08 agosto, 2025

Santo Domingo de Guzmán, Fundador de la Orden de Predicadores

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¡Oh!, Santo Domingo de Guzmán; vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo y el “asceta de Cristo”, Señor
y Dios Nuestro, porque, os negasteis a vos mismo, para,
en los pobres y desvalidos de vuestro tiempo, crecer. Y,
de aquél abrazo con Francisco y sus estigmas, huellas de
amor dejasteis: “No puede ser que Cristo sufra hambre en
los pobres, mientras yo guarde en mi casa algo con lo cual
podía socorrerlos”. Vuestras armas para convertir: la
oración, la paciencia, la penitencia y horas incontables
para instruir a los ignorantes. A vuestros detractores os
decíais: “Inútil es, tratar de convertir a la gente con
la violencia. La oración hace más efecto que todas las  
armas guerreras. No crean que los oyentes se van a conmover
y a volver mejores porque nos ven muy vestidos elegantemente.
En cambio con la humildad sí se ganan los corazones”.
Vuestra Comunidad, con diez y seis compañeros, la creasteis,
preparasteis y enviasteis a predicar, y de ella, surgieron
vuestros famosos conventos. Vuestras normas sencillas y
efectivas: Primero contemplar, y después enseñar. Dedicar
mucho tiempo y muchos esfuerzos a estudiar y meditar las
enseñanzas de Jesucristo y de su Iglesia, y después,
predicar y catequizar las enseñanzas católicas. Cada año
hacíais varias cuaresmas ayunando a pan y agua y durmiendo
sobre duras tablas. Caminabais descalzo por caminos llenos
de piedras y por senderos cubiertos de nieve. Soportabais
los más terribles insultos sin responder ni una sola palabra.
Después de viajar y empapado de agua, vos os ibais con Dios,
Caminasteis descalzo por una senda de piedrecillas afiladas,
y vos exclamasteis: “la próxima predicación tendrá grandes
frutos, porque los hemos ganado con estos sufrimientos”.
¡Y, así fue! Sufríais muchas enfermedades, pero, seguíais
predicando y enseñando catecismo sin cansaros y, sin
desanimaros. La gente os veía siempre lleno de alegría
y de buen humor, gozoso y amable. Vuestros compañeros
decían de vos así: “De día nadie más comunicativo y alegre.
De noche, nadie más dedicado a la oración y a la meditación”.
Vuestros libros favoritos eran el Evangelio de San Mateo
y las Cartas de San Pablo. Una noche, estabais orando
y la Santísima Virgen María, se os apareció en vuestro
auxilio y os entregó el Santo Rosario, como el "arma más
poderosa para ganar almas". Ella misma os enseñó a rezarlo
y os pidió que hicieseis lo mismo con toda vuestra mies,
haciéndoos una promesa: "todo aquel que lo rezara obtendría
gracias abundantes". Poco antes de morir tuvieron que
prestaros un colchón porque no teníais. Mientras os rezaban
las oraciones por los agonizantes y que a la letra dice:
“Que todos los ángeles y santos salgan a recibirte”, vos,
dijisteis: “¡Qué hermoso, qué hermoso!” y luego, expirasteis.
Así, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con
corona de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor;
¡oh!, Santo Domingo, “viva predicación del Dios vivo”.


© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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08 de agosto
Santo Domingo de Guzmán
Fundador de la Orden de Predicadores
 
En cuna de santos
 
Domingo nació el 8 de agosto de 1170, en Caleruega, Burgos (España). Su madre fue la Beata Juana de Aza, y su padre, el Venerable don Félix Núñez de Guzmán.
 
De los 14 a los 28 años Domingo vivió en Palencia, donde recibió una cuidadosa educación en artes (humanidades), filosofía y teología. Posteriormente, en dicha ciudad, se desempeñó como profesor de la escuela catedralicia por un periodo de cuatro años.
 
Generosidad y desprendimiento
 
Para 1190, Domingo ya había terminado la carrera y recibido la tonsura. Por ese entonces en la Península Ibérica se vivía un clima de tensión: a la presencia bélica de los moros -la población árabe-musulmana- en España, se añadían continuos enfrentamientos entre los príncipes y señores cristianos.
En la región de Palencia se produjo entonces una gran hambruna. Tal situación tocó profundamente a Domingo quien, compadecido por la miseria en la que muchos vivían, decidió ponerse al servicio de los más necesitados. Se deshizo de gran parte de sus pertenencias y de su biblioteca personal con el propósito de reunir algún dinero y donarlo.
 
Hacer de uno mismo una ofrenda
 
Cierto día, se presentó ante Domingo una mujer con el rostro cubierto de lágrimas. Ella le relató al santo cómo su hermano había caído prisionero de los moros y cómo estos se lo habían llevado. Domingo, de inmediato, decidió ofrecerse a sí mismo en rescate por aquel hombre.
 
Ese solo gesto, lleno de valentía y generosidad, hizo que los captores del muchacho desistieran del propósito de retenerlo. Al final, no fue ni siquiera necesario que Domingo se entregara. La determinación que había mostrado fue suficiente y le valió el reconocimiento popular.
 
Anunciar al Señor con propiedad
 
Domingo, a los 24 años de edad, fue llamado por el obispo de Osma para ocupar el cargo de canónigo de la catedral, y, un año después, fue ordenado sacerdote.
 
Más adelante, el prelado tuvo que viajar a Dinamarca por encargo del rey Alfonso VIII y decidió llevar a Domingo consigo. Durante el viaje, el santo quedó impactado por el alcance que tenía la herejía albigense (catarismo) en aquellas tierras. Eso lo llevó al convencimiento de que una buena predicación del Evangelio era indispensable, y que si se predicaba de manera didáctica sería posible apartar del error a los incautos, y así fortalecer la fe del pueblo.
 
La Orden de los predicadores
 
Para 1207, Santo Domingo se encontraba completamente dedicado a su labor misionera y apostólica. Junto a él se había formado un grupo de compañeros que compartían el deseo de ser buenos predicadores. Como Domingo, ellos también habían dejado atrás todo tipo de comodidades y vivían ahora de la limosna.
 
Domingo se aboca a la formación de sacerdotes para que prediquen con locuacidad la sana doctrina. Más tarde fundaría la Orden de Predicadores (cuyos miembros serían después conocidos como ‘dominicos’). La Orden fue constituída en Toulouse (Francia), durante la denominada Cruzada albigense, luego sería confirmada por el Papa Honorio III, el 22 de diciembre de 1216.​
 
A lo largo de su vida, Domingo recibió hasta tres pedidos papales para ser obispo, pero siempre declinó para ocuparse de la Orden que había fundado. Los años posteriores a 1216 fueron de un esfuerzo espiritual extenuante; el santo no descansaría hasta ver consolidada su fundación.
 
El Rosario
 
Según la tradición, respaldada por numerosos documentos pontificios, cierta noche, Santo Domingo, estando en oración tuvo una visión en la que la Virgen María aparecía en su auxilio y le entregaba el Rosario, refiriéndose a este como el arma más poderosa para ganar almas.
 
La Virgen le enseñó a rezarlo y le pidió que hiciera lo mismo con todo aquél que pudiese. Ella hizo además una promesa: todo aquel que lo rezara obtendría gracias abundantes. Así, Domingo se convertiría en el más grande propagador de la oración a Nuestra Madre, el Santo Rosario, la oración mariana por excelencia.
 
Santo Domingo de Guzmán, quien conoció y trató a San Francisco de Asís, fundador de los Frailes Menores -la otra gran orden mendicante-, partió a la Casa del Padre en Bolonia (entonces parte del Sacro Imperio Germánico, hoy Alemania) el 6 de agosto de 1221. Tenía 50 años.
 
El Papa Gregorio IX lo canonizó en 1234. En su discurso, el Pontífice dijo de Domingo: “De la santidad de este hombre estoy tan seguro como de la santidad de San Pedro y San Pablo”.
 
