18 septiembre, 2025

San Cupertino, patrono de los aviadores, de los pasajeros de avión, de los estudiantes y de aquellos que tienen una discapacidad mental.

 

18 de septiembre
San Cupertino
El fraile que nos legó la humildad, la confianza y la determinación 
 
Cada 18 de septiembre, la Iglesia celebra a un santo cuyo legado empieza con la virtud de la humildad, la confianza en la oración y la determinación: San José de Cupertino (1603-1663), en italiano, Giuseppe da Copertino, nacido Giuseppe María Desa. 
 
Es patrono de los aviadores, de los pasajeros de avión, de los estudiantes y de aquellos que tienen una discapacidad mental.
 
¡No te canses de rezar!
 
“Rezar, no cansarse nunca de rezar. Que Dios no es sordo ni el Cielo es de bronce. Todo el que le pide, recibe”, decía este gran franciscano, expresando de manera inmejorable cuánto había hecho Dios en su vida gracias a su oración perseverante.
 
Como muestra, basta este “pequeño” detalle: José nunca fue bueno en los estudios, pero a pesar de esta dificultad, de Dios recibió las fuerzas y la luz necesarias para seguir adelante. Por eso hoy -y no por azar- se le considera patrono de los estudiantes, en especial de los que pasan por problemas académicos.
“Todo lo puedo en aquel que me fortalece" (Fil 4, 13)
 
Giuseppe María -José María, su nombre de pila- nació en 1603, en el pueblo de Cupertino, región de Lecce (Reino de Nápoles, hoy Italia), en el seno de una familia muy humilde.
 
A los 17 años pidió ser admitido por los franciscanos, en la rama de los Frailes Menores Conventuales; sin embargo, fue rechazado. Poco después, solicitó el ingreso a los Hermanos Menores Reformados, otra rama de la Orden de San Francisco de Asís, pero tampoco tuvo éxito. Y es que José casi no había recibido instrucción en su vida y, en lo poco recibido, no ataba ni desataba.
 
A pesar de estos “fracasos”, José se animó a hacer un nuevo intento. Esta vez con los frailes capuchinos, quienes sí lo recibieron en calidad de hermano lego.
 
Sin embargo, contra lo que podía esperarse después de tanto luchar, José terminó siendo expulsado del convento al cabo de unos meses. La razón: era muy distraído, y sus superiores lo denunciaron por “ineptitud”. Sus biógrafos suelen dar cuenta de su torpeza: dejaba caer constantemente los platos que llevaba al comedor, se olvidaba los encargos asignados y parecía que siempre estaba abstraído, fuera del mundo, pensando en cualquier cosa.
 
Ser santo es saber ponerse de pie
 
San José de Cupertino, entonces, buscó refugio en casa de un familiar adinerado. Pese a la acogida inicial, este también terminaría echándolo a la calle, frustrado por sus continuos yerros. Tras esto, José dejó confirmados con creces los rumores que lo señalaban como “un bueno para nada”. Es entonces que su madre intervino y fue a rogarle a un pariente suyo, un fraile franciscano, que recibiera al muchacho como mandadero de su convento.
 
Esta vez, José sería aceptado como obrero: como no era bueno para los mandados fue enviado a trabajar en el establo. Y, para sorpresa de muchos, no le fue tan mal. Algo había pasado: a golpes, en su todavía corta vida, San José había quedado firmemente sujeto a la cruz, su ancla y su cimiento. A partir de entonces, el muchacho empezaría a desempeñarse cada vez mejor, mostrando incluso destreza para su noble oficio.
 
Eso le ganó, poco a poco, el aprecio de los religiosos del convento, quienes empezaron a considerarlo como alguien ejemplar. Sus muestras de humildad y amabilidad, adornadas de espíritu de penitencia y presencia constante de Dios merecieron una reconsideración entre los franciscanos, quienes en 1625 -cuando el santo tenía unos 22 años- lo admitieron en el convento por votación unánime.
 
“Vida eterna a los que perseveran en hacer el bien” (Rom 2, 6)
 
Al poco tiempo, los frailes mayores determinaron que José estudiase para ser sacerdote. Sin embargo, en los exámenes y evaluaciones, José parecía incapaz de salir airoso. Preso de los nervios por lo poco dotado de claridad para expresarse, la mayoría de veces se quedaba en silencio frente a sus maestros, con la mente en blanco.
 
Así llegó el día del inicio de las pruebas finales, y el examinador anunció que abriría la Biblia y leería un pasaje al azar para escuchar la interpretación del estudiante. José estaba aterrorizado esperando su turno.
 
