18 septiembre, 2024

Patrono de los estudiantes, Aviadores y personas con discapacidad

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¡Oh! San José de Cupertino; vos, sois el hijo del Dios de la Vida
su siervo y amado santo. Vuestros padres, pobres pero, de corazón
de oro. Cando éste, murió; vuestra madre no os trató como vos
hubieseis querido, pues crecisteis débil y distraído, tanto que,
se os olvidaba hasta comer. Andabais por las calles con la boca
abierta y la gente os llamaba “el boquiabierta”, os despreciaban
y os creían poca cosa pero, agradabais a Dios en vuestros deberes
piadosos. No os aceptaron los franciscanos pero, os recibieron
los capuchinos, para después expulsaros por ser distraído. Un
familiar vuestro, declaró que vos “no erais bueno para nada”,
y os echó a la calle. Entonces, vuestra madre, os envió como
mandadero al convento de los padres franciscanos. Entonces, el
Dios “Vivo”, obró maravillas y cambió vuestra vida para siempre:
os convirtió en un experto obrero y trabajasteis en el establo.
Y, así, con vuestra humildad y amabilidad; con vuestro espíritu
de penitencia y vuestro amor por la oración os fuisteis ganando
estima y aprecio de todos, hasta ser admitido como religioso
franciscano. Os pusieron a estudiar para ser sacerdote pero,
cuando os ibais a presentaros para los exámenes, sucedía que lo
único que podíais explicar era: “Bendito el fruto de tu vientre
Jesús”. Entonces, el jefe de los examinadores dijo: “Voy a abrir
el evangelio, y la primera frase que salga, será la que tiene
que explicar”. Y salió justo la única frase que vos sabíais:
“Bendito sea el fruto de tu vientre”. Y, en el examen para
decidir quiénes serían ordenados, los primeros diez que examinó
el obispo respondieron todas las preguntas, tanto que, suspendió
el examen diciendo: ¿Para qué seguir examinando a los demás si
todos se encuentran tan formidablemente preparados?” Y, así, vos,
que estabais de miedo, os librasteis de aquella prueba porque
Dios, así lo quiso. Tratabais de ganar almas por medio de la
oración y de la penitencia pues, sabíais que no teníais cualidades
para predicar, ni para enseñar pero, entonces suplíais estas
falencias haciendo grandes penitencias y muchas oraciones por los
pecadores. Jamás comíais carne ni bebíais licor. Ayunabais a pan
y agua muchos días. Os dedicabais a los trabajos manuales del
convento y vuestra vida fue una serie continúa de éxtasis tras
éxtasis, curaciones milagrosas y sucesos sobrenaturales abundantes.
Bastaba que os hablaran de Dios o del cielo, para que os volvieseis
insensible a lo que sucedía a vuestro alrededor. Un domingo
del Buen Pastor, os encontrasteis un corderito, y os lo echasteis
al hombro y al pensar en Jesús, os fuisteis elevando por los
aires con él y todo. Quedabais en éxtasis durante la Santa Misa,
cuando rezabais los salmos de la Santa Biblia. Un día, unos
obreros deseaban llevar una pesada cruz a una montaña y no lo
lograban. Entonces vos, os elevasteis por los aires con cruz y
todo y la llevasteis hasta la cima. El día de la Asunción de la
Virgen, un mes antes de vuestra muerte, celebrasteis vuestra
última Misa y quedasteis suspendido por los aires como si
estuvierais con el mismo Dios, en el cielo. Casi al final de
vuestra vida, os llevaron al Sumo Pontífice Urbano Octavo, y
estando hablando con el Santo Padre, quedasteis en éxtasis y os
elevasteis por el aire. El Duque de Hannover, protestante él,
al veros en éxtasis se convirtió al catolicismo. Benedicto Papa XIV
declaró: “Todos estos hechos no se puede explicar sin una
intervención muy especial de Dios”. “Rezar, no cansarse nunca
de rezar. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo
el que pide, recibe”, decíais vos. Y, así, y luego de haber
gastado vuestra santa vida en buena lid, voló vuestra alma al
cielo, para coronada ser de luz, como premio a vuestro amor y fe;
¡Oh!, San José Cupertino; “viva vida gloriosa del Dios de la Vida”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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Éxtasis

¡Oh!, San José de Cupertino; sois vos,
de los éxtasis el príncipe; lego
como erais, Dios os premio con
tan sabroso manjar en esta vida.

Qué hermoso y maravilloso veros
orar, entre las atentas ovejas y
de bandadas seguido, de cientos
de aves en los primaverales campos.

“Bendito el fruto de tu vientre Jesús”,
y bendito fuisteis y salvo para el
cielo, tanto soñado y ansiado por vos.

Terminó, vuestra obra en este mundo,
y voló vuestra alma, para justo premio
recibir: coronada ser de eterna luz;
Oh, San José Cupertino, bendito santo.

© 2011 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Septiembre
San José de Cupertino
Año 1663

José nació en 1603 en el pequeño pueblo italiano llamado Cupertino. Sus padres eran sumamente pobres. El niño vino al mundo en un pobre cobertizo pegado a la casa, porque el papá, un humilde carpintero, no había podido pagar las cuotas que debía de su casa y se la habían embargado. Murió el papá, y entonces la mamá, ante la situación de extrema pobreza en que se hallaba, trataba muy ásperamente al pobre niño y este creció debilucho y distraído. Se le olvidaba hasta comer. A veces pasaba por las calles con la boca abierta mirando tristemente a la gente, y los vecinos le pusieron por sobrenombre el “boquiabierta”. Las gentes lo despreciaban y lo creían un poca cosa. Pero lo que no sabían era que en sus deberes de piedad era extraordinariamente agradable a Dios, el cual le iba a responder luego de maneras maravillosas.

A los 17 años pidió ser admitido de franciscano pero no fue admitido. Pidió que lo recibieran en los capuchinos y fue aceptado como hermano lego, pero después de ocho meses fue expulsado porque era en extremo distraído. Dejaba caer los platos cuando los llevaba para el comedor. Se le olvidaban los oficios que le habían puesto. Parecía que estaba siempre pensando en otras cosas. Por inútil lo mandaron para afuera.

Al verse desechado, José buscó refugio en casa de un familiar suyo que era rico, pero él declaró que este joven “no era bueno para nada”, y lo echó a la calle. Se vio entonces obligado a volver a la miseria y al desprecio de su casa. La mamá no sintió ni el menor placer al ver regresar a semejante “inútil”, y para deshacerse de él le rogó insistentemente a un pariente que era franciscano, para que lo recibieran al muchacho como mandadero en el convento de los padres franciscanos.

Sucedió entonces que en José se obró un cambio que nadie había imaginado. Lo recibieron los padres como obrero y lo pusieron a trabajar en el establo y empezó a desempeñarse con notable destreza en todos los oficios que le encomendaban. Pronto con su humildad y su amabilidad, con su espíritu de penitencia y su amor por la oración, se fue ganando la estimación y el aprecio de los religiosos, y en 1625, por votación unánime de todos los frailes de esa comunidad, fue admitido como religioso franciscano.

Lo pusieron a estudiar para presentarse al sacerdocio, pero le sucedía que cuando iba a presentar exámenes se trababa todo y no era capaz de responder. Llegó uno de los exámenes finales y el pobre Fray José la única frase del evangelio que era capaz de explicar completamente bien era aquella que dice: “Bendito el fruto de tu vientre Jesús”. Estaba asustadísimo pero al empezar el examen, el jefe de los examinadores dijo: “Voy a abrir el evangelio, y la primera frase que salga, será la que tiene que explicar”. Y salió precisamente la única frase que el Cupertino se sabía perfectamente: “Bendito sea el fruto de tu vientre”.

Llegó al fin el examen definitivo en el cual se decidía quiénes sí serían ordenados. Y los primeros diez que examinó el obispo respondieron tan maravillosamente bien todas las preguntas, que el obispo suspendió el examen diciendo: ¿Para qué seguir examinando a los demás si todos se encuentran tan formidablemente preparados?” y por ahí estaba haciendo turno para que lo examinaran, el José de Cupertino, temblando de miedo por si lo iban a descalificar. Y se libró de semejante catástrofe por casualidad.

Ordenado sacerdote en 1628, se dedicó a tratar de ganar almas por medio de la oración y de la penitencia. Sabía que no tenía cualidades especiales para predicar ni para enseñar, pero entonces suplía estas deficiencias ofreciendo grandes penitencias y muchas oraciones por los pecadores. Jamás comía carne ni bebía ninguna clase de licor. Ayunaba a pan y agua muchos días. Se dedicaba con gran esfuerzo y consagración a los trabajos manuales del convento (que era para lo único que se sentía capacitado).

