¡Oh! San Justino, vos, sois el hijo del Dios de la vida,
y su amado santo que, no siendo sacerdote, sino laico,
el primer apologista fuisteis que, con ardor de corazón y
de pluma, defendisteis las verdades del cristianismo.
Un anciano os dijo: “Si deseáis saber mucho acerca de Dios,
os recomiendo estudiar la religión cristiana, porque
es la única que habla de Dios debidamente y de manera
que, el alma queda plenamente satisfecha, además, leed
la Sagrada Biblia”. Y, vos, os dedicasteis a leerla y
encontrasteis lo que vuestra alma buscaba. Y, así, y
como fruto de aquella lectura, “Apologías”, escribisteis,
ensalzando al Dios Trino. Países, pueblos y ciudades
recorristeis, y, si, en vuestro camino, se os cruzaban
paganos, herejes y judíos, con todos ellos discutíais
y los convencíais, tanto, que, Crescencio “el cínico”,
derrotado fue, con vuestros argumentos, sólidos como
vuestra fe. En vuestro famoso libro de “Apologías” o
defensa del cristianismo, decíais a los gobernantes
de aquél tiempo: “¿Por qué persiguen a los seguidores
de Cristo? ¿Porque son ateos? No lo son. Creen en el Dios
verdadero. ¿Porque son inmorales? No. Los cristianos
observan mejor comportamiento que los de otras religiones.
¿Porque son un peligro para el gobierno? Nada de eso. Los
cristianos son los ciudadanos más pacíficos del mundo.
¿Porque practican ceremonias indebidas?” Y, describisteis
cómo, es el bautismo y cómo se celebra la Eucaristía,
demostrando así, que las ceremonias de los cristianos
son las más pacíficas y santas que existen. Y, por ello,
vos, terminasteis, entregado siendo al alcalde de Roma,
quien pudo oíros, luego de largo diálogo, y de vuestros
propios labios, fulminante respuesta: “Nada más honroso
para mí y para mis compañeros, y nada que más deseemos,
que, ofrecer nuestra vida en sacrificio por proclamar
el amor que sentimos por Nuestro Señor Jesucristo”. Y,
vos, con cinco valerosos hombres y una mujer virtuosa,
fuisteis azotados vil y cruelmente, para luego cortaros
la cabeza. Y, así, pleno de gozo vuestra alma, voló hacia
Dios, conjuntamente con vuestros compañeros para,
coronada ser, con justicia, con corona de luz y eternidad,
como justo premio a vuestra entrega increíble de amor.
Santo Patrono de los Filósofos del orbe de la tierra;
¡oh!, San Justino, “viva apología del Dios de la Vida”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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1 de Junio
San Justino Mártir
Año 165
No fue sacerdote, sino simplemente un laico, y fue el primer
apologista cristiano. Se llama apologista al que escribe en defensa de
algo. Y Justino escribió varias apologías o defensas del cristianismo.
Sus escritos ofrecen detalles muy interesantes para saber cómo era la
vida de los cristianos antes del año 200 y cómo celebraban sus
ceremonias religiosas.
El mismo Justino cuenta que él era un Samaritano, porque nació en la
antigua ciudad de Siquem, capital de Samaria (ciudad que en su tiempo se
llamaba Naplus). Sus padres eran paganos, de origen griego, y le dieron
una excelente educación, instruyéndolo lo mejor posible en filosofía,
literatura e historia.
Durante algún tiempo se dedicó a estudiar la ciencia que enseñaban
los que seguían la corriente llamada “estoicismo”, pero luego dejó esa
religión porque se dio cuenta de que no le enseñaban nada seguro acerca
de Dios.
Un día que paseaba junto al mar, meditando acerca de Dios, vio que se
le acercaba un venerable anciano, el cual le dijo: – Si quiere saber
mucho acerca de Dios, le recomiendo estudiar la religión cristiana,
porque es la única que habla de Dios debidamente y de manera que el alma
queda plenamente satisfecha. El anciano le recomendó que le pidiera
mucho a Dios la gracia de lograr saber más acerca de El, y le recomendó
la lectura de la S. Biblia.
Justino se dedicó a leer la S. Biblia y allí encontró maravillosas
enseñanzas que antes no había logrado encontrar en ningún otro libro.
Tenía unos treinta años cuando se convirtió, y en adelante el estudio de
la Sagrada Escritura fue para él lo más provechoso de toda su
existencia.
El santo cuenta que cuando todavía no era cristiano, había algo que
lo conmovía profundamente y era ver el valor inmenso con el cual los
mártires preferían los más atroces martirios, con tal de no renegar de
su fe en Cristo, y que esto lo hacia pensar: “Estos no deben ser
criminales porque mueren muy santamente y Cristo en el cual tanto creen,
debe ser un ser muy importante, porque ningún tormento les hace dejar
de creer en El”.
Los paganos conocían poco del cristianismo porque había pocos
escritos que defendieran nuestra santa religión. Y Justino se convenció
de que muchos paganos llegarían a ser cristianos si leían un libro donde
se les comprobara filosóficamente que el cristianismo es la religión
más santa de la tierra. Y se convenció de que es una grave obligación de
los que están convencidos de la santidad de nuestra religión, tratar de
animar a otros para que lleguen también a pertenecer al cristianismo. A
él le llamaban la atención aquellas palabras del Libro del Eclesiástico
en la S. Biblia: “Tener sabiduría y guardársela para uno mismo sin
comunicarla a los demás, es una infidelidad y una inutilidad”. Por eso
se propuso recoger todas las pruebas que pudo y publicar sus “Apologías”
en favor de la religión de Jesucristo.
