
¡Oh! Santa Emma Galgani, vos, sois la hija del Dios de la Vida,
su amada sierva y santa. Vos, aunque pasasteis por numerosos
sufrimientos corporales, Cristo os concedió sus estigmas santos.
Vuestra fortaleza, siempre fue el amor que sentíais por los
pecadores y vuestra devoción al Sagrado Corazón de Jesús, lo
que os permitió desarrollar una espiritualidad sólida y profunda.
Desde muy niña evidenciasteis vuestra vocación al misticismo,
y por ello, os gustabais encerraros para rezar delante del santo
crucifijo familiar. Vuestra madre, os inculcó el amor por Cristo
Crucificado y por la Virgen María; y os animaba a hablar con
Jesús y a veces entre lágrimas, os dijo también el amor que Él,
mostró por los hombres. A lo largo de vuestra vida, estuvisteis
muy cerca a la Eucaristía y a la Santísima Virgen María, Madre
de Dios y Madre nuestra. A pesar de vuestra corta edad, el obispo
de Camigliano, Mons. Volpi, accedió a que recibierais la Primera
Comunión. Vuestra madre, sintiendo cercana la muerte, os encomendó
al cuidado del Espíritu Santo. Después de la muerte de vuestro
padre, os mudasteis con vuestros tíos a Camioer, descuidando
vuestra relación con Dios, llegando a dejar de orar por algún
tiempo. Pero, el Señor permitió que cayerais enferma para haceros
recapacitar, y, así fue, y tuvisteis que esforzaros por retomar
la vida de oración. Jesús os concedió diversas gracias, entre
las que se contaban numerosas experiencias místicas sobre la Pasión
de Cristo. A estas alturas, vuestra salud decreció y teníais
recaídas de vuestras dolencias, aprendiendo a aprovechar esos
momentos para ofrecer vuestros sufrimientos por la conversión de
los pecadores. Y, entonces, el maligno no demoró con sus ataques,
presentándoos tentaciones, hasta atacaros físicamente. Por vuestros
constantes padecimientos, los éxtasis en los que quedabais y por
mostrar los estigmas de Cristo, muchos se burlaban de vos, y os
creían loca. Pero, vos, nunca dejasteis de que os amedrentaran
y continuasteis amando y sirviendo a Jesús hasta el día de vuestra
muerte. Y, el día que tanto habíais anhelado llegó, y sintiéndoos
se cerca de morir, ofrecisteis este último sacrificio por la
conversión de un sacerdote caído en una vida mundana y desordenada.
El padre, al enterarse de vuestro sacrificio, se convirtió dos días
antes de que vuestra alma volara el cielo, para recibir corona
de luz y eternidad como justo premio a vuestra entrega de amor y fe.
El Padre Germán, os dió la extremaunción y vio cómo vos, colocabais
vuestro brazos imitando a vuestro único Maestro: ¡Cristo en la Cruz!
Luego, tomasteis el crucifijo en las manos y exclamasteis: «¡Jesús!
¡En vuestras manos encomiendo mi pobre alma!» y volviéndoos a la
imagen de María, añadisteis: «¡Mamá mía!, recomienda a Jesús mi
pobre alma… y dile que tenga misericordia de mí». !Aleluya! Y,
el Padre Germán escribió muy pronto vuestra biografía y la devoción
hacia vos, comenzó a extenderse de manera prodigiosa, no sólo en
Italia, sino por los confines de todo el orbe de la tierra. ¡Aleluya!
Os canonizaron durante la fiesta de la Ascensión de Nuestro Señor;
¡Oh! Santa Emma Galgani, «vivo amor por el Dios de la Vida y del Amor».
© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
________________________________________
11 de Abril
Santa Emma Galgani
Mística y Estigmatizada
Cuando Jesús entra en el corazón de una persona, su amor lo
inflama de grandeza y caridad, tanto que a veces la naturaleza humana se
ve superada o desbordada. Eso fue lo que le sucedió a Santa Gemma
Galgani, una joven italiana que pasó por numerosos sufrimientos
corporales y a quien Cristo le concedió sus estigmas.
Sus grandes fortalezas fueron el amor que sentía por los pecadores y
su devoción al Corazón de Jesús, lo que le permitió desarrollar una
espiritualidad profunda.