Órdenes mendicantes y espíritu misionero
 
Los dominicos y franciscanos -ambas integrantes de las llamadas órdenes mendicantes- se convirtieron en los pilares que sostuvieron a la Iglesia durante las crisis del siglo XIII y la baja Edad Media. Hoy, con renovado ardor, los hijos de Santo Domingo siguen invitados a la hermosa aventura de predicar a Cristo.
 
En 2021 se celebró el VIII Centenario de la muerte de Santo Domingo de Guzmán. Con ocasión de ello, el Papa Francisco envió una carta a al hermano Gerard Francisco Timoner O.P., Maestro General de la Orden de Predicadores, en la que le decía:
 
«En nuestro tiempo, caracterizado por grandes transformaciones y nuevos desafíos a la misión evangelizadora de la Iglesia, Domingo puede servir de inspiración a todos los bautizados, llamados, como discípulos misioneros, a llegar a todas las “periferias” de nuestro mundo con la luz del Evangelio y el amor misericordioso de Cristo. Hablando de las líneas temporales perennes de la visión y el carisma de santo Domingo, el Papa Benedicto XVI nos recordaba [Audiencia general, 3 de febrero de 2010] que ”en el corazón de la Iglesia debe arder siempre un fuego misionero”».(ACI prensa).

07 agosto, 2025

San Cayetano, Patrono del Pan y del Trabajo

 QUIÉN FUE SAN CAYETANO, CUÁL ES SU HISTORIA Y CÓMO ES LA ORACIÓN QUE SE LE  REZA | Radio FM Viñas 96.3

   

¡Oh! San Cayetano, vos sois el hijo del Dios
de la Vida, y su amado santo. Huérfano de padre,
vuestra madre os formó de maravilla. Con dos
doctorados encima, sobresalisteis por vuestra
bondad y exquisitez que os hacía ganar amistades.
Secretario del Papa Julio II, y notario de la
Santa Sede, por vuestro amor al trabajo. Os
ordenaron sacerdote a los treintitrés años, y
para vuestra primera Misa, os preparasteis tres
meses. Socio erais del "Amor Divino”, y en ella
os esmerasteis por llevar una vida fervorosa,
ayudar a los pobres y a los enfermos. En vuestro
tiempo, los católicos vivían relajados y eran
escandalosos. Por ello, fundasteis una comunidad
de sacerdotes dedicada a llevar una vida lo más
santa posible y a enfervorizar a los fieles: los
Padres Teatinos. Escribisteis a un amigo: “Me
siento sano del cuerpo pero enfermo del alma, al
ver cómo Cristo espera la conversión de todos,
y son tan poquitos los que se mueven a convertirse”.
Lutero, creó a los evangélicos y le declaró la
guerra a la Iglesia Católica. Vos, frente a ello,
les respondisteis así: “Lo primero que hay que
hacer para reformar a la Iglesia es reformarse
uno a sí mismo”. Vos, os desprendisteis de todos
vuestros bienes y los disteis a los pobres: “Veo
a mi Cristo pobre, ¿y yo me atreveré a seguir
viviendo como rico? Veo a mi Cristo humillado
y despreciado, ¿y seguiré deseando que me rindan
honores? Oh, que ganas siento de llorar al
ver que las gentes no sienten deseos de imitar al
Redentor Crucificado”. Fundasteis los “Montes de
piedad”, que prestaban dinero a gentes pobres.
Sentíais inmenso amor por Nuestro Señor, y lo
adorabais en la Sagrada Hostia en la Eucaristía,
recordando la santa infancia de Jesús, pues
teníais como imagen preferida al Divino Niño
Jesús. Las gente decía de vos, que erais: “El
padrecito sabio, pero a la vez muy santo”. Os
dedicabais a atender a los enfermos en los
hospitales a los más abandonados y repugnantes.
“Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada
para comer” le dijisteis a Jesús en el Sagrario.
Al poco rato llegaron las provisiones, y los
arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban.
Estando enfermo, el médico os recomendó que usaseis
un colchón y vos dijisteis: “Mi Salvador murió
sobre una tosca cruz. Por favor permítame a mí
que soy un pobre pecador, morir sobre unas tablas”.
Y así, voló vuestra alma al cielo, para coronada
ser de luz, como premio a vuestra entrega de amor;
¡Oh! San Cayetano, "vivo Amor por el Dios Vivo".


© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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07 de Agosto
San Cayetano Patrono del Pan y del Trabajo
Año 1547

San Cayetano bendito: lo que tú más deseabas: la conversión de los que somos tan pecadores, es un favor inmenso que no hemos logrado conseguir, pero que tú con tu intercesión nos puedes obtener. Pídele a Dios que nos logremos convertir.

 Dichoso el que Confía en Dios (Salmo 83).

Este santo, muy popular entre los comerciantes y ganaderos porque los protege de muchos males, nació en 1480 en Vicenza, cerca de Venecia, Italia. Su padre, militar, murió defendiendo la ciudad contra un ejército enemigo. El niño quedó huérfano, al cuidado de su santa madre que se esmeró intensamente por formarlo muy buen.

Estudió en la Universidad de Padua donde obtuvo dos doctorados y allí sobresalía por su presencia venerable y por su bondad exquisita que le ganaba muchas amistades. Se fue después a Roma, y en esa ciudad capital llegó a ser secretario privado del Papa Julio II, y notario de la Santa Sede.

A los 33 años fue ordenado sacerdote. El respeto que tenía por la Santa Misa era tan grande, que entre su ordenación sacerdotal y su primera misa pasaron tres meses, tiempo que dedicó a prepararse lo mejor posible a la santa celebración. En Roma se inscribió en una asociación llamada “Del Amor Divino”, cuyos socios se esmeraban por llevar una vida lo más fervorosa posible y por dedicarse a ayudar a los pobres y a los enfermos.

Viendo que el estado de relaajación de los católicos era sumamente grande y escandaloso, se propuso fundar una comunidad de sacerdotes que se dedicaran a llevar una vida lo más santa posible y a enfervorizar a los fieles. Y fundó los Padres Teatinos (nombre que les viene a Teati, la ciudad de la cual era obispo el superior de la comunidad, Msr. Caraffa, que después llegó a ser el Papa Pablo IV)

San Cayetano le escribía a un amigo: “Me siento sano del cuerpo pero enfermo del alma, al ver cómo Cristo espera la conversión de todos, y son tan poquitos los que se mueven a convertirse”. Y este era el más grande anhelo de su vida: que las gentes empezaran a llevar una vida más de acuerdo con el santo Evangelio.

Y donde quiera que estuvo trabajó por conseguirlo

En ese tiempo estalló la revolución de Lutero que fundó a los evangélicos y se declaró en guerra contra la Iglesia de Roma. Muchos querían seguir su ejemplo, atacando y criticando a los jefes de la santa Iglesia Católica, pero San Cayetano les decía: “Lo primero que hay que hacer para reformar a la Iglesia es reformarse uno a sí mismo”.

San Cayetano era de familia muy rica y se desprendió de todos sus bienes y los repartió entre los pobres. En una carta escribió la razón que tuvo para ello: “Veo a mi Cristo pobre, ¿y yo me atreveré a seguir viviendo como rico?” Veo a mi Cristo humillado y despreciado, ¿y seguiré deseando que me rindan honores? Oh, que ganas siento de llorar al ver que las gentes no sienten deseos de imitar al Redentor Crucificado”.

En Nápoles un señor rico quiere regalarle unas fincas para que viva de la renta, junto con sus compañeros, diciéndole que allí la gente no es tan generosa como en otras ciudades. El santo rechaza la oferta y le dice: “Dios es el mismo aquí y en todas partes, y El nunca nos ha desamparado, si siquiera por un minuto”.

