¡Oh!, San Josemaría Escrivá de Balaguer, vos, sois el hijo
del Dios de la vida y su amado santo, fundador y apóstol
que felizmente, vivisteis en un hogar creyente y ejemplar
y que, a su tiempo fundasteis el Opus Dei. Desde pequeño
mostrasteis vuestro espíritu de servicio hacia a los demás.
La frase de Jesús que más os impresionaba era esta: “El
hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir,
y a dar la vida en redención de muchos”. Comprendisteis
que Jesús, desde su nacimiento en el pesebre hasta su muerte
no tuvo otro fin que el de dar gloria al Padre Dios y hacer
el mayor bien al hombre. Y otro tanto lo hicisteis vos. Ya,
de sacerdote ordenado, os dedicasteis al apostolado con
ardor de corazón, con vuestro lema: “El sacerdote está
constituido a favor de los hombres”. Vuestra madre, Doña
Dolores, os enseñó una frase que decía: “Para lo único que
hay que tener vergüenza es para pecar”. Y, así, a vos,
jamás os dió vergüenza hablar de Cristo y de su mensaje a
todo el mundo. Dios, os concedió todas las cualidades para
el logro de vuestro cometido, pues erais sumamente alegre y
jovial que os hacía ganar simpatía a todos los ambientes.
Uno de vuestros compañeros dijo de vos: “Me consta que jamás
Monseñor Escrivá se sintió enemigo de nadie”. Vos, fuisteis
un instrumento en las manos de Dios, por medio del cual
la Iglesia, consiguió líderes apostólicos en todos el mundo.
Ninguno de vuestros triunfos apostólicos lo atribuíais a
vuestras cualidades o esfuerzos personales, sino todo
a la bendición de Dios. Vos, sabíais que cuanto preparado
mejor está el instrumento, mejor saldrá la obra del artista.
Vuestra humildad no era un no atreverse a nuevas iniciativas,
era más bien, convencido estar que, se es incapaz de realizar
nada valioso sin la bendición de Dios. Un día, en pleno
invierno, visteis sobre la nieve las huellas de unos pies
de un religioso capuchino, que por amor de Dios y por salvar
almas andaba descalzo. Y vos, os preguntasteis: “Todo esto
hacen los demás, y yo ¿qué voy a hacer por Cristo y por
las almas?”. Allí, os propusisteis y desgastaros por hacer
amar más a Dios y por conseguir salvar almas. Y, entonces
durante unos Ejercicios Espirituales, Dios os iluminó aquél
día y fundasteis una asociación en la cual cada persona,
siguiendo sus labores ordinarias en el mundo, se dedicara
a conseguir la santidad y a propagar el reino de Cristo. Y
fundasteis el “Opus Dei”, la Obra de Dios, que hoy, extendida
está, por el mundo, con el lema: de San Pablo: “Esta es la
voluntad de Dios: vuestra santificación”. Y, vos decíais:
“El creyente, ya sea barrendero o gerente, ya sea pobre o
rico, sabio o ignorante, conseguirá su santificación y un
gran puesto en el cielo si todo lo que tiene que hacer lo
hace por amor de Dios y con todo el esmero que le sea posible.
En el servicio de Dios no hay oficios de poca categoría.
Todos son de gran categoría si se hacen por amor a Nuestro
Señor”. Y, así, vos dedicasteis todas vuestras energías y
vuestras cualidades y todo vuestro tiempo, a extender y a
perfeccionar la obra maravillosa que Dios os encomendó.
Vos, escribisteis un librito hermoso llamado “Camino”. Son
mil pensamientos acerca de los temas para alcanzar la santidad.
San Juan Pablo II dijo de vos: “comprendió más claramente
que la misión de los bautizados consiste en elevar la Cruz
de Cristo sobre toda realidad humana, y sintió surgir de
su interior la apasionante llamada a evangelizar todos los
ambientes”. Y, así, y luego de gastar vuestra vida en buena
lid, voló vuestra alma al cielo, para coronada ser con corona
de luz, como justo premio a vuestra grande entrega de amor;
¡oh!, San Josemaría “vivo apóstol y servidor del Dios Vivo”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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26 de junio
San Josemaría Escrivá de Balaguer
Fundador del Opus Dei
Año 1975
San Josemaría Escrivá es uno de los más populares fundadores y
apóstoles del siglo XX. Nació en Barbastro Aragón, España, de un hogar
sumamente creyente y ejemplar y fundó en 1928 una de las asociaciones
apostólicas más fuertes del mundo, el Opus Dei.