No obstante, la Providencia quiso que el pasaje escogido para examinar a Fray José fuera el único que era capaz de explicar adecuadamente. Fue aquel del Evangelio de Lucas que hace referencia a la Madre de Dios y que rezamos en el Avemaría: “Bendito el fruto de tu vientre, Jesús”.
 
En la última prueba -el examen definitivo para definir quiénes serían ordenados-, el obispo a cargo de la evaluación comenzó a preguntar a los primeros frailes del grupo en el que estaba José. Como todos fueron respondieron muy bien, el prelado decidió no seguir examinando al resto porque no lo consideró necesario. San José -el siguiente de la lista de candidatos-, se libró, sin pretenderlo, de la prueba.
 
El que menos diría que se trató de un “golpe de suerte”, pero quizás no fue así. Pareció, más bien, que Dios quiso aligerarle el día al santo, quien había hecho todos los esfuerzos posibles para llegar bien preparado.
 
Patrono de los estudiantes
 
Por su compromiso con el estudio, y no por algún resultado brillante, este santo es considerado el patrón de los estudiantes, especialmente de aquellos que se encuentran en dificultades académicas.
El 18 de marzo de 1628, Fray José fue ordenado sacerdote, muy consciente de que no tenía cualidades especiales para predicar ni enseñar, pero sí el amor debido a la Eucaristía. Decidió también por eso, de manera especial, apuntalar su sacerdocio con penitencias y oraciones por los pecadores
.
“¡Quién me diera alas como de paloma!” (Sal 55, 6)
 
Fue en esa ruta espiritual como San José llegó a abrazar la vida mística. Caía en éxtasis constantemente y en ocasiones sus hermanos lo vieron levitar. Incluso fue visto volando como si de un ave se tratase, yendo de un lado a otro para atender necesidades espirituales de los fieles.
 
En el libro de la causa de canonización de San José de Cupertino consta que fueron numerosos los testigos que presenciaron los hechos sobrenaturales mencionados. Entre estos se cuenta el del Papa Urbano VIII (p. 1623-1644) y el del príncipe protestante Juan Federico, duque de Brunswick-Luneburgo (1625-1679), quien gracias a Fray José se convirtió al catolicismo.
 
“Volaría y hallaría reposo” (Sal 55, 6)
 
San José de Cupertino partió a la Casa del Padre el 18 de septiembre de 1663. Fue beatificado en 1753 por Benedicto XIV y canonizado en 1767 por Clemente XIII.
 
Es el santo patrono de los viajeros de avión, de los aviadores, de los que tienen alguna discapacidad mental y de los estudiantes que rinden exámenes.(ACI Prensa).

16 septiembre, 2025

San Cipriano Papa y San Cornelio Obispo, mártires

 Santos Cipriano y Cornelio

    