Fundó asociaciones llamadas “Montes de piedad” (Montepíos) que se dedicaban a prestar dinero a gentes muy pobres con bajísimos intereses. Sentía un inmenso amor por Nuestro Señor, y lo adoraba especialmente en la Sagrada Hostia en la Eucaristía y recordando la santa infancia de Jesús. Su imagen preferida era la del Divino Niño Jesús.

La gente lo llamaba: “El padrecito que es muy sabio, pero a la vez muy santo”

Los ratos libres los dedicaba, donde quiera que estuviera, a atender a los enfermos en los hospitales, especialmente a los más abandonados y repugnantes. Un día en su casa de religioso no había nada para comer porque todos habían repartido sus bienes entre los pobres. San Cayetano se fue al altar y dando unos golpecitos en la puerta del Sagrario donde estaban las Santas Hostias, le dijo con toda confianza: “Jesús amado, te recuerdo que no tenemos hoy nada para comer”. Al poco rato llegaron unas mulas trayendo muy buena cantidad de provisiones, y los arrieros no quisieron decir de dónde las enviaban.

En su última enfermedad el médico aconsejó que lo acostaran sobre un colchón de lana y el santo exclamó: “Mi Salvador murió sobre una tosca cruz. Por favor permítame a mí que soy un pobre pecador, morir sobre unas tablas”. Y así murió el 7 de agosto del año 1547, en Nápoles, a la edad de 67 años, desgastado de tanto trabajar por conseguir la santificación de las almas. En seguida empezaron a conseguirse milagros por su intercesión y el Sumo Pontífice lo declaró santo en 1671.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Cayetano.htm)


05 agosto, 2025

Nuestra Señora de las Nieves

 Puede ser una imagen de texto que dice "Nuestra Señora de las Nieves Cuya aparición y milagrosa senal dio origen a la Basílica de Santa María la Maggiore 5 de agosto aciprensa.com"

   

¡Oh!, Señora Nuestra de las Nieves:
¿Qué es blanco y más, que la misma
nieve que no cega, pero que alegra
el alma, con amor y paz divinos?

Adivinar no quiere mi alma y es mejor
decir con fe segura, que Sois Vos, ¡María!;
Madre del Dios Vivo, y Madre mía.

A vos pues, blancura inimaginable,
más blanca y más perfecta; Señora
y Madre mía; os ofrezco esta poesía,
¡Oh!, Señora Nuestra de las Nieves.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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5 de agosto

Nuestra Señora de las Nieves

Por: MARCOS MARTÍNEZ DE VADILLO

Esta fiesta de la Santísima Virgen tiene su origen en la leyenda romana que las lecciones del Breviario de hoy nos recuerdan. En tiempo del papa Liberio, segunda mitad del siglo IV, existía en Roma un matrimonio sin hijos. Lo mismo Juan que su esposa pertenecían a la más alta nobleza. Eran excelentes cristianos y contaban con una gran fortuna que las numerosas limosnas a los pobres eran incapaces de agotar. Se hacían ancianos los nobles esposos y, pensando en el mejor modo de emplear su herencia, pedían insistentemente a la Madre de Dios que les iluminase.

He aquí que la Virgen les declara de forma maravillosa sus deseos. A Juan Patricio y a su esposa se les aparece en sueños, y por separado, la Señora para indicarles su voluntad de que se levante en su honor un templo en el lugar que aparezca cubierto de nieve en el monte Esquilino. Esto ocurría la noche del 4 al 5 de agosto, en los días más calurosos de la canícula romana.Van los dos esposos a contar su visión al papa Liberio. Este había tenido la misma revelación que ellos. El Sumo Pontífice organiza una procesión hacia el lugar que había señalado la Madre de Dios. Todos se maravillaron al ver un trozo de campo acotado por la nieve fresca y blanca. La Virgen acababa de manifestar de este modo admirable su deseo de que allí se levantase en su honor un templo. Este templo es hoy día la basílica de Santa María la Mayor.

¿Qué valor tiene esta leyenda?

Parece que no tiene ninguna garantía de veracidad. El cardenal Capalti aseguraba a De Rossi que, cuando los canónigos de esta basílica terminaban en coro las lecciones de la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves y se disponían a entrar en la sacristía para dejar sus trajes corales, había uno bastante gracioso que solía decir que en toda la leyenda únicamente encontraba verdaderas estas palabras: “en Roma, a 5 de agosto, cuando los calores son más intensos”.

La leyenda no aparece hasta muy tarde. Seguramente en el siglo XI. El caso es que cuajó fácilmente en la devoción popular y un discípulo del Giotto la inmortalizó en unos lienzos que pintó para la misma basílica. En un cuadro aparece el papa Liberio dormido, con la mitra al lado; encima, ángeles y llamas, y, delante, la Virgen que le dirige la palabra. En otro cuadro aparece Juan Patricio, a quien se le aparece también la Virgen. Otra pintura nos presenta a María haciendo descender la nieve sobre el monte Esquilino.

Nuestro Murillo inmortalizó también esta leyenda en uno de sus cuadros. En él aparece el noble y piadoso matrimonio contando la visión al Papa, y en el fondo se contempla la procesión y el campo nevado. Otros artistas reprodujeron en sus cuadros este milagro y los poetas lo cantaron en sus versos. La devoción a la Virgen de las Nieves arraigó fuertemente en el pueblo romano y llegó a extenderse por toda la cristiandad. En su honor se levantan hoy templos por todo el mundo, y son muchas las mujeres cristianas que llevan este bendito nombre de la Santísima Virgen.

Nuestra Señora de las Nieves es lo mismo que Santa María la Mayor, título que lleva una de las cuatro basílicas mayores de Roma. Las otras tres son: San Pedro del Vaticano, San Pablo Extramuros y San Juan de Letrán. La basílica de Santa María la Mayor parece ser que fue la primera iglesia que se levantó en Roma en honor de María y podemos decir, lo mismo que se afirma de San Juan de Letrán en un sentido más general, que es la iglesia madre de todas cuantas en el mundo están dedicadas a la excelsa Madre de Dios. Por esto, y por ser una de las iglesias más suntuosas de Roma, mereció el título de la Mayor. Así se la distinguía de las otras sesenta iglesias que tenía la Ciudad Eterna dedicadas a Nuestra Señora.

Esta basílica ha pasado por bastantes vicisitudes a través de los tiempos. Ocupa el Esquilino, una de las siete colinas de Roma. En tiempo de la República era necrópolis y bajo el Imperio de Augusto, paseo público. Allí tenía el opulento Mecenas unos jardines. Allí estaba la torre desde la cual contempló Nerón el incendio de Roma y allí había un templo dedicado a la diosa Juno, al cual acudían las parejas de novios para implorar sus auspicios. Aquí quiso la Reina del Cielo poner su morada. En el corazón de la urbe penetra su planta virginal y los hijos del más glorioso de los antiguos imperios abrirán sus pechos al amor de tan tierna Madre.

La primitiva iglesia no estaba consagrada a María. Se llamaba la basílica Sociniana. En su recinto lucharon los partidarios del papa Dámaso con los secuaces del antipapa Ursino. Esto sucedió a finales del siglo IV. En este tiempo se llamó también basílica Liberiana por su fundador, el papa Liberio. En el siglo V es reconstruida por Sixto III (432-440). Este mismo Papa es el que consagra el templo a la Virgen. Desde este momento el nombre de María se va a hacer inseparable de este templo.

