28 abril, 2025

San Luis María Grignion de Montfort

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 ¡Oh!, San Luis María de Monfort; vos, sois, el hijo del Dios
de la Vida, su amado santo, predicador y conversor genial; aquél,
al que ni las piedras del camino podían resistirse y del “pecado”
quedaban también libres. A vos, que de Jesús y María os hicisteis
su más grande y fiel amigo, con vuestros constantes rezos y el
Rosario Santo contra el maligno. Padre de los pobres, defensor
de los huérfanos y reconciliador de los pecadores. “¿Aman
a Nuestro Señor? ¿Y por qué no lo aman más? ¿Ofenden al buen
Dios? ¿Y por qué ofenderlo si es tan santo?” Les preguntabais
y les preguntáis a la gente de vuestro tiempo y especialmente
a las de hoy. “Ha nacido en mí una confianza sin límites en
Nuestro Señor y en su Madre Santísima”. Así, decíais, pues no
temías ingresar a las cantinas, a los sitios de juego, ni a los lugares
de perdición; pues allí, resuelto ibais, a almas, al diablo quitarle,
pues llevabais con vos, a vuestros amados defensores: ¡Jesús
y María! A Roma, fuisteis a pie y de limosna a Dios rogando la
eficacia de la palabra, la misma que la obteníais al instante.
Clemente XI Papa, os decía “Misionero Apostólico”, porque
predicabais en todas partes: en los pueblos, caseríos y estancias,
dejando una Cruz como señal de vuestro paso, y de haber
enseñado amor por los sacramentos, por el rezo del Santo Rosario,
la frecuente confesión y comunión, y una gran devoción
a Nuestra Señora. “Donde la Madre de Dios llega, no hay diablo
que se resista”. Decíais vos y, como huella de vuestro amor,
dejasteis en este mundo a los Padres Monfortianos y a las
“Hermanas de la Sabiduría”. Alguien escribió maravillosamente
el resumen de vuestra santa vida en vuestra lápida: “¿Qué miras,
caminante? Una antorcha apagada, un hombre a quien el fuego
del amor consumió, y que se hizo todo para todos, Luis María
Grignon Monfort. ¿Preguntas por su vida? No hay ninguna más
íntegra, ¿Su penitencia indagas? Ninguna más austera. ¿Investigas
su celo? Ninguno más ardiente. ¿Y su piedad Mariana? Ninguno
a San Bernardo más cercano. Sacerdote de Cristo a Cristo reprodujo
en su conducta, y enseñó en sus palabras. Infatigable, tan sólo
en el sepulcro descansó, fue padre de los pobres, defensor de los
huérfanos, y reconciliador de los pecadores. Su gloriosa muerte
fue semejante a su vida. Como vivió, murió. Maduro para Dios,
voló al cielo a los 43 años de edad”. Vuestra obra cumbre:
“Tratado de la verdadera devoción a la Virgen María”, por todo
el mundo está, y San Juan Pablo II tomó como lema vuestra
amorosa frase: “Soy todo tuyo Oh María, y todo cuanto tengo,
tuyo es”. Hoy, lucís corona de luz, como premio a vuestro amor
por Jesús y María, por los siglos de los siglos, ¡Aleluya, Amén!
¡Oh!, San Luis de Monfort; “vivo evangelizador de Jesús y María”.

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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 28 de abril
San Luis María Grignion de Montfort
Sacerdote y teólogo francés
 
Se le llama el “esclavo de María”, por haber dedicado su vida a profundizar en el amor filial a la Virgen, a su significado e importancia dentro del plan de Dios para la humanidad.
 
El trabajo teológico de San Luis María, fruto de su relación íntima con el Señor, ha sido reconocido como un esfuerzo auténtico por conocer mejor el papel que la Madre de Dios ha desempeñado y sigue desempeñando en la obra de la salvación. Al mismo tiempo, la vida y escritos de este gran santo señalan un derrotero espiritual para crecer en la piedad y devoción a nuestra Madre del cielo.
 
La obra de San Luis María Grignon de Montfort ha sido determinante para el desarrollo de la “Mariología” -el tratado teológico dedicado a la Virgen- y la conciencia creciente del papel de la Virgen en la vida de la Iglesia hoy.
 
‘Todo tuyo’, Madre Santísima
 
El Papa San Juan Pablo II (1920-2005) eligió como lema pontificio la expresión latina “Totus Tuus” [“todo tuyo”] inspirándose en la obra y pensamiento de San Luis María Grignon. De hecho, la fórmula está tomada de un pasaje del Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen: “Totus Tuus ego sum y omnia mea Tua sunt. Accipio Te en mea omnia. Praebe mihi cor Tuum, Maria” [Soy todo tuyo y todo lo mío es tuyo. Te acepto como mi todo. Dame tu corazón, María].
 
