¡Oh!, San Genaro, vos, sois el hijo del Dios de la vida
y su amado santo, y que, sois famoso por el milagro
que ocurre cada año desde hace siglos en el día de
vuestra fiesta, como hoy, pues vuestra sangre, se licúa
ante la presencia de todos los testigos que asisten
a la Santa Misa. Nápoles y Benevento, os disputan vuestro
nacimiento, y sólo sabe Dios, la verdad de vuestra
cuna. Durante la persecución de Diocleciano, fuisteis
apresado, pues confesasteis vuestra fe públicamente
y, soportando los interrogatorios y las torturas a que
os sometieron con vuestros amigos, fuisteis echados
a las fieras, y, ellas, no os hicieron nada, para asombro
y rabia del público de entonces, que esperaban que
os despedazaran y comieran. Pero, entonces no quedó
más alternativa que os decapitaran. Los cristianos
de Nápoles, vuestras reliquias obtuvieron, y, os honran
y veneran como su principal patrono. Uranio, el sacerdote,
relata sobre vos, que erais ya, un santo reconocido.
Y, una prueba más, los pintados frescos en el siglo quinto,
en la catacumba que vuestro nombre lleva, os representa
ya, con una aureola y además, en los calendarios más
antiguos del oriente y el occidente, figura vuestro santo
nombre. Y, vuestra sangre seguirá licuándose como
siempre en tres ocasiones: el sábado anterior al primer
domingo de mayo y en los ocho días siguientes; el
diecinueve de septiembre; y el dieciséis de diciembre
y durante toda la octava de las celebraciones en vuestro
honor. Y, así se seguirá escuchando: “¡Ha ocurrido el
milagro!”, luego se agitará un blanco pañuelo desde
el altar y se entonará el “Te Deum”, para veneraros
en vuestra reliquia por el clero y los fieles. ¿Y, quién
o qué es el hombre, ante el Padre del universo, para juzgar
sus milagros? ¡Polvo es y nada más! ¡Sólo eso! Por todo
ello, Él, os coronó, con corona de luz, como premio justo,
a vuestra entrega de amor, Mártir y Santo Patrón de Nápoles;
¡oh!, San Genaro, “sangre viva del espíritu del Dios Vivo”.
y su amado santo, y que, sois famoso por el milagro
que ocurre cada año desde hace siglos en el día de
vuestra fiesta, como hoy, pues vuestra sangre, se licúa
ante la presencia de todos los testigos que asisten
a la Santa Misa. Nápoles y Benevento, os disputan vuestro
nacimiento, y sólo sabe Dios, la verdad de vuestra
cuna. Durante la persecución de Diocleciano, fuisteis
apresado, pues confesasteis vuestra fe públicamente
y, soportando los interrogatorios y las torturas a que
os sometieron con vuestros amigos, fuisteis echados
a las fieras, y, ellas, no os hicieron nada, para asombro
y rabia del público de entonces, que esperaban que
os despedazaran y comieran. Pero, entonces no quedó
más alternativa que os decapitaran. Los cristianos
de Nápoles, vuestras reliquias obtuvieron, y, os honran
y veneran como su principal patrono. Uranio, el sacerdote,
relata sobre vos, que erais ya, un santo reconocido.
Y, una prueba más, los pintados frescos en el siglo quinto,
en la catacumba que vuestro nombre lleva, os representa
ya, con una aureola y además, en los calendarios más
antiguos del oriente y el occidente, figura vuestro santo
nombre. Y, vuestra sangre seguirá licuándose como
siempre en tres ocasiones: el sábado anterior al primer
domingo de mayo y en los ocho días siguientes; el
diecinueve de septiembre; y el dieciséis de diciembre
y durante toda la octava de las celebraciones en vuestro
honor. Y, así se seguirá escuchando: “¡Ha ocurrido el
milagro!”, luego se agitará un blanco pañuelo desde
el altar y se entonará el “Te Deum”, para veneraros
en vuestra reliquia por el clero y los fieles. ¿Y, quién
o qué es el hombre, ante el Padre del universo, para juzgar
sus milagros? ¡Polvo es y nada más! ¡Sólo eso! Por todo
ello, Él, os coronó, con corona de luz, como premio justo,
a vuestra entrega de amor, Mártir y Santo Patrón de Nápoles;
¡oh!, San Genaro, “sangre viva del espíritu del Dios Vivo”.
© 2019 by Luis Ernesto Chacón Delgado
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19 de Septiembre
San Genaro (+ 305)
Obispo y Mártir
ORACIÓN
Señor, tú que nos has congregado hoy para venerar la
memoria del mártir San Jenaro, concédenos que podamos ir a gozar en tu
reino, juntamente con él, de la alegría que no tiene fin. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo.
Los santos Jenaro, Festo, Desiderio, Sosso, Eutiques y
Acucio, de los que tenemos Passiones muy posteriores, parece que
derramaron su sangre por Cristo al comienzo del siglo IV.