El concilio de Efeso había tenido lugar el año 431. Los padres del tercer concilio ecuménico acababan de proclamar la maternidad divina de María contra el hereje Nestorio. Era el primer gran triunfo de María en la Iglesia y una crecida ola de amor Mariano recorre toda la cristiandad de oriente a occidente. La maternidad divina de María es el más grande de los privilegios de María y la raíz de todas sus grandezas. Roma no podía faltar en esta hora de gloria Mariana. Este templo que renueva Sixto III en honor de la Theotocos es el eco romano de la definición de los padres de Efeso. La ciudad entera se apresta a levantar y hermosear esta basílica. Los pintores ponen sus pinceles bajo la dirección del Sumo Pontífice y las damas se desprenden de sus más vistosas joyas. Ahora es cuando la antigua basílica Sociniana se adorna con pinturas y mosaicos que celebran el misterio de la maternidad divina de María. Se levanta un arco de triunfo y sobre la puerta de entrada se lee una inscripción que empieza con estas palabras:

“A ti, oh Virgen María, Sixto te dedicó este nuevo templo… “

Las pinturas son de tema Mariano y generalmente relacionadas con la maternidad divina de María. Representan a la Anunciación, la Visitación, María con el Niño, la adoración de los Magos, la huida a Egipto y otras escenas de la vida de la Virgen. Las tres amplias naves de la basílica se enriquecieron con los dones de los fieles y los ábsides se adornaron de lámparas y mosaicos. Algunos de éstos son especialmente valiosos.

En el siglo VII una nueva advocación le nace a esta iglesia:Santa María ad praesepe, Santa María del Pesebre. La maternidad de María acaba por llevar la devoción de los fieles al portal de Belén, a Jesús. Como siempre, por María a Jesús. Al lado de la basílica surge una gruta estrecha, obscura y recogida como la de Belén. Allí irán los papas a celebrar la misa del gallo todas las Nochebuenas, y para que la piedad se hiciese más viva se enseñaban los maderos del pesebre en el cual había nacido el Hijo de Dios y trozos de adobes y piedras que los peregrinos habían traído de Tierra Santa.

Esta gruta llega a ser uno de los lugares más venerandos de la Ciudad Eterna. Los Romanos Pontífices la distinguen con sus privilegios. Gregorio III (731-741) puso allí una imagen, de oro y gemas que representaba a la Madre de Dios abrazando a su Hijo. Adriano I (762-795) cubrió el altar con láminas de oro, y León III (795-816) adornó las paredes con velos blancos y tablas de plata acendrada que pesaban ciento veintiocho libras.

Son muchas las gracias que la Santísima Virgen ha concedido a sus devotos en este santo templo. Aquí organizó San Gregorio Magno unas solemnes rogativas con motivo de una terrible peste que asolaba la ciudad. El año 653 ocurrió en esta iglesia un hecho milagroso. Celebraba misa el papa San Martín cuando, al querer matarle o prenderle por orden del emperador Constante, el enarca de Ravena, Olimpo, quedó repentinamente ciego e imposibilitado.

Basten estos hechos para demostrar el gran aprecio que los Sumos Pontífices han tenido para con este templo a través de la historia. Hoy mismo sigue siendo Santa María la Mayor una de las cuatro basílicas patriarcales de Roma cuya visita es necesaria para ganar el jubileo del año santo. De esta forma la Virgen de las Nieves sigue recibiendo el tributo de amor de innumerables peregrinos de todo el orbe católico.

Actualmente es una de las iglesias más ricas y bellas de la ciudad de Roma. Conserva muy bien su carácter de basílica antigua. Tiene por base la forma rectangular, dividida por columnas que forman tres naves, techo artesonado, atrio y ábside. El interior de la basílica es solemne y armonioso. Las tres naves aparecen divididas por columnas jónicas. Contiene notables monumentos y tumbas de los papas.

Tiene dos fachadas: la que mira al Esquilino, que es la posterior, y la que mira a la plaza que lleva el nombre de Santa María la Mayor. Esta, que es la principal, data del siglo VIII, y la posterior del XVII. El campanario, románico, es el más alto de Roma. Fue construido el año 1377. Sobre el altar mayor hay una imagen de María del siglo XIII, atribuida a Lucas el Santo, y en la nave se halla el monumento a la Reina de la Paz, erigido por Benedicto XV al terminar la primera guerra mundial. Su cielo raso está dorado con el primer oro que Colón trajo de América. En la plaza de Santa María la Mayor se yergue una columna estriada de más de catorce metros de altura. En la plaza del Esquilino se alza un obelisco procedente del mausoleo de Augusto.

Santa María de las Nieves. He aquí una de las advocaciones más bellas de la Santísima Virgen. Ella, que es la Madre de Dios, Inmaculada, Asunta al cielo, Virgen de la Salud y del Rocío, es también Nuestra Señora de las Nieves. La nieve es blancura y frescor. Pureza y alma recién estrenada, intacta. Espíritu sin gravedad. ¡Cuán hermosamente tenemos representada aquí la pureza sin mancha de María!

Nieve recién caída en el estío romano. La pureza al lado del calor sofocante de la pasión. Sólo Ella, como aquel trozo milagrosamente marcado por la nieve en la leyenda de Juan Patricio, es preservada del calor fuerte del agosto que es el pecado. Sólo Ella es sin pecado entre todos los hombres. Ella es blancura y candor. Ella refresca nuestros agostos llenos del fuego del pecado y la concupiscencia.

Ni el copo de nieve, ni el ala de cisne, ni la sonrisa de la inocencia, ni la espuma de la ola es más limpia y hermosa que María. Verdaderamente es ésta una fiesta de leyenda y poesía, María es algo de leyenda y poesía. Es la obra de Dios.

(http://www.mercaba.org/SANTORAL/Vida/08/08-05_Virgen_de_las_nieves.htm)

