¡Oh!, San Antonio María Claret; vos, sois el hijo del Dios
de la vida, y su amado santo, y el que donó de lleno su vida
al prójimo, y con amor, vívidamente predicó al Dios Vivo.
Como vicepárroco, os disteis a lo que Dios os había dado:
la increíble fuerza para predicar: ora en misiones populares,
ora de noche y de día, predicando hasta diez sermones diarios.
A pie, viajabais siempre, y sin dinero alguno, a imitación
de los apóstoles de Cristo. Imprimíais de por miles, hojas
sencillas con temas religiosos, y, además libros que hicieron
de vuestro apostolado, increíble, ejemplar e inolvidable.
Vuestra orden, la de los Claretianos y la de las Claretianas,
cubren hoy, el orbe de la tierra, difundiendo el evangelio
de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Y, saben de vos, todos
aquellos lugares y sus gentes, porque allí; medallas, rosarios,
hojas y libros religiosos regalasteis, al daros cuenta de que,
para que la fe, “viva” estuviera mantenida, se necesitaban
sacerdotes santos, que, al igual que vos, por los campos y
las ciudades enseñasen y predicasen lecturas que animen a
engrosar la grey del Señor. Lo mismo que hizo San Juan Bosco,
en Italia, en ese tiempo a favor de las buenas lecturas,
lo hicisteis vos, en España. Vos, decíais: “Ya veis cuanto
importa ser devoto de María Santísima. Ella os librará de
males y desgracias de cuerpo y alma. Ella os alcanzará los
bienes terrenales y eternos. Rezadle el Santo Rosario todos
los días con devoción y fervor y veréis como María Santísima
será vuestra Madre, vuestra abogada, vuestra medianera,
vuestra maestra, vuestro todo después de Jesús”. Asististeis
al Concilio Vaticano en Roma, y, en el mismo, pronunciasteis
un famoso discurso. Los monjes cistercienses del monasterio
de Fuente Fría, quienes os hospedaron por vez última, luego
de haber escrito vuestra autobiografía, os pusisteis mal y así,
voló, vuestra alma al cielo, para coronada ser de luz, como
justo premio a vuestra entrega de amor al Dios de la vida.
Hoy, nada mejor que imitaros no sólo en la palabra, sino,
también en la acción, propagador y predicador santo de Dios,
“Santo Patrón de los tejedores de todo el orbe de la tierra”;
¡oh!, San Antonio María Claret, “vivo predicador del Dios Vivo”.
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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de la vida, y su amado santo, y el que donó de lleno su vida
al prójimo, y con amor, vívidamente predicó al Dios Vivo.
Como vicepárroco, os disteis a lo que Dios os había dado:
la increíble fuerza para predicar: ora en misiones populares,
ora de noche y de día, predicando hasta diez sermones diarios.
A pie, viajabais siempre, y sin dinero alguno, a imitación
de los apóstoles de Cristo. Imprimíais de por miles, hojas
sencillas con temas religiosos, y, además libros que hicieron
de vuestro apostolado, increíble, ejemplar e inolvidable.
Vuestra orden, la de los Claretianos y la de las Claretianas,
cubren hoy, el orbe de la tierra, difundiendo el evangelio
de Cristo Jesús, Dios y Señor Nuestro. Y, saben de vos, todos
aquellos lugares y sus gentes, porque allí; medallas, rosarios,
hojas y libros religiosos regalasteis, al daros cuenta de que,
para que la fe, “viva” estuviera mantenida, se necesitaban
sacerdotes santos, que, al igual que vos, por los campos y
las ciudades enseñasen y predicasen lecturas que animen a
engrosar la grey del Señor. Lo mismo que hizo San Juan Bosco,
en Italia, en ese tiempo a favor de las buenas lecturas,
lo hicisteis vos, en España. Vos, decíais: “Ya veis cuanto
importa ser devoto de María Santísima. Ella os librará de
males y desgracias de cuerpo y alma. Ella os alcanzará los
bienes terrenales y eternos. Rezadle el Santo Rosario todos
los días con devoción y fervor y veréis como María Santísima
será vuestra Madre, vuestra abogada, vuestra medianera,
vuestra maestra, vuestro todo después de Jesús”. Asististeis
al Concilio Vaticano en Roma, y, en el mismo, pronunciasteis
un famoso discurso. Los monjes cistercienses del monasterio
de Fuente Fría, quienes os hospedaron por vez última, luego
de haber escrito vuestra autobiografía, os pusisteis mal y así,
voló, vuestra alma al cielo, para coronada ser de luz, como
justo premio a vuestra entrega de amor al Dios de la vida.
