¡Oh!, San Esteban de Hungría, vos, sois el hijo del Dios
de la vida y su amado santo, aquél que, de alcurnia alta
siendo, os hicisteis el último, a imitación de vuestro
Maestro, Señor y Dios nuestro, Jesucristo. Vuestro poder
al servicio de los desposeídos, menesterosos y pobres
pusisteis, dando de vuestra fortuna “in extenso”, tanto
que, la gente os gritaba: “¡Ahora sí se van a acabar
los pobres!”. “Ellos representan mejor a Jesucristo, a
quien yo quiero atender de manera especial. Una cosa
sí me he propuesto: no negar jamás una ayuda o un favor.
Si en mí existe la capacidad de hacerlo”. Se os escuchaba
a menudo, decir. Para mezclaros con los pobres y necesitados
os disfrazabais de albañil y así, salíais por la noche
por todas las calles a repartir ayuda. Pero, una de ellas,
al encontraros con grupo de aquellos, repartisteis las
monedas que llevabais, tantas que, al final, os quitaron
todas y os molieron a palos. Cuando cesó todo, os pusisteis
de rodillas y luego, disteis gracias a Dios por haberos
concedido tal sacrificio. La fe Católica expandisteis,
tanto en su doctrina y la física obra. Nunca la devoción
por Nuestra Señora dejasteis, para quien, y en su honor,
templos levantasteis y la invocabais a cada instante y,
con ello, la idolatría y las falsías religiones acabasteis.
Un día cualquiera, perdisteis a vuestro amado hijo, a
quien, formado habíais como vuestro sucesor. Al saberlo
sólo exclamasteis: “El Señor me lo dio, el Señor me lo
quitó. Bendito sea Dios”. Los últimos años de vuestra
vida padecisteis enfermedades que os fueron purificando
y santificando cada vez más. Y el día de la Asunción
de Nuestra Señora, fiesta amada por vos, voló vuestra
alma al cielo, así ganando, corona de luz eterna, como
justo premio a vuestra entrega de gran amor y misericordia.
Santo Patrono y conversor de todo el reino de Hungría;
¡oh!, San Esteban, “vivo Cristo de amor y misericordia”.
© 2016 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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16 de agosto
San Esteban rey de Hungría
Año 1038
Esteban significa: “coronado” (estebo= corona).
Este santo tiene el honor de haber convertido al catolicismo al reino
de Hungría. Fue bautizado por San Adalberto y tuvo la suerte de casarse
con Gisela, la hermana de San Enrique de Alemania, la cual influyó
mucho en su vida. Valiente guerrero y muy buen organizador, logró
derrotar en fuertes batallas a todos los que se querían oponer a que él
gobernara la nación, como le correspondía, pues era el hijo del
mandatario anterior.
Cuando ya hubo derrotado a todos aquellos que se habían opuesto a él
cuando quiso propagar la religión católica por todo el país y acabar la
idolatría y las falsas religiones, y había organizado la nación en
varios obispados, envió al obispo principal, San Astrik, a Roma a
obtener del Papa Silvestre II la aprobación para los obispados y que le
concediera el título de rey. El sumo Pontífice se alegró mucho ante
tantas buenas noticias y le envío una corona de oro, nombrándolo rey de
Hungría. Y así en el año 1000 fue coronado solemnemente por el enviado
del Papa como primer rey de aquel país.
El cariño del rey Esteban por la religión católica era inmenso; a los
obispos y sacerdotes los trataba con extremo respeto y hacía que sus
súbditos lo imitaran en demostrarles gran veneración. Su devoción por la
Virgen Santísima era extraordinaria. Levantaba templos en su honor y la
invocaba en todos sus momentos difíciles. Fundaba conventos y los
dotaba de todo lo necesario. Ordenó que cada 10 pueblos debían construir
un templo, y a cada Iglesia se encargaba de dotarla de ornamentos,
libros, cálices y demás objetos necesarios para mantener el personal de
religiosos allá. Lo mismo hizo en Roma.
La cantidad de limosnas que este santo rey repartía era tan
extraordinaria, que la gente exclamaba: “¡Ahora sí se van a acabar los
pobres!”. El personalmente atendía con gran bondad a todas las gentes
que llegaban a hablarle o a pedirle favores, pero prefería siempre a los
más pobres, diciendo: “Ellos representan mejor a Jesucristo, a quien yo
quiero atender de manera especial”.
Para conocer mejor la terrible situación de los más necesitados, se
disfrazaba de sencillo albañil y salía de noche por las calles a
repartir ayudas. Y una noche al encontrarse con un enorme grupo de
menesterosos empezó a repartirles las monedas que llevaba. Estos,
incapaces de aguardar a que les llegara a cada quien un turno para
recibir, se le lanzaron encima, quitándole todo y lo molieron a palos.
Cuando se hubieron alejado, el santo se arrodilló y dio gracias a Dios
por haberle permitido ofrecer aquel sacrificio. Cuando narró esto en el
palacio, sus empleados celebraron aquella aventura, pero le aconsejaron
que debía andar con más prudencia para evitar peligros. El les dijo:
“Una cosa sí me he propuesto: no negar jamás una ayuda o un favor. Si en
mí existe la capacidad de hacerlo”.
A su hijo lo educó con todo esmero y para él dejó escritos unos
bellos consejos, recomendándole huir de toda impureza y del orgullo. Ser
paciente, muy generoso con los pobres y en extremo respetuoso con la
santa Iglesia Católica. La gente al ver su modo tan admirable de
practicar la religión exclamaba: “El rey Esteban convierte más personas
con buenos ejemplos, que con sus leyes o palabras”.
Dios, para poderlo hacer llegar a mayor santidad, permitió que en sus
últimos años Esteban tuviera que sufrir muchos padecimientos. Y uno de
ellos fue que su hijo en quien él tenía puestas todas sus esperanzas y
al cual había formado muy bien, muriera en una cacería, quedando el
santo rey sin sucesor. El exclamó al saber tan infausta noticia: “El
Señor me lo dio, el Señor me los quitó. Bendito sea Dios”. Pero esto fue
para su corazón una pena inmensa.
Los últimos años de su vida tuvo que padecer muy dolorosas
enfermedades que lo fueron purificando y santificando cada vez más. El
15 de agosto del año 1038, día de la Asunción, fiesta muy querida por
él, expiró santamente. Desde entonces la nación Húngara siempre ha sido
muy católica. A los 45 años de muerto, el Sumo Pontífice permitió que lo
invocaran como santo y en su sepulcro se obraron admirables milagros.
Que nuestro Dios Todopoderoso nos envíe en todo el mundo muchos
gobernantes que sepan ser tan buenos católicos y tan generosos con los
necesitados como lo fue el santo rey Esteban.
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