04 agosto, 2025

San Juan María Vianney, Patrono de los Sacerdotes

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¡Oh!, San Juan María Vianney, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, y su amado santo, llamado “el santo Cura
de Ars”, pues en vos, se ha cumplido, lo que San Pablo
dijo: “Dios ha escogido lo que no vale a los ojos del
mundo, para confundir a los grandes”. Vuestra primera
comunión la hicisteis a los trece años de noche en un
pajar. Siempre anhelabais desde pequeño sacerdote ser,
pero a vuestro padre no le interesaba que lo fuerais.
Vos, intentasteis estudiar en el seminario y vuestros
maestros decían de vos: “Es muy buena persona, pero no
sirve para estudiante. No se le queda nada”. Y, claro,
os echaron, y vos, os fuisteis en peregrinaje a la tumba
de San Francisco Regis, para pedirle su ayuda. Y, al
fin os recibió el Padre Balley en su seminario nuevo.
Allí, demostrasteis buena conducta, criterio y voluntad
admirables que el Padre, se dispuso a haceros sacerdote
y os preparó por tres años con clases todos los días
pero, vuestros exámenes no fueron los más satisfactorios.
En cierta oportunidad el Obispo de vuestra diócesis
preguntó: ¿El joven Vianey es de buena conducta? Y
respondieron: “Es excelente persona. Es un modelo de
comportamiento. Es el seminarista menos sabio, pero el
más santo”. Y, el prelado dijo: “Pues si así es, que sea
ordenado de sacerdote, pues aunque le falte ciencia,
con tal de que tenga santidad, Dios suplirá lo demás”.
Y, así, os ordenaron de sacerdote y os sentisteis muy feliz.
Algunos colegas llenos de envidia dijeron de vos: “El
Sr. Obispo lo ordenó de sacerdote, pero ahora se va
a encantar con él, porque ¿a dónde lo va a enviar, para que
haga un buen papel?”. Y, os enviaron a una parroquia
pobre e infeliz: ¡Ars!, de mala fama y lleno de cantinas.
Y, allí estuvisteis de párroco durante cuarenta y un años.
Vuestro método: Rezar mucho, sacrificarse lo más posible
y hablar fuerte y duro. Así, os dedicasteis horas y horas
a la oración ante el Santísimo Sacramento en el altar
y realizasteis increíbles penitencias para convertirlos,
enfocando vuestros sermones contra los vicios de vuestros
feligreses. Un día el Obispo, un visitador envió a oír
vuestros sermones. De vuelta, el prelado preguntó:
“¿Tienen algún defecto los sermones del Padre Vianney?
– Sí, Monseñor: Tiene tres defectos. Primero, son muy
largos. Segundo, son muy duros y fuertes. Tercero,
siempre habla de los mismos temas: los pecados, los vicios,
la muerte, el juicio, el infierno y el cielo”. – ¿Y tienen
también alguna cualidad estos sermones? – pregunta
Monseñor-. “Si, tienen una cualidad, y es que los oyentes
se conmueven, se convierten y empiezan una vida más
santa de la que llevaban antes”. “Por esa última cualidad
se le pueden perdonar al Párroco de Ars los otros tres
defectos”. Concluyó el Obispo. Leíais y estudiabais, más
de tres horas para el sermón del Domingo, escribíais,
durante otras tres o más horas. Paseabais por el campo
recitándole vuestro sermón a los árboles y al ganado,
para tratar de memorizarlo. Luego os arrodillabais por
horas y horas ante el Santísimo Sacramento en el altar
encomendando lo que ibais a decir al pueblo. Y, el diablo
os atacaba sin compasión. Os derribaba de la cama y hasta
trataba de quemar vuestra habitación. Os despertaba con
espantosos ruidos. Una vez os gritó: “¡Faldinegro odiado.
Agradézcale a esa que llaman Virgen María, y si no ya me
lo habría llevado al abismo!”. Vos decíais: “Con el patas
hemos tenido ya tantos encuentros que ahora parecemos dos
compinches”. Y, vos, no dejabais de quitarle almas y más
almas a Satanás. El confesionario se convirtió en vuestra
celda diaria, pues pasabais allí, entre seis y diez horas. Para
confesarse con vos, se separaba turno con tres días
de anticipación. A las doce de la noche os levantabais,
luego hacíais sonar la campana de la torre, abríais
la iglesia y empezabais a confesar. Confesabais hombres
hasta las seis de la mañana. Poco después de las seis
rezabais los salmos de vuestro devocionario y a prepararos
a la Santa Misa. A las siete celebrabais el Santo Oficio.
De ocho a once confesabais mujeres. A las once, una clase
de catecismo para todas las personas que estuvieran
en el templo. A las doce ibais a serviros un ligerísimo
almuerzo. Os bañabais, afeitabais, y os ibais a visitar
un instituto para jóvenes pobres que vos, costeabais
con las limosnas. Desde la una y media hasta las seis
seguíais confesando y vuestros consejos en la confesión
eran breves. Leíais los pecados en su mente y les decíais
los pecados que se les habían quedado sin decir. Erais
fuerte en combatir la borrachera y otros vicios. En el
confesionario sufríais mareos y a ratos parecíais que
os ibais a congelaros de frío en el invierno y en el
verano sudabais mucho. Decíais vos: “El confesionario
es el ataúd donde me han sepultado estando todavía vivo”.
Por la noche leíais un rato, y a las ocho os acostabais,
para de nuevo levantaros a las doce de la noche a seguir
confesando. Cuando llegasteis a Ars, la gente trabajaba
el domingo y cosechaba poco, pero con vos, lograsteis
poco a poco que nadie trabajara en los campos los domingos
y las cosechas se volvieron mucho mejores. Siempre os
creíais un miserable pecador. Jamás hablabais de vuestras
obras o éxitos obtenidos. A un hombre que os insultó
en la calle le escribisteis una carta perdón pidiéndole
por todo, como si vos, hubierais sido el ofensor. El
obispo os envió un distintivo elegante de canónigo
y nunca os lo quisisteis poner. El gobierno nacional os
concedió una condecoración y vos, no os la colocasteis.
Decíais con humor: “Es el colmo: el gobierno condecorando
a un cobarde que desertó del ejército”. Y, Dios os premió
vuestra humildad con admirables milagros. Y, así,
y luego de haber gastado vuestra santa vida en buena lid,
voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡oh! San Juan María Vianney, “vivo Cristo de Amor y de Luz”.

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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 4 de agosto
San Juan María Vianney
Patrono de los Sacerdotes 
 
Cada 4 de agosto la Iglesia Católica celebra a San Juan Bautista María Vianney (1786-1859), el Santo Cura de Ars, patrono de todos los sacerdotes y, de manera especial, de aquellos que sirven como párrocos.
 
A San Juan María Vianney se le conoce como el ‘Santo Cura de Ars’ -expresión que en francés se dice Curé d'Ars y que equivale a ‘el párroco de Ars’-. Ars es el nombre del pueblo francés donde este gran sacerdote fungió precisamente de párroco: Ars-sur-Formans, localidad ubicada a 30 km de la ciudad de Lyon.
 
Un difícil comienzo
 
San Juan María Vianney nació en Dardilly (Francia), el 8 de mayo de 1786. Fue el tercero de seis hermanos, miembros de una familia de campesinos.
 
Estudió por un breve tiempo en la escuela comunal de su pueblo. Luego, en 1806, ingresó a la recientemente creada escuela especial para aspirantes a eclesiásticos. Allí, lamentablemente, tuvo sus primeros sinsabores académicos: Juan María parecía bastante limitado para el estudio.
 
Con mucho esfuerzo, el santo logró adquirir los conocimientos mínimos de aritmética, historia y geografía como para permanecer en la institución, mientras que con el latín todo se le puso cuesta arriba. Para su desventura, esta es la lengua eclesiástica por excelencia y, sólo por esa razón, sus maestros dudaban si era o no apto para la carrera eclesiástica. En otras palabras: estuvo en manos de aquellos profesores que se le cerraran las puertas de la formación. Sin embargo, Dios quiso que recorriera ese camino y no otro.
 
Uno de sus compañeros, Matthias Loras, futuro obispo de Dubuque, lo ayudó con las lecciones de la antigua lengua de Julio César, Cicerón y San Agustín, de manera que Juan Bautista María pudo salvar la materia.
 
Ese mismo año, 1806, el santo recibiría la dispensa del servicio militar por ser aspirante al sacerdocio. Esa situación se mantuvo hasta 1809, año en que fue reclutado para el ejército de Napoleón y enviado a Lyon. Su destino sería integrar las fuerzas que se alistaban para invadir España.
 
El 6 de enero de 1810, Juan Bautista desertó haciéndose pasar por un tal Jerónimo Vincent. Tuvo que ocultarse por un tiempo hasta que llegó, en octubre de ese mismo año, a casa de un sacerdote amigo, el P. Balley. El 28 de mayo de 1811, el santo recibiría la tonsura.
 
Humilde sacerdote, sacerdote humilde
 
A los 26 años, Juan Bautista María ingresó al Seminario Menor de Verrieres, donde podría llevar la filosofía en francés -lo que ablandaba los estudios-. Allí fue compañero de clase de San Marcelino Champagnat, fundador de los maristas.
 
Juan María fue ordenado sacerdote el 13 de agosto de 1815 y enviado a Ecully como ayudante de Monseñor Don Balley, su viejo amigo, el primero en animarlo a mantenerse firme en su vocación sacerdotal. Balley había hecho, un tiempo atrás, hasta lo indecible por el joven sacerdote: lo había defendido tras haber sido expulsado del Seminario Mayor por “falta de idoneidad académica” (bajo rendimiento). Ahora, el recién ordenado P. Juan María estaba al lado de Don Balley, su preceptor y protector, listo para cooperar en el servicio.
 
Años después, a la muerte de Balley, el P. Juan María Vianney fue enviado como clérigo a Ars, un pueblo pequeñito de 250 habitantes, casi todos pobres. Desde ese lugar, al que llamaba el “último de la diócesis y quizás de toda Francia”, el cura iniciaría una revolución espiritual que cambiaría para siempre a toda la nación.
 
Arrebatar almas al demonio
 
A San Juan María Vianney se le considera el paradigma de todo buen confesor. Poseía dones extraordinarios como la profecía o la capacidad para adentrarse en las profundidades del alma humana. Su espíritu intuitivo, compenetrado con la gracia de Dios, fue capaz de penetrar las intenciones ocultas de muchos de los corazones que se acercaban en busca de perdón, pero que no siempre eran humildes o transparentes.
 
Al mismo tiempo, el P. Vianney fue un hombre de gran humildad y capacidad de discernimiento, virtudes indispensables que lo hicieron un pastor modélico.
 
