¡Oh!, Santos Apóstoles Pedro y Pablo, vosotros, sois,
los hijos del Dios de la vida, sus amadísimos santos y
sus pilares sacratísimos. Y, además, fieles testigos
de la fe, que, con distintos dones, el Reino de Dios,
expandieron. Y, tal como vuestro Divino Maestro, Nuestro
Señor Jesucristo, lo había hecho; con vuestra sangre
sellasteis vuestro predicar de amor y luz, por el mundo
de entonces, y cuya estela alumbró, nos alumbra, y
alumbrará por los siglos de los siglos, hasta el final
de los tiempos. Vosotros Pedro y Pablo, y vuestra obra,
sois el vivo signo de la unidad nuestra Santa Madre Iglesia,
pues, ambos sois una sola cosa. Vos, Pedro, os, abrazasteis
a la fe de Cristo, y Pablo, vos, sin ser de los doce,
la explicasteis de maravillosa manera. Vosotros, pues, sois
los inicios de la venerable Iglesia, la misma que, cree,
reza y anuncia a Jesús, Dios y Señor Nuestro, como Redentor
del mundo. Y, además, no solo brilláis en Roma, sino,
también lo hacéis, en los corazones de todos los creyentes que,
por vuestras enseñanzas y ejemplo, el camino de la fe,
la esperanza y la caridad siguen. Por todo ello, y en recuerdo
vuestro eterno, cada quien, tiene en esta tierra, grandes
obras hechas en vuestro honor: Vos, Pedro, la Basílica Vaticana
y la Plaza que llevan vuestro nombre tenéis. Y, vos, Pablo, a
la Basílica en la Vía Ostiense. Roma, os rinde honores, pues
lleva en su historia inscrita, los signos de vuestras vidas y
también de vuestras gloriosas muertes, tanto que, os han elegido
como sus eternos Protectores. Y, así, porque Dios quiso, vos,
Pedro, humilde Pescador de Galilea y vos, Pablo, el llamado
Apóstol de los gentiles, en dos columnas indestructibles
se han convertido de Nuestra Santa Madre Iglesia, y, por ello,
hoy, brilláis con toda justicia, coronas de gloria y de luz;
¡oh!, Santos Apóstoles, Pedro y Pablo, “vivas columnas de Dios”.
© 2017 Luis Ernesto Chacón Delgadolos hijos del Dios de la vida, sus amadísimos santos y
sus pilares sacratísimos. Y, además, fieles testigos
de la fe, que, con distintos dones, el Reino de Dios,
expandieron. Y, tal como vuestro Divino Maestro, Nuestro
Señor Jesucristo, lo había hecho; con vuestra sangre
sellasteis vuestro predicar de amor y luz, por el mundo
de entonces, y cuya estela alumbró, nos alumbra, y
alumbrará por los siglos de los siglos, hasta el final
de los tiempos. Vosotros Pedro y Pablo, y vuestra obra,
sois el vivo signo de la unidad nuestra Santa Madre Iglesia,
pues, ambos sois una sola cosa. Vos, Pedro, os, abrazasteis
a la fe de Cristo, y Pablo, vos, sin ser de los doce,
la explicasteis de maravillosa manera. Vosotros, pues, sois
los inicios de la venerable Iglesia, la misma que, cree,
reza y anuncia a Jesús, Dios y Señor Nuestro, como Redentor
del mundo. Y, además, no solo brilláis en Roma, sino,
también lo hacéis, en los corazones de todos los creyentes que,
por vuestras enseñanzas y ejemplo, el camino de la fe,
la esperanza y la caridad siguen. Por todo ello, y en recuerdo
vuestro eterno, cada quien, tiene en esta tierra, grandes
obras hechas en vuestro honor: Vos, Pedro, la Basílica Vaticana
y la Plaza que llevan vuestro nombre tenéis. Y, vos, Pablo, a
la Basílica en la Vía Ostiense. Roma, os rinde honores, pues
lleva en su historia inscrita, los signos de vuestras vidas y
también de vuestras gloriosas muertes, tanto que, os han elegido
como sus eternos Protectores. Y, así, porque Dios quiso, vos,
Pedro, humilde Pescador de Galilea y vos, Pablo, el llamado
Apóstol de los gentiles, en dos columnas indestructibles
se han convertido de Nuestra Santa Madre Iglesia, y, por ello,
hoy, brilláis con toda justicia, coronas de gloria y de luz;
¡oh!, Santos Apóstoles, Pedro y Pablo, “vivas columnas de Dios”.
