de la Vida, Presbítero de la Orden de Hermanos Menores
Capuchinos y su amado santo. Vos, os dedicasteis a la
dirección espiritual de los fieles y a la reconciliación
de los penitentes. Además, volcasteis vuestra caridad
para con los pobres y desposeídos. Casi constamtemente
decíais: "Siempre humíllense amorosamente ante Dios
y ante los hombres. Porque Dios le habla a aquellos que
son verdaderamente humildes de corazón, y los enriquece
con grandes dones”. El Gargano sabe de vos, y mucho, pues
allí vivisteis desbrozando vuestro amor por el Dios de
la Vida y del Amor, en vuestros hermanos y fieles. Vos,
rebosabais santidad y mística a raudales. Erais en
realidad un eximio taumaturgo, testimoniados por miles
de personas que durante décadas concurrieron ante vos,
a confesarse. Vuestras Misas, recordaban en forma vívida
el Sacrificio y Muerte de Nuestro Señor a través de vuestra
entrega intensa en cada Eucaristía. Dios a vos, vivo
instrumento de Él, os regaló el carisma de la bilocación,
y con ella, podíais estar presente en dos lugares al
mismo tiempo, a miles de kilómetros de distancia. Vos,
casi nunca abandonasteis San Giovanni Rotondo; pero,
os vieron curando almas y cuerpos en diversos lugares
del mundo y en distintas épocas. Teníais el don de ver
las almas y cuando los fieles se os confesaban con vos,
o decían sus pecados o vos, se los decíais, y a veces
con con gran dureza y enojo, pues teníais un fuerte
carácter, y era más, cuando se ofendía seriamente a Dios.
Vuestro don de sanación a través de vuestras manos,
Jesús curó a mucha gente, espiritual y físicamente.
Con vuestro don de la profecía, anticipasteis hechos que
luego se cumplieron al pie de la letra. Siempre vivisteis
rodeado de la Presencia de Jesús y María, los Santos
y los ángeles y de almas que buscaban vuestra oración,
para subir desde el Purgatorio al Cielo. Vuestra gracia
extraordinaria fueron vuestros estigmas, las cinco llagas
de Cristo. Estas llagas sangraron toda vuestra vida,
casi, una taza de té por día, hasta vuestra santa muerte.
De vuestra sangre y cuerpo emanaban un aroma celestial,
a flores, que acariciaba a los asistentes de vuestras
Misas, y también a quienes se encontraban con vos, en otras
ciudades del mundo. Casi toda vuestra vida, vivisteis
sufriendo ataques del demonio, que se multiplicaron a
medida que las conversiones y la fe crecían a vuestro
alrededor. El mundo de hoy, niega lo sobrenatural, se
aferra a lo material y a todo lo que pueda ser explicado
a través de la razón y percibido por los sentidos. Pero,
Dios, prescinde de nuestra razón y de nuestros sentidos,
a la hora de someternos a las pruebas de nuestra fe. De
cuando en cuando nos prodiga con regalos del mundo
sobrenatural, a través del testimonio y el acceso a la
divinidad de los seres Celestiales. Vos, sois una puerta
abierta a Cristo, a María, a los ángeles y los santos.
Con vos, se caen por tierra todas explicaciones terrenas.
Hermanos míos, es hora de unir nuestra voluntad a la de
Dios, y ser su instrumento, a imitación de vos. No más
razón o lógica humana. Imitad, al santo del Gargano.
Marchemos procelosos al encuentro con el Dios eterno,
que nos mira desde lo alto y nos pide, por medio de Su
infinita Misericordia, entregarnos a Su Santa Voluntad.
¡Muerte a nuestro yo! Camino, verdad y vida: ¡Sólo Dios!.
¡Oh!, San Pío de Pietrelcina, "viva humildad y negación
de sí mismo", imitación viva del Dios de la Vida y del Amor".
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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23 Septiembre
San Pío de Pietrelcina (Francisco Forgione)
Presbítero Capuchino
Un hombre de oración y sufrimiento
Martirologio Romano: San Pío de Pietrelcina (Francisco) Forgione, presbítero de la Orden de Hermanos Menores Capuchinos, que en el convento de San Giovanni Rotondo, en Apulia, se dedicó a la dirección espiritual de los fieles y a la reconciliación de los penitentes, mostrando una atención particular hacia los pobres y necesitados, terminando en este día su peregrinación terrena y configurándose con Cristo crucificado (1968).