En repetidas oportunidades el Cura de Ars fue blanco de los ataques directos del demonio, a los que hizo frente exitosamente gracias a su alma ligera, siempre de cara al Cielo y fortalecida por la mortificación, el ayuno, la oración y el servicio. Con estas “armas” la gracia de Dios permanece sólida en el interior del hombre.
 
Su celo pastoral -su auténtica pasión por la salvación de las almas- lo llevó a pasar largas horas en el confesionario, casi a diario, con el propósito -como él mismo solía decir- de “arrebatarle almas al demonio”.
 
Rápido y ligero para asestar los golpes 
 
El santo párroco vivía muy desprendido de las cosas materiales, a las que trató con la libertad de los hijos de Dios: fue tan desapegado a todo que alguna vez llegó a regalar ¡su propia cama! (así fue como adquirió la costumbre de dormir en el suelo de su habitación).
 
Llevó también una vida ascética: practicaba habitualmente el ayuno y cuando no, le bastaba comer algo muy sencillo. Solía decir que “el demonio no le teme tanto a la disciplina y a las camisas de piel, como a la reducción de la comida, la bebida y el sueño".
 
Sin bajar la guardia jamás
 
Son bastante conocidos los episodios en los que el demonio trató de amedrentarlo o distraerlo sin éxito: en una oportunidad hizo temblar su casa hasta por 15 minutos para que deje de orar; en otra ocasión quiso que abandonara la misa que estaba celebrando ocasionando un incendio en su habitación. El santo manejó con ejemplar serenidad ambos momentos: no detuvo su oración y no se movió del altar respectivamente. El día del incendio se limitó a pedirle a uno de los monaguillos que vaya y apague el fuego, mientras acababa de celebrar.
 
Ciertamente, también hubo noches terribles en las que el demonio no dejaba de perturbarlo con fuertes ruidos que no le dejaban dormir, mientras se burlaba de él sugiriendo que abandonara el ayuno: “Ya es suficiente” era el grito que atormentaba su mente. Con todo, el Cura de Ars se mantuvo firme y fiel. Después de haber luchado tenazmente contra el Príncipe de las Tinieblas, con el corazón seguro, como arrullado en brazos de María, el Santo Cura se quedaba dormido como si fuese un niño.
 
Sólo la caridad transforma el mundo
 
A San Juan María Vianney también le tocó vivir tiempos convulsionados, como los posteriores a la Revolución francesa. Uno de los tristes saldos de este proceso político fue el ambiente de incredulidad y falta de esperanza entre la gente. Muchos se apartaron de la fe y el número de quienes no querían saber más de Dios iba en aumento.
 
El Cura de Ars se propuso entonces atender esta gran necesidad dedicándole más esfuerzo a la preparación de sus sermones. El santo pasaba noches enteras en la sacristía componiendo y memorizando lo que iba a decir, consciente de la fragilidad de su memoria, poniendo todo el empeño posible para predicar bien, hacerse entender y transmitir el Evangelio a cabalidad.
 
Como el párroco era muy sensible a las necesidades de su grey, se ocupaba con amabilidad de la instrucción de los niños en el catecismo, e intentó combatir las malas costumbres que apartaban al pueblo de la Iglesia, especialmente las referidas al precepto dominical. Luchó para que los trabajadores de Ars no fueran obligados a trabajar los fines de semana, así como para que las tabernas permanezcan cerradas el domingo y la gente pueda ir a misa.
 
Más de una vez encendió la polémica al condenar a aquellos que malgastan el dinero y su tiempo en diversiones superfluas. En una de sus homilías llegó a decir: "La taberna es la tienda del demonio, el mercado donde las almas se pierden, donde se rompe la armonía familiar”. Y vaya que no le faltaba razón.
 
La parroquia es ‘territorio de María’
 
Con el tiempo, su popularidad creció mucho y llegaron a ser miles las personas que arribaban a Ars, incluso venidas desde muy lejos, para confesarse con el P. Vianney. San Juan María movió a miles a convertirse en hijos piadosos de la Virgen María, pues él mismo fue un hombre de profundo amor por Ella, a quien consagró su parroquia y su servicio sacerdotal.
 
El sábado 4 de agosto de 1859, el Santo cura de Ars partió a la Casa del Padre. Tenía 73 años. Fue canonizado en la fiesta de Pentecostés de 1925 por el Papa Pío XI.
 
Este 13 de agosto se cumplirán 210 años de su ordenación sacerdotal, llevada a cabo en 1815.(ACI prensa).

03 agosto, 2025

Domingo 18 (C) del tiempo ordinario

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Domingo 03 de agosto
Domingo 18 (C) del tiempo ordinario
 
Texto del Evangelio (Lc 12,13-21): En aquel tiempo, uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre!, ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?». Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».
 
Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: ‘¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?’. Y dijo: ‘Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?’. Así es el que atesora riquezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».
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«La vida de uno no está asegurada por sus bienes»
Rev. D. Jordi PASCUAL i Bancells (Salt, Girona, España)
 
Hoy, Jesús nos sitúa cara a cara con aquello que es fundamental para nuestra vida cristiana, nuestra vida de relación con Dios: hacerse rico delante de Él. Es decir, llenar nuestras manos y nuestro corazón con todo tipo de bienes sobrenaturales, espirituales, de gracia, y no de cosas materiales.
 
Por eso, a la luz del Evangelio de hoy, nos podemos preguntar: ¿de qué llenamos nuestro corazón? El hombre de la parábola lo tenía claro: «Descansa, come, bebe, banquetea» (Lc 12,19). Pero esto no es lo que Dios espera de un buen hijo suyo. El Señor no ha puesto nuestra felicidad en herencias, buenas comidas, coches último modelo, vacaciones a los lugares más exóticos, fincas, el sofá, la cerveza o el dinero. Todas estas cosas pueden ser buenas, pero en sí mismas no pueden saciar las ansias de plenitud de nuestra alma, y, por tanto, hay que usarlas bien, como medios que son.
 
Es la experiencia de san Ignacio de Loyola, cuya celebración tenemos tan cercana. Así lo reconocía en su propia autobiografía: «Cuando pensaba en cosas mundanas, se deleitaba, pero, cuando, ya aburrido lo dejaba, se sentía triste y seco; en cambio, cuando pensaba en las penitencias que observaba en los hombres santos, ahí sentía consuelo, no solamente entonces, sino que incluso después se sentía contento y alegre». También puede ser la experiencia de cada uno de nosotros.
 
Y es que las cosas materiales, terrenales, son caducas y pasan; por contraste, las cosas espirituales son eternas, inmortales, duran para siempre, y son las únicas que pueden llenar nuestro corazón y dar sentido pleno a nuestra vida humana y cristiana.
 
Jesús lo dice muy claro: «¡Necio!» (Lc 12,20), así califica al que sólo tiene metas materiales, terrenales, egoístas. Que en cualquier momento de nuestra existencia nos podamos presentar ante Dios con las manos y el corazón llenos de esfuerzo por buscar al Señor y aquello que a Él le gusta, que es lo único que nos llevará al Cielo.
 
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Pensamientos para el Evangelio de hoy
 
«El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo» (San Juan Mª Vianney)
 
«¡Tú eres importante! Y Dios cuenta contigo por lo que eres, no por lo que tienes: ante Él, nada vale la ropa que llevas o el teléfono móvil que utilizas; no le importa si vas a la moda, le importas tú, tal como eres. A sus ojos, vales, y lo que vales no tiene precio» (Francisco)
 
«El décimo mandamiento prohíbe la avaricia y el deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos. Prohíbe el deseo desordenado nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y de su poder (…)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.536) (evangeli net).

