Oh, Santa Margarita de Escocia; sois vos, la hija
del Dios de la vida y su amada santa, y, que, desde
siempre comprendisteis, que el amor a Dios, no es
la simpleza de decir “yo amo a Dios”, sino, “viva”
hacerla en cada prójimo, en cada pobre y en cada
desvalido; porque, sabíais, -como lo sabe todo el
mundo, pero no lo lleva a cabo-, que, en cada uno
de ellos, mora el Dios de la vida y está Cristo, y
su mismo Santo Espíritu. Al saber la pérdida de
vuestro esposo e hijo, en batalla, dijisteis: “Te
doy gracias Dios mío, porque al mandarme tan
dolorosas noticias me purificas de mis pecados”.
Y, así, más tarde, vuestra alma santa de esposa y
de madre entregasteis a Dios, para, premiada ser,
por quien os la dió, y a quien habías imitado toda
vuestra vida: Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro,
como justo premio a vuestra entrega de amor santo
Santa Patrona de Escocia, por la voluntad de Dios;
oh Santa Margarita de Escocia, “vivo amor de Cristo”.
del Dios de la vida y su amada santa, y, que, desde
siempre comprendisteis, que el amor a Dios, no es
la simpleza de decir “yo amo a Dios”, sino, “viva”
hacerla en cada prójimo, en cada pobre y en cada
desvalido; porque, sabíais, -como lo sabe todo el
mundo, pero no lo lleva a cabo-, que, en cada uno
de ellos, mora el Dios de la vida y está Cristo, y
su mismo Santo Espíritu. Al saber la pérdida de
vuestro esposo e hijo, en batalla, dijisteis: “Te
doy gracias Dios mío, porque al mandarme tan
dolorosas noticias me purificas de mis pecados”.
Y, así, más tarde, vuestra alma santa de esposa y
de madre entregasteis a Dios, para, premiada ser,
por quien os la dió, y a quien habías imitado toda
vuestra vida: Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro,
como justo premio a vuestra entrega de amor santo
Santa Patrona de Escocia, por la voluntad de Dios;
oh Santa Margarita de Escocia, “vivo amor de Cristo”.
© 2014 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de Noviembre
Santa Margarita de Escocia
Reina
Santa Margarita de Escocia
Reina
De estirpe regia y de santos. Por parte de padre emparenta con la
realeza inglesa y por parte de madre con la de Hungría. Los santos son,
por parte de padre, san Eduardo —llamado el “Confesor”— que era su
bisabuelo y, por parte de madre, san Esteban, rey de Hungría.
Nació del matrimonio habido entre Eduardo y Agata, en Hungría, con
fecha difícil de determinar. Su padre nunca llegó a reinar, porque al
ser llamado por la nobleza inglesa para ello, resulta que el normando
Guillermo el Conquistador invade sus tierras, se corona rey e impone el
juramento de fidelidad; al poco tiempo murió Eduardo de muerte natural.
Pero esta situación fue la que hizo que Margarita llegara a ser reina
de Escocia por casarse con el rey. Su madre había previsto y dispuesto
que la familia regresara al continente al quedarse viuda tras la muerte
de su esposo y, bien sea por necesidad de puerto a causa de tempestades,
bien por la confianza en la buena acogida de la casa real escocesa, el
caso es que atracaron en Escocia y allí se enamoró el rey Malcon III de
Margarita y se casó con ella.
Es una mujer ejemplar en la corte y con la gente paño de lágrimas. Se
la conoce delicada en el cumplimiento de sus obligaciones de esposa;
esmerada en la educación de los hijos, les dedica todo el tiempo que
cada uno necesita; sabe estar en el sitio que como a reina le
corresponde en el trato con la nobleza y asume responsabilidades
cristianas que le llenan el día. Señalan sus hagiógrafos las continuas
preocupaciones por los más necesitados: visita y consuela enfermos
llegando a limpiar sus heridas y a besar sus llagas; ayuda habitualmente
a familias pobres y numerosas; socorre a los indigentes con bienes
propios y de palacio hasta vender sus joyas. Lee a diario los Libros
Santos, los medita y lo que es mejor ¡se esfuerza por cumplir las
enseñanzas de Jesús! De ellos saca las luces y las fuerzas. De hecho, su
libro de rezos, un precioso códice decorado con primor —milagrosamente
recuperado sin sufrir daño del lecho del río en que cayó— se conserva en
la biblioteca bodleiana de Oxford (Inglaterra).
También se ocupó de restaurar iglesias y levantar templos, destacando la edificación de la abadía de Dunferline.
Puso también empeño en eliminar del reino los abusos que se cometían
en materia religiosa y se esforzó en poner fin a las abundantes
supersticiones; para ello, convocó concilios con la intención de que los
obispos determinaran el modo práctico de exponer todo y sólo lo que
manda la Iglesia y las enseñanzas de los Padres.
“Gracias, Dios mío, porque me das paciencia para soportar tantas
desgracias juntas”. Esta fue su frase cuando le comunicaron la muerte de
su esposo y de su hijo Eduardo en una acción bélica. Fue cuando
marcharon a recuperar el castillo de Aluwick, en Northumberland, del que
se había apoderado el usurpador Guillermo. Ella soportaba en aquellos
momentos la larga y penosísima enfermedad que le llevó a la muerte el
año 1093, en Edimburgo.
Es la reina Margarita la patrona de Escocia, canonizada por el papa
Inociencio IV en el año 1250. Pero no pueden venerarse sus reliquias por
desconocerse el lugar donde reposan. Por la manía que tenían los
antiguos de desarmar los esqueletos de los santos, su cráneo —que
perteneció a María Estuardo— se perdió con la Revolución francesa,
porque lo tenían los jesuitas en Douai y, desde luego, no salieron muy
bien parados sus bienes. El cuerpo tampoco se pudo encontrar cuando lo
pidió Gelliers, arzobispo de Edimburgo, a Pío XI, aunque se sabe que se
trasladó a España por empeño de Felipe II quien mandó tallar un sepulcro
en El Escorial para los restos de Margarita y de su esposo.
Aunque les duela esa carencia de reliquias a los escoceses, tienen
sin embargo el orgullo de disfrutar en su historia de las grandes
virtudes de una mujer que supo primar su condición cristiana a su
condición de reina. O mejor, que ser reina no fue dificultad para vivir
hasta lo más hondo su responsabilidad de cristiana. O aún más, supo
desde la posición más alta ser testigo de Cristo. Y eso es mucho en
cualquier momento de la Historia. ¿No será la gente como ella los que se
llaman pobres de espíritu?
Fuente: Archidiócesis de Madrid
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