Desde muy pequeño tuvo una gran cualidad: su espíritu de servicio a
los demás. Parecía que su oficio más agradable era poder ser útil a los
demás en todo lo que le fuera posible ayudarles. La frase de Jesús que
más le impresionaba era esta: “El hijo del hombre no ha venido a ser
servido, sino a servir, y a dar la vida en redención de muchos” (Mt. 20,
28). Y le impresionaba el meditar que Jesús desde su nacimiento en el
pesebre hasta su muerte en la cruz, no tuvo otro fin que el de dar
gloria al Padre Dios y hacer el mayor bien a las criaturas humanas. Y él
se propuso emplear también todas sus cualidades al servicio de Dios y
de las personas humanas.
José María se propuso pues imitar el espíritu de servicio de Jesús, y
dedicar su vida entera a lograr hacer el mayor bien posible a toda
clase de gentes.
Después de obtener su doctorado en la universidad, fue ordenado de
sacerdote en 1925 y se dedicó al apostolado con todas las fuerzas de su
alma, tendiendo como lema aquella frase de la S. Biblia: “El sacerdote
está constituido a favor de los hombres” (Hebr. 5, 1).
Su madre, Doña Dolores, le había enseñado una frase que ella repitió
muchas veces y que a él le fue muy útil en el apostolado: “Para lo único
que hay que tener vergüenza es para pecar”. Así que al joven sacerdote
no le dio jamás vergüenza hablar de Cristo y de su mensaje en todas
partes y ante toda clase de personas. Y esto mismo enseñó con la palabra
y el ejemplo a sus millares de discípulos de todo el mundo.
Cuando Dios encamina a una persona hacia una gran obra le concede
todas las cualidades necesarias para desempeñar bien el oficio que le ha
encomendado. Al Padre Escrivá le concedió un espíritu sumamente alegre y
jovial que le ganaba la simpatía a todos los ambientes. Una alegría que
se contagiaba a los que lo escuchaban. Lo dotó también la Divina
Providencia de un corazón sumamente generoso para amar a todos.
Uno de
sus socios, que lo acompañó por muchos años, declaró: “Me consta que
jamás Monseñor Escrivá se sintió enemigo de nadie”. Quiso bien a todos y
los seguía queriendo aún después de que lo trataran mal. Su única
moneda de cambio con quienes se dedicaban a atacarlo, era rezar por
ellos.
José María fue un instrumento en las manos de Dios, por medio del
cual la Iglesia Católica logró conseguir líderes apostólicos en todos
los continentes y empezó nuevas obras de apostolado en muchas naciones.
Pero él siempre se consideraba un simple instrumento en manos de Dios.
Ninguno de sus triunfos apostólicos lo atribuía a sus cualidades o a sus
esfuerzos personales, sino todo solamente a la bendición de Dios.
Recordaba la famosa frase del libro de los proverbios: “Lo que nos
produce éxitos es la bendición de Dios. Nuestros afanes no le añaden
nada”. Sabía que cuanto mejor preparado está el instrumento (por ejemplo
el pincel, con el cual le agradaba mucho compararse) mejor saldrá la
obra del artista. Por eso trataba de prepararse lo mejor posible
siempre, pero también estaba convencido de que sin la acción del
artista, (que siempre en el apostolado es Dios) el instrumento nada
logra conseguir por sí mismo.
Pero la humildad de Escrivá no era un apocamiento, un creerse sin
valor o un inútil y sin cualidades (porque eso sería mentira. Y la
humildad es la verdad). Su humildad no era un no atreverse a proponer
nuevas iniciativas o dejar de exigir derechos que son deberes. Era un
estar convencido de que se es incapaz de realizar nada valioso sin la
bendición de Dios, pero a la vez una convicción de que entre más
preparado y calificado esté el apóstol, mayores éxitos podrá obtener si
confía plenamente en la ayuda divina.