02 agosto, 2025

Nuestra Señora de Los Ángeles de la PORCIÚNCULA

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2 de agosto
Nuestra Señora de Los Ángeles
de la PORCIÚNCULA 
 
Cada 2 de agosto se celebra a Nuestra Señora de los Ángeles, patrona de Costa Rica.
Si bien es cierto los orígenes de esta advocación mariana provienen de Europa, la devoción a la Virgen de los Ángeles puede considerarse como propia de América desde hace ya varios siglos, desde los tiempos de la conquista española. Aunque su presencia y sus devotos están distribuidos en todo el Continente, su arraigo en Costa Rica ha llegado a ser tal que el Congreso de la República de ese país la declaró oficialmente “Patrona de Costa Rica” en 1824.
 
Posteriormente, dicho patronazgo ha sido ratificado hasta en dos oportunidades por el parlamento costarricense: en 1924 y 2002. Dos años después de la primera ratificación, el Papa Pio XI le concedió a Nuestra Señora de los Ángeles la Coronación Pontificia (1926).
 
Este año 2025 se celebra el 390 aniversario del hallazgo, en Cartago (Costa Rica), de la estatuilla que despertó el amor especialísimo que los costarricenses profesan a la Madre de Dios.
 
La imagen
 
La imagen original de la Patrona de Costa Rica es pequeña (de unos 20 cm) y está hecha de roca volcánica, grafito y jade. Es de color negro y por eso sus devotos la llaman cariñosamente ‘la Negrita’.
La combinación de minerales de la estatuilla será siempre motivo de curiosidad: de acuerdo a fuentes científicas, si se toma en cuenta el periodo histórico en el que la imagen fue encontrada, no hay cómo explicar con precisión la presencia de grafito en ella (este material no se conocía en América) y, al mismo tiempo, de roca volcánica (prácticamente sin uso en la Europa de ese tiempo). Por eso, ‘la Negrita’ puede ser considerada un símbolo del mestizaje, en el que están fusionados elementos de dos mundos que empezaban a conocerse. Ella es expresión de la unidad americana que se gestó gracias a la fe.
 
Según la tradición, el 2 de agosto de 1635, una mujer a quien la historia ha denominado ‘Juana Pereira’, encontró sobre una roca una imagen de la Virgen María con el Niño Jesús en brazos. El lugar del hallazgo se llamaba Puebla de los Pardos (una alusión a la población de raza negra) en la zona de Cartago (Costa Rica), donde hoy está la Basílica consagrada a esta advocación. 
 
La historia popular afirma que aquella mujer, tras el hallazgo, trasladó la imagen a su casa, y al día siguiente la encontró en el mismo lugar de donde la tomó. Primero pensó que se trataba de una segunda imagen, pero grande fue su sorpresa al percatarse que el lugar donde había dejado la estatuilla el día anterior estaba vació. Volvió a guardar la imagen en un lugar seguro, y lo mismo sucedió al tercer día. Todo indicaba que la imagen era la misma y que por alguna misteriosa razón por sí sola regresaba al mismo lugar.
 
Juana decidió entonces llevarla a la parroquia cerca de su casa, a pedido del sacerdote local. Sin embargo, la imagen siempre desaparecía del lugar donde era llevada y aparecía de nuevo sobre la roca donde fue encontrada por primera vez. Los lugareños interpretaron esto como un signo de que la Madre de Dios deseaba que se construyera un templo en aquel lugar.
 
Primero se construyó una ermita y posteriormente, a inicios del siglo XX, la Basílica. Con el transcurso de los años la veneración a la santa imagen se fue extendiendo en todo el país. La gente empezó a llamarla Nuestra Señora de los Ángeles, por haber aparecido el día en que la Iglesia (particularmente los franciscanos) celebra a la Virgen bajo esa advocación.
 
En el alma de Costa Rica
 
Desde finales del siglo XIX, miles de personas peregrinan una vez al año al santuario de la Virgen de los Ángeles. Los fieles acompañan el traslado de la imagen desde allí hasta la Catedral de Nuestra Señora del Carmen, donde permanece hasta inicios de septiembre, cuando es devuelta a la basílica en un nuevo traslado. En ambas romerías llegan a participar de dos a tres millones de peregrinos, nacionales y extranjeros.
 
Hoy, día central de las celebraciones, se sienten los ecos de la carta que envió el Papa Benedicto XVI en honor de Nuestra Señora de los Ángeles a todos los católicos de Costa Rica -un gesto que se produjo en el marco de la clausura del Año Jubilar 2011-. En la misiva el Pontífice afirmó que esta devoción mariana “es un signo sagrado de la religión cristiana y la fe en Latinoamérica”.
 
Benedicto XVI recordó, además, que "existen innumerables signos sagrados capaces de difundir la religión cristiana sobre la tierra y de acrecentar la devoción de los fieles", y entre estos testimonios "está también la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles conservada en la Basílica de Cartago".
 
Rastreando los orígenes: San Francisco de Asís y la Virgen de los Ángeles
 
Además de la basílica de Cartago, existen otras muchas basílicas dedicadas a esta advocación mariana en el mundo, especialmente en Italia, donde se encuentran tres de las más importantes. La principal está ubicada en la ciudad de Asís, donde la Virgen se le apareció a San Francisco en 1208, año en el que “recibió su vocación”.
 
En 1216, en una visión, San Francisco le pidió al Señor, que se encontraba al lado de la Virgen y sus ángeles, que le concediera una indulgencia a cuantos visitasen la Iglesia dedicada a la Virgen bajo la advocación de María de los Ángeles.
 
El Señor aceptó y le ordenó al santo que se dirigiese a Perugia, para obtener del Papa el favor deseado. Esta indulgencia es conocida como "la indulgencia de la Porciúncula" o "el Perdón de Asís", y fue aprobada por el Papa Honorio III en el siglo XIII.(ACI prensa).

 

01 agosto, 2025

San Alfonso M. de Ligorio, Fundador de la Congregación del Santísimo Redentor o Padres Redentoristas

 Puede ser una imagen de 1 persona y texto que dice "San Alfonso María de Ligorio Patrono de confesores y teólogos moralistas 1 de agosto aciprensa.com"

 

¡Oh!, San Alfonso María de Ligorio, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo, que honrrasteis vuestro nombre
que significa: ¡“listo para el combate”! Y, así lo estuvisteis
siempre, desde el día aquél en que, siendo aún niño os visitó
San Francisco Jerónimo, quien os bendijo y anunció: “Este
chiquitín vivirá noventa años, será obispo y hará mucho bien”.
Doctor os nombraron a temprana edad, conservando pura vuestra
alma. Frecuentemente a Jesús Sacramentado visitabais y con
devoción a Nuestra Señora orabais. Dijisteis alguna vez:
“Mundo traidor, ya te he conocido. En adelante no te serviré ni
un minuto más”. Y, seguidamente preguntasteis a nuestro Señor:
“Señor, ¿qué queréis que yo haga?”. Y, Jesús os dijo muy
amorosamente: “Alfonso, apártate del mundo y dedícate sólo
a servirme a mí”. Y, luego, a los pies de Nuestra Señora de
la Merced y el Sagrario, al mundo renunciasteis, dejasteis
vuestra espada y, fundasteis “La Congregación del Santísimo
Redentor”. Y, a imitación de Jesús, por la ciudad y el campo
marchasteis, el evangelio predicando y sabe Él, cómo, os
disteis tiempo para confesar, preparar misiones y escribir
vuestros ciento once libros, opúsculos impresos y dos mil
manuscritos y, de ellos, vuestro famoso libro: “Las Glorias
de María”. Dios, os probó con enfermedades y fuisteis perdiendo
la vista y el oído. “Soy medio sordo y medio ciego, pero,
si Dios quiere que lo sea más y más, lo acepto con gusto”.
Os placía, pasar muchas horas junto al Santísimo Sacramento.
A veces os acercabais al sagrario y decíais: “¿Jesús, me oyes?”.
Y, claro ¡Él os escuchaba! Os encantaba que os leyeran Vidas de
Santos y luego preguntabais: “¿Ya rezamos el rosario? ¡Porque
del Rosario depende mi salvación!”. “Traedme, a Jesucristo”,
decíais, pidiendo la comunión. Y, así, habiendo gastado
vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo,
para coronada ser con corona de luz, como premio justo
a vuestra entrega increíble de amor. “Santo Patrón de los
Confesores y Moralistas” de todo el orbe de la tierra. ¡Aleluya!
¡oh!, San Antonio María, “vivo soldado del Dios de la Vida y del Amor”.