Desde el día de su ordenación sacerdotal su vida fue una serie no interrumpida de éxtasis, curaciones milagrosas y sucesos sobrenaturales en un grado tal que no se conocen en cantidad semejante con ningún otro santo. Bastaba que le hablaran de Dios o del cielo para que se volviera insensible a lo que sucedía a su alrededor. Ahora se explicaban por que de niño andaba tan distraído y con la boca abierta. Un domingo, fiesta del Buen Pastor, se encontró un corderito, se lo echó al hombro y al pensar en Jesús, Buen Pastor, se fue elevando por los aires con cordero y todo.

Los animales sentían por él un especial cariño. Pasando por el campo, se ponía a rezar y las ovejas se iban reuniendo a su alrededor y escuchaban muy atentas sus oraciones. Las golondrinas en grandes bandadas volaban alrededor de su cabeza y lo acompañaban por cuadras y cuadras.

Sabemos que la Iglesia Católica llama éxtasis a un estado de elevación del alma hacia lo sobrenatural, durante lo cual la persona se libra momentáneamente del influjo de los sentidos, para contemplar lo que pertenece a la divinidad. San José de Cupertino quedaba en éxtasis con mucha frecuencia durante la Santa Misa, cuando estaba rezando los salmos de la S. Biblia. Durante los 17 años que estuvo en el convento de Grotella sus compañeros de comunidad presenciaron 70 éxtasis de este santo. El más famoso sucedió cuando 10 obreros deseaban llevar una pesada cruz a una montaña y no lo lograban. Entonces Fray José se elevó por los aires con cruz y todo y la llevó hasta la cima del monte.

Como estos sucesos tan raros podían producir movimientos de exagerado fervor entre el pueblo, los superiores le prohibieron celebrar misa en público, ir a rezar en comunidad con los demás religiosos, asistir al comedor cuando estaban los otros ahí, y concurrir a otras sesiones públicas de devoción.

Cuando estaba en éxtasis lo pinchaban con agujas, le daban golpes con palos y hasta le acercaban a sus dedos velas encendidas y no sentía nada. Lo único que lo hacía volver en sí era oír la voz de su superior que lo llamaba a que fuera a cumplir con sus deberes. Cuando regresaba de sus éxtasis pedía perdón a sus compañeros diciéndoles: “Excúsenme por estos ‘ataques de mareo’ que me dan”.

En la Iglesia han sucedido levitaciones a más de 200 santos. Consisten en elevar el cuerpo humano desde el suelo, sin ninguna fuerza física que lo esté levantando. Se ha considerado como un regalo que Dios hace a ciertas almas muy espirituales. San José de Cupertino tuvo numerosísimas levitaciones.

Un día llegó el embajador de España con su esposa y mandaron llamar a Fray José para hacerle una consulta espiritual. Este llegó corriendo. Pero cuando ya iba a empezar a hablar con ellos, vio un cuadro de la Virgen que estaba en lo más alto del edificio, y dando su típico pequeño grito se fue elevando por el aire hasta quedar frente al rostro de la sagrada imagen. El embajador y su esposa contemplaban emocionados semejante suceso que jamás habían visto. El santo rezó unos momentos, y luego descendió suavemente al suelo, y como avergonzado, subió corriendo a su habitación y ya no bajó más ese día.

En Osimo, donde el santo pasó sus últimos seis años, un día los demás religiosos lo vieron elevarse hasta una estatua de la Virgen María que estaba a tres metros y medio de altura, y darle un beso al Niño Jesús, y ahí junto a la Madre y al Niño se quedó un rato rezando con intensa emoción, suspendido por los aires.

El día de la Asunción de la Virgen en el año 1663, un mes antes de su muerte, celebró su última misa. Y estando celebrando quedó suspendido por los aires como si estuviera con el mismo Dios en el cielo. Muchos testigos presenciaron este suceso.

Muchos enemigos empezaron a decir que todo eso eran meros inventos y lo acusaban de engañador. Fue enviado al Superior General de los Franciscanos en Roma y este al darse cuenta que era tan piadoso y tan humilde, reconoció que no estaba fingiendo nada. Lo llevaron luego donde el Sumo Pontífice Urbano VIII, el cual deseaba saber si era cierto o no lo que le contaban de los éxtasis y las levitaciones del frailecito. Y estando hablando con el Papa, quedó José en éxtasis y se fue elevando por el aire. El Duque de Hannover, que era protestante, al ver a José en éxtasis se convirtió al catolicismo.

El Papa Benedicto XIV que era rigurosísimo en no aceptar como milagro nada que no fuera en verdad milagro, estudió cuidadosamente la vida de José de Cupertino y declaró: “Todos estos hechos no se puede explicar sin una intervención muy especial de Dios”.

Los últimos años de su vida, José fue enviado por sus superiores a conventos muy alejados donde nadie pudiera hablar con él. La gente descubría donde estaba y corrían hacia allá. Entonces lo enviaban a otro convento más apartado aún. El sufrió meses de aridez y sequedad espiritual (como Jesús en Getsemaní) pero después a base de mucha oración y de continua meditación, retornaba otra vez a la paz de su alma. A los que le consultaban problemas espirituales les daba siempre un remedio: “Rezar, no cansarse nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni el cielo es de bronce. Todo el que pide, recibe”.

Murió el 18 de septiembre de 1663 a la edad de 60 años. Que Dios nos enseñe con estos hechos tan maravillosos, que Él siempre enaltece a los que son humildes y los llena de gracias y bendiciones.

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/José_Cupertino.htm)

17 septiembre, 2024

San Roberto Belarmino, Cardenal, Doctor de la Iglesia y Patrono de los Catequistas

 Monumental AM 1080 on X: "📌 Cada 17 de septiembre la Iglesia recuerda a San  Roberto Belarmino (1542-1621), arzobispo y cardenal, hombre de gran celo  apostólico y sabiduría, quien enfrentó con singular

 

Oración

Señor Dios,
tú que, para defender la fe de la Iglesia
y promover su renovación espiritual,
diste a San Roberto Belarmino
una ciencia y una fortaleza admirables,
concédenos,
por la intercesión de este insigne
doctor de la Iglesia,
conservar y vivir siempre
en toda su integridad el mensaje evangélico
al que él consagró toda su vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Amén.

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¡Oh!, San Roberto Belarmino, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo y, el que, brillo disteis al
significado de vuestro nombre: “el que brilla, por su buena
fama”. “De pronto, cuando más deseoso estaba de conseguir
cargos honoríficos, me vino de repente a la memoria
lo muy rápidamente que se pasan los honores de este
mundo y la cuenta que todos vamos a tener que darle a Dios,
y me propuse entrar de religioso, pero en una comunidad
donde no fuera posible ser elegido obispo ni cardenal.
 Esa comunidad era la de los padres jesuitas”. Y, así fue,
siendo más tarde el más valiente defensor de Nuestra
Iglesia Católica, contra los errores de los protestantes.
A las multitudes atraías, con vuestros bellos y reflexivos
sermones, prédicas y conferencias teológicas. Para todos
ellos, “ídolo” llegasteis a ser. Los miles de universitarios
de Roma, Lovaina y París, os amaban como su predicador
perfecto. Con mucha anticipación profesores y estudiantes,
“tomaban” literalmente las plazas, donde vos, ibais a dar
vuestras prédicas. Y, cuando se os anunciaba en los templos,
éstos, de “bote a bote” se llenaban. Os debemos también
el “Catecismo Resumido”, y el “Explicado”. Con vuestro libro
“Las Controversias”, pulverizasteis con sabiduría admirable
lo que evangélicos y calvinistas decían sobre Cristo
y la fe. Y, “suerte divina” tuvisteis de tener como discípulo
a San Luis Gonzaga, y cuando fallecisteis, pedisteis que
os enterrasen a su lado con una frase: “es que fue mi discípulo”.
Poco antes de morir escribisteis en vuestro testamento que,
todo lo que os teníais se repartiera entre los pobres, y que,
vuestro funeral fuese de noche para que no hubiera mucha
gente, y se hicieran sin solemnidad alguna. Os obedecieron,
pero a pesar de ello os acompañó, una muchedumbre pues
convencidos estaban de estar asistiendo al entierro de un santo.
Y, así, luego de haber gastado vuestra santa vida en buena
lid, voló vuestra alma al cielo para coronada ser con corona
de luz, como premio justo a vuestra entrega increíble de amor;
¡oh!, San Roberto Belarmino, “vivo brillo, del amor de Dios Vivo”.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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17 de Septiembre
San Roberto Belarmino
Cardenal y
Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia, miembro de la Compañía de Jesús, que intervino de modo preclaro, con modos sutiles y peculiares, en las disputas teológicas de su tiempo. Fue cardenal, y durante algún tiempo también obispo entregado al ministerio pastoral de la diócesis de Capua, en Italia, desempeñando finalmente en la Curia romana múltiples actividades en defensa doctrinal de la fe (1621).

