San Epafra o Epafras
Discípulo de San Pablo Mártir, santo del NT
Conmemoración de san Epafras, que en Colosas, Laodicea y Hierápolis,
trabajó mucho en la difusión del Evangelio, y a quien san Pablo llama
carísimo consiervo, con-cautivo y fiel ministro de Cristo.
De Epafras conocemos muy poco, apenas lo que menciona el elogio del
Martirologio Romano, que se atiene estrictamente al dato bíblico, sin
embargo, en las tres citas que lo mencionan, se nos aparece como un
cristiano en plena actividad apostólica: compañero de cautiverio de san
Pablo, según dice el propio Apóstol en Filemon v. 23. Tradicionalmente
se entiende que este cautiverio al que se refiere es el del 60-62 con el
que termina Hechos de los Apóstoles (Hech 28,29-30), y que no sabemos
si culminó en la liberación del Apóstol o en su ejecución.
La siguiente mención, con muchos datos («muchos»… dada la escasez a
la que estamos acostumbrados) proviene de dos momentos distintos de la
Carta a los Colosenses: en el saludo incial y en el final. Los datos
biográficos sobre san Pablo que nos aporta esta carta hay que evaluarlos
con prudencia, porque es una de los escritos cuya autenticidad paulina
está -y posiblemente lo esté siempre- discutida, con la balanza más
inclinada hacia el no, que hacia el sí. Por supuesto, eso no implica que
la carta sea o no del Nuevo Testamento: siempre lo ha sido y lo seguirá
siendo, y aparece en las listas más antiguas de escritos cristianos,
pero la duda sobre la autoría no permite usarla como fuente para trazar
la biografía del Apóstol. Sin embargo, los especialistas no dudan en
que, aunque la carta sea pseudoepigráfica (es decir, puesta bajo su
nombre tiempo después de la muerte de Pablo), contiene fragmentos que sí
provienen de mano de Pablo, y esos fragmentos son, precisamente, los
que muestran una situación semejante a la de Filemón, como la
enumeración de los colaboradores del Apóstol, entre los que se contaba
en esa época Epafras.
Así que, aunque la Carta a los Colosenses nos sirve escasamente para
biografiar a san Pablo, sirve, y mucho, para acercarnos al personaje de
Epafras: los dos fragmentos, ricos y vívidos, conservan todo su valor
histórico. Nos dice allí san Pablo que Epafras enseñó a la comunidad de
Colosas el Evangelio, e incluso dice más, leámoslo directamente: «El
Evangelio [que llegó, fructifica y crece]…desde el día en que oísteis y
conocisteis la gracia de Dios en la verdad: tal como os la enseñó
Epafras, nuestro querido consiervo y fiel ministro de Cristo, en lugar
nuestro, el cual nos informó también de vuestro amor en el Espíritu.»
(Col 1,6-8) ¡Menudo título le cede el Apóstol a Epafras!: «ministro en
lugar nuestro». Aunque san Pablo sabe apreciar a sus colaboradores, sólo
a unos pocos los ensalza así.
Posiblemente no sea para menos, ya que, a juzgar por el otro retazo
de la vida de Epafras que la carta nos acerca, nos enteramos que no sólo
llevó el Evangelio, en nombre de Pablo, a Colosas, sino que además
mantiene una conexión constante, en predicación y en oración, con ésa,
su comunidad -de la que además es originario-, y desde la que
seguramente fue evangelizador también de Laodicea y Hierápolis, ya que
las tres ciudades formaban un triángulo de no más de 20 km de separación
de cada una con las otras: «Os saluda Epafras, vuestro compatriota,
siervo de Cristo Jesús, que se esfuerza siempre a favor vuestro en sus
oraciones, para que os mantengáis perfectos cumplidores de toda voluntad
divina. Yo soy testigo de lo mucho que se afana por vosotros, por los
de Laodicea y por los de Hierápolis» (Col 4,12-13).
No hay más que esto, pero ¿de cuántos personajes del Nuevo Testamento
no tenemos sino mucho menos? Se afanaba en esta vida limitada y terrena
por su comunidad a través de la oración, seguramente ahora que vive la
vida más plena a la que todos estamos llamados, su oración es constante
por toda la Iglesia.
La cuestión del cautiverio en Roma de san Pablo y sus posibles
terminaciones, puede leerse en cualquier biografía del Apóstol, incluso
en el artículo dedicado a su martirio en este santoral. Sobre la
autenticidad paulina de Colosenses, hay soluciones para todos los
gustos, y ninguna se impone con gran ventaja a las demás; puede leerse
la cuestión en cualquier introducción a las epístolas de
Colosenses-Efesios (que suelen tratarse juntas), por ejemplo, el
Comentario Bíblico San Jerónimo, ya sea el original (que defiende la
autoría paulina) o el nuevo (que la descarta), o en los Cuadernillos
Bíbicos de Verbo Divino, accesibles a cualquier lector con mínimo de
formación. En todo caso, lo mñás interesante para el lector medio no
debe ser «tomar partido», sino entrenarse en evaluar por qué los
especialistas se inclinan por una u otra solución.
(http://vidas-santas.blogspot.com/2013/07/san-epafra-o-epafras-discipulo-de-san.html)
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