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29 de Junio
Solemnidad de San Pedro y San Pablo
Apóstoles y Mártires
Origen de la fiesta San Pedro y San Pablo son apóstoles, testigos de
Jesús que dieron un gran testimonio. Se dice que son las dos columnas
del edificio de la fe cristiana. Dieron su vida por Jesús y gracias a
ellos el cristianismo se extendió por todo el mundo.
Los cadáveres de San Pedro y San Pablo estuvieron sepultados juntos
por unas décadas, después se les devolvieron a sus sepulturas
originales. En 1915 se encontraron estas tumbas y, pintadas en los muros
de los sepulcros, expresiones piadosas que ponían de manifiesto la
devoción por San Pedro y San Pablo desde los inicios de la vida
cristiana. Se cree que en ese lugar se llevaban a cabo las reuniones de
los cristianos primitivos. Esta fiesta doble de San Pedro y San Pablo ha
sido conmemorada el 29 de Junio desde entonces.
El sentido de tener una fiesta es recordar lo que estos dos grandes
santos hicieron, aprender de su ejemplo y pedirles en este día
especialmente su intercesión por nosotros.
San Pedro
San Pedro fue uno de los doce apóstoles de Jesús. Su nombre era
Simón, pero Jesús lo llamó Cefas que significa “piedra” y le dijo que
sería la piedra sobre la que edificaría Su Iglesia. Por esta razón, le
conocemos como Pedro. Era pescador de oficio y Jesús lo llamó a ser
pescador de hombres, para darles a conocer el amor de Dios y el mensaje
de salvación. Él aceptó y dejó su barca, sus redes y su casa para seguir
a Jesús.
Pedro era de carácter fuerte e impulsivo y tuvo que luchar contra la
comodidad y contra su gusto por lucirse ante los demás. No comprendió a
Cristo cuando hablaba acerca de sacrificio, cruz y muerte y hasta le
llegó a proponer a Jesús un camino más fácil; se sentía muy seguro de sí
mismo y le prometió a Cristo que nunca lo negaría, tan sólo unas horas
antes de negarlo tres veces.
Vivió momentos muy importantes junto a Jesús:
Vio a Jesús cuando caminó sobre las aguas. Él mismo lo intentó, pero por desconfiar estuvo a punto de ahogarse.
Prensenció la Transfiguración del Señor.
Estuvo presente cuando aprehendieron a Jesús y le cortó la oreja a uno de los soldados atacantes.
Negó a Jesús tres veces, por miedo a los judíos y después se arrepintió de hacerlo.
Fue testigo de la Resurrección de Jesús.
Jesús, después de resucitar, le preguntó tres veces si lo amaba y las
tres veces respondió que sí. Entonces, Jesús le confirmó su misión como
jefe Supremo de la Iglesia.
Estuvo presente cuando Jesús subió al cielo en la Ascensión y permaneció fiel en la oración esperando al Espíritu Santo.
Recibió al Espíritu Santo el día de Pentecostés y con la fuerza y el
valor que le entregó, comenzó su predicación del mensaje de Jesús. Dejó
atrás las dudas, la cobardía y los miedos y tomó el mando de la Iglesia,
bautizando ese día a varios miles de personas.
Realizó muchos milagros en nombre de Jesús.
En los Hechos de los Apóstoles, se narran varias hazañas y aventuras
de Pedro como primer jefe de la Iglesia. Nos narran que fue hecho
prisionero con Juan, que defendió a Cristo ante los tribunales judíos,
que fue encarcelado por orden del Sanedrín y librado milagrosamente de
sus cadenas para volver a predicar en el templo; que lo detuvieron por
segunda vez y aún así, se negó a dejar de predicar y fue mandado a
azotar.
Pedro convirtió a muchos judíos y pensó que ya había cumplido con su
misión, pero Jesús se le apareció y le pidió que llevara esta conversión
a los gentiles, a los no judíos. En esa época, Roma era la ciudad más
importante del mundo, por lo que Pedro decidió ir allá a predicar a
Jesús. Ahí se encontró con varias dificultades: los romanos tomaban las
creencias y los dioses que más les gustaban de los distintos países que
conquistaban. Cada familia tenía sus dioses del hogar. La superstición
era una verdadera plaga, abundaban los adivinos y los magos. Él comenzó
con su predicación y ahí surgieron las primeras comunidades cristianas.