En una breve nota hagiográfica de la Liturgia de las Horas se lee,
efectivamente, que Jenaro “fue obispo de Benevento; durante la
persecución de Diocleciano sufrió el martirio, juntamente con otros
cristianos, en la ciudad de Nápoles, en donde se le tiene una especial
veneración”.
Los obispos de Benevento con este nombre son por lo menos dos: San
Jenaro, mártir en el 305, y San Jenaro 11, que en el 342 participó en el
concilio de Sardes. Este último, perseguido ,por los arrianos por su
adhesión a la fe de Nicea, se lo habría venerado como mártir. Pero la
mayoría de los historiadores se inclinan a identificar al patrono de
Nápoles con el primero, o mejor con un mártir napolitano de Pozzuoli.
Condenado “ad bestias” en el anfiteatro de Pozzuoli, junto con los
compañeros de fe, a causa del atraso de un juez, fue decapitado en vez
de ser echado en pasto a las fieras para la gratuita y macabra diversión
de los paganos.
Más de un siglo después, en el 432, con ocasión del traslado de las
reliquias de Pozzuoli a Nápoles, una mujer le habría entregado al obispo
Juan dos ampollas pequeñas con la sangre coagulada de San Jenaro. Casi
como garantía de la afirmación de la mujer la sangre se volvió líquida
ante los ojos del obispo y de una gran muchedumbre de fieles.
Ese acontecimiento extraordinario se repite constantemente todos los
años en determinados días, es decir, el sábado anterior al primer
domingo de mayo y en los ocho días siguientes; el 16 de diciembre y el
19 de septiembre y durante toda la octava de las celebraciones en su
honor.
El fenómeno se realiza también en fechas variables, y de ahí deducen
los devotos del santo acontecimientos faustos o infaustos. Los
testimonios de este fenómeno comienzan desde 1329 y son tan numerosos y
concordantes que no se pueden tener dudas.
El prodigio, porque así lo considera hasta la ciencia, merece la
afectuosa admiración con que lo sigue el pueblo. La sincera devoción de
los napolitanos por este mártir, históricamente poco identificable, ha
hecho que la memoria de San Jenaro, celebrada litúrgicamente desde 1586,
se haya conservado en el nuevo calendario.
Puesto que el fenómeno no tiene ninguna explicación natural, pues no
depende ni de la temperatura ni del ambiente, podemos atribuirle el
significado simbólico de vivo testimonio de la sangre de todos los
mártires en la vida de la Iglesia, que nació de la sangre de la primera
víctima, Cristo crucificado.
Entre los elementos positivamente ciertos en relación con esta reliquia, figuran los siguientes:
1 -La substancia oscura que se dice ser la sangre de San Genaro (la
que, desde hace más de 300 años permanece herméticamente encerrada
dentro del recipiente de cristal que está sujeta y sellada por el
armazón metálico del relicario) no ocupa siempre el mismo volumen dentro
del recipiente que la contiene. Algunas veces, la masa dura y negra ha
llenado casi por completo el recipiente y, en otras ocasiones, ha dejado
vacío un espacio equivalente a más de una tercera parte de su tamaño.
2 -Al mismo tiempo que se produce esta variación en el volumen, se
registra una variante en el peso que, en los últimos años, ha sido
verificada en una balanza rigurosamente precisa. Entre el peso máximo y
el mínimo se ha llegado a registrar una diferencia de hasta 27 gramos.
3 -El tiempo más o menos rápido en que se produce la licuefacción, no
parece estar vinculado con la temperatura ambiente. Hubo ocasiones en
que la atmósfera tenía una temperatura media de más de 30º centígrados y
transcurrieron dos horas antes de que se observaran signos de
licuefacción. Por otra parte, en temperaturas de 5º a 8º centígrados más
bajas, la completa licuefacción se produjo en un lapso de 10 a 15
minutos.
4 -No siempre tiene lugar la licuefacción de la misma manera. Se han
registrado casos en que el contenido líquido burbujea, se agita y
adquiere un color carmesí muy vivo, en otras oportunidades, su color es
opaco y su consistencia pastosa.
Aunque no se ha podido descubrir razón natural para el fenómeno, la
Iglesia no descarta que pueda haberlo. La Iglesia no se opone a la
investigación porque ella busca la verdad. La fe católica enseña que
Dios es todopoderoso y que todo cuanto existe es fruto de su creación.
Pero la Iglesia es cuidadosa en determinar si un particular fenómeno es,
en efecto, de origen sobrenatural.
La Iglesia pide prudencia para no asentir ni rechazar prematuramente
los fenómenos. Reconoce la competencia de la ciencia para hacer
investigación en la búsqueda de la verdad, cuenta con el conocimiento de
los expertos.
Una vez que la investigación establece la certeza de un milagro fuera
de toda duda posible, da motivo para animar nuestra fe e invitarnos a
la alabanza. En el caso de los santos, el milagro también tienen por fin
exaltar la gloria de Dios que nos da pruebas de su elección y las
maravillas que El hace en los humildes.
(http://es.catholic.net/op/articulos/31948/jenaro-obispo-mrtir.html)
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