Etimológicamente: Roberto = Aquel que brilla por su fama, es de origen germánico.

Etimológicamente: Belarmino = Aquel querrero que tiene todas las armas,es de origen germánico.

Este santo ha sido uno de los más valientes defensores de la Iglesia Católica contra los errores de los protestantes. Sus libros son tan sabios y llenos de argumentos convencedores, que uno de los más famosos jefes protestantes exclamó al leer uno de ellos: “Con escritores como éste, estamos perdidos. No hay cómo responderle”.

San Roberto nació en Monteluciano, Toscana (Italia), en 1542. Su madre era hermana del Papa Marcelo II. Desde niño dio muestras de poseer una inteligencia superior a la de sus compañeros y una memoria prodigiosa. Recitaba de memoria muchas páginas en latín, del poeta Virgilio, como si las estuviera leyendo. En las academias y discusiones públicas dejaba admirados a todos los que lo escuchaban. El rector del colegio de los jesuitas en Montepulciano dejó escrito: “Es el más inteligente de todos nuestros alumnos. Da esperanza de grandes éxitos para el futuro”.

Por ser sobrino de un Pontífice podía esperar obtener muy altos puestos y a ello aspiraba, pero su santa madre lo fue convenciendo de que el orgullo y la vanidad son defectos sumamente peligrosos y cuenta él en sus memorias: “De pronto, cuando más deseoso estaba de conseguir cargos honoríficos, me vino de repente a la memoria lo muy rápidamente que se pasan los honores de este mundo y la cuenta que todos vamos a tener que darle a Dios, y me propuse entrar de religioso, pero en una comunidad donde no fuera posible ser elegido obispo ni cardenal. Y esa comunidad era la de los padres jesuitas”. Y así lo hizo. Fue recibido de jesuita en Roma en 1560, y detalles de los misterios de Dios: él entraba a esa comunidad para no ser elegido ni obispo ni cardenal (porque los reglamentos de los jesuitas les prohibían aceptar esos cargos) y fue el único obispo y cardenal de los Jesuitas en ese tiempo.

Uno de los peores sufrimientos de San Roberto durante toda la vida fue su mala salud. En él se cumplía lo que deseaba San Bernardo cuando decía: “Ojalá que los superiores tengan una salud muy deficiente, para que logren comprender a los débiles y enfermos”. Cada par de meses tenían que enviar a Roberto a las montañas a descansar, porque sus condiciones de salud eran muy defectuosas. Pero no por eso dejaba de estudiar y de prepararse.

Ya de joven seminarista y profesor, y luego como sacerdote, Roberto Belarmino atraía multitudes con sus conferencias, por su pasmosa sabiduría y por la facilidad de palabra que tenía y sus cualidades para convencer a los oyentes. Sus sermones fueron extraordinariamente populares desde el primer día. Los oyentes decían que su rostro brillaba mientras predicaba y que sus palabras parecían inspiradas desde lo alto.

Belarmino era un verdadero ídolo para sus numerosos oyentes. Un superior enviado desde Roma para que le oyera los sermones que predicaba en Lovaina, escribía luego: “Nunca en mi vida había oído hablar a un hombre tan extraordinariamente bien, como habla el padre Roberto”.

Era el predicador preferido por los universitarios en Lovaina, París y Roma. Profesores y estudiantes se apretujaban con horas de anticipación junto al sitio donde él iba a predicar. Los templos se llenaban totalmente cuando se anunciaba que era el Padre Belarmino el que iba a predicar. Hasta se subían a las columnas para lograr verlo y escucharlo.

Al principio los sermones de Roberto estaban llenos de frases de autores famosos, y de adornos literarios, para aparecer como muy sabio y literato. Pero de pronto un día lo enviaron a hacer un sermón, sin haberle anunciado con anticipación, y él sin tiempo para prepararse ni leer, se propuso hacer esa predicación únicamente con frases de la S. Biblia (la cual prácticamente se sabía de memoria) y el éxito fue fulminante. Aquel día consiguió más conversiones con su sencillo sermoncito bíblico, que las que había obtenido antes con todos sus sermones literarios. Desde ese día cambió totalmente su modo de predicar: de ahora en adelante solamente predicará con argumentos tomados de la S. Biblia, no buscando aparecer como sabio, sino transformar a los oyentes. Y su éxito fue asombroso.

Después de haber sido profesor de la Universidad de Lovaina y en varias ciudades más, fue llamado a Roma, para enseñar allá y para ser rector del colegio mayor que los Padres Jesuitas tenían en esa capital. Y el Sumo Pontífice le pidió que escribiera un pequeño catecismo, para hacerlo aprender a la gente sencilla. Escribió entonces el Catecismo Resumido, el cual ha sido traducido a 55 idiomas, y ha tenido 300 ediciones en 300 años (una por año) éxito únicamente superado por la S. Biblia y por la Imitación de Cristo. Luego redactó el Catecismo Explicado, y pronto este su nuevo catecismo estuvo en las manos de sacerdotes y catequistas en todos los países del mundo. Durante su vida logró ver veinte ediciones seguidas de sus preciosos catecismos.

Se llama controversia a una discusión larga y repetida, en la cual cada contendor va presentando los argumentos que tiene contra el otro y los argumentos que defienden lo que él dice.

Los protestantes (evangélicos, luteranos, anglicanos, etc.) habían sacado una serie de libros contra los católicos y estos no hallaban cómo defenderse. Entonces el Sumo Pontífice encomendó a San Roberto que se encargara en Roma de preparar a los sacerdotes para saber enfrentarse a los enemigos de la religión. El fundó una clase que se llamaba “Las controversias”, para enseñar a sus alumnos a discutir con los adversarios. Y pronto publicó su primer tomo titulado así: “Controversias”. En ese libro con admirable sabiduría, pulverizaba lo que decían los evangélicos y calvinistas. El éxito fue rotundo. Enseguida aparecieron el segundo y tercer tomo, hasta el octavo, y los sacerdotes y catequistas de todas las naciones encontraban en ellos los argumentos que necesitaban para convencer a los protestantes de lo equivocados que están los que atacan nuestra religión. San Francisco de Sales cuando iba a discutir con un protestante llevaba siempre dos libros: La S. Biblia y un tomo de las Controversias de Belarmino. En 30 años tuvieron 20 ediciones estos sus famosos libros. Un librero de Londres exclamaba: “Este libro me sacó de pobre. Son tantos los que he vendido, que ya se me arregló mi situación económica”.

Los protestantes, admirados de encontrar tanta sabiduría en esas publicaciones, decían que eso no lo había escrito Belarmino solo, sino que era obra de un equipo de muchos sabios que le ayudaban. Pero cada libro lo redactaba él únicamente, de su propio cerebro.

El Santo Padre, el Papa, lo nombró obispo y cardenal y puso como razón para ello lo siguiente: “Este es el sacerdote más sabio de la actualidad”.

Belarmino se negaba a aceptar tan alto cargo, diciendo que los reglamentos de la Compañía de Jesús prohiben aceptar títulos elevados en la Iglesia. El Papa le respondió que él tenía poder para dispensarlo de ese reglamento, y al fin le mandó, bajo pena de pecado mortal, aceptar el cardenalato. Tuvo que aceptarlo, pero siguió viviendo tan sencillamente y sin ostentación como lo había venido haciendo cuando era un simple sacerdote.

Al llegar a las habitaciones de Cardenal en el Vaticano, quitó las cortinas lujosas que había en las paredes y las mandó repartir entre las gentes pobres, diciendo: “Las paredes no sufren de frío”.

Los superiores Jesuitas le encomendaron que se encargara de la dirección espiritual de los jóvenes seminaristas, y San Roberto tuvo la suerte de contar entre sus dirigidos, a San Luis Gonzaga. Después cuando Belarmino se muera dejará como petición que lo entierren junto a la tumba de San Luis, diciendo: “Es que fue mi discípulo”.

En los últimos años pedía permiso al Sumo Pontífice y se iba a pasar semanas y semanas al noviciado de los Jesuitas, y allá se dedicaba a rezar y a obedecer tan humildemente como si fuera un sencillo novicio.

En la elección del nuevo Sumo Pontífice, el cardenal Belarmino tuvo 14 votos, la mitad de los votantes. Quizá no le eligieron por ser Jesuita (pues estos padres tenían muchos enemigos). El rezaba y fervorosamente a Dios para que lo librara de semejante cargo tan difícil, y fue escuchado.