!Oh! San Cornelio y San Cipriano, vosotros sois los hijos
del Dios de la Vida y del Amor, y sus amados mártires. Vos,
Cornelio, Papa y Mártir, honor hicisteis al significado de
vuestro nombre: “fuerte como un cuerno”. A vos, os martirizaron
en persecución de Decio. Novaciano, el hereje proclamaba que
la Iglesia Católica no tenía poder para perdonar pecados
y que, el que renegaba de su fe, no más podía ser admitido.
También decía que el fornicario y el adúltero, no podían ser
perdonados jamás. Pero vos, Cornelio, respondisteis con valor y
firmeza, que, si un pecador de verdad se arrepiente y desea,
una nueva vida, la Iglesia puede y debe perdonarle sus
antiguas faltas y admitirlo entre los fieles. A vos, Cornelio
os apoyaron San Cipriano desde África y los demás obispos
de occidente. El cruel Decio, os desterró de Roma y a causa
de vuestro martirio, entregasteis vuestra vida desterrado.
Y, vos, Cipriano, brillante obispo del áfrica, antes de San
Agustín, os dedicasteis a la tarea de educador, conferencista
y orador público. Poseíais inteligencia privilegiada, gran
habilidad para hablar en público, y personalidad impactante.
Os bautizasteis y permanecisteis siempre casto, y jamás
contrajisteis matrimonio. Renunciasteis a vuestros literatos
mundanos. Dijisteis vos: “Me parece que Dios ha expresado su
voluntad por medio del clamor del pueblo y de la aclamación
de los sacerdotes”. Un escritor escribió de vos así: “Era
majestuoso y venerable, inspiraba confianza a primera vista
y nadie podía mirarle sin sentir veneración hacia él. Tenía
una agradable mezcla de alegría y venerabilidad, de manera
que los que lo trataban no sabían qué hacer más: si quererlo
o venerarlo, porque merecía el más grande respeto y el mayor
amor”. Decio, deseaba acabar con los obispos, destruir los
libros sagrados e invitaba a todos, a renegar de la religión,  
y a quemar incienso ante los dioses, acto con el cual eran
perdonados. Muchos caen en la trampa con tal de no perder
sus vidas. Vos Cipriano, huisteis y os escondisteis y desde
allí, enviabais cartas a los creyentes invitándolos a no
abandonar la religión por nada. De pronto se oyen voces
gritando: “Pedimos que Cipriano sea echado a los leones”.
Nunca logran su cometido demoníaco. Volvió la paz y vos,
volvisteis a vuestro cargo. Y a todo renegado que quiso volver
a la Iglesia, les exigisteis que hiciera penitencia. Luego
vinieron después espantosas persecuciones y los cristianos
prefirieron la muerte, antes que quemar incienso a dioses
falsarios y, así fueron mártires gloriosos. En plena peste
vendisteis lo más más valioso de la casa episcopal, para
ayudar a vuestra mies. Enterado el impío Decio, dicta pena
de destierro para todo creyente que asistiera a un acto
de culto cristiano, y pena de muerte para cualquier obispo
o sacerdote que se atreva a celebrar una ceremonia religiosa.
Y a vos, Cipriano os dictan pena de destierro, pero vos,
seguisteis cumpliendo con vuestras tareas celebrando ceremonias
religiosas, y entonces os dictan la pena de muerte. «Yo soy
cristiano y soy obispo. No reconozco a ningún otro Dios,
sino al único y verdadero Dios que hizo el cielo y la tierra.
A Él, rezamos cada día los cristianos. Lo que le han ordenado
hacer, hágalo pronto. Que en estas cosas tan importantes
mi decisión es irrevocable, y no va a cambiar". El juez
Valerio, de mala gana dictó sentencia: “Ya que se niega
a obedecer las órdenes del emperador y no quiere adorar a
nuestros dioses, y es responsable de que todo este gentío
siga sus creencias religiosas, Cipriano; queda condenado a
muerte. Le cortarán la cabeza con una espada”. Vos, al oír
la sentencia, exclamasteis: ¡Gracias sean dadas a Dios! La
multitud gritaba: “Que nos maten también a nosotros, junto
con él”. Entonces, vos, ordenasteis regalarle veinticinco
monedas de oro al verdugo que os mataría y os vendasteis
los ojos y arrodillándoos, el verdugo os cortó la cabeza
con una espada. Y, así, en olor a multitud volaron al cielo,
vuestras almas, para coronadas ser de luz y eternidad como
justo premio a vuestras entregas de amor y fe, al Dios Vivo.
¡Oh! Santos Cornelio y Valerio, "vivas luces del Dios Vivo".  

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de septiembre
Santos Cipriano y Cornelio
Obispo y Papa 
 
Cada 16 de septiembre la Iglesia celebra al Papa San Cornelio (c.180-253) y al Obispo San Cipriano (c. 200-258), dos amigos en Cristo preocupados por preservar la verdad de su mensaje. Juntos se opusieron a los errores, confusiones y herejías que empezaron a difundirse desde los inicios de la era cristiana y que minaron la salud espiritual de muchos miembros de la Iglesia. Ambos concluyeron sus vidas coronados con las palmas del martirio.
 
El Papa Cornelio
 
Cornelio, cuyo nombre significa “fuerte como un cuerno”, fue el vigésimo primer Papa de la Iglesia Católica. Afrontó con firmeza la herejía de Novaciano, teólogo que proclamaba que la Iglesia no tenía el poder suficiente para perdonar los pecados más graves. Para este teólogo y sus seguidores, aquellos llamados “lapsi”, en latín, ‘los que han tropezado’, no podían ser absueltos por autoridad eclesiástica alguna de aquellas faltas consideradas extremadamente graves. Eso equivalía a que la Iglesia no estaba autorizada para perdonar ni acoger de nuevo a quienes, por ejemplo, habían incurrido en apostasía.
Ciertamente, a causa de la crueldad de las persecuciones, muchos cristianos habían abandonado la fe o abjuraron de esta (el pecado de apostasía) por temor a las amenazas del poder temporal: torturas, prisión o la muerte. No obstante, no fueron pocos los que habiendo negado a Cristo reconocieron su falta y pidieron ser admitidos nuevamente en el seno de la comunidad cristiana.
 
El Papa Cornelio fue el primero en alzar su voz contra Novaciano (210-258). El Pontífice sostuvo que el ‘novacianismo’ resultaba herético, puesto que Dios no negaba a nadie su perdón y que no existía falta que no pudiese ser resarcida por su amor misericordioso. En consecuencia, la ‘autoridad de perdonar los pecados’ podía ser ejercida por un ministro calificado.
 
Cornelio terminó excomulgando a Novaciano, quien no quiso rectificarse y eligió con sus seguidores el camino del cisma, convirtiéndose en ‘antipapa’ entre los años 251 y 258 al fundar ‘la Iglesia de los puros’.
 