Hoy, nada mejor que imitaros no sólo en la palabra, sino,
también en la acción, propagador y predicador santo de Dios,
“Santo Patrón de los tejedores de todo el orbe de la tierra”;
¡oh!, San Antonio María Claret, “vivo predicador del Dios Vivo”.
© 2017 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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24 de octubre
San Antonio María Claret
Obispo de Santiago de Cuba
Fundador y
Patrón de los tejedores
Sus primeros años
San Antonio María Claret nace el 23 de diciembre del 1807 en el
pueblo de Sallent, a 51 kilómetros de Barcelona. Para los que no tienen
ni idea de esta población, diremos que es una villa trabajadora de unos
2.000 habitantes, esencialmente textil, donde precisamente el padre de
Antonio tenía una pequeña fábrica de tejidos. La infancia de “Tonet”,
conocido así popularmente por sus amigos, transcurre durante la llamada
“Guerra del francés” (1808-1814). Se explica que ante el temor de la
llegada de los franceses, el pueblo de Sallent se refugió en las
montañas. El abuelo de Antonio, a causa de su estado de salud, no podía
seguir aquella fila de vecinos que subían al monte, pero Antonio volvió
hacia atrás para acompañar en todo momento a su abuelo.
Ordenación Sacerdotal
Fue luego nombrado vicepárroco y pronto empezó el pueblo a conocer
cuál era la cualidad principal que Dios le había dado: era un predicador
impresionante, de una eficacia arrolladora. De todas partes lo llamaban
a predicar misiones populares, predicando hasta diez sermones en un
día. Viajaba siempre a pie y sin dinero.
Durante 15 años predicó incansablemente por el norte de España, y
difícilmente otro predicador del siglo pasado logró obtener triunfos tan
grandes como los del padre Claret al predicar. En su vida predicó más
de 10,000 sermones. Lo que hizo San Juan Bosco en Italia en ese tiempo a
favor de las buenas lecturas, lo hizo San Antonio Claret en España. Él
se dio cuenta de que una buena lectura puede hacer mayor bien que un
sermón y se propuso emplear todo el dinero que conseguía en difundir
buenos libros. Mandaba imprimir y regalaba hojas religiosas, por
centenares de miles. Ayudó a fundar la Librería religiosa de Barcelona y
fue el que más difundió los libros de esa librería. Él mismo redactó
más de 200 libros y folletos sencillos para el pueblo, que tuvieron
centenares de ediciones. Los regalaba donde quiera que llegaba. En todas
partes reglaba medallas, rosarios, hojas y libros religiosos.
La ciudad de La Habana llevaba 14 años sin arzobispo porque eran
tiempos de persecuciones contra la Iglesia Católica. Finalmente, a la
Reina de España le pareció que el sacerdote mejor preparado para ese
cargo era el Padre Claret. Le escribió la Reina al Sumo Pontífice y este
lo nombró Arzobispo de La Habana. Él se negaba a aceptar el cargo
porque le parecía que no era digno, pero sus amigos sacerdotes le
dijeron que en conciencia tenía que aceptarlo porque esa era la voluntad
de Dios. Y desde 1889, por espacio de siete años, fue un dulcísimo y
extraordinario pastor de la Iglesia en La Habana, y toda Cuba.
En Cuba administró el sacramento de la confirmación a 300,000
cristianos y arregló 30,000 matrimonios. Logró formar con los sacerdotes
una verdadera familia de hermanos donde todos se sentían bien atendidos
y estimados en la casa del Arzobispo.
En 1857 fue llamado a España como capellán de la reina Isabel. En
1849 al darse cuenta de que para mantener viva la fe del pueblo se
necesitan sacerdotes entusiastas que vayan por campos y ciudades
predicando y propagando buenas lecturas, se reunió con cinco compañeros y
fundó la Comunidad de Misioneros del Corazón de María, que hoy se
llaman Claretianos. Actualmente son 3,000 en 385 casas en el mundo.
Fundó también las Hermanas Claretianas que son 650 en 69 casas. Estas
comunidades han hecho inmenso bien con su apostolado en muchos países.
Asistió al Concilio Vaticano en Roma en 1870. En el mismo, pronunció
un memorable discurso que fue muy bien recibido, comentado y elogiado.
En Francia, los monjes cistercienses del monasterio de Fuente Fría le
hospedaron, y allí, después de haber escrito por orden del superior de
su comunidad su autobiografía, enfermó. Falleció el 24 de octubre de
1879. Tenía apenas 63 años. Después de su muerte, se le han atribuido
numerosos milagros.
(http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Antonio_María_Claret.htm)
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