¡Oh! Santa Francisca Javiera, vos, sois la hija del
Dios de la Vida y su amada santa, y Patrona de los
Inmigrantes. León XIII Papa, dijo de vos: “La madre
Cabrini es una mujer muy inteligente y de gran virtud.
Es una santa”. Vos, sois la primera ciudadana americana
en ser canonizada. Intentasteis ingresar a varias
ordenes pero no os recibieron y algo decepcionada, vos
recibisteis la invitación de un obispo y un sacerdote
amigo para ingresar a trabajar en el orfanato “Casa
de la Providencia”, y aceptasteis y con un grupo de
compañeras fundasteis la congragación de las Hermanas
Misioneras del Sagrado Corazón y en honor de San Francisco
Javier, vos, añadisteis el nombre de “Javiera” a vuestro
nombre. Más tarde se cerró el orfanato y debido a ello,
vos, y vuestras hermanas se trasladaron a un convento
franciscano, donde redactasteis las reglas del nuevo
instituto, que, aprobadas por vuestro, vuestra obra
espiritual comenzó a crecer, abriéndose más casas para
albergar nuevas vocaciones. Vos, deseabais ir a China;
pero el Papa León XIII, os animó a ir hacia Occidente y
no al Oriente. Y, así, cruzasteis el Atlántico, llegando
a Nueva York, encontrando una realidad pastoral dura
entre los inmigrantes europeos. Muchos de ellos vivían
miserablemente, sin moral y sin fe. Vos, no quisisteis
volver a vuestra patria, y Dios fue proveyendo de a poco
lo necesario, hasta abrir un orfanato, una casa para
vosotras y una escuela para los niños. Vuestra orden
fue creciendo a lo largo y ancho de los Estados Unidos,
haciendo crecer la obra de Dios, los inmigrantes y los
más necesitados. La gente os quería y os amaba, aunque
erais estricta, teníais un gran sentido de la justicia,
un ingenioso sentido del humor, una vida espiritual
muy fuerte y un entusiasmo inagotable. Nada os podía
detener, ni las barreras culturales, ni las dificultades
de una lengua. “Ámense unas a otras. Sacrifíquense
constantemente y de buen grado por sus hermanas. Sean
bondadosas; no sean duras ni bruscas, no abriguen
resentimientos; sean mansas y pacíficas”, repetíais a
vuestras religiosas. Como misionera, viajasteis a
Nicaragua, Argentina, Costa Rica, Panamá, Chile, Brasil,
Francia e Inglaterra. Vuestra congregación, fue aprobada
cuando esta ya estaba presente en ocho países y contaba
con más de mil religiosas, al frente de escuelas,
hospitales y otras instituciones de servicio. Y, así,
y después de haber gastado vuestra santa vida en buena
lid, voló vuestra alma al cielo para coronada ser con
corona de luz, como premio a vuestra entrega de amor y fe;
¡Oh! Santa Francisca Javiera, "Viva luz del Dios Vivo".
© 2024 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de Noviembre
Santa Francisca Javiera Cabrini M.S.C.
Patrona de los Inmigrantes
Fue
una religiosa excepcional, cuya vida estuvo consagrada al servicio de
los inmigrantes, es decir, de aquellos que dejaron atrás la tierra en
que nacieron en busca de una vida mejor. El Papa León XIII dijo de ella:
“La madre Cabrini es una mujer muy inteligente y de gran virtud… es una
santa”. Hoy, esa empeñosa mujer es considerada como la patrona de los
inmigrantes. El halago del Papa León no era ni ocasional ni gratuito;
León XIII pudo conocer y tratar personalmente a esta religiosa italiana
que emigró a Estados Unidos y que, impulsada por el amor a Cristo, se
convirtió en testimonio vivo del Señor entre quienes iban poblando el
vasto territorio norteamericano.
Como
fruto de ese ardor misionero, la Madre Cabrini es hoy la primera
ciudadana estadounidense en ser canonizada y llegar a los altares.
Si una puerta se cierra, otra se abrirá
María
Francisca Cabrini nació en Sant'Angelo Lodigiano, Lombardía (Italia),
el 15 de julio de 1850, en el seno de una familia acomodada. Desde
pequeña quedó fascinada con las lecturas y relatos de hombres y mujeres
que dejaron la patria y emprendieron empresas misioneras en tierras
lejanas con el propósito de anunciar el Evangelio. De jovencita,
Francisca tuvo la inquietud de seguir aquel camino, pero sus padres la
enviaron a estudiar con las religiosas de Arluno para que fuera maestra
de escuela.