Para San Luis María sin las asistencias espirituales de la Madre de Dios, la santidad se hace tarea imposible. Por eso escribe: "A quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace muy devoto de la Virgen María”.
 
Primeros pasos en la devoción
 
San Luis nació en Montfort (Francia) el 31 de enero de 1673. De personalidad recatada, podía ser considerado como alguien tímido, de esos que prefieren la soledad porque en el silencio se escucha mejor a Dios. Desde niño desarrolló una sensibilidad para las cosas de Dios, y se hizo muy devoto de la Eucaristía y de la Virgen María.
 
Sus estudios y formación estuvieron a cargo de los jesuitas. Con ellos cultivó el hábito de asistir a misa diariamente, sin que le importe caminar un largo trecho -al menos dos millas- para llegar a la iglesia. Estudiante diligente y piadoso, no fallaba en visitar la capilla del recinto antes y después de las clases.
A los 20 años experimenta el llamado a la vida sacerdotal. Ingresó al seminario de París, donde se desempeñó primero como bibliotecario, lo que le permitió concentrarse en la literatura sobre la Virgen María. Después, se le encargaría el puesto de velador de muertos, experiencia que le ayudó a comprender mejor cuán vano y pasajero es este mundo, abundante en lisonjas que van y vienen, pero que dejan poco o nada en el espíritu.
 
Sacerdocio misionero
 
Grignion fue ordenado sacerdote a los 27 años, eligiendo el lema “Ser esclavo de María” para su presbiterado.
 
Se dedicó a la catequesis y asumió el cargo de capellán del Hospital de Poitiers, que funcionaba también como asilo de pobres y marginados. Su sencillez y naturalidad para servir a los necesitados, le granjeó no solo cariño y admiración, sino enemistades y habladurías de todo tipo.
 
Cuando vuelve a París, sus enemigos levantan falsos testimonios contra él y sus amigos más íntimos lo rechazan. Por su lado, el obispo lo mandó callar. Luego comprendería la razón de los ataques contra él y la doctrina mariana que propagaba: los jansenistas, influyentes herejes de su tiempo, aborrecían su enseñanza porque subrayaba el concurso de la libertad humana sin la cual Dios no puede obrar, tal y como está testimoniado en el “sí” de María.
 
San Luis, conflictuado por la situación, acude al Papa Clemente XI para que confirme sus enseñanzas, o bien “lo salve del error”. El Pontífice lo recibe afectuosamente y tras el encuentro le concede el título de Misionero Apostólico.
 
“A Jesús por María”
 
San Luis realizó cientos de misiones y retiros que se caracterizaron por los abundantes ejercicios de piedad, entre los que el rezo del Santo Rosario ocupaba el lugar central. Por donde viajó, organizó a la gente para que expresara su devoción: procesiones y cánticos a la Virgen, acompañados de la prédica sobre los sacramentos. “A Jesús por María”.
 
Los jansenistas entonces lo acusaron de abusar de los sacramentos restándoles dignidad. Allí donde fue enviado -Bretaña, Pontchâteau (donde destruyeron la réplica del monte calvario que él edificó), Vendée- padeció persecución y hostigamiento. Aferrado a la Madre y a su Hijo, no desfalleció jamás en su misión.
 
Fundador y teólogo
 
San Luis María Grignion de Montfort fundó la congregación de las Hijas de la Sabiduría, y la Compañía de María (los Misioneros Montfortianos).
 
Su obra más famosa es el Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, escrito de gran provecho espiritual para todo cristiano, y que logró el respaldo eclesiástico aun cuando algunos lo quisieron censurar por considerarlo una exageración del culto a la Madre de Dios. Junto al Tratado destaca El amor de la sabiduría eterna y El secreto de María, texto con el que quiso llegar a todos los fieles a través de una presentación más sencilla de las ideas expuestas en el Tratado.
 
La vida es breve, el cielo para siempre
 
San Luis María Grignion de Montfort partió a la Casa del Padre el 28 de abril de 1716 con tan sólo 43 años. Fue enterrado en la Iglesia de Saint-Laurent.
 
Cuarenta y tres años después de la muerte del santo, la Hna. María Luisa de Jesús, la que sería la primera beata entre las Hijas de la Sabiduría, fallecía en la misma fecha, hora y lugar donde había muerto San Luis María. Posteriormente los restos de la beata serían ubicados al lado de los del santo fundador.
 
Siglos después, el Papa San Juan Pablo II publicaría la encíclica Redemptoris Mater [Madre del Redentor] haciéndose eco de la enseñanza de San Luis María Grignion en nuestro tiempo. El Papa, en agradecimiento a la inspiración recibida, visitó la tumba del santo el 9 de septiembre de 1996.(ACI prensa).