Oh, San Francisco Solano;
vos, sois, el hijo del Dios
de la vida, que, la hispana
América, toda recorristeis,
sobre vos, cargando la fe,
la esperanza y el amor.Y,
que, luego de esparcirlas
entre los aborígenes del
tiempo aquél, con vuestra
emotiva y cautivante palabra,
en sus lenguas y dialectos
propios, a Jesús, enseñasteis
quien dijo ser -como es verdad-
camino, verdad y vida. Así,
su Reino Santo expandisteis,
para gloria de Nuestra Santa
Madre Iglesia y de Francisco,
vuestro hermano mayor en la fe.
Al final de vuestros días, Dios
Padre, os llamó, y, como premio
justo, os coronó con corona
de inextinguible luz eterna,
“Taumaturgo del Nuevo Mundo”;
Oh, San Francisco Solano, santo.
© 2012 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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18 de Abril
San Francisco Solano
Misionero
(año 1610)
Francisco Solano, llamado “el Taumaturgo del
nuevo mundo”, por la cantidad de prodigios y milagros que obtuvo en Sudamérica,
nació en 1549, en Montilla, Andalucía, España.
Su padre era alcalde de la ciudad, y el
jovencito desde muy pequeño se caracterizó por su habilidad en poner paz entre
los que se peleaban. Cuando había algún duelo a espada, bastaba que Francisco
corriera a donde los combatientes a suplicarles que no se pelearan más, para que
hicieran las paces.
Estudió con los Jesuitas, pero entró a la
comunidad Franciscana porque le atraían mucho la pobreza y la vida tan
sacrificada de los religiosos de San Francisco. Los primero años de sacerdocio
los dedicó a predicar con gran provecho en el sur de España. Sus sermones no
tenían nada de rebuscado ni de elegante, pero llegaban hasta el fondo del
corazón de los pecadores y conseguían grandes conversiones. Es que rezaba mucho
antes de cada predicación.
Primer contagio
Llegó a Andalucía la peste del tifo negro y
Francisco y su compañero Fray Buenaventura se dedicaron a atender a los enfermos
más abandonados. Buenaventura se contagió y murió (y ahora es santo también)
luego se contagió también Francisco y creyó que ya le había llegado la hora de
partir para la eternidad, pero luego, de la manera más inesperada, quedó curado.
Con eso se dio cuenta de que Dios lo tenía para obras apostólicas todavía más
difíciles.
Pidió a sus superiores que lo enviaran de
misionero al Africa, y no le fue aceptada su petición. Pero poco después el rey
Felipe II pidió a los franciscanos que enviaran misioneros a Sudamérica y
entonces sí fue enviado Francisco a extender la religión por estas tierras. Fue
una gran alegría para su corazón.
Y sucedió que una terrible tempestad lanzó el
barco contra unas rocas frente a Panamá y se partió en dos. No había sino una
embarcación para volver a tierra firme, y el misionero prefirió aguardar allá en
esos escollos con los esclavos negros que él había venido instruyendo durante el
viaje y acompañarlos hasta que llegara otra barca a salvarlos. Y aprovechó esos
tres días de terror y peligro, para acabar de instruirlos y bautizarlos allí
mismo. Varios de ellos perecieron luego entre aquellas olas pero ya habían sido
bautizados.
La pequeña embarcación los llevó a unas costas
inhospitalarias y allá pasaron días terribles de hambre y peligros. Cuando los
marineros se desesperaban lo único que podía calmarlos era la intervención del
Padre Francisco. Cuando había peleas, al único que le hacían caso para dejar de
pelear, era el Padre Solano. Al fin lograron que un barco los recogiera y los
llevara a la ciudad de Lima.
Fray Francisco Solano recorrió el continente
americano durante 20 años predicando, especialmente a los indios. Pero su viaje
más largo fue el que tuvo que hacer a pie, con incontables peligros y
sufrimientos, desde Lima hasta Tucumán (Argentina) y hasta las pampas y el Chaco
Paraguayo. Más de 3,000 kilómetros y sin ninguna comodidad. Sólo confiando en
Dios y movido por el deseo de salvar almas.