San Roberto era amigo de Galileo Galilei, a quien dedicó uno de sus libros. En 1616, se le confió la misión de amonestar al gran astrónomo; pero en su amonestación, que Galileo tomó muy bien, se limitó a rogarle que propusiese simplemente como hipótesis las teorías que no estaban todavía probadas. Galileo, sin renunciar a sus investigaciones, habría ganado mucho si se hubiese atenido a ese consejo.

Poco antes de morir escribió en su testamento que lo poco que tenía se repartiera entre los pobres (lo que dejó no alcanzó sino para costear los gastos de su entierro). Que sus funerales fueran de noche (para que no hubiera tanta gente) y se hicieran sin solemnidad. Pero a pesar de que se le obedeció haciéndole los funerales de noche, el gentío fue inmenso y todos estaban convencidos de que estaban asistiendo al entierro de un santo.

Murió el 17 de septiembre de 1621. Su canonización se demoró mucho porque había una escuela teológica contraria a él, que no lo dejaba canonizar. Pero el Sumo Pontífice Pío XI lo declaró santo en 1930, y Doctor de la Iglesia en 1931.

Antiguamente se lo festejaba el 13 de mayo, en la actualidad su fiesta es el 17 de septiembre, día de su nacimiento al Reino de Dios.

(http://www.es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=507)

16 septiembre, 2024

Santos Cipriano y Cornelio Obispo y Papa; mártires




!Oh! San Cornelio y San Cipriano, vosotros sois los hijos
del Dios de la Vida y del Amor, y sus amados mártires. Vos,
Cornelio, Papa y Mártir, honor hicisteis al significado de
vuestro nombre: “fuerte como un cuerno”. A vos, os martirizaron
en persecución de Decio. Novaciano, el hereje proclamaba que
la Iglesia Católica no tenía poder para perdonar pecados
y que, el que renegaba de su fe, no más podía ser admitido.
También decía que el fornicario y el adúltero, no podían ser
perdonados jamás. Cornelio Papa, respondió con firmeza y
valor, que, si un pecador de verdad se arrepiente y desea,
una nueva vida, la Iglesia puede y debe perdonarle sus
antiguas faltas y admitirlo entre los fieles. A vos, Cornelio
os apoyaron San Cipriano desde África y los demás obispos
de occidente. El cruel Decio, os desterró de Roma y a causa
de vuestro martirio, entregasteis vuestra vida desterrado.
Y, vos, Cipriano, brillante obispo del áfrica, antes de San
Agustín, os dedicasteis a la tarea de educador, conferencista
y orador público. Poseíais inteligencia privilegiada, gran
habilidad para hablar en público, y personalidad impactante.
Os bautizasteis y permanecisteis siempre casto, y jamás
contrajisteis matrimonio. Renunciasteis a vuestros literatos
mundanos. Dijisteis vos: “Me parece que Dios ha expresado su
voluntad por medio del clamor del pueblo y de la aclamación
de los sacerdotes”. Un escritor escribió de vos así: “Era
majestuoso y venerable, inspiraba confianza a primera vista
y nadie podía mirarle sin sentir veneración hacia él. Tenía
una agradable mezcla de alegría y venerabilidad, de manera
que los que lo trataban no sabían qué hacer más: si quererlo
o venerarlo, porque merecía el más grande respeto y el mayor
amor”. Decio, deseaba acabar con los obispos, destruir los
libros sagrados e invitaba a todos, a renegar de la religión,  
y a quemar incienso ante los dioses, acto con el cual eran
perdonados. Muchos caen en la trampa con tal de no perder
sus vidas. Vos Cipriano, huisteis y os escondisteis y desde
allí, enviabais cartas a los creyentes invitándolos a no
abandonar la religión por nada. De pronto se oyen voces
gritando: “Pedimos que Cipriano sea echado a los leones”.
Nunca logran su cometido demoníaco. Volvió la paz y vos,
volvisteis a vuestro cargo. Y a todo renegado que quiso volver
a la Iglesia, les exigisteis que hiciera penitencia. Luego
vinieron después espantosas persecuciones y los cristianos
prefirieron la muerte, antes que quemar incienso a dioses
falsarios y, así fueron mártires gloriosos. En plena peste
vendisteis lo más más valioso de la casa episcopal, para
ayudar a vuestra mies. Enterado el impío Decio, dicta pena
de destierro para todo creyente que asistiera a un acto
de culto cristiano, y pena de muerte para cualquier obispo
o sacerdote que se atreva a celebrar una ceremonia religiosa.
Y a vos, Cipriano os dictan pena de destierro, pero vos,
seguís cumpliendo con vuestras tareas y celebráis ceremonias
religiosas, y entonces os dictan la pena de muerte. «Yo soy
cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún otro Dios,
sino al único y verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra.
A Él, rezamos cada día los cristianos. Lo que le han ordenado
hacer, hágalo pronto. Que en estas cosas tan importantes
mi decisión es irrevocable, y no va a cambiar". El juez
Valerio, de mala gana dictó sentencia: “Ya que se niega
a obedecer las órdenes del emperador y no quiere adorar a
nuestros dioses, y es responsable de que todo este gentío
siga sus creencias religiosas, Cipriano; queda condenado a
muerte. Le cortarán la cabeza con una espada”. Vos, al oír
la sentencia, exclamasteis: ¡Gracias sean dadas a Dios! La
multitud gritaba: “Que nos maten también a nosotros, junto
con él”. Entonces, vos, ordenasteis regalarle veinticinco
monedas de oro al verdugo que os mataría y os vendasteis
los ojos y arrodillándoos, el verdugo os cortó la cabeza
con una espada. Y, así, en olor a multitud volaron al cielo,
vuestras almas, para coronadas ser de luz y eternidad como
justo premio a vuestras entregas de amor y fe, al Dios Vivo.
¡Oh! Santos Cornelio y Valerio, "vivas luces del Dios Vivo".  

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de septiembre
Santos Cipriano y Cornelio
Obispo y Papa 
 
Cada 16 de septiembre la Iglesia celebra al Papa San Cornelio (c.180-253) y al Obispo San Cipriano (c. 200-258), dos amigos en Cristo preocupados por preservar la verdad de su mensaje. Juntos se opusieron a los errores, confusiones y herejías que empezaron a difundirse desde los inicios de la era cristiana y que minaron la salud espiritual de muchos miembros de la Iglesia. Ambos concluyeron sus vidas coronados con las palmas del martirio.
 
El Papa Cornelio
 
Cornelio, cuyo nombre significa “fuerte como un cuerno”, fue el vigésimo primer Papa de la Iglesia Católica. Afrontó con firmeza la herejía de Novaciano, teólogo que proclamaba que la Iglesia no tenía el poder suficiente para perdonar los pecados más graves. Para este teólogo y sus seguidores, aquellos llamados “lapsi”, en latín, ‘los que han tropezado’, no podían ser absueltos por autoridad eclesiástica alguna de aquellas faltas consideradas extremadamente graves. Eso equivalía a que la Iglesia no estaba autorizada para perdonar ni acoger de nuevo a quienes, por ejemplo, habían incurrido en apostasía.
Ciertamente, a causa de la crueldad de las persecuciones, muchos cristianos habían abandonado la fe o abjuraron de esta (el pecado de apostasía) por temor a las amenazas del poder temporal: torturas, prisión o la muerte. No obstante, no fueron pocos los que habiendo negado a Cristo reconocieron su falta y pidieron ser admitidos nuevamente en el seno de la comunidad cristiana.
 
El Papa Cornelio fue el primero en alzar su voz contra Novaciano (210-258). El Pontífice sostuvo que el ‘novacianismo’ resultaba herético, puesto que Dios no negaba a nadie su perdón y que no existía falta que no pudiese ser resarcida por su amor misericordioso. En consecuencia, la ‘autoridad de perdonar los pecados’ podía ser ejercida por un ministro calificado.
 
Cornelio terminó excomulgando a Novaciano, quien no quiso rectificarse y eligió con sus seguidores el camino del cisma, convirtiéndose en ‘antipapa’ entre los años 251 y 258 al fundar ‘la Iglesia de los puros’.
 
Cipriano, obispo de Cartago
 
Entre quienes apoyaron al Papa Cornelio en su doctrina sobre el perdón estaba San Cipriano, obispo con quien tenía una estrecha amistad.
 
Cipriano, quien se encontraba a la cabeza de la sede de Cartago (hoy Túnez), respaldó públicamente la postura pontificia en contra de Novaciano, por lo que se hizo de enemigos y detractores.
 