Estas comunidades daban un gran ejemplo de amor, alegría y de
honestidad, en una sociedad violenta y egoísta. En menos de trescientos
años, la mayoría de los corazones del imperio romano quedaron
conquistados para Jesús. Desde entonces, Roma se constituyó como el
centro del cristianismo.
En el año 64, hubo un incendio muy grande en Roma que no fue posible
sofocar. Se corría el rumor de que había sido el emperador Nerón el que
lo había provocado. Nerón se dio cuenta que peligraba su trono y alguien
le sugirió que acusara a los cristianos de haber provocado el incendio.
Fue así como se inició una verdadera “cacería” de los cristianos: los
arrojaban al circo romano para ser devorados por los leones, eran
quemados en los jardines, asesinados en plena calle o torturados
cruelmente. Durante esta persecución, que duró unos tres años, murió
crucificado Pedro por mandato del emperador Nerón.
Pidió ser crucificado de cabeza, porque no se sentía digno de morir
como su Maestro. Treinta y siete años duró su seguimiento fiel a Jesús.
Fue sepultado en la Colina Vaticana, cerca del lugar de su martirio. Ahí
se construyó la Basílica de San Pedro, centro de la cristiandad.
San Pedro escribió dos cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.
¿Qué nos enseña la vida de Pedro?
Nos enseña que, a pesar de la debilidad humana, Dios nos ama y nos
llama a la santidad. A pesar de todos los defectos que tenía, Pedro
logró cumplir con su misión. Para ser un buen cristiano hay que
esforzarse por ser santos todos los días. Pedro concretamente nos dice:
“Sean santos en su proceder como es santo el que los ha llamado” (I
Pedro, 1,15) Cada quien, de acuerdo a su estado de vida, debe trabajar y
pedirle a Dios que le ayude a alcanzar su santidad. Nos enseña que el
Espíritu Santo puede obrar maravillas en un hombre común y corriente. Lo
puede hacer capaz de superar los más grandes obstáculos.
La Institución del Papado
Toda organización necesita de una cabeza y Pedro fue el primer jefe y
la primera cabeza de la Iglesia. Fue el primer Papa de la Iglesia
Católica. Jesús le entregó las llaves del Reino y le dijo que todo lo
que atara en la Tierra quedaría atado en el Cielo y todo lo que desatara
quedaría desatado en el Cielo. Jesús le encargó cuidar de su Iglesia,
cuidar de su rebaño. El trabajo del Papa no sólo es un trabajo de
organización y dirección. Es, ante todo, el trabajo de un padre que vela
por sus hijos.
El Papa es el representante de Cristo en el mundo y es la cabeza
visible de la Iglesia. Es el pastor de la Iglesia, la dirige y la
mantiene unida. Está asistido por el Espíritu Santo, quien actúa
directamente sobre Él, lo santifica y le ayuda con sus dones a guiar y
fortalecer a la Iglesia con su ejemplo y palabra. El Papa tiene la
misión de enseñar, santificar y gobernar a la Iglesia.
Nosotros, como cristianos debemos amarlo por lo que es y por lo que
representa, como un hombre santo que nos da un gran ejemplo y como el
representante de Jesucristo en la Tierra. Reconocerlo como nuestro
pastor, obedecer sus mandatos, conocer su palabra, ser fieles a sus
enseñanzas, defender su persona y su obra y rezar por Él.
Cuando un Papa muere, se reúnen en el Vaticano todos los cardenales
del mundo para elegir al nuevo sucesor de San Pedro y a puerta cerrada,
se reúnen en Cónclave (que significa: cerrados con llave). Así
permanecen en oración y sacrificio, pidiéndole al Espíritu Santo que los
ilumine. Mientras no se ha elegido Papa, en la chimenea del Vaticano
sale humo negro y cuando ya se ha elegido, sale humo blanco como señal
de que ya se escogió al nuevo representante de Cristo en la Tierra.