Ataviado con las vestimentas características de los filósofos,
Justino recorrió varios países y muchas ciudades, discutiendo con los
paganos, con los herejes y los judíos, tratando de convencerlos de que
el cristianismo es la religión verdadera y la mejor de todas las
religiones.
En Roma tuvo Justino una gran discusión filosófica con un filósofo
cínico llamado Crescencio, en la cual le logró demostrar que las
enseñanzas de los cínicos (que no respetan las leyes morales) son de
mala fe y demuestran mucha ignorancia en lo religioso. Crescencio, lleno
de odio al sentirse derrotado por los argumentos de Justino, dispuso
acusarlo de cristiano, ante el alcalde de la ciudad. Había una ley que
prohibía declararse públicamente como seguidor de Cristo. Y además en el
gobierno había ciertos descontentos porque Justino había dirigido sus
“Apologías” al emperador Antonino Pío y a su hijo Marco Aurelio,
exigiéndoles que si en verdad querían ser piadosos y ser justos tenían
que respetar a la religión cristiana que es mejor que las demás.
En sus famosos libros de Apologías (o defensa del cristianismo)
nuestro santo les decía a los gobernantes de ese tiempo: ¿Por qué
persiguen a los seguidores de Cristo? ¿Porque son ateos? No lo son.
Creen en el Dios verdadero. ¿Porque son inmorales? No. Los cristianos
observan mejor comportamiento que los de otras religiones. ¿Porque son
un peligro para el gobierno? Nada de eso. Los cristianos son los
ciudadanos más pacíficos del mundo. ¿Porque practican ceremonias
indebidas? Y les describe enseguida cómo es el bautismo y cómo se
celebra la Eucaristía, y de esa manera les demuestra que las ceremonias
de los cristianos son las más santas que existen.
Las actas que se conservan acerca del martirio de Justino son uno de
los documentos más impresionantes que se conservan de la antigüedad.
Justino es llevado ante el alcalde de Roma, y empieza entre los dos un
diálogo emocionante:
Alcalde. ¿Cuál es su especialidad? ¿En qué se ha especializado?
– Justino. Durante mis primeros treinta años me dediqué a estudiar
filosofía, historia y literatura. Pero cuando conocí la doctrina de
Jesucristo me dediqué por completo a tratar de convencer a otros de que
el cristianismo es la mejor religión.
Alcalde. – Loco debe de estar para seguir semejante religión, siendo Ud. tan sabio.
Justino. – Ignorante fui cuando no conocía esta santa religión. Pero
el cristianismo me ha proporcionado la verdad que no había encontrado en
ninguna otra religión.
Alcalde. ¿Y qué es lo que enseña esa religión?
Justino. – La religión cristiana enseña que hay uno solo Dios y Padre
de todos nosotros, que ha creado los cielos y la tierra y todo lo que
existe. Y que su Hijo Jesucristo, Dios como el Padre, se ha hecho hombre
por salvarnos a todos. Nuestra religión enseña que Dios está en todas
partes observando a los buenos y a los malos y que pagará a cada uno
según haya sido su conducta.
Alcalde. – ¿Y Usted persiste en declarar públicamente que es cristiano?
Justino. – Sí declaro públicamente que soy un seguidor de Jesucristo y quiero serlo hasta la muerte.
El alcalde pregunta luego a los amigos de Justino si ellos también se
declaran cristianos y todos proclaman que sí, que prefieren morir antes
que dejar de ser amigos de Cristo.
Alcalde. – Y si yo lo mando torturar y ordeno que le corten la
cabeza, Ud. que es tan elocuente y tan instruido ¿cree que se irá al
cielo?
Justino. – No solamente lo creo, sino que estoy totalmente seguro de
que si muero por Cristo y cumplo sus mandamientos tendré la Vida Eterna y
gozaré para siempre en el cielo.
Alcalde. – Por última vez le mando: acérquese y ofrezca incienso a
los dioses. Y si no lo hace lo mandaré a torturar atrozmente y haré que
le corten la cabeza.
Justino. – Ningún cristiano que sea prudente va a cometer el tremendo
error de dejar su santa religión por quemar incienso a falsos dioses.
Nada más honroso para mí y para mis compañeros, y nada que más deseemos,
que ofrecer nuestra vida en sacrificio por proclamar el amor que
sentimos por Nuestro Señor Jesucristo.
Los otros cristianos gritaron que ellos estaban totalmente de acuerdo con lo que Justino acababa de decir.
Justino y sus compañeros, cinco hombres y una mujer, fueron azotados cruelmente, y luego les cortaron la cabeza.
Y el antiquísimo documento termina con estas palabras: “Algunos
fieles recogieron en secreto los cadáveres de los siete mártires, y les
dieron sepultura, y se alegraron que les hubiera concedido tanto valor,
Nuestro Señor Jesucristo a quien sea dada la gloria por los siglos de
los siglos. Amen”.
(http://www.ewtn.com/SPANISH/Saints/Justino_6_1.htm)
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