El único y verdadero sacrificio
 
Vale precisar que el Papa Cornelio no sólo tuvo que sufrir por la controversia con Novaciano y sus intransigentes seguidores, ‘los puros’ (katharoi) o ‘cátaros’: los suyos fueron los tiempos de otra sangrienta persecución, esta vez, organizada por el emperador romano Decio (249-251).
Cornelio fue enviado primero al destierro y más tarde, en el año 253, tomado prisionero y condenado a muerte por decapitación.
 
Por su parte, Cipriano, en Cartago, padeció también los duros años de la persecución de Decio y, tras la muerte de este, tuvo que sufrir una nueva ola de violencia anticristiana organizada por su sucesor, Valeriano.
 
Cipriano fue condenado a muerte por negarse a ofrecer sacrificios a los dioses, así como por resistirse a la prohibición de celebrar la Eucaristía y administrar los sacramentos. Él, al oír su sentencia, exclamó: “¡Gracias sean dadas a Dios!”. Como Cornelio, Cipriano murió decapitado en septiembre del año 258.
 
“Gracias sean dadas a Dios”
 
Los dos amigos, unidos por Cristo en la misión pastoral, padecieron por causa de la fe y dejaron un testimonio de fidelidad a la Verdad revelada, un testimonio que sellaron con su propia sangre.
 
Los nombres de Cornelio y Cipriano son parte de la liturgia, específicamente se les menciona en la Plegaria Eucarística I del Canon Romano, al lado de otros santos y mártires de los primeros siglos.(ACI prensa).

14 septiembre, 2024

El Señor de Huanca

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14 de septiembre
El Señor de Huanca
Valle Sagrado de los Incas

Fe en su máximo esplendor: así es la festividad del Señor del Señor de Huanca

A 50 km de la ciudad del Cusco, en el distrito de San Salvador (provincia de Calca), se encuentra una de las imágenes más importantes y veneradas del Perú: el Señor de Huanca. Considerada como milagrosa, se trata de una representación del Cristo martirizado ubicada en el interior del santuario del mismo nombre y a donde cada año llegan fieles y visitantes de todo el mundo para rendirle culto por su valiosa trascendencia; peregrinación que ha sido declarada en 2014 como Patrimonio Cultural de la Nación.

La festividad del Señor de Huanca se distingue de otras celebraciones por su carácter mágico, religioso y andino. En ella, se expresa la divinidad religiosa de dos maneras: la andina, en la cual el Apu Pachatusan es el espíritu guardián de la comunidad, y la europea, a través de la religión cristiana. Asimismo, también se aprecian distintas manifestaciones culturales y cultos religiosos relacionados a la identidad cusqueña.

El origen de una fiel devoción

Existen muchas versiones sobre cómo se inició el fervor por la imagen del señor de Huanca. Una de ellas se remonta al siglo XVII y narra la historia de un joven indio quien, cansado de los maltratos por parte de sus patrones españoles, escapó hasta Huanca y rezó durante todo el día para que no lo encontraran. Al caer la noche, mientras se encontraba oculto, se le apareció ante él la imagen de un Cristo sangrante. Emocionado por la revelación, el joven decidió llevar a uno de los pintores más destacados de la localidad a aquel lugar para inmortalizar sobre una piedra la figura que había visto. Según la leyenda, una fuerza divina guiaba el trazo del dibujante que a su vez realizaba la pintura exacta. Fue allí mismo donde posteriormente se construyó una capilla que luego se volvería el actual santuario.

Otra versión cuenta la historia de un minero llamado Pedro Valero quien se encontraba en grave estado de salud. Un día, conoció a un doctor de nombre Enmanuel que, milagrosamente, lo curó. Agradecido por el tratamiento, Pedro le preguntó cómo podría retribuir la atención; el joven médico solo le respondió que podía ir a visitarlo a su casa en el poblado de Huanca. Grande fue su sorpresa cuando, en 1778, llegó al lugar y los pobladores le dijeron que aquella localidad se encontraba deshabitada y que tan solo se encontraba una capilla abandonada. Contrariado por la noticia, Pedro insistió yendo hacia la pequeña ermita y halló una piedra pintada con un Jesucristo azotado. Lo increíble fue que el rostro del hijo de Dios era el mismo de la persona que lo había sanado.

Esta peregrinación ha sido declarada como Patrimonio Cultural de la Nación en 2014 .

Lo cierto es que las leyendas alrededor de esta imagen han logrado que la devoción hacia el Señor de Huanca se incremente con los años, lo que lo convierte en un punto de encuentro de oraciones y peticiones no solo para los pobladores de la zona, sino para los católicos de todo el mundo.(Enturperú).

 

Exaltación de la Santa Cruz

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 ¡Exaltación!

¡Oh¡ Santo Día de la Exaltación
De la Santa Cruz!
Dulce madero
Vuelto a Casa
Cautivo de los persas
Heraclio emperador
Os rescató
Para Tierra Santa y el mundo todo
¡Por los Siglos de los Siglos!
¡Amén!

© 2022 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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Santa Cruz

¡Oh!, Exaltación de la Santa Cruz, os recordamos hoy,
porque recuperada fuisteis por el emperador Heraclio,
quien os logró rescatar de los Persas, impíos ladrones,
que os hurtaron de Jerusalén. Y, él mismo, con gran
pompa y lujo, planeó vuestro arribo y, ya de pronto
en plena procesión se dio cuenta de que, capaz no era
de avanzar. Entonces Zacarías, Arzobispo de Jerusalén
os dijo: “Es que todo ese lujo de vestidos que lleva,
están en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso
de Cristo, cuando iba cargando la cruz por estas calles”.
Entonces el emperador dejó lujo y realeza de lado
y descalzo empezó a caminar. Y, así, recién recorrer
las calles pudo en piadosa procesión. Y, para evitar
que os la robasen de nuevo, partida fuisteis en pedazos.
Uno para Roma, otro para Constantinopla, uno tercero
en cofre de plata para Jerusalén. Otro tanto, se partió
en pequeñísimas astillas para las iglesias de todo mundo.
Y, así, Vuestro Madero Santo llamado “Veracruz”,”Verdadera
Cruz”, alumbra la tierra toda con el mensaje de Vuestro Amor;
¡Oh Cruz Bendita de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro!
¡Oh, Gloriosísima y Viva Exaltación de la Santa Cruz!

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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14 de Septiembre
Exaltación de la Santa Cruz

La fiesta del Triunfo de la Santa Cruz se hace en recuerdo de la recuperación de la Santa Cruz obtenida en el año 614 por el emperador Heraclio, quien la logró rescatar de los Persas que se la habían robado de Jerusalén.

Al llegar de nuevo la Santa Cruz a Jerusalén, el emperador dispuso acompañarla en solemne procesión, pero vestido con todos los lujosos ornamentos reales, y de pronto se dió cuenta de que no era capaz de avanzar. Entonces el Arzobispo de Jerusalén, Zacarías, le dijo: “Es que todo ese lujo de vestidos que lleva, están en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo, cuando iba cargando la cruz por estas calles”.

Entonces el emperador se despojó de su manto de lujo y de su corona de oro, y descalzo, empezó a recorrer así las calles y pudo seguir en la piadosa procesión. La Santa Cruz (para evitar nuevos robos) fue partida en varios pedazos. Uno fue llevado a Roma, otro a Constantinopla, un tercero se dejó en un hermoso cofre de plata en Jerusalén. Otro se partió en pequeñísimas astillas para repartirlas en diversas iglesias del mundo entero, que se llamaron “Veracruz”(verdadera cruz).

Nosotros recordamos con mucho cariño y veneración la Santa Cruz porque en ella murió nuestro Redentor Jesucristo, y con las cinco heridas que allí padeció, pagó Cristo nuestras inmensas deudas con Dios y nos consiguió la salvación.

A San Antonio Abad (año 300, fiesta el 17 de enero) le sucedió que el demonio lo atacaba con terribilísimas tentaciones y cuentan que un día, angustiado por tantos ataques, se le ocurrió hacerse la señal de la Cruz, y el demonio se alejó. En adelante cada vez que le llegaban los ataques diabólicos, el santo hacía la señal de la cruz y el enemigo huía. Y dicen que entonces empezó la costumbre de hacer la señal de la cruz para librarse de males.

De una gran santa se narra que empezaron a llegarle espantosas tentaciones de tristeza. Por todo se disgustaba. Consultó con su director espiritual y este le dijo: “Si Usted no está enferma del cuerpo, ésta tristeza es una tentación del demonio”. Le recomendó la frase del libro del Eclesiástico en la S. Biblia: “La tristeza no produce ningún fruto bueno”. Y le aconsejó: “Cada vez que le llegue la tristeza, haga muy devotamente la señal de la cruz”. La santa empezó a notar que con la señal de la cruz se le alejaba el espíritu de tristeza.