Gemma nació en Camigliano (Italia) el 12 de marzo de 1878. Sus padres
fueron el farmacéutico don Enrique Galgani y doña Aurelia Landi. Fue la
cuarta hija de ocho hermanos. Desde niña evidenció su particular
vocación al misticismo. Entre otros signos, gustaba de encerrarse para
rezar delante del crucifijo de la familia.
Su madre fue quien le inculcó el amor por Cristo Crucificado y por la
Virgen María. Solía tomarla en brazos mientras le enseñaba el
crucifijo. La animaba a hablar con Jesús y le recordaba siempre, a veces
entre lágrimas, el inmenso amor que Jesús mostró por los hombres.
Durante toda su vida, Gemma estuvo muy cerca a la Eucaristía y a la
Madre de Dios. A pesar de su corta edad, el obispo de Camigliano, Mons.
Volpi, accedió a que recibiera la Primera Comunión.
Cuando su madre empezó a sentir cercana la muerte, encomendó a Gemma
al cuidado del Espíritu Santo. Aurelia alcanzó a prepararla para recibir
el sacramento de la Confirmación, que le fue administrado en 1885 por
el obispo de Lucca, Mons. Nicolás Ghilardi.
Durante la ceremonia, Gemma sintió que el Espíritu Santo le
preguntaba si ella quería entregarle a su mamá. La niña respondió que
sí, pero le pidió que la llevara también a ella. Sin embargo, eso no fue
lo que sucedió, porque Dios tenía otros planes para ella.
Años más tarde, después de la muerte de su padre, Gemma se mudó con
sus tíos a Camioer. Durante el año que permaneció con ellos, descuidó
mucho su relación con Dios y llegó incluso a dejar de rezar por algún
tiempo. Sin embargo, el Señor permitió que cayera enferma para hacerla
recapacitar, y, gracias a Dios, así fue. Como Gemma requería de mayores
cuidados regresó a Lucca, donde permaneció hasta su muerte.
Así, Gemma tuvo que esforzarse por retomar la vida de oración, para
unirse a Cristo y nunca más abandonarlo. Jesús le concedió diversas
gracias, entre las que se contaban numerosas experiencias místicas sobre
la Pasión de Cristo.
Lamentablemente la salud de Santa Gemma no era buena y tenía
constantes recaídas de sus dolencias. A pesar del dolor, aprendió a
aprovechar esos momentos para ofrecer sus sufrimientos por la conversión
de los pecadores.
Toda esa entrega y abnegación fueron motivo para que se convirtiese
en blanco de los ataques del Maligno, que le presentaba tentaciones e
incluso llegó a atacarla físicamente.
A causa de sus constantes padecimientos, los éxtasis en los que se
quedaba y por mostrar los estigmas de Cristo, muchos se burlaban de ella
y la creían loca. Pero Gemma nunca se dejó amedrentar por las burlas o
insultos, y continuó amando y sirviendo a Jesús hasta el día de su
muerte.
Finalmente, la Santa cayó gravemente enferma. Sintiéndose cerca de
morir, Gemma ofreció este último sacrificio por la convresión de un
sacerdote caído en una vida mundana y desordenada. El cura, al enterarse
de su sacrificio, se convirtió dos días antes de que la muerte le
sobreviniera sorpresivamente.
La joven italiana murió el 11 de abril de 1903, el día de Sábado
Santo. El P. Germán le dio la extremaunción y vio cómo la Santa colocaba
sus brazos imitando a Cristo en la Cruz. Después, Gemma tomó el
crucifijo en las manos y exclamó: «¡Jesús!.. ¡En tus manos encomiendo mi
pobre alma!»; y volviéndose a la imagen de María, añadió: «¡Mamá mía!,
recomienda a Jesús mi pobre alma…Dile que tenga misericordia de mí».
El P. Germán escribió muy pronto la biografía y la devoción a Santa
Gemma comenzó a extenderse de manera prodigiosa, no sólo en Italia, sino
en muchos países del mundo.
Fue canonizada el 2 de mayo de 1940 durante la fiesta de la Ascensión
del Señor. El Papa Pío XI dijo sobre la santa: “Será la joya de nuestro
pontificado”.
(https://www.aciprensa.com/noticias/hoy-celebramos-a-la-joven-santa-gemma-galgani-84537)