a su hijo acerca de lo peligroso y dañino que es juntarse con malas compañías. Así lo libró de muchos males y peligros.

A los 15 años oyó un emocionante sermón acerca de esta frase de Jesús: “Si no se convierten y no hacen penitencia, todos perecerán”. En esa fecha hizo una confesión general de toda su vida y desde aquel día empezó a dormir en el duro suelo, a ayunar, a dedicar varias horas de la noche a rezar y a leer libros piadosos. Luego organizó con algunos de sus compañeros una asociación de jóvenes para ayudar a los demás con sus palabras y buenos ejemplos a ser mejores. Varios de esos muchachos se hicieron religiosos después.

Se alistó en el ejército del Sumo Pontífice para defender la religión, pero después de un año se dio cuenta que no tenía vocación para militar. Luego rechazó unos negocios muy prometedores que le ofrecían y un matrimonio muy brillante que se le presentaba. Se quedó por varios años en la casa de sus padres dedicado a la oración, a la meditación y a practicar la caridad hacia los pobres.

En 1720 vio que en sueños le mostraban una sotana negra con un corazón y una cruz blanca y el nombre de Jesús. Era como un aviso del hábito o distintivo que debería dar a sus religiosos. Después en una visión oyó a la Sma. Virgen que le aconsejaba fundar una comunidad que se dedicara a amar y hacer amar la Santísima Pasión de Jesucristo. Pablo presentó estos mensajes por escrito al Sr. Obispo y a su director espiritual. Ambos, conociendo la vida heroica de virtud y oración que el joven había llevado desde niño, reconocieron que se trataba realmente de una vocación señalada por Dios. Y el Sr. Obispo le dio a Pablo la sotana negra con el corazón blanco y la cruz sobre el pecho.

Pablo se retiró durante 40 días a redactar los Reglamentos de la nueva comunidad, en una húmeda habitación junto a una sacristía, donde vivió todo ese tiempo a pan y agua y durmiendo por la noche en un lecho de paja. Esos Reglamentos son los que han seguido siempre sus religiosos. Luego se dedicó a ayudar a los sacerdotes a dar clases de catecismo, y a predicar misiones populares con gran éxito.

Los primeros candidatos que se presentaron pidiendo ser admitidos en la nueva Congregación, encontraron demasiado duro el Reglamento y se retiraron. Mientras tanto San Pablo de la Cruz y un compañero suyo viajaban por los pueblos predicando misiones y obteniendo muchas conversiones.

El Papa Benedicto XIV aprobó los Reglamento, pero suavizándolos un poco, y entonces empezaron a llegar novicios, y pronto tuvo ya tres casas de religiosos pasionistas. En todas las ciudades y pueblos a donde llegaba predicaba acerca de la Pasión y Muerte de Jesucristo. A veces se presentaba con una corona de espinas en la cabeza. Siempre llevaba en la mano una cruz, y con los brazos extendidos, el santo hablaba de los sufrimientos de Nuestro Señor, en forma que conmovía aun a los más duros e indiferentes. A veces, cuando el público no demostraba conversión, se azotaba violentamente delante de todos, por los pecados del pueblo, de modo que hacía llorar hasta a los soldados y a los bandoleros.

Un oficial que asistió a algunos de sus sermones decía: “Yo he estado en muchas batallas, sin sentir el mínimo miedo al oír el estallido de los cañones. Pero cuando este padre predica me hace temblar de pies a cabeza”. Es que Dios le había dado la eficacia de la palabra y el Espíritu Santo le concedía la gracia de conmover los corazones.

En los sermones era duro e intransigente para no dejar que los pecadores vivieran en paz con sus vicios y pecados, pero luego en la confesión era compresivo y amable, invitándolos a hacer buenos propósitos, animándolos a cambiar de vida, y aconsejándoles medios prácticos para perseverar siendo buenos cristianos, y portándose bien.

Dios colmó a San Pablo de la Cruz con dones extraordinarios. A muchas personas les anunció cosas que les iban a suceder en el futuro. Curó a innumerables enfermos. Estando a grandes distancias, de pronto se aparecía a alguno para darle algún aviso de importancia, y desaparecía inmediatamente. Rechazaba toda muestra de veneración que quisieran darle, pero las gentes se apretujaban junto a él y hasta le quitaban pedacitos de su sotana para llevarlos como reliquias y recuerdos.

Con su hermano Juan Bautista trabajaron siempre juntos predicando misiones, enseñando catecismo y atendiendo pobres. Como ambos eran sacerdotes, se confesaban el uno con el otro y se corregían en todo lo necesario. Solamente una vez tuvieron un pequeño disgusto y fue cuando un día Juan Bautista se atrevió a decirle a Pablo que lo consideraba un hombre verdaderamente virtuoso. El santo se disgustó y le prohibió hablarle por tres días. Al tercer día Juan Bautista le pidió perdón de rodillas y siguieron siendo buenos amigos como antes.

En 1771 fundó la comunidad de Hermanas Pasionistas que se dedican también a amar y hacer amar la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo. En 1772 sintiéndose muy enfermo mandó pedir al Papa su bendición para morir en paz. Pero el Sumo Pontífice le respondió que la Iglesia necesitaba que viviera unos años más. Entonces se mejoró y vivió otros tres años. Su muerte ocurrió el 18 de octubre de 1775 cuando tenía ochenta años. Antes de cien años (1867) fue declarado santo.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Pablo_de_la_Cruz.htm)

 

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