En 1870, tiempo después de la muerte de sus padres,
Francisca intentó ingresar a la congregación con la que realizó sus
estudios, pero no fue admitida debido a sus problemas de salud. Luego,
hizo otro intento en una orden diferente, pero tampoco fue recibida.
En
medio de la decepción por las negativas sufridas, recibió la invitación
de un obispo y un sacerdote amigo para ingresar a trabajar en el
orfanato “Casa de la Providencia”, donde la fundadora del recinto, la
señora Tondini, había realizado una administración deficiente. La santa
aceptó y con un grupo de compañeras que ya trabajaban allí fue madurando
un proyecto espiritual que terminaría en la fundación de las Hermanas
Misioneras del Sagrado Corazón.
El inspirador del proyecto, a
cuya intercesión lo consagraron, fue San Francisco Javier, el célebre
evangelizador de Japón. En honor al santo jesuita, Francisca añadiría
“Javiera” a su nombre.
Las pruebas fortalecen: hacia Occidente
Lamentablemente,
a pesar de los esfuerzos del grupo de mujeres, el obispo aconsejó a
Francisca dejar de lado la institución y cerró el orfanato. Debido a
ello, la Madre Cabrini y sus hermanas tuvieron que trasladarse a un
convento franciscano que estaba vacío. Allí, redactaría las reglas del
nuevo instituto, que finalmente serían aprobadas por su obispo. A partir
de entonces, la obra espiritual de la Madre crecería, abriéndose otras
casas para albergar a las nuevas vocaciones.
La Madre Cabrini
entonces emprende el viaje a Roma con el propósito de obtener la
aprobación de la Santa Sede para su congregación. En el interín, el
arzobispo de Nueva York se pone en contacto con ella para pedirle que
enviara a sus religiosas a Estados Unidos. Ciertamente, el deseo de la
Madre Cabrini en ese momento era otro, su idea era ir a China; sin
embargo, el Papa León XIII la animó a ir hacia Occidente y no al
Oriente.
Ante la duda, fe y la obediencia
Así, la
Madre cruzó el Atlántico y llegó a Nueva York en 1889. Allí se encontró
con una realidad pastoral muy dura entre los inmigrantes europeos.
Muchos de ellos vivían en la precariedad moral y habían abandonado su
fe.
Dadas las dificultades, el arzobispo de Nueva York empezó a
dudar sobre la pertinencia de su invitación y pensó que lo mejor sería
que las hermanas vuelvan a Italia. Santa Francisca, decidida y firme,
respondió con una negativa. Era el Papa quien la había enviado a allí y
se iba a quedar. Con el correr de los meses, Dios fue proveyendo de lo
necesario y las religiosas abrieron un orfanato, una casa para ellas y
una escuela para los niños. Ese sería el inicio de su gran misión en
América.
Derribando muros y mitos
Poco
a poco, la congregación se fue expandiendo a lo largo y ancho de
Estados Unidos, haciendo crecer la obra de Dios, especialmente entre los
inmigrantes y los más necesitados. La gente que trataba con la Madre
Cabrini la admiraba y la quería. Aunque estricta, Santa Francisca tenía
un gran sentido de la justicia, un ingenioso sentido del humor, una vida
espiritual muy fuerte y un entusiasmo inagotable. Parecía que ningún
obstáculo podía hacerla retroceder cuando se proponía algo. Ni las
barreras culturales, ni las dificultades de una lengua que no era la
suya -el inglés- lograron hacerla desistir en su afán misionero.
“Amense
unas a otras. Sacrifíquense constantemente y de buen grado por sus
hermanas. Sean bondadosas; no sean duras ni bruscas, no abriguen
resentimientos; sean mansas y pacíficas”, repetía a sus religiosas.
La vida es peregrinar, el cielo, la promesa cumplida
Como
misionera, viajó a Nicaragua, Argentina, Costa Rica, Panamá, Chile,
Brasil, Francia e Inglaterra. En 1907, fueron finalmente aprobadas las
constituciones de su congregación, cuando esta ya estaba presente en
ocho países y contaba con más de mil religiosas, al frente de escuelas,
hospitales y otras instituciones de servicio.
Santa Francisca
Javiera, la Madre Cabrini, partió a la Casa del Padre el 22 de diciembre
de 1917, a los 68 años de edad -víctima de la malaria- en la ciudad de
Chicago, Illinois.
(https://www.aciprensa.com/noticias/57825/cada-13-de-noviembre-se-celebra-a-santa-francisca-javier-cabrini-patrona-de-los-inmigrantes)