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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1ro. de Agosto
San Alfonso M. de Ligorio
Fundador de la Congregación del Santísimo Redentor o Padres Redentoristas
(1696 – 1787)

Alfonso significa: “listo para el combate”.

Nació cerca de Nápoles el 27 de septiembre de 1696. Sus padres fueron Don José, Marqués de Ligorio y Capitán de la Armada naval, y Doña Ana Cabalieri. Nuestro santo fue el primogénito de siete hermanos, cuatro varones y tres niñas. Siendo aún niño fue visitado por San Francisco Jerónimo el cual lo bendijo y anunció: “Este chiquitín vivirá 90 años, será obispo y hará mucho bien”.

A los 16 años, caso excepcional obtiene el grado de doctor en ambos derechos, civil y canónico, con notas sobresalientes en todos sus estudios.Para conservar la pureza de su alma escogió un director espiritual, visitaba frecuentemente a Jesús Sacramentado, rezaba con gran devoción a la Virgen y huía como de la peste de todos los que tuvieran malas conversaciones.

Su padre, que deseaba hacer de él un brillante político, lo hizo estudiar varios idiomas modernos, aprender música, artes y detalles de la vida caballeresca. Y en su profesión de abogado iba obteniendo resaltantes triunfos. Pero todo esto no lo dejaba satisfecho, por el gran peligro que en el mundo existe de ofender a Dios.

A sus compañeros les repetía: “Amigos, en el mundo corremos peligro de condenarnos”. Más tarde escribiría: “Las vanidades del mundo están llenas de amargura y desengaños. Lo sé por propia y amarga experiencia”. Su padre quería casarlo con alguna joven de familia muy distinguida para que formara un hogar de alta clase social. Pero cada vez que le preparaban algún noviazgo, la novia tenía que exclamar: “Muy noble, muy culto, muy atento, pero… ¡Vive más en lo espiritual que en lo material!.

Hubo un pleito famoso entre el Doctor Orsini y el gran duque de Toscana. El Dr. Alfonso defendía al de Orsini. Su exposición fue maravillosa, brillante. Sumamente aplaudida. Creía haber obtenido el triunfo para su defendido. Pero apenas terminada su intervención, se le acerca el jefe de la parte contraria, le alarga un papel y le dice: “Todo lo que nos ha dicho con tanta elocuencia cae de su base ante este documento”.

Alfonso lo lee, y exclama: “Señores, me he equivocado”, y sale de la sala diciendo en su interior: “Mundo traidor, ya te he conocido. En adelante no te serviré ni un minuto más”. Se encierra en su cuarto y está tres días sin comer. No hace sino rezar y llorar. Después se dedica a visitar enfermos, y un día en un hospital de incurables le parece que Jesús le dice: “Alfonso, apártate del mundo y dedícate sólo a servirme a mí”. Emocionado le responde: “Señor, ¿qué queréis que yo haga?”.

Y se dirige luego a la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced y ante el sagrario hace voto de dejar el mundo. Y como señal de compromiso deja su espada ante el altar de la Sma. Virgen. Pero tuvo que sostener una gran lucha espiritual para convencer a su padre, el cual cifraba en este hijo suyo, brillantísimo abogado, toda la esperanza del futuro de su familia. “Fonso mío – le decía llorando – ¿Cómo vas a dejar tu familia? – y él respondía: Padre, el único negocio que ahora me interesa es el de salvar almas”.

Al fin, a los 30 años de edad logra ser ordenado sacerdote. Desde entonces se dedica trabajar con las gentes de los barrios más pobres de Nápoles y de otras ciudades. Reúne a los niños y a la gente humilde, al aire libre y les enseña catecismo. Su padre que gozaba oyendo sus discursos de abogado, ahora no quiere ir a escuchar sus sencillos sermones sacerdotales. Pero un día entra por curiosidad a escucharle una de sus pláticas, y sin poderse contener exclama emocionado: “Este hijo mío me ha hecho conocer a Dios”. Y esto lo repetirá después muchas veces.

Se le reunieron otros sacerdotes y con ellos, el 9 de noviembre de 1752, fundó la Congregación del Santísimo Redentor (o Padres Redentoristas). Y a imitación de Jesús se dedicaron a recorrer ciudades, pueblos y campos predicando el evangelio. Su lema era el de Jesús: “Soy enviado para evangelizar a los pobres”.

Durante 30 años, con su equipo de misioneros, recorre campos, pueblos, ciudades, provincias, permaneciendo en cada sitio 10 o 15 días predicando, para que no quedara ningún grupo sin ser instruido y atendido espiritualmente. La gente al ver su gran espíritu de sacrificio, corría a su confesionario a pedirle perdón de sus pecados. Solía decir que el predicador siembra y el confesor recoge la cosecha.

Es admirable como a San Alfonso le alcanzaba el tiempo para hacer tantas cosas. Predicaba, confesaba, preparaba misiones y escribía. Hay una explicación: Había hecho votos de no perder ni un minuto de su tiempo. Y aprovechaba este tesoro hasta lo máximo. Al morir deja 111 libros y opúsculos impresos y 2 mil manuscritos. Durante su vida vio 402 ediciones de sus obras.

Su obra ha sido traducida a 70 lenguas, y ya en vida llegó a ver más de 40 traducciones de sus escritos. Para su libro más famoso, “Las Glorias de María”, empezó San Alfonso a recoger materiales cuando tenía 38 años de edad, y terminó de escribirlo a los 54 años, en 1750. Su redacción le gastó 16 años. Sus obras las escribió en sus últimos 35 años, que fueron años de terribles sufrimientos.

En 1762 el Papa lo nombró obispo de Santa Agueda. Quedó aterrado y dijo que renunciaba a ese honor.Pero el Papa no le aceptó la renuncia. “Cúmplase la Voluntad de Dios. Este sufrimiento por mis pecados” – exclamó – y aceptó. Tenía 66 años.

Estuvo 13 años de obispo. Visitó cada dos años los pueblos. En cada pueblo de su diócesis hizo predicar misiones, y él predicaba el sermón de la Virgen o el de la despedida. Vino el hambre y vendió todos sus utensilios, hasta su sombrero y anillo y la mula y el carro del obispo para dar de comer a los hambrientos. Cuando le aceptaron su renuncia de obispo exclamó: Bendito sea Dios que me ha quitado una montaña de mis hombros.

Dios lo probó con enfermedades. Fue perdiendo la vista y el oído. “Soy medio sordo y medio ciego – decía – pero si Dios quiere que lo sea más y más, lo acepto con gusto”. Su delicia era pasar las horas junto al Santísimo Sacramento. A veces se acercaba al sagrario, tocaba a la puertecilla y decía: “¿Jesús, me oyes?”

Le encantaba que le leyeran Vidas de Santos. Un hermano tras otro pasaban a leerle por horas y horas. Preguntaba: ¿Ya rezamos el rosario? Perdonadme, pero es que del Rosario depende mi salvación . “Traedme, a Jesucristo”, decía, pidiendo la comunión.

San Alfonso muere el 1 de agosto de 1787, (Tenía 90 años). El Papa Gregorio XVI lo declara Santo en 1839. El Papa Pío IX lo declara Doctor de la Iglesia en 1875. Para un devoto de la Virgen ninguna lectura más provechosa que “Las Glorias de María” de San Alfonso. No hay gente débil y gente fuerte en lo espiritual, sino gente que no reza y gente que sí sabe rezar. (San Alfonso)

(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Alfonso_M_Ligorio.htm)