Cipriano, obispo de Cartago
 
Entre quienes apoyaron al Papa Cornelio en su doctrina sobre el perdón estaba San Cipriano, obispo con quien tenía una estrecha amistad.
 
Cipriano, quien se encontraba a la cabeza de la sede de Cartago (hoy Túnez), respaldó públicamente la postura pontificia en contra de Novaciano, por lo que se hizo de enemigos y detractores.
 
El único y verdadero sacrificio
 
Vale precisar que el Papa Cornelio no sólo tuvo que sufrir por la controversia con Novaciano y sus intransigentes seguidores, ‘los puros’ (katharoi) o ‘cátaros’: los suyos fueron los tiempos de otra sangrienta persecución, esta vez, organizada por el emperador romano Decio (249-251).
Cornelio fue enviado primero al destierro y más tarde, en el año 253, tomado prisionero y condenado a muerte por decapitación.
 
Por su parte, Cipriano, en Cartago, padeció también los duros años de la persecución de Decio y, tras la muerte de este, tuvo que sufrir una nueva ola de violencia anticristiana organizada por su sucesor, Valeriano.
 
Cipriano fue condenado a muerte por negarse a ofrecer sacrificios a los dioses, así como por resistirse a la prohibición de celebrar la Eucaristía y administrar los sacramentos. Él, al oír su sentencia, exclamó: “¡Gracias sean dadas a Dios!”. Como Cornelio, Cipriano murió decapitado en septiembre del año 258.
 
“Gracias sean dadas a Dios”
 
Los dos amigos, unidos por Cristo en la misión pastoral, padecieron por causa de la fe y dejaron un testimonio de fidelidad a la Verdad revelada, un testimonio que sellaron con su propia sangre.
 
Los nombres de Cornelio y Cipriano son parte de la liturgia, específicamente se les menciona en la Plegaria Eucarística I del Canon Romano, al lado de otros santos y mártires de los primeros siglos.(ACI prensa).

15 septiembre, 2025

Nuestra Señora de los Dolores

 Puede ser una imagen de 1 persona y texto que dice "Nuestra Señora de los Dolores Madre, déjanos acompañarte en tu dolor y alivia con tu ternura los nuestros. 15 de septiembre aciprensa.com"

15 de septiembre
Nuestra Señora de los Dolores
 
Cada 15 de septiembre, un día después de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, la Iglesia Católica conmemora a Nuestra Señora de los Dolores, la Virgen María, quien en silencio acompañó a su Hijo en los momentos más duros de su vida terrenal.
 
Como toda buena madre, María también está al lado del resto de sus hijos, los hombres, especialmente cuando estos sufren.
 
Jesús y María unidos en el dolor salvífico
 
La sucesión de ambas efemérides -la Exaltación de la Cruz y Nuestra Señora de los Dolores- tiene un significado profundo: es una invitación a meditar en torno al misterio del dolor que unió las vidas de Jesús y de María para redención del género humano.
 
No en vano, la Iglesia enseña que meditar en los dolores de nuestra Madre ayuda a comprender mejor el sacrificio de Cristo, a que cualquiera, si se dispone, pueda acercarse más a su Santísimo Corazón, de manera que todo corazón pueda quedar transformado por su amor sacrificial.
 
Poder acercarnos a María en sus horas difíciles -las de la Pasión de su Hijo- es la oportunidad por excelencia para compadecernos de Ella y acompañarla como buenos hijos. Más aún, si somos conscientes de que Ella sigue sufriendo a causa de nuestros pecados. Hoy y siempre Dios quiere que consolemos a su Madre.
 
Origen de la devoción
 
La devoción a la Virgen de los Dolores -también conocida como la Virgen de la Amargura, la Virgen de la Piedad o, simplemente, como la “Dolorosa”- viene desde antiguo. Esta puede remontarse incluso hasta los orígenes de la Iglesia, allí cuando los cristianos recordaban los dolores del Señor, siempre asociados a los de su Madre Santa María, como consta en los Evangelios.
 
Sin embargo, es necesario precisar que la advocación de Nuestra Señora de los Dolores, la Mater Dolorosa, cobra forma e impulso recién a finales del siglo XI. Muchas décadas después, hacia 1239, en la diócesis de Florencia (Hoy Italia), los servitas (Orden de frailes Siervos de María) fueron los primeros en destinar un día del año para conmemorar a la Virgen en su sufrimiento.
 
El día escogido fue el 15 de septiembre; fecha que quedaría oficializada a inicios del siglo XIX (1814) por el Papa Pío VII, quien le concedió el rango de fiesta.
 