Siendo muy joven en Logroño en pleno y terrible invierno vio sobre la
nieve las huellas de unos pies de un religioso capuchino, que por amor
de Dios y por salvar almas andaba descalzo sobre ese hielo tan temible. Y
José María se preguntó: “Todo esto hacen los demás, y yo ¿qué voy a
hacer por Cristo y por las almas?”.
Desde entonces se propuso gastarse y
desgastarse por hacer amar más a Dios y por conseguir salvar almas.
El 2 de octubre de 1928 José María sintió que Dios le iluminaba una
idea maravillosa (durante unos Ejercicios Espirituales), fundar una
asociación en la cual cada persona, siguiendo sus labores ordinarias en
el mundo, se dedicara a conseguir la santidad y a propagar el reino de
Cristo. Y fundó entonces la famosa organización llamada Opus Dei (Obra
de Dios) que ahora está extendida por todos los países del mundo.
Su
lema era la frase de San Pablo: “Esta es la voluntad de Dios: vuestra
santificación” (1 Tes. 4, 3).
El famoso fundador repetía: “El creyente, ya sea barrendero o
gerente, ya sea pobre o rico, sabio o ignorante, conseguirá su
santificación y un gran puesto en el cielo si todo lo que tiene que
hacer lo hace por amor de Dios y con todo el esmero que le sea posible.
En el servicio de Dios no hay oficios de poca categoría. Todos son de
gran categoría si se hacen por amor a Nuestro Señor”.
Desde 1928 hasta su muerte en 1975, José María Escrivá dedicó todas
sus energías y sus grandes cualidades y todo su tiempo, a extender y a
perfeccionar la obra maravillosa que Dios le había encomendado: El Opus
Dei, una asociación para llevar hacia la santidad a las personas, pero
permaneciendo cada cual en su propia profesión y oficio.
Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II en Roma el 17 de mayo de 1992.
Escribió Monseñor Escrivá un librito pequeño pero hermosísimo que ha
influido en millones de personas en el mundo entero. Se llama “Camino”.
Son mil pensamientos (numerados) acerca de los temas más importantes
para conseguir la santidad. Su estilo es simpático, impactante, incisivo
y muy agradable. Y como antes de escribir rezó mucho por lo que iba a
redactar, las frases del libro “Camino” llegan hasta el corazón de sus
lectores y lo conmueven profundamente.
He aquí algunos de esos pensamientos cortos de su libro “Camino”:
Acostúmbrate a decir No a lo que es malo… ¿Qué no puedes hacer más? ¿No
será que no puedes hacer menos?… ¿Virtud sin orden? ¿Y a eso llamas
virtud?… ¡Qué hermoso desgastar la vida por Dios y por los demás!… Tu
mayor enemigo es: tu egoísmo… Si no te dominas a ti mismo, aunque seas
poderoso, eres poca cosa… Al que puede ser sabio no se le perdona que no
lo sea… Tu orgullo: ¿de qué?…
Dios le concedió la gracia de ser muy simpático para los
universitarios, para los profesionales y para los de las clases
dirigentes. Y él empleó este don tan especial para conseguir que
muchísimos líderes de diversos países aprovecharan sus notables
influencias en los demás para llevarles los mensajes de la Iglesia
Católica y extender así nuestra Santa Religión. La simpatía personal del
Padre Escrivá le atraía amigos en todas las naciones a donde llegaba su
influencia y muchos de ellos ocupan ahora puestos influyentes, para
gloria de Dios.
El 6 de octubre de 2002, más de 400.000 personas asisten en la plaza
de san Pedro a la canonización de Josemaría Escrivá. En la homilía, Juan
Pablo II señaló que el nuevo santo “comprendió más claramente que la
misión de los bautizados consiste en elevar la Cruz de Cristo sobre toda
realidad humana, y sintió surgir de su interior la apasionante llamada a
evangelizar todos los ambientes.
El Papa animó a los peregrinos llegados desde los cinco continentes a
seguir sus huellas. “Difundid en la sociedad, sin distinción de raza,
clase, cultura o edad, la conciencia de que todos estamos llamados a la
santidad. Esforzaos por ser santos vosotros mismos en primer lugar,
cultivando un estilo evangélico de humildad y servicio, de abandono en
la Providencia y de escucha constante de la voz del Espíritu”.
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