Oh, San Hilario, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo e ilustre defensor
de la fe en vuestro tiempo. Aquél que, con
el verbo y la palabra esclarecer lograsteis,
la vana pretensión, que socavar intentaban
los cimientos de luz, que reposaban a vos gracias,
más fuertes y prístinos por los siglos de los
siglos. Y, todo por la gloria de Aquél que todo
lo ve, el Dios eterno. Vos, sosteníais la unidad
de las Tres Personas distintas y un solo Dios,
y que, el Verbo, Hombre se había hecho, para
nuestra salvación. Entonces, Constancio emperador,
parte tomó de la arriana herejía, y os desterró
a Frigia y desde allí, decíais: “Permanezcamos
siempre en el destierro, con tal que se predique
la verdad”. Vos, nos legasteis vuestro “Tratado
de los Sínodos” y los doce libros Sobre la Trinidad,
vuestra obra maestra. Pero, todo mal, su fin
tiene, y volvisteis a Poitiers, recibido siendo
por los católicos, listo para realizar vuestra
labor de exégesis. Y, así, compusisteis también
himnos y os atribuyeron con razón el “Gloria in
excelsis”, y además el primero en introducir
los cánticos en las iglesias de Occidente. Y,
por vuestro profundo amor a ella, y su defensa,
os llaman el “Atanasio de Occidente”. Hoy, corona
de luz, lucís como premio a vuestra entrega de amor;
Oh, San Hilario de Poitiers, “sonrisa de Dios”.
de la vida y su amado santo e ilustre defensor
de la fe en vuestro tiempo. Aquél que, con
el verbo y la palabra esclarecer lograsteis,
la vana pretensión, que socavar intentaban
los cimientos de luz, que reposaban a vos gracias,
más fuertes y prístinos por los siglos de los
siglos. Y, todo por la gloria de Aquél que todo
lo ve, el Dios eterno. Vos, sosteníais la unidad
de las Tres Personas distintas y un solo Dios,
y que, el Verbo, Hombre se había hecho, para
nuestra salvación. Entonces, Constancio emperador,
parte tomó de la arriana herejía, y os desterró
a Frigia y desde allí, decíais: “Permanezcamos
siempre en el destierro, con tal que se predique
la verdad”. Vos, nos legasteis vuestro “Tratado
de los Sínodos” y los doce libros Sobre la Trinidad,
vuestra obra maestra. Pero, todo mal, su fin
tiene, y volvisteis a Poitiers, recibido siendo
por los católicos, listo para realizar vuestra
labor de exégesis. Y, así, compusisteis también
himnos y os atribuyeron con razón el “Gloria in
excelsis”, y además el primero en introducir
los cánticos en las iglesias de Occidente. Y,
por vuestro profundo amor a ella, y su defensa,
os llaman el “Atanasio de Occidente”. Hoy, corona
de luz, lucís como premio a vuestra entrega de amor;
Oh, San Hilario de Poitiers, “sonrisa de Dios”.
© 2015 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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13 de enero
San Hilario de Poitiers
Obispo y doctor de la Iglesia
San Hilario de Poitiers
Obispo y doctor de la Iglesia
Su nombre significa “sonriente”, nació en Poitiers, Francia, hacia el
año 315. Sus padres eran nobles, pero gentiles. Ávido de saber, cultivó
las letras y la filosofía. Después dio con los libros sagrados, y el
Evangelio de San Juan iluminó su espíritu. En el año 345 recibió el
bautismo. Desde entonces vivió con tanta honestidad y virtud que, al
fallecer el obispo de Poitiers, fue escogido para ocupar aquella sede.
Era el año 350.
El siglo en que vivió Hilario estaba convulsionado por contiendas
dogmáticas, sobre todo por la herejía arriana, que afirmaba que el Verbo
no era Dios, sino sólo la primera de las criaturas creadas por Dios.
Hilario sostenía, de acuerdo con la ortodoxia, la unidad de las tres
personas, y que el Verbo divino se había hecho hombre para convertir en
hijos de Dios a los que lo recibiesen. Los seguidores de Arrio
consiguieron que el emperador Constancio, inficionado de la herejía,
desterrase a Hilario a Frigia, provincia romana de Asia, situada en la
extremidad del Imperio. Hacia allí se dirigió a fines del 356.
Durante cuatro años recorrió las ciudades de Oriente, discutiendo.
“Permanezcamos siempre en el destierro -repetía- con tal que se predique
la verdad”. Al mismo tiempo enviaba a Occidente su tratado de los
Sínodos y en 359 los doce libros Sobre la Trinidad, que se consideraba
su mejor obra.
Llamado por una orden general del emperador, asistió al concilio que
se realizó en Seleucia de Isauria, ciudad del Asia Menor, en la región
montañosa de Tauro. Allí trató Hilario sobre los altos y dificultosos
misterios de la fe. Después pasó a Constantinopla, donde en un escrito
presenta al emperador como Anticristo. Considerado como un agitador e
intimidados por su intrepidez, sus mismos enemigos trabajaron para
echarlo de Oriente.
Así volvió Hilario a Poitiers. San Jerónimo refiere el júbilo con que
fue recibido por los católicos. Allí realizó una profunda labor de
exégesis, en los tratados que escribió sobre los divinos misterios,
sobre los salmos y sobre san Mateo. Compuso también himnos y algunos le
atribuyeron el “Gloria in excelsis”.
Según Isidoro de Savella, Hilario fue el primero que introdujo los
cánticos en las iglesias de Occidente. Vuelve a la lucha. En Milán está
el arriano Auxencio. Hilario lo combate con su característica intrepidez
y es condenado a abandonar Italia bajo pretexto de introducir la
discordia en la Iglesia de esa ciudad.
Tuvo Hilario numerosos discípulos, el más ilustre de ellos san Martín
de Tours, y muchos fueron los herejes que convirtió. Murió el 13 de
enero del año 368. Sus reliquias reposaron en Poitiers hasta el año
1652, en que fueron sacrílegamente quemadas por los hugonotes. Se le ha
dado el título de Atanasio de Occidente.
San Jerónimo y san Agustín lo llaman gloriosísimo defensor de la fe.
Por la profunda influencia que ejerció como escritor, el papa Pío IX, a
petición de los obispos reunidos en el sínodo de Burdeos, declaró a san
Hilario doctor de la Iglesia.
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