La Dolorosa, los santos y una promesa
 
Esta hermosa devoción ha sido alentada por muchos santos a lo largo de la historia, incluso con el patrocinio directo de la Santísima Madre de Dios, en virtud a la autoridad que su Hijo le ha concedido.
 
Es así que, por ejemplo, la Virgen María se le presentó a Santa Brígida de Suecia (1303-1373) para comunicarle lo siguiente: “Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos… Por eso tú, hija mía, no te olvides de mí que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios”.
 
La Madre de Dios prometió -también a través de Santa Brígida- que concedería siete gracias a aquellas almas que la honren y acompañen rezando diariamente siete avemarías mientras meditan en sus lágrimas y dolores.
 
Por su parte, San Alfonso María de Ligorio (1696-1787) enseñaba que Jesucristo reveló a Santa Isabel de Hungría (1207-1231) que Él concedería cuatro gracias a los devotos de los dolores de su Santísima Madre.
 
Oración de petición
 
Madre, déjanos acompañarte en tu dolor y alivia con tu ternura los nuestros.
¡Déjanos estar a tu lado, Madre dolorosa!
Y que tu Hijo santifique el dolor que hoy nos embarga.
¡Nuestra Señora de los Dolores, ruega por nosotros!(ACI Prensa).

14 septiembre, 2025

La Exaltación de la Santa Cruz

 Puede ser una imagen de texto que dice "¿QUÉ CELEBRAMOS EN LA FIESTA DE LA EXALTACIÓN DE LA CRUZ? El14 14 de septiembre del año 628, el lemperador empel Heraclio quitó la Santa Cruz a los Persas. Un hombre le explicó que había una incoherencia entre sus ropas y el aspecto humilde de Cristo. El emperadorquiso llevar laCruz Jerusalén en medio de una solemne procesión. El emperador se Pero, vestido con ropas lujosas, se dio cuenta de que era incapazdea avanzai ecorrio descalzolas descalzolas.callesSólo Sólo así continuó la procesión. Desde lafc"

14 de septiembre
La Exaltación de la Santa Cruz
 
T E (Jn 3,13-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él».
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«Para que todo el que crea en Él tenga vida eterna»
Rev. D. Antoni CAROL i Hostench
(Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
 
Hoy, el Evangelio es una profecía, es decir, una mirada en el espejo de la realidad que nos introduce en su verdad más allá de lo que nos dicen nuestros sentidos: la Cruz, la Santa Cruz de Jesucristo, es el Trono del Salvador. Por esto, Jesús afirma que «tiene que ser levantado el Hijo del hombre» (Jn 3,14).
Bien sabemos que la cruz era el suplicio más atroz y vergonzoso de su tiempo. Exaltar la Santa Cruz no dejaría de ser un cinismo si no fuera porque allí cuelga el Crucificado. La cruz, sin el Redentor, es puro cinismo; con el Hijo del Hombre es el nuevo árbol de la Sabiduría. Jesucristo, «ofreciéndose libremente a la pasión» de la Cruz ha abierto el sentido y el destino de nuestro vivir: subir con Él a la Santa Cruz para abrir los brazos y el corazón al Don de Dios, en un intercambio admirable. También aquí nos conviene escuchar la voz del Padre desde el cielo: «Éste es mi Hijo (...), en quien me he complacido» (Mc 1,11). Encontrarnos crucificados con Jesús y resucitar con Él: ¡he aquí el porqué de todo! ¡Hay esperanza, hay sentido, hay eternidad, hay vida! No estamos locos los cristianos cuando en la Vigilia Pascual, de manera solemne, es decir, en el Pregón pascual, cantamos alabanza del pecado original: «¡Oh!, feliz culpa, que nos has merecido tan gran Redentor», que con su dolor ha impreso “sentido” al dolor.
 
«Mirad el árbol de la cruz, donde colgó el Salvador del mundo: venid y adorémosle» (Liturgia del Viernes Santo). Si conseguimos superar el escándalo y la locura de Cristo crucificado, no hay más que adorarlo y agradecerle su Don. Y buscar decididamente la Santa Cruz en nuestra vida, para llenarnos de la certeza de que, «por Él, con Él y en Él», nuestra donación será transformada, en manos del Padre, por el Espíritu Santo, en vida eterna: «Derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados».
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Pensamientos para el Evangelio de hoy
 
«Allí donde un cristiano gaste su vida honradamente, debe poner con su amor la Cruz de Cristo, que atrae a Sí todas las cosas» (San Josemaría)
«No existe un cristianismo sin la Cruz y no existe una Cruz sin Jesucristo. Por esto, un cristiano que no sabe gloriarse en Cristo crucificado no ha entendido lo que significa ser cristiano» (Francisco)
«La oración de la Iglesia venera y honra al Corazón de Jesús, como invoca su Santísimo Nombre. Adora al Verbo encarnado y a su Corazón que, por amor a los hombres, se dejó traspasar por nuestros pecados. La oración cristiana practica el Vía Crucis siguiendo al Salvador. Las estaciones desde el Pretorio, al Gólgota y al Sepulcro jalonan el recorrido de Jesús que con su santa Cruz nos redimió» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 2.669)(evangelio. net).