Cuando Nuestra Señora se le apareció por primera vez a Santa Bernardita en Lourdes (Año 1859), la niña al ver a la Virgen quiso hacerse la señal de la cruz. Pero cuando llegó con los dedos frente a la cara, se le quedó paralizada la mano. La Virgen entonces hizo Ella la señal de la cruz muy despacio desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo hasta el derecho. Y tan pronto como la Madre de Dios terminó de hacerse la señal de la cruz, a la niña se le soltó la mano y ya pudo hacerla ella también. Y con esto entendió que Nuestra Señora le había querido dar una lección: que es necesario santiguarnos más despacio y con más devoción.

Mire a la gente cuando pasa por frente a una iglesia. ¿Cómo le parece esa cruz que se hacen? ¿No es cierto que más parece un garabato que una señal de la Cruz? ¿Cómo la haremos de hoy en adelante? Como recuerdo de esta fecha de la exaltación de la Santa Cruz, quiero hacer con más devoción y más despacio mi señal de la Cruz.

( http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Exaltación_de_la_Santa_Cruz.htm)

 

13 septiembre, 2024

San Juan Crisóstomo, Padre de la Iglesia y Patrono de los predicadores

 Juan Crisóstomo: pastor, teólogo y gran predicador de la iglesia primitiva

 

¡Oh!, San Juan Crisóstomo, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo, llamado “Crisóstomo”
que significa “boca de oro” porque, vuestras prédicas
riquísimo manjar eran. Vuestra casa la convertisteis
en monasterio dedicándoos al estudio, la oración
y la penitencia. Marchasteis al desierto por seis
años a la muerte de vuestra madre a continuar orando,
penitencias haciendo y leyendo la Santa Biblia. Y,
de vuelta a la ciudad, continuasteis predicando bajo
la guía del Santo Espíritu. Escritor prolijo, trece
libros nos legasteis que prueba son de vuestra alma
exquisita y espíritu diáfano. Aplauso y llanto y
viceversa, en vuestras prédicas recogíais, prueba
de abrir el alma y el espíritu, para luego en frutos,
recoger vivas conversiones. Y, de la trifulca de
los impuestos al “Discurso de las estatuas”, que,
conmovieron a vuestros fieles e hicieron de vos,
famoso predicador del mundo de aquél entonces. No más
castigos a la ciudad, por vuestros ruegos. Vos,
aconsejabais diciendo: “sed pobres en el vestir, en
el comer, y en el mobiliario, y así, buen ejemplo
dar y, con lo que ahorréis ayudad a los necesitados”.
Con vuestros sermones atacasteis toda clase de lujos,
en el vestir y en sus mobiliarios. Y, cuando obró
el mal en vos, dijisteis: “¿Qué, me destierran? ¿A
qué sitio me podrán enviar que no esté mi Dios allí
cuidando de mí? ¿Qué, me quitan mis bienes? ¿Qué,
me pueden quitar si ya los he repartido todos? ¿Qué,
me matarán? Así me vuelvo más semejante a mi Maestro
Jesús, y cómo Él, daré mi vida por mis ovejas”. Ni
bien salisteis, terremoto en Constantinopla y de
terror llenos los gobernantes os rogaron que no os
marchaseis y, volvieseis, para poner calma. Y, así
fue. Y, un inmenso gentío salió a recibiros hasta
las lágrimas. Pero, más tarde, vuestros enemigos os
desterraron al mar Negro y os trataron brutalmente
haciéndoos caminar más de diez kilómetros a pleno sol
ardiente, lo cual os debilitó y os sentisteis muy
agotado y quedasteis dormido. Entonces, Basilisco
Santo, se os apareció en sueños y os decía: “ánimo,
Juan, mañana estaremos juntos”. ¡Y, así, fue! Vos,
dijisteis antes de morir: “Sea dada la gloria a Dios
por todo”. Y, luego de haber gastado vuestra santa
vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo, para
coronada ser con corona de luz, como premio a vuestra
increíble entrega de amor y fe. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
¡oh! Santo Patrono de los predicadores de la tierra;
¡oh!, San Juan Crisóstomo, “viva boca del Dios Vivo".

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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13 de Septiembre
San Juan Crisóstomo
Patrono de los predicadores
Año 407

A este santo arzobispo de Constantinopla, la gente le puso el apodo de “Crisóstomo” que significa: “boca de oro”, porque sus predicaciones eran enormemente apreciadas por sus oyentes. Es el más famoso orador que ha tenido la Iglesia. Su oratoria no ha sido superada después por ninguno de los demás predicadores.

Nació en Antioquía (Siria) en el año 347. Era hijo único de un gran militar y de una mujer virtuosísima, Antusa, que ha sido declarada santa también.

A los 20 años Antusa quedó viuda y aunque era hermosa renunció a un segundo matrimonio para dedicarse por completo a la educación de su hijo Juan. Desde sus primeros años el jovencito demostró tener admirables cualidades de orador, y en la escuela causaba admiración con sus declamaciones y con las intervenciones en las academias literarias. La mamá lo puso a estudiar bajo la dirección de Libanio, el mejor orador de Antioquía, y pronto hizo tales progresos, que preguntado un día Libanio acerca de quién desearía que fuera su sucesor en el arte de enseñar oratoria, respondió: “Me gustaría que fuera Juan, pero veo que a él le llama más la atención la vida religiosa, que la oratoria en las plazas”.

Juan deseaba mucho irse de monje al desierto, pero su madre le rogaba que no la fuera a dejar sola. Entonces para complacerla se quedó en su hogar pero convirtiendo su casa en un monasterio, o sea viviendo allí como si fuera un monje, dedicado al estudio y la oración y a hacer penitencia.

Cuando su madre murió se fue de monje al desierto y allá estuvo seis años rezando, haciendo penitencias y dedicándose a estudiar la S. Biblia. Pero los ayunos tan prolongados, la falta total de toda comodidad, los mosquitos, y la impresionante humedad de esos terrenos le dañaron la salud, y el superior de los monjes le aconsejó que si quería seguir viviendo y ser útil a la sociedad tenía que volver a la ciudad, porque la vida de monje en el desierto no era para una salud como la suya.

El llegar otra vez a Antioquía fue ordenado de sacerdote y el anciano Obispo Flaviano le pidió que lo reemplazara en la predicación. Y empezó pronto a deslumbrar con sus maravillosos sermones. La ciudad de Antioquía tenía unos cien mil cristianos, los cuales no eran demasiado fervorosos. Juan empezó a predicar cada domingo. Después cada tres días. Más tarde cada día y luego varias veces al día. Los templos donde predicaba se llenaban de bote en bote. Frecuentemente sus sermones duraban dos horas, pero a los oyentes les parecían unos pocos minutos, por la magia de su oratoria insuperable. La entonación de su voz era impresionante. Sus temas, siempre tomados de la S. Biblia, el libro que él leía día por día, y meditaba por muchas horas. Sus sermones están coleccionados en 13 volúmenes. Son impresionantemente bellos.

Era un verdadero pescador de almas. Empezaba tratando temas elevados y de pronto descendía rápidamente como un águila hacia las realidades de la vida diaria. Se enfrentaba enardecido contra los vicios y los abusos. Fustigaba y atacaba implacablemente al pecado. Tronaba terrible su fuerte voz contra los que malgastaban su dinero en lujos e inutilidades, mientras los pobres tiritaban de frío y agonizaban de hambre.

El pueblo le escuchaba emocionado y de pronto estallaba en calurosos aplausos, o en estrepitoso llanto el cual se volvía colectivo e incontenible. Los frutos de conversión eran visibles.

El emperador Teodosio decretó nuevos impuestos. El pueblo de Antioquía se disgustó y por ello armó una revuelta y en el colmo de la trifulca derribaron las estatuas del emperador y de su esposa y las arrastraron por las calles. La reacción del gobernante fue terrible. Envió su ejército a dominar la ciudad y con la orden de tomar una venganza espantosa. Entre la gente cundió la alarma y a todos los invadió el terror. El Obispo se fue a Constantinopla, la capital, a implorar el perdón del airado emperador y las multitudes llenaron los templos implorando la ayuda de Dios.

Y fue entonces cuando Juan Crisóstomo aprovechó la ocasión para pronunciar ante aquel populacho sus famosísimos “Discursos de las estatuas” que conmovieron enormemente a sus miles de oyentes logrando conversiones. Esos 21 discursos fueron quizás los mejores de toda su vida y lo hicieron famoso en los países de los alrededores. Su fama llegó hasta la capital del imperio. Y el fervor y la conversión a que hizo llegar a sus fieles cristianos, obtuvieron que las oraciones fueran escuchadas por Dios y que el emperador desistiera del castigo a la ciudad.

