El Papa Francisco declara venerable a un niño de 12 años
Un niño italiano de 12 años fallecido a causa de un
tumor ha vivido con «virtud heroica» el Evangelio y la fe cristiana. Se
encuentra entre los ocho «siervos de Dios», junto a un obispo
latinoamericano, dos laicas y varios sacerdotes cuyas «virtudes» han
sido confirmadas por los últimos decretos de la Congregación para las
Causas de los Santos, autorizados por el Papa Francisco.
(Aleteia/InfoCatólica) Se trata de Silvio Dissegna
(1967-1979), un niño nacido en Turín, alegre, inteligente y lleno de
vida. Quería ser profesor de escuela -recuerda Radio Vaticano-, así su
mamá le regaló para navidad una máquina de escribir; su primera carta la
tecleó para ella: «Te agradezco mamá porque me has dado a la luz,
porque me has dado la vida que es tan bonita. Yo tengo tantas ganas de
vivir».
La enfermedad y la fe de hierro
En la primavera de 1978, con sólo 11 años de edad, llegan los
primeros dolores a las piernas. Los médicos confirman que es un cáncer
de huesos fulminante.
Se distinguió por la fe vivida de manera sencilla
pero firme ante el sufrimiento atroz que le devoraba. Intensificó la
oración, y el rosario en sus manos era una fuerza consoladora. Después
de la unción del crisma, el 21 de mayo 1978, pidió comulgar todos los
días a pesar de que ya no podía caminar. Ciego, postrado en una cama,
sabía transmitir auténtica esperanza a quienes le conocían.
La muerte y el legado de amor
En los brazos de la fe, murió a los doce años, el 24 de septiembre de
1979 con la seguridad de encontrar a Jesús en el paraíso. «Yo tengo
muchas cosas que decir a Jesús y a la Virgen», decía y ofrecía sus
sufrimientos por los sacerdotes y los misioneros y por la salvación de
los pecadores.
Un educador de jóvenes entre los venerables
Entre los nuevos venerables, también se encuentra al padre Raimondo
Calcagno, nacido en 1888 en Chioggia, Italia, de una familia de pobres
pescadores. Desde niño descubrió que su vocación era la docencia.
Entró en la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri
y se comprometió como sacerdote a la asistencia de los jóvenes, sobre
todo de aquellos de origen humilde. Mientras estaba muriendo, se
escuchaba el ruido de los niños que jugaban. Y a quien se afanaba por
hacerlos callar para respetar sus últimas horas, le dijo: «Déjalos
jugar, jamás me han dado fastidio». Murió el 16 de julio 1964.
(http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=22467)
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