“Siempre humíllense amorosamente ante Dios y ante los hombres. Porque Dios le habla a aquellos que son verdaderamente humildes de corazón, y los enriquece con grandes dones.” (San Giovanni Rotondo, Italia).
En un convento de la Hermandad de los Capuchinos, en la ladera del monte Gargano, vivió por muchísimos años el que probablemente fuera el Sacerdote Místico más destacado del siglo XX, a punto actualmente de ser declarado Santo por el Vaticano. El Padre Pío, nacido en Pietrelcina en 1887, fue un hombre rico en manifestaciones de su santidad. Enorme cantidad de milagros rodearon su vida, testimoniados por miles de personas que durante décadas concurrieron allí a confesarse. Sus Misas, a decir de los concurrentes, recordaban en forma vívida el Sacrificio y Muerte del Señor a través de la entrega con que el Padre Pío celebraba cada Eucaristía.
Es notable su carisma de bilocación: la capacidad de estar presente en dos lugares al mismo tiempo, a miles de kilómetros de distancia muchas veces. El Padre Pío raramente abandonó San Giovanni Rotondo; sin embargo se lo ha visto y testimoniado curando almas y cuerpos en diversos lugares del mundo en distintas épocas. También tenía el don de ver las almas: confesarse con el Padre Pío era desnudarse ante Dios, ya que él decía los pecados y relataba las conciencias a sus sorprendidos feligreses (a veces con gran dureza y enojo, ya que tenía un fuerte carácter, especialmente cuando se ofendía seriamente a Dios). Tenía también el don de la sanación (a través de sus manos Jesús curó a muchísima gente, tanto física como espiritualmente) y el don de la profecía (anticipó hechos que luego se cumplieron al pie de la letra).
Vivió rodeado de la Presencia de Jesús y María, pero también de Santos y Angeles, y de almas que buscaban su oración, para subir desde el Purgatorio al Cielo. Pero su gracia más grande radicó, sin duda alguna, en sus estigmas: en 1918 recibe las cinco Llagas de Cristo en sus manos, en sus pies y en su costado izquierdo. Estas llagas sangraron toda su vida, aproximadamente una taza de té por día, hasta su muerte ocurrida en 1968. Múltiples estudios médicos y científicos se realizaron sobre sus Estigmas, no encontrándose nunca explicación alguna a su presencia u origen.
Su sangre y cuerpo emanaban un aroma celestial, a flores diversas, que acariciaba no solo a los asistentes a sus Misas, sino también a quienes se encontraban con él en otras ciudades del mundo, a través de sus dones de bilocación. Vivió sufriendo ataques del demonio, tanto físicos como espirituales, que se multiplicaron a medida que las conversiones y la fe crecían a su alrededor.
En diciembre de 2001 el Vaticano emite el decreto que aprueba los milagros necesarios para canonizar a nuestro héroe, San Pío de Pietrelcina y fué canonizado el 16 de julio de 2002.
Vivimos en un mundo que niega lo sobrenatural, se aferra a lo material y a todo lo que pueda ser explicado a través de la razón, o percibido por los sentidos. Sin embargo, Dios prescinde de nuestra razón y de nuestros sentidos, a la hora de someternos a las pruebas de nuestra fe. De cuando en cuando nos prodiga con regalos del mundo sobrenatural, a través del testimonio y el acceso a la divinidad de los seres Celestiales. El Padre Pío es una puerta abierta a Cristo, a María, a los ángeles y los santos. Es también un testimonio de la pequeñez del ser humano y una invitación a creer y dejar de buscar explicación a los hechos de la Divina Providencia (la voluntad de Dios), sino simplemente a unir nuestra voluntad a la de Dios, y ser lisa y llanamente su instrumento, como el Padre Pío lo fue.
La vida entera del Padre Pío no puede ser explicada a través de la razón o la lógica humana. La fe y fuerza del Santo del Gargano dan por tierra con todas las escuelas filosóficas terrenales, dejando una sola salida a todo intento de crecimiento del hombre: el encuentro con el Dios eterno, el que nos mira desde lo alto y nos pide, por medio de Su infinita Misericordia, que nos entreguemos simplemente a Su Voluntad. La negación de nuestro yo (la muerte de nuestro ego), se constituye en la principal meta de nuestra evolución, porque SÓLO DIOS ES !
Debemos negarnos a nosotros mismos y vivir para y por Él. El Padre Pío vivió en la más absoluta humildad y negación de sí mismo, y miren los prodigios que Jesús hizo a través suyo!
Fuente:(www.reinadelcielo.org)