En el año 398, habiendo muerto el arzobispo de Constantinopla, le pareció al emperador que el mejor candidato para ese puesto era Juan Crisóstomo, pero el santo se sentía totalmente indigno y respondía que había muchos que eran más dignos que él para tan alto cargo. Sin embargo el emperador Arcadio envió a uno de sus ministros con la orden terminante de llevar a Juan a Constantinopla aunque fuera a la fuerza. Así que el enviado oficial invitó al santo a que lo acompañara a las afueras de la ciudad de Antioquía a visitar las tumbas de los mártires, y entonces dio la orden a los oficiales del ejército de que lo llevaran a Constantinopla con la mayor rapidez posible, y en el mayor secreto porque si en Antioquía sabían que les iban a quitar a su predicador se iba a formar un tumulto inmenso. Y así fue que tuvo que aceptar ser arzobispo.

Apenas posesionado de su altísimo cargo lo primero que hizo fue mandar quitar de su palacio todos los lujos. Con las cortinas tan elegantes fabricaron vestidos para cubrir a los pobres que se morían de frío. Cambió los muebles de lujo por muebles ordinarios, y con la venta de los otros ayudó a muchos pobres que pasaban terribles necesidades. El mismo vestía muy sencillamente y comía tan pobremente como un monje del desierto. Y lo mismo fue exigiendo a sus sacerdotes y monjes: ser pobres en el vestir, en el comer, y en el mobiliario, y así dar buen ejemplo y con lo que se ahorraba en todo esto ayudar a los necesitados.

Pronto, en sus elocuentes sermones empezó a atacar fuertemente el lujo de las gentes en el vestir y en sus mobiliarios y fue obteniendo que con lo que muchos gastaban antes en vestidos costosísimos y en muebles ostentosos, lo empezaran a emplear en ayudar a la gente pobre. El mismo daba ejemplo en esto, y la gente se conmovía ante sus palabras y su modo tan pobre y mortificado de vivir.

En aquellos tiempos había una ley de la Iglesia que ordenaba que cuando una persona se sentía injustamente perseguida podía refugiarse en el templo principal de la ciudad y que allí no podían ir las autoridades a apresarle. Y sucedió que una pobre viuda se sintió injustamente perseguida por la emperatriz Eudoxia y por su primer ministro y se refugió en el templo del Arzobispo. Las autoridades quisieron ir allí a apresarla pero San Juan Crisóstomo se opuso y no lo permitió. Esto disgustó mucho a la emperatriz. Y unos meses más tarde Eudoxia peleó con su primer ministro y se propuso echarlo a la cárcel. Él corrió a refugiarse en el templo del arzobispo y aunque la policía de la emperatriz quiso llevarlo preso, San Juan Crisóstomo no lo permitió. El ministro que antes había querido llevarse prisionera a una pobre mujer y no pudo, porque el arzobispo la defendía, ahora se vio él mismo defendido por el propio santo. Eudoxia ardía de rabia por todo esto y juraba vengarse pero el gran predicador gritaba en sus sermones: “¿Cómo puede pretender una persona que Dios le perdone sus maldades si ella no quiere perdonar a los que le han ofendido?”

Eudoxia se unió con un terrible enemigo que tenía Crisóstomo, y era Teófilo de Alejandría. Este reunió un grupo de los que odiaban al santo y entre todos lo acusaron de un montón de cosas. Por ej. Que había gastado los bienes de la Iglesia en repartir ayudas a los pobres. Que prefería comer solo en vez de ir a los banquetes. Que a los sacerdotes que no se portaban debidamente los amenazaba con el grave peligro que tenían de condenarse, y que había dicho que la emperatriz, por las maldades que cometía, se parecía a la pérfida reina Jetzabel que quiso matar al profeta Elías, etc., etc.

Al oír estas acusaciones, el emperador, atizado por su esposa Eudoxia, decretó que Juan quedaba condenado al destierro. Al saber tal noticia, un inmenso gentío se reunió en la catedral, y Juan Crisóstomo renunció uno de sus más hermosos sermones. Decía: “¿Qué me destierran? ¿A qué sitio me podrán enviar que no esté mi Dios allí cuidando de mí? ¿Qué me quitan mis bienes? ¿Qué me pueden quitar si ya los he repartido todos? ¿Qué me matarán? Así me vuelvo más semejante a mi Maestro Jesús, y como El, daré mi vida por mis ovejas…”

Ocultamente fue enviado al destierro, pero sobrevino un terremoto en Constantinopla y llenos de terror los gobernantes le rogaron que volviera otra vez a la ciudad, y un inmenso gentío salió a recibirlo en medio de grandes aclamaciones.

Eudoxia, Teófilo y los demás enemigos no se dieron por vencidos. Inventaron nuevas acusaciones contra Juan, y aunque el Papa de Roma y muchos obispos más lo defendían, le enviaron desterrado al Mar Negro. El anciano arzobispo fue tratado brutalmente por algunos de los militares que lo llevaban prisionero, los cuales le hacían caminar kilómetros y kilómetros cada día, con un sol ardiente, lo cual lo debilitó muchísimo. El trece de septiembre, después de caminar diez kilómetros bajo un sol abrasador, se sintió muy agotado. Se durmió y vio en sueños que San Basilisco, un famoso obispo muerto hacía algunos años, se le aparecía y le decía: “Animo, Juan, mañana estaremos juntos”. Se hizo aplicarlos últimos sacramentos; se revistió de los ornamentos de arzobispo y al día siguiente diciendo estas palabras: “Sea dada gloria a Dios por todo”, quedó muerto. Era el 14 de septiembre del año 404.

Eudoxia murió unos días antes que él, en medio de terribles dolores. Al año siguiente el cadáver del santo fue llevado solemnemente a Constantinopla y todo el pueblo, precedido por las más altas autoridades, salió a recibirlo cantando y rezando. El Papa San Pío X nombró a San Juan Crisóstomo como Patrono de todos los predicadores católicos del mundo. Que Dios nos siga enviando muchos predicadores como él. ¿Si Dios está con nosotros, quién podrá contra nosotros? (San Pablo Rom.8).

(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Juan_Crisostomo.htm)

12 septiembre, 2024

El Santísimo Nombre de María

 

 Santísimo nombre de María: 5 razones para celebrarlo 

 

¡Oh!, Santa Madre del Redentor, “María”, es vuestro
Santísimo Nombre y, el Sanro Evangelio así, lo dice:
“Y el nombre de la Virgen era María”. Y, Vuestro nombre,
traído del cielo por el mismo Dios, tenía en secreto,
“misión sagrada”, y, regalado como nombre a la “Madre
del Dios Vivo”. Y, así, desde siempre y por todos los
siglos, se ha invocado Vuestro Santísimo Nombre con
amor, respeto y confianza. “¡María!”, el dulce y bello
de cuantos nombres que se han pronunciado en esta
tierra después de el de Jesús! San Bernardo, dice de
Vuestro Nombre así: “No apartéis vuestra mirada del
resplandor de esta estrella, si no queréis sucumbir
entre las olas del mundo. Cuando soplen vientos de
tentaciones y las tribulaciones os abatan, invocad a
María. Cuando las furiosas olas de soberbia, ambición
o envidia os amenacen tragaros, mirad a la estrella,
¡invocad a María! Si la ira, avaricia o impureza
quieren hundir la nave de vuestra alma, mirad a la
estrella, ¡llamad a María! Si, desesperado estáis por
la multitud de vuestros pecados y anegado por vuestras
miserias y empezáis a desconfiar de vuestra salvación,
¡pensad en María!. En los peligros y sufrimientos, en
vuestros trabajos y luchas, pensad en María, ¡invocad
a María¡ Que su nombre no se aleje de vuestro corazón
ni se separe de vuestros labios». Y, él mismo muy
amoroso, en su segunda homilía de la Anunciación dice:
“Siguiéndola a ella, no te desviarás. Rogándole, serás
fuerte. Mirándola, no te equivocarás. Agarrándote, no
caerás. Siendo ella protectora, no temerás. Capitana,
no te fatigarás. Siendo propicia, llegarás”. Por ello
y sólo para Vuestros nombres el de “Jesús y María”,
la liturgia una fiesta especial ha establecido, porque
vosotros sois “Redentor y Corredentora”. ¡Unidos a la
Iglesia y con ella, alegrémonos venerando felices el
nombre de María, para llegar a las alegrías del cielo!
¡Oh!, Santísimo Nombre de María, “Vivo Amor del Dios Vivo.

© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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“María”

¡Que gozo y alegría!
el nombre de María
pronunciar siempre.