13 septiembre, 2025

San Juan Crisóstomo Padre y Doctor de la Iglesia

 Puede ser una imagen de texto que dice "Sạn Juan Crisóstomo Padre y Doctor de la Iglesia. Patrono de los que predican el Evangelio. 13 13 de septiembre aciprensa.com"

¡Oh!, San Juan Crisóstomo, vos, sois el hijo del Dios
de la Vida y su amado santo, llamado “Crisóstomo”
que significa “boca de oro” porque, vuestras prédicas
riquísimo manjar eran. Vuestra casa la convertisteis
en monasterio dedicándoos al estudio, la oración
y la penitencia. Marchasteis al desierto por seis
años a la muerte de vuestra madre a continuar orando,
penitencias haciendo y leyendo la Santa Biblia. Y,
de vuelta a la ciudad, continuasteis predicando bajo
la guía del Santo Espíritu. Escritor prolijo, trece
libros nos legasteis que prueba son de vuestra alma
exquisita y espíritu diáfano. Aplauso y llanto y
viceversa, en vuestras prédicas recogíais, prueba
de abrir el alma y el espíritu, para luego en frutos,
recoger vivas conversiones. Y, de la trifulca de
los impuestos al “Discurso de las estatuas”, que,
conmovieron a vuestros fieles e hicieron de vos,
famoso predicador del mundo de aquél entonces. No más
castigos a la ciudad, por vuestros ruegos. Vos,
aconsejabais diciendo: “sed pobres en el vestir, en
el comer, y en el mobiliario, y así, buen ejemplo
dar y, con lo que ahorréis ayudad a los necesitados”.
Con vuestros sermones atacasteis toda clase de lujos,
en el vestir y en sus mobiliarios. Y, cuando obró
el mal en vos, dijisteis: “¿Qué, me destierran? ¿A
qué sitio me podrán enviar que no esté mi Dios allí
cuidando de mí? ¿Qué, me quitan mis bienes? ¿Qué,
me pueden quitar si ya los he repartido todos? ¿Qué,
me matarán? Así me vuelvo más semejante a mi Maestro
Jesús, y cómo Él, daré mi vida por mis ovejas”. Ni
bien salisteis, terremoto en Constantinopla y de
terror llenos los gobernantes os rogaron que no os
marchaseis y, volvieseis, para poner calma. Y, así
fue. Y, un inmenso gentío salió a recibiros hasta
las lágrimas. Pero, más tarde, vuestros enemigos os
desterraron al mar Negro y os trataron brutalmente
haciéndoos caminar más de diez kilómetros a pleno sol
ardiente, lo cual os debilitó y os sentisteis muy
agotado y quedasteis dormido. Entonces, Basilisco
Santo, se os apareció en sueños y os decía: “ánimo,
Juan, mañana estaremos juntos”. ¡Y, así, fue! Vos,
dijisteis antes de morir: “Sea dada la gloria a Dios
por todo”. Y, luego de haber gastado vuestra santa
vida en buena lid, voló vuestra alma al cielo, para
coronada ser con corona de luz, como premio a vuestra
increíble entrega de amor y fe. ¡Aleluya! ¡Aleluya!
oh! Santo Patrono de los predicadores de la tierra;
¡oh!, San Juan Crisóstomo, “viva boca del Dios Vivo".

© 2025 by Luis Ernesto Chacón Delgado

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13 de septiembre
San Juan Crisóstomo
Padre y Doctor de la Iglesia
 
Cada 13 de septiembre la Iglesia Católica celebra a San Juan Crisóstomo (347-407), patriarca de Constantinopla, Padre y Doctor de la Iglesia, patrono de los predican el Evangelio.
 
‘Boca de oro’
 
El apelativo “crisóstomo” empezó a usarse para hablar de Juan de Antioquía -nombre con el que se le conocía al santo- aproximadamente un siglo después de su muerte, como un reconocimiento a su elocuencia, a la belleza y profundidad de su predicación, y a la potencia retórica de sus escritos.
“Crisóstomo” puede traducirse como “boca de oro” (yuxtaposición de dos términos griegos: chrysós, 'oro', y stoma, 'boca'). San Juan de Antioquía fue obispo (patriarca) de Constantinopla y es considerado uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia de Oriente. Al mismo tiempo, se le ha reconocido habitualmente como uno de los más excelsos oradores de todos los tiempos.
 