San Pablo
Su nombre hebreo era Saulo. Era judío de raza, griego de educación y
ciudadano romano. Nació en la provincia romana de Cilicia, en la ciudad
de Tarso. Era inteligente y bien preparado. Había estudiado en las
mejores escuelas de Jerusalén. Era enemigo de la nueva religión
cristiana ya que era un fariseo muy estricto. Estaba convencido y
comprometido con su fe judía. Quería dar testimonio de ésta y defenderla
a toda costa. Consideraba a los cristianos como una amenaza para su
religión y creía que se debía acabar con ellos a cualquier costo. Se
dedicó a combatir a los cristianos, quienes tenían razones para temerle.
Los jefes del Sanedrín de Jerusalén le encargaron que apresara a los
cristianos de la ciudad de Damasco.
En el camino a Damasco, se le apareció Jesús en medio de un gran
resplandor, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo,
¿por qué me persigues?” ( Hechos de los Apóstoles 9, 1-9.20-22.). Con
esta frase, Pablo comprendió que Jesús era verdaderamente Hijo de Dios y
que al perseguir a los cristianos perseguía al mismo Cristo que vivía
en cada cristiano. Después de este acontecimiento, Saulo se levantó del
suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron a
Damasco y pasó tres días sin comer ni beber. Ahí, Ananías, obedeciendo a
Jesús, hizo que Saulo recobrara la vista, se levantara y fuera
bautizado. Tomó alimento y se sintió con fuerzas. Estuvo algunos días
con los discípulos de Damasco y después empezó a predicar a favor de
Jesús, diciendo que era el Hijo de Dios. Saulo se cambió el nombre por
Pablo. Fue a Jerusalén para ponerse a la orden de San Pedro.
La conversión de Pablo fue total y es el más grande apóstol que la
Iglesia ha tenido. Fue el “apóstol de los gentiles” ya que llevó el
Evangelio a todos los hombres, no sólo al pueblo judío. Comprendió muy
bien el significado de ser apóstol, y de hacer apostolado a favor del
mensaje de Jesús. Fue fiel al llamado que Jesús le hizo en al camino a
Damasco.
Llevó el Evangelio por todo el mundo mediterráneo. Su labor no fue
fácil. Por un lado, los cristianos desconfiaban de él, por su fama de
gran perseguidor de las comunidades cristianas. Los judíos, por su
parte, le tenían coraje por “cambiarse de bando”. En varias ocasiones se
tuvo que esconder y huir del lugar donde estaba, porque su vida
peligraba. Realizó cuatro grandes viajes apostólicos para llevar a todos
los hombres el mensaje de salvación, creando nuevas comunidades
cristianas en los lugares por los que pasaba y enseñando y apoyando las
comunidades ya existentes.
Escribió catorce cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.
Al igual que Pedro, fue martirizado en Roma. Le cortaron la cabeza
con una espada pues, como era ciudadano romano, no podían condenarlo a
morir en una cruz, ya que era una muerte reservada para los esclavos.
¿Qué nos enseña la vida de San Pablo?
Nos enseña la importancia de la labor apostólica de los cristianos.
Todos los cristianos debemos ser apóstoles, anunciar a Cristo
comunicando su mensaje con la palabra y el ejemplo, cada uno en el lugar
donde viva, y de diferentes maneras.
Nos enseña el valor de la conversión. Nos enseña a hacer caso a Jesús
dejando nuestra vida antigua de pecado para comenzar una vida dedicada a
la santidad, a las buenas obras y al apostolado.
Esta conversión siguió varios pasos: 1. Cristo dio el primer paso:
Cristo buscó la conversión de Pablo, le tenía una misión concreta. 2.
Pablo aceptó los dones de Cristo: El mayor de estos dones fue el de ver a
Cristo en el camino a Damasco y reconocerlo como Hijo de Dios. 3. Pablo
vivió el amor que Cristo le dio: No sólo aceptó este amor, sino que los
hizo parte de su vida. De ser el principal perseguidor, se convirtió en
el principal propagador de la fe católica. 4. Pablo comunicó el amor
que Cristo le dio: Se dedicó a llevar el gran don que había recibido a
los demás. Su vida fue un constante ir y venir, fundando comunidades
cristianas, llevando el Evangelio y animando con sus cartas a los nuevos
cristianos en común acuerdo con San Pedro.
Estos mismos pasos son los que Cristo utiliza en cada uno de los
cristianos. Nosotros podemos dar una respuesta personal a este llamado.
Así como lo hizo Pablo en su época y con las circunstancias de la vida,
así cada uno de nosotros hoy puede dar una respuesta al llamado de
Jesús.
(http://es.catholic.net/santoraldehoy/)
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