María, por nombre
sus padres, le pusieron.
Y, María, nombre
hebreo es, y en latín
es «Domina»; «Soberana«
o «Señora» significa.
Y, éso, es Ella, por
la autoridad misma
de su Hijo, soberano
y Señor del universo.
Alegres pues, llamemos
a María, Nuestra
Señora, como a Jesús
llamamos Nuestro Señor;
porque su nombre
pronunciado, afirmar
su poder es, implorar
su ayuda y bajo su
maternal protección,
siempre ponernos.

¡Que gozo y alegría!
el nombre de María
pronunciar siempre.

© 2012 luis Ernesto Chacón Delgado
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12 de Setiembre
El Santísimo Nombre de María

Por: Padre Tomás Morales, s. j.

MARÍA, EL NOMBRE DE LA VIRGEN

“Y el nombre de la Virgen era María”, nos dirá el Evangelio. En la Sagrada Escritura y en la liturgia el nombre tiene un sentido más profundo que el usual en el lenguaje de nuestros días. Es la expresión de la personalidad del que lo lleva, de la misión que Dios le encomienda al nacer, la razón de ser de su vida.

El nombre de la Madre de Dios no fue escogido al azar. Fue traído del cielo. Todos los siglos han invocado el nombre de María con el mayor respeto, confianza y amor… Si los nombres de personajes bíblicos juegan papel tan importante en el drama de nuestra redención y están llenos de sentido, ¡cuánto más el de María!… Madre del Salvador, tenía que ser el más simbólico y representativo de su tarea en mundo y eternidad. El más dulce y suave, y, al mismo tiempo, el más bello de cuantos nombres se han pronunciado en la tierra después del de Jesús. Sólo para los nombres de María y Jesús ha establecido la liturgia una fiesta especial en su calendario.

España se anticipó en solicitar y obtener de la Santa Sede la celebración de la fiesta del Dulce Nombre de María. Nuestros cruzados, después de ocho siglos de Reconquista, apenas descubierta América, pidieron su celebración en 1513. Cuenca fue la primera diócesis que la solemnizó.

La Virgen en sus distintas advocaciones, coronada de estrellas o atravesada de espadas dolorosas, resume en su culto los amores de la Península Ibérica. Creció bajo su manto, desde las montañas de Covadonga al iniciar la gran cruzada de Occidente, hasta terminarla invocando su nombre en aguas de Lepanto. La carabela de Colón descubriendo América, la prodigiosa de Magallanes dando la primera vuelta al mundo, bordarán también entre los pliegues de sus velas henchidas al viento, el dulce nombre de María, Reina y Auxilio de los cristianos.

Después de la derrota de Lepanto, los turcos se retiran hacia el interior de Persia. Cien años más tarde, con inesperado coraje, reaccionan y ponen sitio a Viena. Alborea límpido y radiante el sol del 12 de septiembre de 1663. El ejército cruzado ‑sólo unos miles de hombres‑ se consagra a María. El rey polaco Juan Sobieski ayuda la misa con brazos en cruz. Sus guerreros le imitan. Después de comulgar, tras breve oración, se levanta y exclama lleno de fe: ¡Marchemos bajo la poderosa protección de la Virgen Santa María!»

Se lanzan al ataque de los sitiadores. Una tormenta de granizo cae inesperada y violenta sobre el campamento turco. Antes de anochecer, el prodigio se ha realizado. La victoria sonríe a las fuerzas cristianas que se habían lanzado al combate invocando el nombre de María, vencedora en cien batallas. Inocencio XI extiende a toda la iglesia la festividad del dulce y santísimo nombre de María para conmemorar este triunfo de la Virgen.

«Y el nombre de la Virgen era María»… Preguntas: «¿quién eres?»> Con suavidad te responde: «Yo, como una viña, di aroma fragante. Mis flores y frutos son bellos y abundantes. Soy la madre del amor hermoso, del temor, de la santa esperanza. Tengo la gracia del camino y de la verdad. En mí está la esperanza de la vida» (cf. Si 24, 16‑21).

ESTRELLA, LUZ, DULZURA

María, Estrella del mar. En las tormentas de la vida, cuando la galerna ruge y encrespa olas, cuando la navecilla del alma está a punto de naufragar: Dios te salve, María, Estrella del mar.

María, Esperanza. Eso significa también su nombre arco iris de ilusión y anhelo que une el cielo con la tierra. «Feliz el que ama tu santo nombre ‑grita San Buenaventura , pues es fuente de gracia que refresca el alma sedienta y la hace fecunda en frutos de justicia».

Está llena de luz y transparencia. Sostiene en sus brazos a la luz del mundo (cf. Jn 8, 12). Irradia pureza. El nombre de María indica castidad, apunta Pedro Crisólogo. Azucenas y jazmines, nardos y lirios, embalsaman el ambiente con la fragancia de sus perfumes. Pero María, iluminada y pura, nos embriaga con el aroma de su virginidad incontaminada. Nos invita a todos: ,Venid a mí los que me amáis, saciaos de mis frutos. Mi recuerdo es más dulce que la. miel, mi heredad mejor que los panales» (Si 24, 19‑20).

María, mar amargo, simboliza asimismo su nombre. Asociada a la redención dolorosa de Cristo, su corazón es mar de amargura inundado de sufrimientos. Pide reparación y amor aún hoy, en Fátima y Lourdes. Dios te salve María, mar amargo de dolores. Angustia de madre, que ve con tristeza que sus hijos se condenan…

«María, nombre cargado de divinas dulzuras» (San Alfonso de Ligorio, ‑ 1 de agosto). «Puede el Altísimo fabricar un mundo mayor, extender un cielo más espacioso ‑exclama Conrado de Sajonia‑, pero una madre mejor y más excelente no puede hacerla»». Años antes, San Anselmo (‑‑ 21 de abril), prorrumpía lleno de admiración: «Nada hay igual a ti, de cuanto existe, o está sobre ti o debajo de ti. Sobre ti, sólo Dios. Debajo de ti, cuanto no es Dios>>.

«Dios te salve, María…» San Bernardo, entusiasmado al mirarla, siente su corazón arrebatarse en amor. Cantaba un día la Salve con sus monjes en un anochecer misterioso. Llenos de melancolía y esperanza, los cistercienses despiden el día rodeando a la Virgen. Al llegar a la petición final ‑‑‑después de este destierro, muéstranos a jesús, fruto bendito de tu vientre‑, Bernardo sigue solo balbuceando lleno de Júbilo, loco de amor: <«¡Oh clementísima, oh piadosísima, oh dulce Virgen María…!»

MIRA A LA ESTRELLA, INVOCA A MARÍA

“Estrella de los mares. Ave, Maris stella”, le canta la Iglesia. La estrella irradia luz sin corromperse. De María nace Jesús sin mancillar su pureza virginal. Ni el rayo de luz disminuye la claridad de la estrella, ni el Hijo de la Virgen marchita su integridad. María es la noble y brillante estrella que baña en su luz todo el orbe. Su resplandor ilumina la tierra. Enardece corazones, florecen virtudes, se amortiguan pasiones y se ahogan los vicios.

Es la estrella bella y hermosa reluciendo en las tinieblas del mundo y marcándonos la ruta del cielo.

San Bernardo nos dice en este día del Santísimo y Dulce Nombre de María: “No apartes tu mirada del resplandor de esta estrella, si no quieres sucumbir entre las olas del mundo. Cuando soplen vientos de tentaciones o te abatan tribulaciones, mira a la estrella, invoca a María. Cuando olas furiosas de soberbia, ambición o envidia amenacen tragarte, mira a la estrella, invoca a María. Si la ira, avaricia o impureza quieren hundir la nave de tu alma, mira a la estrella, llama a María. Si, desesperado por la multitud de tus pecados, anegado por tus miserias, empiezas a desconfiar de tu salvación, piensa en María. En los peligros, en los sufrimientos, en tus trabajos y luchas, piensa en María, invoca a María. Que su nombre no se aleje de tu corazón ni se separe de tus labios”.

«Dios te salve, María…» Es tu santo, el de todos tus hijos. Recibe nuestra felicitación emocionada, llena de confianza en el poder de tu nombre santísimo. Unámonos a la Iglesia y con ella alegrémonos venerando el nombre de María para merecer llegar a las eternas alegrías del cielo.

El Santísimo y Dulce Nombre de María será para nosotros emblema de victoria. Así ella va delante señalando luminosa el camino… Nos apropiamos las palabras de San Bernardo que continúan su segunda homilía de la Anunciación. “Siguiéndola a ella, no te desviarás. Rogándole, serás fuerte. Mirándola, no te equivocarás. Agarrándote, no caerás. Siendo ella protectora, no temerás. Capitana, no te fatigarás. Siendo propicia, llegarás”.

(http://www.mariologia.org/solemnidaddulcenombredemaria01.htm)