Pastor recto y solidario
 
San Juan Crisóstomo nació en Antioquía en el año 347, y se bautizó a los 23 años. Después de haber vivido como eremita, en el silencio contemplativo, fue ordenado sacerdote, y empezó a hacerse conocido por sus sermones.
 
Animado por la buena reputación de Juan, Arcadio -emperador romano de Oriente- solicitó a Teófilo, Patriarca de Alejandría, que lo nombrara obispo de Constantinopla. Como pastor se dedicó a enseñar la recta doctrina, con el celo y cuidado debidos, al tiempo que criticó duramente las formas judaizantes del cristianismo, así como los lujos e indiferencia de los emperadores frente a los pobres. Se deshizo de bienes superfluos adquiridos irresponsablemente por algunos miembros de la Iglesia, y con las riquezas obtenidas atendió las necesidades de muchos postergados.
 
Exigió vestir con sencillez a los sacerdotes y monjes, así como comer con moderación; pidió recato a las mujeres y, a todos, piedad dentro de los templos. Asimismo, se preocupó por la formación catequética de los fieles.
 
Protector de los pobres, las mujeres y las familias
 
Recordaba el Papa Benedicto XVI en audiencia general del 26 de septiembre de 2007:
“Por su solicitud en favor de los pobres, San Juan fue llamado también ‘el limosnero’. Como administrador atento logró crear instituciones caritativas muy apreciadas. Su espíritu emprendedor en los diferentes campos hizo que algunos lo vieran como un peligroso rival…
 
… Sin embargo, como verdadero pastor, trató a todos de manera cordial y paterna. En particular, evidenció un profundo respeto a la mujer y dedicaba una atención especial al matrimonio y a la familia. Invitaba a los fieles a participar en la vida litúrgica, que hizo espléndida y atractiva con creatividad genial”.
 
La firme actitud de Crisóstomo y su celo pastoral le causaron roces con gente influyente e incomprensiones entre los propios cristianos. Es verdad que se hizo de enemigos poderosos -entre los que estuvo Eudoxia, esposa del emperador Arcadio-, pero fundamentalmente del cariño y el respeto del pueblo cristiano. Vivió sus últimos días en el destierro y murió el 14 de septiembre de 407. Quienes lo acompañaron en su agonía testificaron sus últimas palabras: “Sea dada gloria a Dios por todo”.
 
Un mensaje para el sacerdote de hoy: “¡Tu servicio es el más grande!”
 
Dijo San Juan Crisóstomo:
 
“Si te encuentras en el camino con un sacerdote y un ángel, ve a besar la mano del sacerdote, ya que los ángeles, aunque quieren ser capaces de administrar el Sacramento de la Eucaristía, no pueden; ya que esto es propio sólo de seres humanos”.
 
Querido San Juan Crisóstomo, ¡ruega por nosotros! ¡Intercede por todos tus hijos sacerdotes!(ACI Prensa).

11 septiembre, 2025

San Emiliano, Monje contemplativo

 

11 de septiembre
San Emiliano
Monje contemplativo
 
Santo español, nacido en el año 473 en Berceo (La Rioja). Hijo de una familia campesina de origen hispanorromano, siendo en su juventud pastor de ovejas. Decidió dedicarse a la vida contemplativa, por lo que pasó a ser uno de los discípulos del monje Félix, retirado en los montes de Bilibio, cerca de Haro, donde llevó una vida solitaria y penitente. Sujetó a la disciplina monacal, pero encontrándola demasiado holgada, se retiró a la soledad durante cuarenta y cuatro años en los montes Distercio, soportando allí las inclemencias del tiempo y la dureza de condiciones del lugar.
 
Su fama de santidad se extendió de tal manera que todos los que estaban en dificultades espirituales acudían a él y fue llamado por el obispo de Tarazona, Dídimo, quien no consintió que tanta virtud se perdiese en la soledad del monte, le ordenó sacerdote y le puso al cargo de la parroquia de Santa Eulalia, en su pueblo natal Berceo.
 
El paso por la parroquia resultó un estruendoso fracaso ya que las tareas administrativas no parecían encajar con su carácter y entregaba todas las donaciones propiedad de la parroquia a los necesitados por lo que fue acusado de malversación del dinero parroquial por sus hermanos sacerdotes y reprendido por el obispo, quien lo destituyó del cargo.
 
Decide volver a su soledad y se retira al valle de Suso o de arriba, cercano a su pueblo, donde transcurre la última etapa de su vida. En torno al santo va formándose una comunidad de hermanos y hermanas que formarán un oratorio primitivo, sus nombres son: Aselo, Geroncio, Citonato, Sofronio, Oria y Potamia.
 