Y le sucedió en aquel gran viaje misionero, que
lograba aprender con extraordinaria facilidad los dialectos de aquellos indios a
las dos semanas de estar con ellos. Y le entendían todos admirablemente sus
sermones. Sus compañeros misioneros se admiraban grandemente de este prodigio y
lo consideraban un verdadero milagro de Dios. Pero lo más admirable es que las
tribus de indios, aun las más belicosas, y opuestas a los blancos, recibían los
sermones del santo con una docilidad y un provecho que parecían increíbles. Dios
le había concedido la eficacia de la palabra y la gracia de conseguir la
simpatía y buena voluntad de sus oyentes.
Fray Francisco llegaba a las tribus más
guerreras e indómitas y aunque al principio lo recibían al son de batalla,
después de predicarles por unos minutos con un crucifijo en la mano, conseguía
que todos empezaran a escucharle con un corazón dócil y que se hicieran bautizar
por centenares y miles.
Un Jueves Santo estando el santo predicando en
La Rioja (Argentina) llegó la voz de que se acercaban millares de indios
salvajes a atacar la población. El peligro era sumamente grande, todos se
dispusieron a la defensa, pero Fray Francisco salió con su crucifijo en la mano
y se colocó frente a los guerreros atacantes y de tal manera les habló (logrando
que lo entendieran muy bien en su propio idioma) que los indígenas desistieron
del ataque y poco después aceptaron ser evangelizados y bautizados en la
religión católica.
El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía
tocar muy bien el violín y la guitarra. Y en los sitios que visitaba divertía
muy alegremente a sus oyentes con sus alegres canciones. Un día llegó a un
convento donde los religiosos eran demasiado serios y recordando el espíritu de
San Francisco de Asís que era vivir siempre interior y exteriormente alegres, se
puso a cantarles y hasta a danzar tan jocosamente que aquellos frailes
terminaron todos cantando, riendo y hasta bailando en honor del Señor
Dios.
San Francisco Solano misionó por más de 14 años
por el Chaco Paraguayo, por Uruguay, el Río de la Plata, Santa Fe y Córdoba de
Argentina, siempre a pie, convirtiendo innumerables indígenas y también
muchísimos colonos españoles. Su paso por cada ciudad o campo, era un renacer
del fervor religioso. Un día en el pueblo llamado San Miguel, estaban en un
toreo, y el toro feroz se salió del corral y empezó a cornear sin compasión por
las calles. Llamaron al santo y éste se le enfrentó calmadamente al terrible
animal. Y la gente vio con admiración que el bravísimo toro se le acercaba a
Fray Francisco y le lamía las manos y se dejaba llevar por él otra vez al
corral.
A imitación de su patrono San Francisco de
Asís, el padre solano sentía gran cariño por los animalillos de Dios. Las aves
lo rodeaban muy frecuentemente, y luego a una voz suya, salían por los aires
revoloteando, cantando alegremente como si estuvieran alabando a Dios.
Por orden de sus superiores, los últimos años
los pasó Fray Francisco en la ciudad de Lima predicando y convirtiendo
pecadores. Entraba a las casas de juegos y hacía suspender aquellos vicios y
llevaba a los jugadores a los templos. En los teatros, en plena función inmoral
hacía suspender la representación y echaba un fogoso sermón desde el escenario,
haciendo llorar y arrepentirse a muchos pecadores. En plena plaza predicaba al
pueblo anunciando terribles castigos de Dios si seguían cometiendo tantos
pecados y esto conseguía muchas conversiones.
Un día estando predicando en una misa la tierra
empezó a temblar. Las gentes quisieron salir huyendo, pero él les dijo: “Si
piden perdón a Dios, no les sucederá nada malo”. Todos pidieron perdón y nada
malo sucedió aquel día allí. Otro día en pleno sermón exclamó: “Por las maldades
de estas gentes, todo lo que está a mi alrededor será destruido y no quedará
sino el sitio desde donde estoy predicando”. Y así sucedió años después. llegó
un terremoto y destruyó el templo y todos los alrededores, y el único sitio que
quedó sin que le pasara nada, fue aquel desde donde el santo había
predicado.
En mayo de 1610 empezó a sentirse muy débil.
Los médicos que lo atendían se admiraban de su paciencia y santidad. El 14 de
julio, una bandada de pajaritos entró cantando a su habitación y el Padre
Francisco exclamó: “Que Dios sea glorificado”, y expiró. Desde lejos las gentes
vieron una rara iluminación en esa habitación durante toda la noche.
Petición
San Francisco Solano: pídele a Dios muchas
bendiciones para América.
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