San Millán es visitado, consultado y venerado. Salió al parecer muy poco de su eremitorio. La última salida que hace es para anunciar la destrucción de algunas ciudades de Cantabria. La tradición le atribuye numerosos milagros tanto en vida como después de su muerte, acaecida el 12 de noviembre del 574, con ciento un años, fue enterrado en el suelo del oratorio. Los monjes eligieron otro abad y permanecieron como ermitaños alrededor del sepulcro de San Millán, formando después de la muerte de San Millán el gran Monasterio de San Millán de la Cogolla, en la actualidad declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
 
No dejó nada escrito, y fue hacia el 650 cuando el obispo de Zaragoza, San Braulio escribió Vita Sancti Emiliani, primera biografía de San Millán basándose en los relatos que había escuchado de su hermano Fronimiano, monje en la Cogolla y más tardíamente Gonzalo de Berceo escribió la Historia del Señor San Millán.(ACI Prensa).

09 septiembre, 2025

Santa María de la Cabeza, Esposa de San Isidro Labrador

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9 de septiembre
Santa María de la Cabeza
Esposa de San Isidro Labrador
 
Cada 9 de septiembre se recuerda a Santa María de la Cabeza, María Toribia, esposa de San Isidro Labrador.
 
Santa donde Dios la quiso
 
María Toribia nació probablemente en Torrelaguna (España) entre finales del siglo XI e inicios del XII. Fue esposa de San Isidro Labrador, con quien tuvo un hijo. Durante muchos años se dedicó a la atención y servicio de su hogar; después, cuando su hijo alcanzó la madurez y de pleno acuerdo con su esposo, se consagró a la vida contemplativa. 
 
Santa María de la Cabeza fue una mujer de notable humildad, de gran paciencia, devoción y espíritu de austeridad.
 
El milagro del pozo
 
De acuerdo a una antigua tradición, el pequeño y único hijo de María Toribia, Illán, cayó accidentalmente a un pozo profundo. Al darse cuenta de lo sucedido, María Toribia e Isidro, su esposo, corrieron a auxiliar al niño, pero sin encontrar la forma de sacar al pequeño. Fue así que, con el alma en vilo, ambos padres se pusieron a rezar con tanta fe que, de pronto, las aguas del pozo empezaron a elevarse y elevarse, hasta que el pequeño, que flotaba sentado sobre una canasta, alcanzó la boca del pozo, sano y salvo.
 
La misma tradición afirma que María e Isidro vivieron su matrimonio con auténtico espíritu cristiano. Fueron muy unidos y así lo reconocían sus coetáneos: eran un solo corazón y una sola alma. La oración en pareja los había fortalecido no solo para enfrentar las vicisitudes de la vida cotidiana sino que Dios suscitó en ellos el deseo de vivir una vida completamente consagrada a Él, en el silencio y la contemplación.
 
Un llamado muy especial
 
Con ese anhelo decidieron “separarse” después de que su hijo se convirtiera en adulto. Isidro se quedó en Madrid y María partió hacia una ermita cerca del río Jarama, donde además de dedicarse a la oración contemplativa hacía obras de caridad en los lugares cercanos. Vivía en el bosque como labradora y se encargaba de la limpieza y el arreglo de una capilla cercana.
 
Se dice que unos hombres intentaron poner a San Isidro en contra de su esposa con calumnias sobre su comportamiento. El santo rechazó aquellos comentarios injuriosos, pero por cierta debilidad, decidió buscarla para asegurarse de que todo fuese mentira. 
 
San Isidro, entonces, de camino hacia donde María vivía, la vio a la distancia. Vio que estaba por cruzar el río y, antes de dejar la orilla, extendía delicadamente su mantilla sobre el agua, para luego subirse sobre esta y cruzar hasta el otro extremo, sin mojarse, como si la manta fuese una barquilla. Isidro quedó impactado por el milagro visto y sintió que el corazón se le llenaba de paz.
 
La cabeza
 
Años después, Santa María de la Cabeza regresó a Madrid donde permaneció un tiempo. Después de la muerte de Isidro, la santa retornó a Torrelaguna y se quedó allí hasta que Dios la llamó a su encuentro alrededor del año 1175.
 
Tras su muerte, su cráneo fue colocado en un relicario en la ermita de la Virgen del Pueblo. Precisamente, al ser su cráneo la reliquia con la que se le empezó a reconocer, la gente comenzó a llamarla Santa María Toribia “de la cabeza”.
 
La santa suele ser representada portando en las manos una jarra y un cucharón, en alusión a las tareas domésticas y al servicio a los más pobres; siempre mirando al cielo, al igual que su esposo, San Isidro Labrador, quien aparece generalmente cerca de ella.(ACI Prensa).